El presidente Al-Sisi de Egipto se echa en manos de la China de Xi Jinping
El presidente de Egipto, el general Abdel Fattah al-Sisi, ha dado su visto bueno para que la tierra de las pirámides de sus antepasados establezca una sólida alianza con la tecnología de la China de Xi Jinping y ambas milenarias naciones vayan de la mano en los futuros asuntos espaciales.
Egipto ha renovado y ampliado su acuerdo de cooperación y uso pacífico del espacio ultraterrestre con China. Y también se ha convertido en el primer país árabe y el segundo del continente africano ‒tras Sudáfrica‒ que se suma al proyecto bilateral impulsado por Pekín y Moscú para establecer una Estación Internacional de Investigación Lunar, ILRS, por su acrónimo en inglés.
El reforzamiento de la cooperación espacial entre el país del norte de África y la superpotencia asiática se produce en un momento clave. Egipto, junto con Argentina, Arabia Saudí, Etiopía, Irán y la Unión de Emiratos Árabes, es una de las seis naciones que a partir de principios de enero va a pasar a engrosar la lista de países BRICS.
La tierra de los faraones atraviesa una grave crisis económica y sostiene a marchas forzadas una importante deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que recurrió en busca de soluciones. Así que estar a la sombra de China lo contempla como una “muy beneficiosa asociación estratégica”.
El presidente Al-Sisi quiere que Egipto tenga una presencia destacada en el programa de exploración lunar ILRS que comparten China y Rusia. También ambiciona que al menos una pareja de egipcios adquieran la formación de cosmonautas, para que alguno de ellos tenga la oportunidad de viajar al espacio y más tarde a la Luna.
Una institución para la fabricación y pruebas
Por el momento, el marco de actividades que se acaba de acordar entre el director de la Agencia Espacial de Egipto (EgSA), profesor Sherif Sedky, y el jefe de la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA), Zhang Kejian, abarca el ámbito de la formación científica y técnica, el intercambio de imágenes, el desarrollo de satélites de observación y contar con los lanzadores chinos para su colocación en órbita.
Precisamente, el último ingenio de un tercer país posicionado en el espacio por un lanzador chino, el 4 de diciembre, es de propiedad del Ejecutivo de El Cairo. Se trata del MisrSat-2, un satélite de observación de 350 kilos, que es el fruto de una estrecha cooperación entre la EgSA y la CNSA.
El MisrSat-2 se ha hecho realidad gracias a que las instituciones financieras chinas que acompañan los proyectos de inversión de Pekín en el extranjero han dado un préstamo de 72 millones de dólares para hacerlo realidad, aunque algunas fuentes cifran el coste final en 92 millones.
La CNSA también ha levantado en el extrarradio de El Cairo un conjunto de edificios repletos de equipamientos que dan vida al Centro de Montaje, Integración y Pruebas de Satélites de la EgSA, “el mayor de África y Oriente Medio”, según las autoridades egipcias. Los jefes de las dos agencias espaciales confían en que haya países africanos que decidan fabricar y ensayar sus satélites en las nuevas instalaciones egipcias dotadas con tecnología china.
Su construcción comenzó en 2019 ‒se hizo coincidir con el inició del programa de desarrollo del MisrSat-2‒ y concluyó en junio pasado, al tiempo que la finalización del satélite. La existencia de tal Centro otorga a Egipto un papel “de liderazgo en materia espacial en África”, recalca el director de la EgSA, al que se acercarán proyectos de otros países del entorno geográfico para desarrollar y verificar sus plataformas.
Observando lo que pasa en Gaza
Según la EgSA, el MisrSat-2 es un proyecto de transferencia de tecnología por parte de China, que brinda a los ingenieros egipcios la oportunidad de adquirir experiencia en el diseño, fabricación e integración de satélites, capacidades de las que antes carecían.
El MisrSat-2 es una plataforma con una resolución pancromática ‒en blanco y negro‒ de 2 metros y multiespectral ‒en color‒ de 8 metros. Su finalidad operativa es “mejorar la productividad agrícola, la gestión de los recursos mineros y los cambios del nivel del agua en el rio Nilo”, asegura el director de la EgSA.
Aunque no está concebido “ex profeso” para labores de espionaje, también se dedicará a controlar las fronteras de Egipto con Libia, Sudán, Israel y, más que nunca, para conocer lo que pasa dentro del crítico territorio palestino de Gaza, ahora inmerso en una cruenta guerra que centra el interés de la comunidad internacional y, por razones obvias, la preocupación del Gobierno de El Cairo.
Obra de ingenieros chinos con la ayuda de sus homólogos egipcios de la EgSA, el satélite fue recepcionado con todos los honores el pasado verano por la ministra egipcia de Cooperación Internacional, Rania al-Mashat, quien califica a China como un “socio estratégico y un país amigo”.
Lo más importante del MisrSat-2 es que supone un drástico cambio en la política de cooperación de China con terceros países. La CNSA ha seguido con naciones como Bolivia, Laos, Nigeria y Venezuela la práctica de entregar sistemas de satélites “llave en mano”, es decir, fabricarlos y lanzarlos con una participación testimonial de los ingenieros de los citados países que los contrataron.
Con Egipto ha sido diferente. Ha optado por transferir su tecnología y conocimientos e implicar de manera directa a los ingenieros y técnicos del país. Es un reconocimiento a las capacidades, importancia e influencia del milenario y geoestratégico país africano sobre el resto del continente, de cara a facilitar de penetración las actividades espaciales de Pekín entre las naciones de África.