Irán propone desarmar a sus aliados regionales a cambio del fin de la “máxima presión” de Washington
En la reunión celebrada el pasado sábado en Mascate entre Estados Unidos e Irán la delegación iraní puso sobre la mesa una propuesta que contempla la reducción del apoyo militar a sus aliados regionales a cambio de que Washington abandone su política de “máxima presión” impuesta por el presidente Donald Trump.
Este gesto forma parte de una estrategia calculada por Teherán para evitar una confrontación directa con Washington, que desde el regreso de Trump a la Casa Blanca ha endurecido su retórica contra el régimen iraní.
Basándose en esta propuesta, Irán estaría dispuesto a congelar las actividades armadas de grupos como Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen y las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) en Irak, según fuentes cercanas a la negociación citadas por Al-Arab. La delegación iraní comunicó a los representantes estadounidenses su capacidad para ejercer control sobre sus aliados y garantizar un cese de las hostilidades, a condición de que se avance hacia una solución integral en temas como el programa nuclear, las sanciones económicas y los ataques israelíes.
Hezbolá, FMP y hutíes: los tres frentes del desarme
La reconfiguración más visible ocurre en el Líbano, donde Hezbolá ha comenzado a replegar posiciones militares en el sur del país, en medio de presiones internas e internacionales. El presidente libanés, Joseph Aoun, ha planteado la integración gradual de combatientes del grupo en las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL), subrayando que no se replicará el modelo de las FMP en Irak, donde las milicias proiraníes conservaron una autonomía de facto. "Los miembros de Hezbolá pueden unirse al ejército como individuos, no como bloque armado", declaró Aoun.
Permitir una unidad exclusiva de Hezbolá dentro del ejército socavaría la estructura institucional del país. Tal y como explica David Wood, analista del International Crisis Group a AFP, “el desarme o integración total bajo mando del Estado es esencial para mantener la soberanía del Líbano”.
En paralelo, en Irak, Irán encuentra menos resistencia. Las FMP —milicias chiitas aliadas de Teherán— ya operan en coordinación con el ejército iraquí. Esto permitiría una reconfiguración táctica: reducir su visibilidad armada sin perder capacidad operativa. La estrategia iraní se centra en preservar influencia mientras cumple parcialmente las exigencias de Washington.
En Yemen, el caso es más complejo. El régimen iraní ya habría comenzado a retirar personal militar del país en medio de la ofensiva militar estadounidense, según reveló The Telegraph a principios de abril. Un alto funcionario iraní declaró que esta medida busca evitar que ataques aéreos estadounidenses alcancen a oficiales de alto rango, como ocurrió en 2021 con el asesinato del general Qassem Soleimani en Bagdad, algo que aumentaría aún más las tensiones entre Washington y Teherán.
¿Un desarme real?
A pesar de la propuesta presentada, se mantiene cierto escepticismo ante las intenciones de Irán. Si bien los planes de desarme son reales, existe el riesgo de que Teherán los utilice como herramienta temporal y retome su apoyo a grupos armados cuando cambie el panorama geopolítico.
El líder supremo iraní, Ali Jamenei, habría autorizado incluir en las negociaciones el tema del apoyo militar a aliados regionales, con la posibilidad de condicionar su retirada a avances concretos en las conversaciones nucleares.
Dentro de Irán, el consenso es evitar una confrontación directa con Estados Unidos, especialmente bajo la administración Trump, vista como impredecible y dispuesta a atacar objetivos estratégicos sin previo aviso. La posibilidad de nuevos asesinatos selectivos, como el del comandante de la Fuerza Quds o el de altos oficiales en Damasco, ha reforzado la necesidad de reducir riesgos y evitar provocaciones que obliguen a una respuesta militar iraní no deseada.
Por otro lado, pese al repliegue, Irán mantendría canales de apoyo encubierto, particularmente hacia los hutíes, utilizando redes alternativas de contrabando y armamento chino. La reducción del respaldo público no supondría una ruptura total con sus aliados, sino una transformación de sus formas de apoyo.
Mientras, Estados Unidos intensifica la presión contra las milicias pro-iraníes. Durante una visita reciente al Líbano, la enviada especial adjunta para Oriente Medio, Morgan Ortagus, reiteró la exigencia de desarmar a todas las milicias activas, incluyendo a Hezbolá, “lo antes posible”.
En medio de este escenario regional incierto, y con Trump nuevamente en la Casa Blanca, Irán parece inclinarse por la prudencia y la diplomacia con el objetivo de evitar una confrontación directa con Washington sin renunciar a su red de influencia en Oriente Medio.
En Teherán, la cúpula política y militar evalúa que la administración Trump podría ser una tormenta pasajera. Confían en que, si logran sortear estos cuatro años con medidas de contención, una futura administración estadounidense, presumiblemente menos agresiva, ofrezca un margen más amplio para maniobrar. Mientras tanto, la prioridad es ganar tiempo, conservar las alianzas estratégicas y mantener abierta la puerta de la negociación sin exponerse a una escalada que podría tener consecuencias irreversibles para el régimen.