El conflicto que no cesa en Darfur
- La violencia no ha desaparecido; simplemente ha cambiado de forma
- El colapso humanitario y sanitario
- Inseguridad alimentaria
- Agresiones sexuales
- El silencio del mundo
- La respuesta desde adentro
Médicos Sin Fronteras (MSF) publicó un informe sobre la catástrofe humana que se vive en Darfur desde el inicio del conflicto entre el Ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). Se espera que 2025 sea el año en que el mundo escuche y en el que la protección de la población civil deje de ser la excepción y se convierta en una norma.
La violencia no ha desaparecido; simplemente ha cambiado de forma
En 2023, barrios enteros fueron arrasados por bombardeos, que redujeron hogares a escombros y aniquilaron familias completas. En al-Fasher, Samira, de 32 años, recuerda cómo un proyectil alcanzó la casa de su vecino, mató a su hijo, y, ese mismo día, otra explosión en una mezquita acabó con la vida de siete fieles que acababan de terminar de rezar. “Mi marido murió triste”, cuenta. “No teníamos dinero para salir del país. Desde entonces, no duermo. Siento la garganta como estrangulada”, afirma angustiada.
Aunque los combates terrrestes en esta zona han cesado por ahora, los caminos de desplazamiento, mercados, tierras de cultivo, hasta en los propios hogares, se han convertido en territorios de violencia, inseguridad y humillación. Los desplazados, especialmente los de ciertas etnias, son detenidos, golpeados y despojados de todo. Adolescentes armados, algunos de apenas trece años, interceptan vehículos, interrogan, insultan y torturan. A una mujer que huía con sus hijos y hermanos desde Tawila la obligaron a tumbarse en el suelo, viendo cómo golpeaban brutalmente a su hermano tras acusarlo falsamente de pertenecer a las FAR. “Nos llamaban esclavos”, dice. “Decían: ‘ven aquí, esclavo; vete allá, esclavo’”.
El acceso a derechos básicos desaparece. Halima, de 26 años y desplazada desde 2003, vive en Kas con sus hijos. “Lo poco que gano lavando ropa o trabajando en la industria del ladrillo lo uso para comer o para pagar medicamentos fiados. Las escuelas están cerradas. La educación ya no existe”, afirma.
El colapso humanitario y sanitario
En enero de 2024, cuando el equipo de MSF logró acceder a Nyala (capital del estado de Darfur) encontró una imagen devastadora del sistema sanitario en ruinas. El Hospital de Enseñanza, el centro de referencia de Darfur Sur, estaba parcialmente destruido, con techos derrumbados, paredes perforadas por balas y equipos médicos saqueados.
A principios de 2025, MSF continúa trabajando para rehabilitar otras secciones del hospital - como el laboratorio, la unidad de cirugía y los pabellones de hospitalización - e impulsar programas comunitarios y rurales. Pero los avances son frágiles y dependen de un contexto de seguridad volátil y de la voluntad de las autoridades de permitir el acceso humanitario.
En un contexto de alta demanda y recursos mínimos, la ocupación de camas alcanzó cifras alarmantes: un 328 % en maternidad y un 207 % en pediatría durante octubre de 2024, multiplicando los riesgos de infección y las complicaciones graves sin atención adecuada. De hecho, entre marzo y noviembre de ese mismo año, al menos 51 mujeres murieron por causas evitables como sepsis, hemorragias posparto, eclampsia y malaria. Algunas habían parido en sus casas sin asistencia, otras en clínicas privadas sin condiciones mínimas de higiene o capacidad técnica.
De hecho, la muerte maternal es uno de los temas más preocupantes de esta crisis. El numero de muertes de mujeres entre marzo y noviembre comentado anteriormente representa el 44 % de todas las muertes maternas registradas en los programas globales de maternidad de la sección holandesa de MSF en 2023, lo que refleja la magnitud del colapso en un solo hospital. La falta de anticonceptivos y el aumento de los matrimonios infantiles, impulsados por la crisis económica también están elevando el riesgo para niñas y adolescentes cuyos cuerpos no están preparados para un embarazo.
Aunque MSF ha logrado reducir dicha mortalidad materna desde agosto mediante la apertura de clínicas comunitarias y mejoras en la atención obstétrica, en muchas zonas donde no hay apoyo continuo, como en campamentos cercanos a Nyala o zonas rurales como Jebel Marra, se siguen reportando docenas de muertes sin que las afectadas lleguen a ver un médico.
Muchas personas, ya no solo hablando en términos de embarazadas, no solo no pueden costear el tratamiento médico, sino que tampoco tienen los medios para desplazarse hasta los pocos centros que permanecen abiertos. Incluso cuando logran llegar, se encuentran con la falta de medicamentos, la escasez de personal. “Antes de la guerra había hospitales donde te atendían gratis. Ahora solo queda uno en el centro, y cuando vamos, nos dicen que no hay medicinas, o que regresemos otro día”, relata una mujer desplazada.
Otro desafío gravísimo es la falta de acceso a medicamentos, una situación que agrava el estado de salud de los pacientes y desplazados que llegan a los hospitales en Darfur Sur. La imposibilidad de generar ingresos impide que muchas personas puedan costear los tratamientos que necesitan.
Hasta ahora, MSF no han logrado brindar atención para enfermedades no transmisibles o crónicas, como dolencias cardiovasculares, cáncer, afecciones respiratorias crónicas o diabetes. Estas enfermedades ya eran comunes en Sudán antes del estallido del conflicto, pero ahora el acceso al tratamiento es prácticamente nulo o completamente inaccesible.
