El régimen argelino ataca a las familias de los exiliados políticos
A las 5 de la mañana del domingo 13 de agosto, un escuadrón de una veintena de hombres con pasamontañas irrumpió en el domicilio del hadj Mabrouk Abdelmalek, veterano de 90 años de la guerra de liberación. Sus órdenes eran registrar el domicilio de esta pacífica familia que tanto había dado por la liberación de Argelia durante los duros años de la lucha armada.
Según fuentes próximas a la brigada de gendarmería de Chréa (wilaya de Tébessa, en el este de Argelia), el registro dio resultado negativo, sin que se encontraran ni armas ni drogas. El escuadrón de la Brigada de Intervención Rápida (GIR) de la Gendarmería abandonó el lugar, llevándose consigo a dos de los hijos de Abdelmalek, sus ordenadores, teléfonos móviles y router wifi.
Esta incursión de los gendarmes provocó el desconcierto de toda la familia y de los vecinos. La madre de los dos hijos detenidos (Adel, de 36 años, y Azzedine, de 39), aquejada de varias enfermedades crónicas, se desmayó. El padre, que tiene problemas de audición y está muy enfermo, se quedó atónito ante lo que le había ocurrido. La última vez que había sido detenido por gendarmes franceses fue en 1957, durante la guerra de liberación. La detención fue menos brutal que la de este caluroso domingo 13 de agosto.
Unos minutos más tarde y a un puñado de kilómetros, los mismos hombres llegaron a casa de Ahmed, el hermano mayor. Lo detuvieron a su vez y se lo llevaron sin que entendiera por qué lo habían llevado a comisaría.
La noticia corrió rápidamente por la red y fue retransmitida por las redes sociales y el canal por satélite Al-Magharibia, con sede en Londres. Nouar Abdelmalek, más conocido como Anwar Malek, dio la voz de alarma. Refugiado político en Francia desde 2005 y antiguo oficial del Ejército argelino durante los años sangrientos, sufrió las peores atrocidades de la tortura por haber intentado desertar en protesta contra los abusos de un mando militar completamente alejado de las tropas. Tras una estancia en la prisión militar de Blida, reincidió y logró su deserción abandonando clandestinamente el territorio argelino por la frontera terrestre argelino-tunecina.
Una vez obtenido el asilo en Francia, se distinguió por su intensa actividad en el ámbito de la prensa y los derechos humanos. Formó parte del grupo de observadores de la Liga Árabe que acudió a supervisar la situación en Siria. Denunció la parcialidad de la delegación en favor de los regímenes árabes que apoyaban a Bashar Al-Assad, el líder de Damasco.
De Francia pasó a dirigir la redacción del diario en lengua árabe Jaridati, tras colaborar en diversas publicaciones y publicar cinco libros en árabe.
Sus actividades en los medios de comunicación y en el mundo editorial no le distrajeron de su objetivo principal, que era denunciar las violaciones de los derechos humanos en Argelia. Con la ayuda de la organización ginebrina Al-Karama, presentó en 2008 una denuncia a través de TRIAL International, una ONG suiza creada en 2002 y con sede en Ginebra. Su principal objetivo es luchar contra la impunidad de los autores de los crímenes más graves: genocidio, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, tortura y desapariciones forzadas.
En 2013, Anwar Malek presentó un caso sólido y bien fundamentado, con certificados de peritaje médico que lo respaldaban, y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ordenó al Gobierno argelino que le indemnizara por daños físicos y morales y que abriera una investigación en Argelia sobre los abusos que había sufrido.
Aunque no ha sido condenado por ninguna de sus actividades por el actual régimen argelino y no figura en la lista de activistas políticos y periodistas clasificados como terroristas, Anwar Malek sigue en el punto de mira de Argel. Ahora es su familia quien paga el precio de su activismo.
Mucho antes de la redada de los gendarmes del domingo pasado, dos de sus hermanos fueron expulsados de las filas del Ejército argelino sin derecho alguno. Después de tantos años de leal servicio, se encuentran en la calle. Sin ningún derecho. Sin siquiera seguridad social. Fueron expulsados el 5 de julio, 60 aniversario de la independencia. Menudo regalo para su padre, que tanto luchó por la independencia. Hoy están en el fondo de una celda de la gendarmería pagando por el activismo de su hermano mayor, Nouar.
Agresión a la madre del influencer Amir DZ
Mucho antes que la familia de Anwar Malek, un servidor fue el primero en ver a su familia sufrir los horrores de las detenciones con mano dura de los ninjas de la Policía en 2013. Eso fue en tiempos de Buteflika. Y bajo el mismo Buteflika, el hermano de Amir Boukhors, más conocido bajo el seudónimo de Amir Dz, fue traído de vuelta de su remota aldea natal en el oeste del país en octubre de 2018 por un sórdido asunto del que no conocía ni los entresijos. Cumple unos meses de prisión sin juicio.
Hace dos días, le tocó a la madre de Amir DZ ver cómo una horda de matones irrumpía en su modesta casa. Matones enviados por la Dirección General de Seguridad Interior para aterrorizar a una mujer indefensa y aislada.
Lo mismo le ocurrió a otro activista, Mohamed Larbi Zitoute, que vive en Londres, donde tiene una panadería y pastelería. Este antiguo diplomático, que se sentía amenazado si regresaba a Argelia tras pasar tres años como diplomático en Trípoli (Libia), es conocido por su intensa actividad en YouTube, denunciando a diario el régimen de Argel. Su hermano Abderrahmane, que permaneció en Argelia, se encuentra actualmente entre rejas en una prisión de Argel. Su único delito es ser hermano de Larbi Zitoute. Al haber adquirido la nacionalidad británica, Larbi Zitoute está fuera del alcance de las autoridades argelinas, y sus órdenes de detención internacional no tienen ningún efecto sobre él. Entonces atacaron a su familia.
Lo mismo ocurre con los dirigentes del MAK (Movimiento para la Autodeterminación de la Cabilia), cuyos parientes más cercanos están en la cárcel o, en el mejor de los casos, sometidos a la prohibición de salir del país y a vigilancia judicial.
El régimen argelino, que se enorgullece de ser la mayor fuerza de choque de la región y del continente africano, no deja de demostrar su febrilidad frente a los ciudadanos de a pie exiliados, cuya única arma es un canal de YouTube y su inquebrantable determinación de denunciar las fechorías de un poder que ha transformado un país rico en petróleo y con inmensos recursos naturales en una inmensa cárcel que los hombres, mujeres y niños más atrevidos no dudan en abandonar en embarcaciones improvisadas a riesgo de sus vidas.