Serbia o cómo podría morir una democracia
“Las democracias pueden fracasar a manos no ya de generales, sino de líderes electos, de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder. […] Así es como mueren las democracias hoy en día. Las dictaduras flagrantes, en forma de fascismo, comunismo y gobierno militar, prácticamente han desaparecido del panorama. Los golpes militares y otras usurpaciones de poder por medios violentos son poco frecuentes. En la mayoría de los países se celebran elecciones con regularidad. Y aunque las democracias siguen fracasando, lo hacen de otras formas. […] En la actualidad, el retroceso democrático empieza en las urnas”.
Este es el argumento con el que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt parten en su libro ‘Cómo mueren las democracias’, y a pesar de que estas frases suponen solo la introducción a un análisis mucho más profundo, reflejan a la perfección lo que pasa en Serbia.
Hace poco más de un mes, Serbia votaba la composición de su Parlamento y de más 60 municipios, en lo que suponía la cuarta vez que el líder serbio, Aleksandar Vučić, y su partido, el Partido Progresista Serbio (SNS), adelantaban elecciones en los doce años que llevan en el poder. No faltaron quienes, de cara a esta llamada a las urnas, intentaban arrojar un poco de luz a la situación política del país balcánico, entre ellos, Peter Techet quien en un seminario organizado por el Instituto para la región del Danubio y Europa Central (IDM) decía muy acertadamente, “Serbia es un ejemplo de democracia iliberal que demuestra que se puede destruir una democracia a través de la celebración constante de elecciones”.
No era un secreto, no solo el posible fraude electoral que se avecinada, sino la falta de equidad con la partían el resto de formaciones. El uso de recursos públicos para su campaña por parte del SNS, el control de la mayor parte del espectro mediático del país, la intimidación -y todo tipo de ataques- hacía sus adversarios políticos o el uso de toda la red clientelista creada a lo largo de los años por el SNS fueron factores ya denunciados -y demostrados- antes de las votaciones. El Think Tank serbio, CRTA, denunciaba que “la fase inicial de la campaña preelectoral se ha caracterizado por las desigualdades entre los participantes en la carrera electoral, particularmente en términos de las ventajas que obtienen los partidos gobernantes al abusar de las instituciones, lo que sigue desdibujando aún más la línea entre ellos y el Estado. También existen dudas sobre la integridad del proceso electoral, según el Primer Informe Interino de Observación Electoral a Largo Plazo del CRTA, presentado el 23 de noviembre en el Centro de Prensa de Belgrado”.
Aún con todo esto, la elecciones se celebraron el 17 de diciembre, y tan solo una hora después del cierre de urnas, el SNS ya proclamaba su victoria. Algo que la oposición se resistió a admitir. De hecho, Miroslav Aleksić, líder de la coalición de izquierda, ‘Serbia contra la Violencia’, principal frente opositor a Vučić, declaraba ante ese resultado que “no hay ninguna posibilidad de que el SNS gane en Belgrado”. Además, Aleksić denunciaba que antes de las elecciones se habían emitido 40.000 nuevos documentos de identidad a no residentes y destacó que los colegios electorales más grandes de la capital seguían sin contar.
A su vez, tanto entidades locales como internacionales, incluidos los observadores de la OSCE y el Parlamento Europeo, no tardaron en condenar el fraude y la manipulación electoral.
Con este panorama, no es de extrañar que los días siguientes al anuncio del resultado electoral, la principales calles de Belgrado se inundasen de ciudadanos negando tal resultado y exigiendo la repetición de los comicios, sobre todo en Belgrado, donde sí que se esperaba la victoria de la oposición. “Estamos en las calles pidiendo la anulación y repetición de elecciones. Estamos en contra de la violencia; la violencia que llevamos experimentando durante años bajo este gobierno es cada vez más grande”, decía Nikola Pavlovic, en una de calles de la capital serbia cortadas por estudiantes de la Universidad de Belgrado durante esas protestas.
Unas protestas que aún no han cesado, que han llegado a agrupar a más de diez mil manifestantes, han cortado las principales calles la capital, han bloqueado el acceso a edificios institucionales y ya cuentan con decenas de detenidos.
