Cambios en la política de Oriente Medio: “Es factible que Israel reconozca la soberanía de Marruecos en el Sáhara”
En las últimas semanas se han producido una serie de acontecimientos relevantes para el presente y el más inmediato futuro en Oriente Medio. Erdogan logró la reelección como presidente de Turquía, Irán reabre su Embajada en Arabia Saudí tras recuperar las relaciones y en Israel se observa con mucho recelo lo que está ocurriendo a la espera de que quizá la visita de Riad del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, pueda aportar algo de luz.
Israel prepara, por otro lado, el anuncio de su apoyo al plan de Marruecos de una amplia autonomía del Sáhara bajo su soberanía. Un apoyo que ya ha expresado en Rabat el presidente del Parlamento israelí. Marta González Isidoro, periodista y analista internacional, analiza todos estos cambios en una entrevista con Javier Fernández Arribas.
Marta, por empezar por lo más reciente, ¿podemos pensar que Israel está a punto de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara?
Hay que tener en cuenta que las relaciones entre Israel y Marruecos son anteriores al restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Cerca de 1.200.000 israelíes son de origen marroquí. Las relaciones entre ambos países no solamente diplomáticas, sino por cuestiones culturales son muy importantes.
Esta pregunta que me hace fue una de las propuestas que hizo Marruecos a Estados Unidos antes de volver a la mesa de negociación con Israel y, por lo tanto, es factible que Israel reconozca la soberanía de Marruecos en el Sáhara. Primero porque no tiene ningún contencioso con Marruecos en ese sentido y, en segundo lugar, porque posiblemente sea también un paso para que Marruecos pueda flexibilizar su postura respecto de los palestinos y, a su vez, reconocer la israelización de la parte de los territorios que está bajo su soberanía, que son los territorios bajo control C.
Sobre todo, teniendo en cuenta el papel de Marruecos en Al-Quds. Además, en las últimas semanas hay numerosos acuerdos en investigación, en cooperación armamentística, cooperación militar y de otro tipo. Las relaciones entre Marruecos e Israel están funcionando bien.
Funcionan muy bien y además han sorprendido incluso a la propia administración israelí, que no pensaba que las relaciones iban a llegar al nivel en la que están teniendo lugar. En todo Oriente Medio, ese nivel de satisfacción lo encuentran también en las relaciones con Emiratos Árabes Unidos e incluso con Bahréin, en menor medida con otros países con los que hay un poso todavía de antisemitismo muy acusado.
En el caso de Marruecos las relaciones están suavizando mucho y los intercambios son muy positivo. También reseñable lo que apuntaba de la presencia y el papel que tiene el rey de Marruecos como príncipe de los creyentes y como mediador en Al Quds, un papel, por cierto, que se lo adjudica también el rey de Jordania y tienen cierta gresca. En ese sentido si Marruecos, Emiratos, Arabia Saudí tienen buenas relaciones con Israel en el terreno de innovación, cultural y militar, también es posible que tengan un papel relevante a la hora de suavizar el conflicto que tienen con los palestinos.
Reabierta la Embajada de Irán en Arabia Saudí, ¿y ahora qué? ¿qué análisis te merece esta situación?
Forma parte también de esa capacidad de diversificación económica, pero también diplomática que está llevando a cabo Arabia Saudí desde hace años aprovechando la retirada de Estados Unidos y la entrada de nuevos actores. Yo creo que es un paso positivo en el sentido de que rebaja la intensidad de las desavenencias que tienen Irán y Arabia Saudí, sobre todo, en el cuerno de África, en el Golfo de Ormuz y en relación con los hutíes en Yemen.
En segundo lugar, creo que más allá de esa normalización que, por otro lado, es normal, ha sido un hecho puntual que se rompieran las relaciones diplomáticas, son dos actores que tienen una capacidad geopolítica propia y una necesidad de ser hegemonía al margen el uno del otro. Hay un contencioso religioso que no se va a acabar, pero sí me parece positivo que los dos puedan desescalar la tensión ahora mismo en Yemen o en Siria, por el tema económico de la puesta en el Golfo y de Arabia Saudí de inyectar en la economía siria un dinero y una necesidad de infraestructuras acuciantes.
