Persisten los problemas económicos en Turquía a pesar de las reformas

El presidente turco, Tayyip Erdogan, habla en el Foro Empresarial Malasia-Turquía durante su visita de trabajo a Malasia, en Putrajaya, Malasia, el 11 de febrero de 2025 - REUTERS/ HASNOOR HUSSAIN
Aunque el gobierno mantiene una narrativa optimista, la economía turca enfrenta una alta inflación en medio de una creciente tensión política interna

La economía de Turquía continúa enfrentando serios obstáculos en su camino hacia la recuperación, a pesar de los reiterados esfuerzos del gobierno por promover la viabilidad de reformas económicas. Las autoridades turcas siguen insistiendo en que el país sigue comprometido con un plan económico de medio plazo, pero los analistas son cada vez más escépticos sobre la sostenibilidad de dicho enfoque.

El ministro de Finanzas, Mehmet Simsek, advirtió recientemente que el crecimiento económico “corre el riesgo de desacelerarse”, y señaló que el gobierno intentará contrarrestar esta situación impulsando el empleo y la inversión. En declaraciones a Haber Turk TV, añadió que se priorizarán las inversiones en tecnología y manufactura, y que tanto el banco central como el Exim Bank (enfocado en la exportación) reforzarán su apoyo a los exportadores.

Sin embargo, el entorno económico sigue siendo volátil. Turquía ha vivido una prolongada crisis del costo de vida, con colapsos monetarios recurrentes y una inflación elevada, que alcanzó el 39% en febrero antes de disminuir levemente al 38 % en marzo.

Para contener la presión inflacionaria y enviar una señal de calma a los mercados, el banco central elevó inesperadamente su tasa de interés clave al 46%, desde el 42,5%, a mediados de abril. Esta decisión fue tomada por el Comité de Política Monetaria liderado por el gobernador Fatih Karahan, e incluyó además el aumento de la tasa de préstamo a un día al 49%.

La medida sorprendió a los mercados financieros: solo 3 de los 23 analistas encuestados por Bloomberg —incluidos HSBC Asset Management y Goldman Sachs— esperaban una subida tan pronunciada. El giro monetario se produjo tras una reunión de emergencia del banco central, que respondió así al colapso de la lira tras el encarcelamiento del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, el principal opositor político del presidente Recep Tayyip Erdogan. La tensión política interna, junto con las crecientes fricciones comerciales con Estados Unidos, ha incrementado la incertidumbre sobre el rumbo económico del país.

En un intento por estabilizar la moneda, el Banco Central ha intervenido agresivamente en el mercado de divisas, vendiendo reservas extranjeras para sostener el valor de la lira. Según estimaciones de Bloomberg Economics, estas intervenciones habrían costado unos 50.000 millones de dólares, logrando mantener el tipo de cambio en torno a las 38 liras por dólar tras su desplome inicial. No obstante, esta relativa estabilidad cambiaria ha llegado a costa de una preocupante reducción de las reservas, lo que aumenta la vulnerabilidad externa del país.

Liras turcas – PHOTO/ARCHIVO

El contexto actual recuerda a la grave crisis financiera de 2001, cuando una caída significativa de la lira precipitó una profunda recesión y allanó el camino para la llegada al poder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan en 2002.

Ahora, con una moneda débil, inflación persistente y reservas mermadas, Turquía enfrenta una tormenta económica que se agrava por factores estructurales, como su fuerte dependencia energética. Desde el inicio de la guerra en Ucrania hace tres años, los precios de la energía se han disparado, elevando los costos de importación para un país que depende casi por completo del exterior para abastecerse. Esto ha repercutido negativamente en la actividad comercial y de inversión, generando además crecientes protestas contra el gobierno.

A pesar de estos desafíos, el informe "Situación económica mundial y perspectivas 2025" de las Naciones Unidas proyecta que la economía turca crecerá un 3,1 % este año, superando el promedio mundial del 2,8 %. No obstante, la reciente crisis política aún no se refleja en los indicadores macroeconómicos y podría alterar las previsiones optimistas.