India-Pakistán, 78 años de conflicto
Por si no fuera bastante con los preocupantes conflictos en Próximo Oriente, como son la guerra entre Israel y los proxies iraníes, la situación en Siria y la guerra de Ucrania, todos ellos con un claro denominador común, un equilibrio inestable dentro del caos que en cualquier momento puede ceder y desembocar en una escalada de consecuencias imprevisibles, ahora se reactiva el enfrentamiento dormido, pero nunca resuelto, entre India y Pakistán.
Como hemos dicho en anteriores ocasiones, analizar conflictos de un modo tan prematuro no suele ser aconsejable, pues es complicado, en estados tan iniciales, disponer de información clara y no sesgada e indicadores que nos permitan alcanzar conclusiones y escenarios útiles.
Sin embargo, en esta ocasión sí lo consideramos conveniente, dada la importancia del contexto, por los actores, sus particulares características culturales e históricas y las imprevisibles pero graves consecuencias de una escalada. Además, no podemos obviar que se ubica en lo que podemos identificar como el centro de gravedad de la geopolítica actual, y que en segundo plano tenemos a las principales potencias actuales.
La India logró su independencia el 15 de agosto de 1947, después de que en 1946 los británicos adoptaran una postura negociadora con el Partido Nacional del Congreso. Junto con la independencia llegó la división del territorio y el nacimiento de Pakistán.
Al contrario de lo que pudiera esperarse, la división en dos Estados pronto generó violentos enfrentamientos. La región de Cachemira se convirtió en el principal foco de disputa, provocando la primera guerra Indo-pakistaní entre 1947 y 1949.
Desde ese momento, las relaciones entre India y Pakistán han sido inflexibles, hostiles, desconfiadas y han supuesto un enfrentamiento político, que en varias ocasiones ha derivado en choques armados, muy peligroso en el contexto mundial en general y en el sur de Asia en particular.
La convivencia entre ambas naciones ha estado marcada por un ciclo de rivalidades, luchas y guerras. Una situación de amistad y la cooperación de verdadera buena fe ha sido casi imposible de alcanzar a pesar de esporádicos periodos de paz, que a menudo han sido sustituidos por conflictos reavivados.
Desde 1947, los dos países han librado cuatro guerras a gran escala y han atravesado prolongados periodos de condiciones similares a las de la Guerra Fría. Raros y breves han sido los momentos en los que las relaciones podrían considerarse cercanas a la normalidad.
Desde que Narendra Modi asumió el cargo de primer ministro de la India en 2014, las relaciones políticas entre la India y Pakistán han experimentado importantes fluctuaciones, marcadas tanto por los compromisos diplomáticos como por el aumento de las tensiones.
El mandato de Modi se ha caracterizado por un acercamiento inicial hacia Pakistán, seguido de periodos de tensiones en las relaciones, sobre todo en respuesta a problemas de seguridad y conflictos regionales.
En mayo de 2014, en un gesto que indicaba su deseo de mejorar los lazos bilaterales, el primer ministro Modi invitó a su homólogo paquistaní, Nawaz Sharif, a su ceremonia de investidura. Esta medida fue percibida como un paso muy relevante en la buena dirección, pues fomentaba la esperanza de un diálogo renovado entre ambos Estados.
Las posteriores reuniones de alto nivel, incluida la inesperada visita de Modi a Lahore en diciembre de 2015, subrayaron este compromiso inicial de mejora en las relaciones diplomáticas.
Sin embargo, la trayectoria de las relaciones entre India y Pakistán dio un vuelco tras una serie de incidentes armados. El ataque de 2016 contra la base del Ejército indio en Uri, atribuido a militantes con base en Pakistán, provocó una enérgica respuesta de India, que incluyó ataques quirúrgicos a través de la Línea de Control.
Estos sucesos provocaron la suspensión de las conversaciones bilaterales y el deterioro de los lazos diplomáticos.
La situación se agravó aún más en febrero de 2019, tras un atentado suicida en Pulwama, Jammu y Cachemira, que causó importantes bajas entre las fuerzas paramilitares indias.
