Cuando la democracia se hace pedazos

Protesta por los resultados electorales que otorgaron al presidente venezolano Nicolás Maduro un tercer mandato, en Maracaibo, Venezuela, el 30 de julio de 2024 - AFP/ISAAC URRUTIA
La democracia en el mundo de hoy 
  1. ¿Qué es la democracia? 
  2. La distorsión de la realidad 
  3. La crisis de confianza

En un mundo cada vez más radical, con cada vez más extremismos, la democracia consigue perdurar. La democracia es el statu quo establecido tras muchas guerras; funcionó en su momento, pero ahora, en muchos países, se está utilizando para manipular el poder y convertir países en autoritarismos (si es que aún no lo son). De hecho, para muchos resulta inconcebible que un país no sea democrático si se denomina como tal. La limitación de derechos y libertades es lo que se espera de regímenes como los de Corea del Norte o de Rusia por su estructura de gobierno. Lo realmente insultante es un país democrático en el que no se puede votar, en el que no se permite el acceso a los colegios electorales, en el que protestar es poner la vida en riesgo y en el que la población no tiene poder.

Los cimientos de la democracia tiemblan con lo ocurrido en Venezuela, como ejemplo más reciente. La desgracia es que, no es ni el único país, ni el último en cimentar su autoritarismo. 

¿Qué es la democracia? 

Las Ciencias Políticas evidencian que un sistema democrático es frágil por naturaleza. Es imposible escuchar la opinión y contentar a una población entera. Esto hace que la democracia sea volátil y quebradiza en periodos de conflicto social y guerras. Los totalitarismos y los autoritarismos, pese a los problemas obvios que suponen, son más estables políticamente; esto no quiere decir que sean mejores, simplemente que son más fuertes. 

La gran mayoría de democracias son democracias representativas. Esto significa que no se viven democracias auténticas ni puras, ni “verdaderamente” democráticas. El volumen de población no permite que la democracia exista en su estado puro. Viviendo en una democracia “verdadera”, uno pasaría sus días y noches en las urnas, eligiendo y opinando sobre cada ley, cada norma y cada decisión. Además, la elección de un político se haría al azar, sea en una bolsa con un montón de nombres escritos sobre papel, agitados y seleccionados o en algún tipo de máquina de sorteo. Claramente, esto no es una manera viable de gobernar.  Por ello, se ha alcanzado el convenio social de llamar a democracias mixtas, democracias. 

Se debe considerar que una forma de gobierno que funciona para un país no necesariamente es adecuada para otro -una trampa en la que han caído muchos colonizadores en África, resultando en guerras civiles y millones de muertos-. La democracia es una aspiración por su defensa a los derechos humanos, libertad individual y por el humanitarismo que lo sustenta. También es cierto que su implantación se ve a menudo entorpecida; hay factores históricos y culturales con los que la democracia no puede lidiar en el tiempo del que dispone. Por ello, hay que comprender que muchas veces no es solo la fragilidad del sistema político, sino las creencias de una población, cimiento de su sociedad, que hace que no sea el sistema idóneo para algunos países. 

Cuando la esencia de la democracia es retorcida a fin de convertirla en escudo contra los poderes internacionales, es cuando la democracia se degradada. Un país que dice ser democrático sin serlo, para mantener a los poderosos en el poder y a los ciudadanos inmersos en la pobreza y la explotación, es un insulto no solo a la democracia, sino a la humanidad de cada uno. 

El Índice de Democracia de 2023 de The Economist demuestra que la mayoría del mundo vive en regímenes autoritarios. Solo el 8% de la población mundial vive en los 24 países considerados democracias plenas. América Latina ha vuelto a sufrir otro retroceso democrático y la “elección” de Nicolás Maduro es el último clavo en el ataúd. 

Nicolás Maduro - PHOTO/FILE

La distorsión de la realidad 

La información es el pilar de la democracia. La censura es un arma que se utiliza a menudo e irresponsablemente en cualquier sistema de gobierno. Cuando estalló la guerra de Ucrania en 2022, una de las primeras reacciones en la mayoría de los países fue prohibir el acceso a medios de comunicación rusos. La pregunta es: ¿es esto correcto? La propaganda es algo a lo que uno está expuesto todos los días, es simplemente una forma de comunicación y censurarla pone en cuestión la ética del acto. Es un chuchillo de doble filo y hay que tener cuidado de no acabar cortándose con él. 