En Yemen, como dice, había un enfrentamiento entre Arabia Saudí e Irán. Arabia Saudí tenía ahí sus tropas e Irán estaba apoyando a la milicia hutí. En este sentido, rebajar la tensión está bien, pero ¿qué ocurre con el programa nuclear de Irán?
Es un programa que provoca muchísima preocupación en todo el mundo árabe. De hecho, ya dije desde hace mucho tiempo que eso iba a provocar una necesidad de escalada nuclear también en la parte suní. Algo que se ha visto ahora mismo con la iniciativa que ha lanzado Arabia Saudí para volver a la mesa de negociación con Israel y reconocer a Israel y las peticiones que le ha hecho a Estados Unidos, que pasan por tener un programa nuclear completo. Y, además, que vuelva a ser un socio armamentístico estratégico. Con lo cual, habrá mayor tensión si este programa no desescala, si la OIEA sigue teniendo esta relación tan ambigua con Irán y si este régimen iraní no encuentra al final su lugar en la región, porque es un país que busca la hegemonía regional.
Es un país que busca su expansionismo. Desde que Jomeini tomó el poder, yo recuerdo la revolución de las casetes, que vendían y se distribuían por todos los países árabes para expandir sus credos y sus ideas y conseguir influencias en la región.
Es que la idea de revolución de Irán es una revolución política que se expande al margen de la confesión chií del islam. Por eso tiene tanto arraigo en zonas donde no solamente están poblaciones chiíes, como que se llama el arco chií, sino también en Palestina o los territorios o en la zona norte en Armenia y Azerbaiyán. Lo que están buscando es la exportación de un modelo político revolucionario que sitúa al islam en el lugar en el que tendría que haber estado siempre, desde el punto de vista político y no solamente religioso, que es el papel que se le ha asignado tradicionalmente a Arabia Saudí.
Un Estado teocrático, donde la religión manda en todo.
Absolutamente, pero en este caso, expansionista.
¿Cuándo vamos a conocer los resultados de la visita del señor Blinken a Riad? Porque yo creo que Estados Unidos de alguna manera quiere recuperar el terreno perdido.
Se verá esa fotografía en el momento en el que Estados Unidos asuma que no puede entrar en Oriente Medio, y mucho menos en la zona del Golfo, con las pretensiones de derechos humanos tan maximalistas como las que tiene, porque debe entender que Oriente Medio tiene un concepto de la identidad, del nacionalismo y de la religiosidad imbricados, y tiene sus tiempos.
Entonces, Estados Unidos sabe que ha metido la pata con Israel en cuanto a la injerencia interna, sabe que ha metido la pata con Irán interfiriendo en su política interna, y en el momento en que la administración que está de salida empiece a darse cuenta de que esa no es la política y empiece a recular, habrá entendimiento.
Veo que no ve usted que Joe Biden repita en la Casa Blanca.
Así dicho parece que tengo una bola de cristal, pero lo que sí veo en las últimas semanas, a parte de la polarización que se ve no sólo en el país sino también en otras zonas del mundo, lo hemos visto en Turquía, es que las propuestas de esta administración tienen poco recorrido en el tiempo.
Hablaba usted de Turquía, ¿continuidad o cambio con el nuevo mandato de Erdogan?
La población, a pesar de lo polarizada que está en los dos sectores, los que son más aperturistas, más progresistas y más inclinados hacia el laicismo, y una población más conservadora, ha apostado finalmente por la continuidad y la estabilización. Otra cosa es que, desde el punto de vista económico, que necesita reformas, el nuevo ministro apunte por un cambio paulatino, pero eso no significa que vaya a cambiar de orientación. Simplemente va a mejorar los estándares en los que estaban los niveles de inflación ahora mismo o, por lo menos, intentar modificarlos. Yo veo una continuidad en todos los aspectos, en política interna y también externa, porque el nacionalismo y la identidad están muy ligadas a esa política exterior.