El presidente del Partido Libertad y Justicia, y miembro de la coalición Serbia Contra la Violencia, Dragan Đilas, escribías días después en POLITICO: “con el apoyo de muchos jóvenes, que ya estaban hartos de vivir en un país donde la violencia es común y las instituciones no importan, invitamos a los ciudadanos a protestar pacíficamente hasta que nuestras demandas fueran atendidas, mientras Marinika Tepić y otros miembros del Parlamento continúan en huelga de hambre”
Las reacciones ante tales movilizaciones no tardaron en aparecer, y como suele ocurrir en los Balcanes, sobre todo en Serbia, las acusaciones por partes de los bloques hegemónicos de la política internacional europea llegaron. Vučić no dudó en afirmar que tenía "pruebas irrefutables" de que Occidente estaba avivando las llamas de estas protestas. Una teoría que se secundó en Moscú, en palabras de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, a la agencia de noticias estatal RIA Novosti, ”los intentos de Occidente de desestabilizar la situación en el país [Serbia] son obvios”.
Unas acusaciones que no han gustado al bloque Occidental, y que han llevado al comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, a pedir a los líderes de todo el espectro político en Serbia que mantengan un "diálogo constructivo", rechazando las narrativas de desinformación diseminadas por Rusia.
Pero es que ya lo escribía Dilas, “inicialmente, Bilčik ni siquiera se dio cuenta de las importantes irregularidades de las elecciones. Y lo que es aún más sorprendente, no hubo reacción ante las ofensas y abusos verbales sufridos por los observadores electorales nacionales e internacionales que hablaron públicamente sobre sus conclusiones. Lamentablemente, hemos llegado a esperar ese comportamiento de nuestros socios occidentales.”
No le falta razón, la deriva autocrática de Vučić ha sido ni de lejos silenciosa. De acuerdo con la Constitución de Serbia, el poder ejecutivo recae en el gobierno, encabezado por el primer ministro, lo que dejaría el papel del presidente en algo principalmente ceremonial. Vučić fue primer ministro dos veces, desde 2014 hasta 2016, y nuevamente (tras convocar elecciones anticipadas) de 2016 a 2017, cuando fue elegido presidente. Su sustituta fue Ana Brnabić, también parte del SNS. Sin embargo, en la práctica, la posición de Vučić como líder del partido le da el control de la mayoría parlamentaria y, por tanto, también del Gobierno. Brnabić carece de su propia base de poder y sigue siendo una fiel seguidora del presidente.
Un informe del Parlamento Europeo ya explicaba en 2019 el declive de la libertad de prensa, la concentración del poder en la figura de Vučić, la falta de transparencia electoral e independencia jurídica en el país y el acoso hacia las organizaciones civiles. Este mismo informe, que no contaba nada que organizaciones no gubernamentales serbias no llevaran ya años denunciando, reflejaba la violencia presente en las instituciones serbias.
Consciente y harta de esta situación, la sociedad civil serbia salió a la calle en mayo del pasado año. Y no pararon hasta las elecciones del 17 de diciembre. Cada viernes, cientos de personas llenaban las calles de Belgrado pidiendo el fin de esta violencia. Unas protestas que se extendieron a otras ciudades serbias. De estas movilizaciones surge la colación de la oposición. De estas surge también la esperanza que se tenía en las elecciones de diciembre. Son estas las que fuerzan a Vučić, de alguna manera, a adelantar los comicios; el líder serbio los convocó como una estrategia para que su peso a nivel nacional le ayudase, a su vez, a ganar las municipales. Repito las palabras de Techet en aquel seminario: “se puede destruir una democracia a través de la celebración constante de elecciones”.
Pero la colación y las manifestaciones de ‘Serbia contra la violencia' dieron un ambiente diferente a esta jornada electoral. No es que se dudase de la victoria del SNS en las parlamentarias, pero sí que se pronosticaba la perdida de la capital para el partido en el poder. Un golpe duro para Vučić.
Y es que si algo distingue al bloque de los Balcanes Occidentales es la fuerza de sus movimientos sociales. Durante las últimas dos décadas no han faltado demostraciones de la fuerza de la sociedad civil, con más o menos éxito. En este sentido, no puedo dejar de mencionar, el análisis de Fernando Esteso para el portal European Western Balkans, ‘Lecciones en color: lo que las protestas de Serbia pueden aprender de Macedonia del Norte’. En este texto, el experto en los Balcanes recuerda la Revolución de los Colores en Macedonia del Norte de 2016, cuando las sociedades civil macedonia estuvo meses pidiendo elecciones, además de otras medidas en el pequeño país balcánico. En palabras de Esteso, “el agravio indiscutiblemente general [que llevo a estas protestas] fue la percepción general de injusticia e impunidad política que rodea a Gruevski y su gobierno liderado por VMRO-DPMNE.”.