América Latina es un ejemplo cercano de esta distorsión y Cuba es el modelo por excelencia. Si uno viaja a la isla, puede disfrutar de un paraíso fabricado, hecho a medida para los turistas para esconder la realidad de los cubanos. El informe del Observatorio Cubano de Derechos Humanos de 2024, reveló que el 89% de la población vive en extrema pobreza, que el nivel de desaprobación del gobierno es del 91% y que solo el 15% de la población puede tener tres comidas diarias de manera sostenida por la escasez de dinero o de alimentos.  

En la constitución cubana y según el Observatorio de Igualdad de Género en Ámerica Latina y el Caribe de Naciones Unidas (UN), Cuba es un “estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado como república unitaria e indivisible”. Esto es una depravación de la democracia. El índice de democracia califica a Cuba entre el 2 y 2,99 sobre 10, es decir, es un régimen autoritario. 

Venezuela está en la misma franja que Cuba en este índice, pero está 7 puestos por debajo en la escala democrática. De hecho, es el segundo país de América Latina más autoritario después de Nicaragua. A pesar de sus elecciones periódicas y de lo que dice su constitución: “el gobierno y las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático…pluralista y de mandatos revocables”, sufre de la misma falsa democracia que sufren numerosos países latinoamericanos -con la excepción de Uruguay y Costa Rica; estas son calificadas como democracias plenas-. Las elecciones venezolanas del 28 de julio son el último ejemplo de la humillación de la democracia, al pervertir su significado y someter a sus ciudadanos a una falsa esperanza de justicia que nunca llega. Celebrar elecciones para complacer a la esfera política internacional (relativamente) no conlleva el título de democracia o de justicia. 

En Ucrania, el presidente Volodymyr Zelenskyy anunció el retraso de las elecciones gubernamentales de noviembre de 2023 hasta que el país dejara de estar bajo ley marcial. Se podría considerar un acto antidemocrático, pero Freedom House encontró que las encuestas de opinión eran positivas sobre la decisión (hubo críticas, pero pocas). 

Un edificio destruido por el ataque ruso con misiles del 8 de julio aparece en las instalaciones del Hospital Infantil Nacional Especializado Ohmatdyt en Kiev, Ucrania, el 12 de julio de 2024 - PHOTO/Ukrinform/Kaniuka Ruslan/ vía AFP

La crisis de confianza

El cuestionamiento constante de la verdad en las redes sociales, la Inteligencia Artificial y los bulos, impregna cada parte de la vida actual. Los políticos echan leña al fuego y fomentan esta desconfianza; no hay que mirar más lejos que el auge y normalización del término “fake news” de Donald Trump.  A parte de ser un oxímoron, intensifica el clima de escepticismo en los medios tradicionales. 

Esta desconfianza se ha implantado en los procesos electorales y tiene consecuencias graves. Cuando los políticos empiezan a poner en duda el sistema electoral de su país (sistemas probadamente transparentes y democráticos), deconstruyen el método por el que consiguen el poder que quieren. 

La elección presidencial española de 2023 fue negada por la oposición. Este rechazo no solo deslegitimó el sistema, sino que además aumentó la falta de fe en el procedimiento electoral español. La realidad es que España, junto con Bélgica, tiene la puntuación más alta del mundo en el Índice de Elecciones Limpias de Our World In Data. Resulta casi irónico que el país con mayor puntuación en la legitimidad del proceso electoral tenga una crisis de confianza en dicho sistema. España es un ejemplo, pero este mismo fenómeno está ocurriendo en multitud de países. 

Contrariamente, países en sistemas autoritarios que se disfrazan de democracias tienen una crisis de confianza justificada. Venezuela, por ejemplo, tiene una puntuación de 13 sobre 100 (0 siendo muy corrupto y 100 siendo limpio) en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional; es el segundo peor país en el ranking. 

La última pieza del puzle de la desconfianza en la democracia es la manera en la que se ha convertido a la oposición en el enemigo. Teorías de ciencias políticas, específicamente la democracia radical (dónde radical no es equivalente a extremismo), advierten que la transformación de lo que debería ser un adversario en un enemigo, es peligrosa. Este cambio significa que, en vez de reconocer la necesidad de una oposición para su propia existencia y para representar los deseos de diferentes partes de la población, el objetivo es aplastar y eliminar al otro. Este objetivo contradice el fundamento de la democracia, pero pese a ello, muchas personas en diferentes países y diferentes grados de democracia, incluyendo a España, se niegan en escuchar a la oposición y quieren deshacerse de ella. 

La desconfianza en el sistema y sus herramientas, además de la negación de fundamentos que rigen y permiten que una democracia funcione, hace que surja una única cuestión: ¿Cómo puede uno defender la democracia si no cree en la democracia?