India acusó a grupos con base en Pakistán de orquestar el ataque y llevó a cabo ataques aéreos en Balakot, Pakistán, dirigidos contra supuestos campamentos de grupos terroristas afines al país. Estos acontecimientos llevaron a una situación donde el peligro de escalada se hizo patente, quedando eliminado gracias a los esfuerzos diplomáticos internacionales.
En agosto de 2019, la decisión del Gobierno indio de derogar el artículo 370, revocando el estatus especial de Jammu y Cachemira, fue recibida con una fuerte condena por parte de Pakistán. En respuesta, redujo las relaciones diplomáticas con la India, expulsó al Alto Comisionado indio y suspendió el comercio bilateral. Estas acciones tensaron aún más la ya débil relación entre ambos países.
A pesar de estos retos, ha habido intentos esporádicos de reavivar el diálogo. En febrero de 2021, ambas naciones reafirmaron su compromiso con el alto el fuego de 2003 a lo largo de la Línea de Control, lo que condujo a una reducción de las hostilidades transfronterizas. Sin embargo, las negociaciones políticas de calado han seguido siendo esquivas, ya que la desconfianza, profundamente arraigada, y los intereses estratégicos divergentes siguen impidiendo el progreso.
La era del primer ministro Narendra Modi ha estado marcada por una compleja interacción de iniciativas diplomáticas y enfrentamientos en las relaciones entre India y Pakistán. Si bien los esfuerzos iniciales se orientaron hacia el acercamiento, las posteriores preocupaciones en materia de seguridad y las decisiones políticas han contribuido a un ciclo de escalada y tímida desescalada, reflejo de las persistentes complejidades de la relación bilateral.
Sin embargo, hasta hace poco más de una semana, el actual Gobierno de Narendra Modi había tomado una senda de búsqueda de normalización de las relaciones de vecindad con Pakistán de acuerdo con lo que se ha denominado “Neighbourhood First Policy”, cuya traducción no literal sería “Política de buena vecindad”.
Tanto India como Pakistán siempre han mantenido, al menos de cara a la comunidad internacional, que cualquier disputa entre ambos debe resolverse de forma amistosa y bilateral, en un entorno libre de violencia y miedo. Sin embargo, ambos países ceden la responsabilidad de que esto sea así al otro y, en el caso indio, su postura siempre ha resaltado que en ningún caso transigirá en cuestiones de seguridad nacional, advirtiendo de que tomaría medidas contundentes y decisivas contra cualquier intento de comprometer su seguridad e integridad territorial.
La realidad, por muchos olvidada e ignorada, es que India y Pakistán siguen manteniendo una de las rivalidades bilaterales más encarnizadas del actual panorama internacional. En el escenario del sur de Asia, tanto India como Pakistán son dos naciones clave que difieren en un amplio abanico de aspectos, como la base política, cultural, lingüística, étnica, socioeconómica y religiosa. Ambas compiten entre sí por el papel de potencia regional principal, y el equilibrio entre ellas es muy inestable.
Las relaciones entre los dos Estados son extremadamente tensas a varios niveles, adoleciendo del pilar fundamental para la estabilidad: la confianza mutua. La rivalidad política por la influencia en la región y los problemas territoriales arrastrados desde el mismo momento del nacimiento de ambas naciones son las principales causas de este problema.
El terrorismo, fruto del problema territorial y religioso, es otro factor importante que contribuye a la inestabilidad, y es el que en esta ocasión ha encendido la mecha. La duda razonable es hasta qué punto ha sido un hecho exclusivamente terrorista o hay detrás algún tipo de preparación o respaldo de los servicios de Pakistán buscando pulsar la reacción de su oponente en un momento en el que el escenario global invita a llevar a cabo peligrosas aventuras en la esperanza de que no reciban la atención que merecerían en otros momentos.
Otras razones que contribuyen a tensar los lazos entre India y Pakistán son los problemas sociales, la corrupción, el crimen organizado, la pobreza, la amenaza de proliferación de armas de destrucción masiva, la inmigración ilegal y la inestabilidad en el funcionamiento de las instituciones estatales.
