Irán más allá de Asia: Hispanoamérica

El ayatolá Ali Jamenei - PHOTO / HO / KHAMENEI.IR
El trasfondo de esa asociación hemos de situarlo en el plano de los intereses económicos y geopolíticos

La presencia de Irán en Hispanoamérica no es algo nuevo.  

Su interés en la región y la implantación de elementos afines al régimen o que directamente trabajan para Teherán es algo que se remonta a principios de los años ochenta.  

No obstante, durante las dos últimas décadas, dicha presencia, e incluso colaboración directa y abierta con algunos países de la región, se ha intensificado. El trasfondo de esa asociación hemos de situarlo en el plano de los intereses económicos, como una forma de eludir las sanciones impuestas a consecuencia del programa nuclear y en el plano geopolítico, enmarcado en una “alianza” con Rusia, que también busca fortalecer su presencia en la región para hacer de contrapeso a su enemigo común: los Estados Unidos de América.

Un clérigo iraní visita el Museo de la Fuerza Aeroespacial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) en Teherán - WANA MAJID ASGARIPOUR via REUTERS

La expansión de Irán en Sudamérica es también una respuesta o reacción a las circunstancias a las que se enfrenta la República Islámica. Es, hasta cierto punto, una respuesta a una necesidad, pero también la explotación de una oportunidad. Las relaciones con gobiernos y movimientos radicales de izquierda en la región son un resultado natural de la dinámica que configura el panorama internacional desde finales del siglo XX. 

El antiamericanismo, el anticapitalismo o el rechazo a la globalización neoliberal compartidos han fomentado una especie de alianza natural entre Irán y diversos Gobiernos de izquierda latinoamericanos.

Poco después de llegar al poder, Jomeini empezó a manifestar explícitamente sus intenciones de expandir la Revolución Islámica más allá de las fronteras de Irán.  

Posteriormente, comenzó la penetración en América Latina a través de redes clandestinas que operaban bajo la apariencia de intercambios culturales y comerciales.  A partir de mediados de la década de 1980, la presencia de Irán se intensificó y se hizo más evidente. Es durante esta época cuando Irán comenzó a promover la expansión de su proxy Hezbolá en la región. Los pasos iniciales de Hezbolá en América Latina tuvieron lugar en la zona conocida como la “Triple Frontera” entre Argentina, Paraguay y Brasil. 

Vista aérea del hito de las tres fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay - Depositphotos

Esta incursión en Hispanoamérica forma parte de una estrategia sistemática y a largo plazo no sólo para proyectarse internacionalmente, sino también para luchar contra sus enemigos naturales, a saber, Estados Unidos e Israel, pero también para llevar a cabo una amplia variedad de actividades ilícitas que les permitan obtener recursos financieros o les sirvan de medio para otros fines de inteligencia o propaganda. En última instancia, el objetivo de Irán es ampliar su influencia y sus capacidades en todo el hemisferio occidental. Y sin duda han ido consiguiendo sus fines, ya que la presencia iraní en la región ha aumentado en las últimas décadas. 

A nivel teórico-estratégico, América Latina es el patio trasero de Estados Unidos, y la presencia iraní supone un desafío a la Doctrina Monroe de “América para los americanos”. Se trata básicamente de un desafío y una amenaza para los intereses de Estados Unidos en la región, por un lado, pero también es un riesgo para su seguridad nacional por otro. Si Irán se hace fuerte en la zona, esto implica que Estados Unidos tiene a uno de sus enemigos a las puertas.  

En cierto sentido, y de forma relativa, representa un riesgo comparable al de la presencia de la Unión Soviética en Cuba durante la Guerra Fría. Una potencia enemiga a las puertas de las principales ciudades estadounidenses. La amenaza iraní a la seguridad nacional estadounidense, utilizando Hispanoamérica como plataforma, no es sólo teórica, no es una cuestión nebulosa que recorre las estrategias de seguridad o los documentos de los “think tanks”. Por el contrario, es muy real. La amenaza iraní a Estados Unidos es concreta y ha quedado demostrada a lo largo de los años.  

El Líder Supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, habla durante una reunión en la exposición de logros de la Fuerza Aeroespacial del IRGC en Teherán, Irán, 19 de noviembre de 2023 - Oficina del Líder Supremo iraní WANA (Agencia de Noticias de Asia Occidental) vía REUTERS

El ejemplo paradigmático es el complot del Café Milano en Washington DC en 2011, en el que se frustró un intento de asesinato del embajador saudí en EE. UU. En la investigación del asunto, se descubrió que parte del plan se preparó desde México tratando de utilizar elementos pertenecientes a un cártel de la droga. En este caso, el objetivo del complot era un enemigo iraní, pero no un objetivo estadounidense. Sin embargo, la trama tuvo lugar en suelo estadounidense y el objetivo era un sujeto crítico para Estados Unidos por ser embajador de un Estado aliado acreditado en Washington. El complot en sí mismo significaba también enviar un mensaje muy claro a Estados Unidos. Era una demostración de fuerza en toda regla. 