Vídeo de Christopher Lockyear, secretario general de MSF, explicando en términos generales la situación en Darfur Sur (grabado en diciembre de 2024). https://media.msf.org/Share/5588n25m400f3vl52k57a81qw0d4uye5
Inseguridad alimentaria
El acceso a los mercados y a las tierras de cultivo se ha vuelto imposible para muchas familias, ya sea por la destrucción de la guerra a los cultivos, el miedo, por desplazamiento o por la inflación que hacen inalcanzables incluso los productos más básicos. “Nuestras granjas están completamente destruidas, no tenemos nada,” relató una mujer de 21 años en la localidad de Beleil.
Una encuesta realizada en abril de 2024 reveló datos alarmantes: el 7,9 % de los niños en el campo de desplazados de Otash sufría desnutrición aguda global, una cifra apenas inferior en Beliel (7,6 %) y también preocupante en Nyala Sur (3,5 %). MSF confirma que entre los afectados por esta enfermedad entre enero de 2024 y marzo de 2025, 10.659 eran niños menores de cinco años.
En respuesta, la organización implementó un programa de apoyo alimentario a 6.000 familias. “Es poco habitual que hagamos distribuciones de alimentos”, explican. “Pero era evidente que era necesario”. Aun así, las perspectivas siguen siendo sombrías. La organización advierte que la crisis alimentaria podría agravarse aún más con la inminente llegada de la temporada de lluvias y el consecuente aumento en los precios de los alimentos.
Otros testimonios recogidos en los campos de desplazados dan rostro al drama estadístico. “Si consigo algo, comemos. Si no, esperamos al día siguiente”, dice Mariam, de al-Salam. Otra mujer, de 40 años, relata: “Ayer no comí, hoy tampoco. Lavo platos y recibo sobras”.
La falta de alimentos se entrelaza con la escasez de agua limpia. Por ello, MSF también rehabilitó la principal estación de agua de Nyala y reparó más de 200 bombas manuales, lo que ha permitido restablecer el acceso básico al agua potable en algunas zonas de la ciudad.
Broll sobre desnutrición infantil en Darfur Sur (grabado en abril de 2025): https://media.msf.org/Share/23355yk02g50m75i4161l4a12jy8c8b4
Agresiones sexuales
Entre enero de 2024 y marzo de 2025, MSF atendió a 659 personas sobrevivientes de violencia sexual. La gran mayoría, el 94 %, eran mujeres y niñas, algunas de tan solo cinco años. Más de la mitad de estas agresiones (56 %) fueron perpetradas por miembros de las Fuerzas Armadas o grupos armados, y un 7 % por bandas criminales. En muchos casos, las víctimas no solo fueron violadas, sino también golpeadas, torturadas o forzadas a trabajar bajo amenaza.
Los lugares más comunes donde ocurrieron estos ataques no fueron en zonas de combate, sino espacios cotidianos: el campo (34 %), el camino a buscar leña o agua (16 %), e incluso sus propias casas (16 %). “Antes trabajaba solo en pequeñas parcelas, porque tomar más tiempo fuera es peligroso… Me da miedo encontrarme con jóvenes como los que atacaban mujeres en Nyala. Por eso siempre salgo con otras chicas”, cuenta una mujer de Kalma.
En este contexto, MSF integró la atención a víctimas de violencia sexual y de género (SGBV) en todos sus servicios médicos. A finales de 2024, comenzó a implementar un modelo comunitario que forma a diverso personal y agentes locales para ofrecer anticoncepción de emergencia, primeros auxilios psicológicos y derivación médica segura. Desde entonces, los casos atendidos se multiplicaron: en diciembre de 2024, MSF asistió a 120 personas sobrevivientes, un aumento del 287 % respecto a octubre.
Muchas mujeres no acceden a atención médica por miedo a represalias o estigmatización. Algunas ni siquiera conocen las consecuencias médicas de una violación. Otras no pueden pagar el viaje hasta un centro de salud, o temen ser agredidas de nuevo en el camino.
“Somos personas desplazadas, y nunca se sabe quién es quién”, reflexiona una mujer. Esta frase resume el clima de terror y desconfianza que atraviesa la vida diaria en Darfur del Sur, donde el simple hecho de ser mujer, pobre y desplazada basta para ser convertida en objetivo.
El silencio del mundo
Aunque el flujo de ayuda humanitaria ha aumentado en algunas zonas, en esta región las principales agencias de la ONU siguen sin estar presentes sobre el terreno, y las ONG internacionales avanzan con timidez. Nyala, que fue durante años el centro logístico y operativo de la acción humanitaria en Darfur, hoy solo exhibe oficinas de la ONU cerradas, y centros de distribución desiertos.
“No podemos cultivar, no podemos traer nada para nuestros hijos. Si MSF pudiera ayudarnos más, sería bueno. No tenemos a nadie más a quien pedir”, afirma una mujer desplazada en Kas.
También, el paso de ayuda desde Chad, la única vía disponible, está sometido a complicadas autorizaciones del Gobierno sudanés, lo que retrasa o bloquea la llegada de alimentos, medicinas y otros insumos vitales.
La respuesta desde adentro
Ante el abandono, la población local ha creado redes de ayuda. MSF comenzó a otorgar subvenciones de hasta 15.000 dólares a iniciativas locales: comedores escolares, puestos de salud y cocinas comunitarias. La ayuda es poca, pero muestra lo que es posible si se apoya directamente a quienes están en el terreno.
“Romantizar la resiliencia es peligroso”, advierte MSF. “Las comunidades se están quedando sin recursos. No se les puede dejar solas”.