Las relaciones internacionales de la región están cambiando muy rápidamente, y las naciones del sur de Asia mantienen entre sí turbulentos lazos directos que podrían desembocar en un conflicto armado.
La principal preocupación de la comunidad internacional en lo que se refiere a esta región se centra en la situación militar y económica de India y Pakistán, las tensiones religiosas y el hecho de que ambos son Estados con un importante arsenal nuclear, pues todas estas cuestiones pueden poner en peligro la seguridad mundial, especialmente la de otros países del sur de Asia.
El ataque del 22 de abril es el ejemplo más claro de lo inestable del equilibrio en la zona. El ataque está lleno de simbolismo, pues el lugar donde se ha producido, Pahalgam, juega un papel crucial en uno de los eventos religiosos más venerados del hinduismo.
Los peregrinos utilizan la ciudad como campamento base antes de emprender su viaje de 32 km a pie o a caballo por terreno montañoso para llegar al santuario de las cuevas de Amarnath, dedicado al dios hindú Shiva. Esta es una de las varias rutas que toman los peregrinos para lo que se conoce como el peregrinaje o "yatra" anual de Amarnath, que comienza el 3 de julio.
Es decir, ha golpeado uno de los puntos más sensibles de la relación entre ambos países, y la autoría del mismo, un grupo vinculado a la organización basada en Pakistán, Lashkar-e-Taiba, ha provocado la inmediata reacción de la India, no sólo en el plano diplomático, sino en el militar, con enfrentamientos crecientes a lo largo de la línea fronteriza (por el momento sin el empleo de artillería u otro tipo de armamento pesado), y en un plano que está pasando desapercibido pero que es el más peligroso: el de los recursos.
La India ha suspendido el Tratado del agua del Indo, y ha afirmado que se asegurarán de que “ni una sola gota de agua llegue a Pakistán”. Las consecuencias de esta acción para Pakistán y su economía serían muy serias, y es por ello por lo que Islamabad reaccionó declarando que: “Cualquier intento de detener o desviar el flujo de agua perteneciente a Pakistán según el Tratado de las Aguas del Indo, y la usurpación de los derechos de los estados ribereños inferiores se considerará un acto de guerra y se responderá con toda la fuerza”.
Por el momento, se tiene información sobre importantes movimientos de tropas por parte de Pakistán, lo cual no es nada tranquilizador. Es importante además observar los respaldos con que cuenta cada contendiente y los movimientos que se están produciendo.
Por un lado, tenemos la permanente rivalidad entre China e India, que ha desembocado en enfrentamientos entre ambos Ejércitos en su frontera común, aunque sin el empleo de armas de fuego, literalmente a golpes. Esta hostilidad se ha acentuado en los últimos años, como ya mencionamos en otros artículos, debido a la sensación de cerco que tiene la India por el establecimiento por parte de China de “el collar de perlas”, la serie de puertos y bases militares que sirven de seguridad y apoyo a la “Nueva Ruta de la Seda”.
A ello hemos de añadir el tradicional apoyo de Pekín a Pakistán y su presencia en infraestructuras tan importantes como el puerto de Gwadr. También es de tener en cuenta el papel de Turquía, empeñada cada vez más en tener un papel en el escenario geopolítico mundial. Su colaboración a nivel militar (también por lazos religiosos) con Pakistán es cada vez mayor, y mientras escribimos estas líneas se ha tenido noticia del aterrizaje de al menos un avión militar de carga turco en Pakistán.
Por parte de la India, su anterior cercanía a Rusia ha ido disminuyendo, y poco a poco se sitúa más en la órbita de Estados Unidos. Es decir, si alejamos el foco, podemos intuir un episodio de la lucha de poder en el Indo-Pacífico entre China y EE. UU. a través de la rivalidad entre India y Pakistán.
La situación aún no está nada clara, pero lo que es indudable es la peligrosidad de ésta. No podemos apartar la vista de esta región, clave para el devenir de la situación internacional.