El experto, aunque es consciente de las diferencias de los contextos políticos de ambos países y momentos, señala que “tanto las protestas de 2016 como las de 2023, así como muchas otras manifestaciones intermedias, son episodios de la misma época, cuando los ciudadanos de regímenes iliberales de los Balcanes Occidentales salen a las calles para canalizar sus quejas e indignación contra la élite. En ambos casos, el estallido social de frustración e ira fue respondido con la negación por parte de las élites que no rindieron cuentas, que desestimaron las demandas del movimiento y organizaron contra-protestas para deslegitimarlas. Un elemento clave de ambos movimientos es su naturaleza transversal y descentralizada: si bien ambos surgieron y mantuvieron su apoyo central en Skopje y Belgrado, se extendieron rápidamente por todo el país y se convirtieron en un movimiento interurbano integral con demandas que resuenan mucho más allá de las capitales”
Más de un mes, con excepción de las celebraciones de la navidad ortodoxa, llevan los serbios en la calle protestando por el fraude electoral que hace tiempo fue demostrado. Más de 450 infracciones durante la jornada del 17 de diciembre. La actriz Svetlana Bojković, parte de ProGlas, iniciativa formada por intelectuales y figuras públicas serbias que pedían la participación electoral, presentó los informes que llegaban de todo el país detallando las tácticas empleadas durante las elecciones.
La lista incluía casos de pacientes con cáncer en espera de trasplantes que fueron manipulados para apoyar al partido gobernante a cambio de avanzar en la lista de donantes; incitación de personas mayores con incentivos monetarios a modificar su residencia; y ciudadanos fallecidos que reaparecen en las listas de votantes.
Aleksandar Vučić se niega a la repetición electoral alegando que ‘Serbia contra la Violencia’ está alentando tales protestas puesto que no obtuvo los resultados esperados, sobre todo en Belgrado. Y tras esas declaraciones del aún presidente, los resultados oficiales fueron publicados el 3 de enero por la Comisión electoral Serbia: el Partido Socialista Serbio obtuvo el 46,75% de los votos, mientras que Serbia Contra la Violencia obtuvo el 23,66%.
Unos resultados con los que, de nuevo, no se estaba de acuerdo. De esta manera, el pasado viernes 18 de enero, el medio POLITICO hacía publica una carta en la que altos políticos europeos instan a Ursula von der Leyen a investigar las elecciones serbias. Veinticuatro firmantes, entre ellos Michael Roth, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del parlamento alemán, y su homólogo francés, Jean-Louis Bourlanges, además de los presidentes de los comités de asuntos exteriores o europeos de toda la UE, así como Reino Unido, Moldavia y Ucrania.
Como ya se ha señalado en este texto, el régimen cada vez más autocrático que de Vučić en Serbia ni es nuevo, ni se desconoce, pero la UE ha preferido, no solo mirar a otro lado sino bailarle el agua al líder serbio con el fin de acercarle al redil occidental y alejarle de Moscú. Una estrategia que no solo no está funcionando, sino que le ha dado a Aleksandar Vučić una sensación de impunidad, y a los serbios de abandono. Como Dimitar Bechev, investigador de Carniege Europe, señala “uno podría pensar que el país ya hace tiempo que superó los mínimos de 1990. Sin embargo, algunos serbios tienen la sensación de que el reloj ha retrocedido a la era del ex presidente Slobodan Milošević.”
La erosión de la democracia en Serbia es clara, pero la falta de conciencia sobre esta también. Sin embargo, las reacciones en el país están demostrando que las dinámicas están cambiando; a pesar de controlar toda la maquinaria estatal, el SNS ha perdido Belgrado -a pesar de lo que dicen los resultados- lo que deja una oportunidad para un cambio real. Y la gente está en la calle pidiéndolo
“Hay voces democráticas fuertes sobre el terreno, pero es necesario organizarlas, gestionarlas y canalizarlas”, explica Maja Stojanovic, directora ejecutiva de Iniciativas Cívicas, para el Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA). “Es necesario utilizar instrumentos legales nacionales para demostrar que están controlados y no funcionan o, con suerte, para alentar algunas voces desobedientes dentro de estas estructuras”, continua la experta pero, además, “la Serbia democrática necesita el apoyo de un Occidente fuerte y unido”.
Fareed Zakaria hace mucho que definió el término democracia iliberal, y Serbia es un régimen que entra en tal concepto -junto con Hungría o Turquía-. Una falta de libertad constitucional de la que los serbios quieren deshacerse y así llevan meses demostrándolo. Y así lo han pedido a la UE. Es necesaria la investigación electoral. Es necesario escuchar los reclamos de la población. Es necesario salvaguardar la democracia en Serbia o seremos testigos de cómo esta termina de morir. En palabras de Stojanovic : “la pelota está en nuestro tejado. Es hora de actuar”.