Israel intensifica su diplomacia del agua, pero la guerra en Gaza frena la normalización con vecinos árabes
Israel sigue apostando por la tecnología avanzada de desalinización como una herramienta clave en su estrategia para normalizar relaciones con sus vecinos árabes. Sin embargo, el conflicto en Gaza limita significativamente el éxito de esta diplomacia hídrica, que dependerá en última instancia de la evolución política y militar en la región.
El conflicto con Hamás en Gaza ha complicado la posición diplomática de Israel, obstaculizando especialmente las conversaciones de normalización con Arabia Saudí. Como informa Al Arab, a pesar de este contexto adverso, Israel persiste en su esfuerzo por establecer relaciones cooperativas con sus vecinos, utilizando la gestión del agua como un elemento central en su enfoque diplomático.
Oriente Medio es una de las regiones más afectadas por la escasez hídrica a nivel mundial, con olas de calor extremas y sequías agravadas por el cambio climático. En este contexto, soluciones para el suministro de agua potable y la gestión de aguas residuales son vitales. La desalinización, que convierte el agua de mar en agua potable, ha sido adoptada por varios países, e Israel se ha situado a la vanguardia de esta tecnología, obteniendo aproximadamente el 85% de su agua potable de cinco grandes plantas desalinizadoras.
Israel firmó en septiembre de 2020 los Acuerdos de Abraham con Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos, los primeros tratados diplomáticos entre un Estado árabe e Israel desde 1994. Estos acuerdos, que también fueron adoptados por Marruecos y Sudán meses después, representaron un avance significativo en la diplomacia israelí, que había sido precedida solo por Egipto y Jordania en reconocer a Israel como un Estado soberano. Sin embargo, las repercusiones del conflicto en Gaza han complicado las negociaciones de normalización que Estados Unidos intentaba concretar entre Israel y Arabia Saudí.
Israel estaba a punto de ratificar un acuerdo trilateral con Jordania y los Emiratos Árabes Unidos en la conferencia sobre cambio climático de la ONU en noviembre de 2023. Este acuerdo habría permitido a Jordania exportar 600 megavatios de energía solar a Israel a cambio de 200 millones de metros cúbicos de agua desalinizada, financiada por los Emiratos. Sin embargo, la guerra en Gaza ha retrasado este pacto.
La escasez de fuentes de agua dulce en Israel, agravada por su clima seco y la sobreexplotación de recursos naturales como el lago Tiberíades, ha impulsado al país a liderar en tecnologías de desalinización. Israel no solo ha satisfecho sus propias necesidades de agua, sino que también ha ofrecido soluciones a sus vecinos. Sin embargo, construir plantas desalinizadoras sigue siendo un proceso complejo, debido a los altos costes operativos y la necesidad de infraestructura sofisticada.
A pesar de ser un líder en este sector, muchos territorios con graves problemas de escasez de agua han decidido no asociarse con Israel. Países como Irak, Líbano y Siria sufren de violencia interna y falta de gobernabilidad, lo que impide cualquier colaboración efectiva en materia de agua con Israel. Por otro lado, Estados con estabilidad política y recursos, como los del Golfo, han preferido seguir iniciativas locales en lugar de depender de la tecnología israelí.
En este contexto, la diplomacia del agua se perfila como un factor importante para mantener los marcos de normalización existentes, especialmente frente a la fragilidad de las relaciones árabe-israelíes durante la guerra en Gaza. Se espera que la cooperación regional se reanude una vez alcanzado un alto el fuego, lo que permitiría a Israel utilizar su tecnología hídrica para fortalecer relaciones diplomáticas en el futuro.
A corto plazo, es poco probable que se logren nuevos acuerdos de normalización entre Israel y sus vecinos mientras continúe la guerra en Gaza. Un posible conflicto con Hezbolá en el sur del Líbano también amenaza con desestabilizar la región, dificultando aún más la diplomacia entre Israel y los Estados árabes. Sin embargo, es improbable que los Estados que ya mantienen relaciones normalizadas con Israel rompan esos lazos, dados los importantes beneficios económicos y de seguridad que estas relaciones proporcionan, incluidos los acuerdos en materia de agua.
Países como Jordania y Marruecos, que enfrentan graves crisis hídricas, han reafirmado sus iniciativas bilaterales con Israel a pesar de las protestas internas contra la normalización. Esto refleja la dependencia de estos países de los suministros de agua potable proporcionados por Israel. Aunque la tecnología avanzada de Israel en el ámbito hídrico no será suficiente por sí sola para avanzar en nuevos acuerdos de normalización, la diplomacia del agua ofrece un elemento de estabilidad en los marcos de normalización existentes, pese a las presiones políticas.
A largo plazo, la diplomacia del agua podría seguir siendo una herramienta clave para fortalecer la cooperación con los territorios árabes que buscan normalizar sus relaciones con Israel, como Arabia Saudí. A pesar de que Jordania intentó distanciarse de Israel en 2023, en marzo de 2024 solicitó a Israel extender el acuerdo de suministro de agua por un año más. Israel aceptó la extensión solo si Jordania moderaba sus críticas sobre la guerra en Gaza.
Riad también tiene razones para buscar asociaciones en materia de agua, dadas sus ambiciosas metas domésticas, como la Visión 2030, que enfrenta desafíos por recortes presupuestarios y la falta de inversiones. La sostenibilidad de sus iniciativas energéticas refuerza este interés en la cooperación hídrica.
En resumen, aunque la diplomacia del agua seguirá siendo secundaria en las relaciones regionales, las decisiones políticas de Israel serán clave para fomentar futuras colaboraciones. La creciente demanda de agua en Oriente Medio ofrecerá a Israel oportunidades para involucrarse tanto con los países que ya tienen acuerdos como con nuevos socios potenciales, como Arabia Saudí.