En otros casos, Irán ha atacado directamente a ciudadanos estadounidenses, como el exconsejero de Seguridad Nacional John Bolton, o a opositores iraníes, disidentes o exiliados, que se han enfrentado de una u otra forma al régimen de los ayatolás con la intención de amenazarlos, intimidarlos, secuestrarlos, atacarlos o asesinarlos en suelo estadounidense. En estas situaciones, ciertos países del hemisferio sur son utilizados como plataforma para obtener financiación o materiales de fuentes ilícitas (a través del blanqueo de dinero o del tráfico de drogas o armas) para dichos planes y operaciones. 

En 1970, Argentina ocupaba el octavo lugar en el mundo y el primero en Sudamérica en cuanto a mayor población judía. Esta alcanzaba el número de doscientos ochenta y dos mil individuos.  

Benjamín Netanyahu habla en una ceremonia en memoria del fallecido primer ministro Isaac Rabin en el cementerio militar de Monte Herzl, cuando se cumple el 22 aniversario del asesinato de Rabin por un asesino judío ultranacionalista - PHOTO/RONEN ZVULUN via AP

En 2021, ocupaba el sexto lugar en el mundo. Del mismo modo, en 1970, Brasil era el decimotercer país con mayor población judía del mundo y el segundo del subcontinente. En 2021, había ascendido a la décima posición mundial. Aparte de Estados Unidos y algunos países europeos como Francia, América sigue siendo una región con una importante diáspora judía.  

En este contexto, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica y su Fuerza Quds han encontrado formas y métodos para debilitar y golpear a Israel y a objetivos judíos. Para ello, la República Islámica se ha servido de la estrecha colaboración entre diplomáticos y agentes del régimen iraní, operativos de la Fuerza Quds y el apoderado de Irán. Los ejemplos más sangrientos fueron el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires en marzo de 1992 y el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en julio de 1994. 

Desde el asesinato en Teherán, el 27 de noviembre de 2020, de Mohsen Fakhrizadeh, jefe del programa nuclear militar iraní, que el régimen atribuyó a Israel, Irán ha llevado a cabo un programa de terrorismo continuo contra objetivos israelíes y judíos que abarca cuatro continentes, entre los que destaca como región prioritaria Hispanoamérica. Unidades específicas de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria y del Ministerio de Inteligencia han tenido la iniciativa, gestión y dirección de los ataques y operaciones. La Fuerza Quds es la responsable del reclutamiento y gestión operativa de los agentes iraníes, junto a algunos reclutados localmente, para asesinar a israelíes y judíos a cambio de beneficios, principalmente económicos. 

Brigadas Al-Quds - PHOTO/ARCHIVO

Irán también ha encontrado en algunos países de la zona un feudo desde el que expandir su narrativa contra el Estado de Israel, debilitar los intereses israelíes en la región y defender la causa palestina en la que Teherán se erige como su principal valedor. Los agentes iraníes en esa área también trabajan con la diáspora chií libanesa intentando difundir narrativas antiisraelíes. Para estos fines, Irán opera a través de proxies como Hezbolá o la Agrupación Global de Apoyo a la Elección de la Resistencia (Tajammo/al-Tajammu).

Manteniendo un perfil relativamente bajo, y sin hacer mucho ruido, Irán ha estado construyendo y fortaleciendo una red de plataformas y alianzas mediante el empleo del poder blando “soft power” en todo el hemisferio sur. Mientras que Maduro y los líderes iraníes han hablado públicamente de la compra de misiles iraníes y otros sistemas avanzados de armas, esta interacción de la retórica del poder duro es contemplada por Estados Unidos como una amenaza para la región. 

Otra de las razones de la presencia de la República Islámica de Irán es la búsqueda de una simetría estratégica con aquellos con los que quiere tratar en igualdad de condiciones, así como la búsqueda de una proyección internacional fuerte, que le permita también una posición destacada, o al menos mejor, en el escenario internacional. 

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro - PHOTO/Palacio de Miraflores

Irán, como potencia media y como fuerte actor regional, anhela tener una posición negociadora y operativa más fuerte en el panorama global. En este sentido, la presencia y las actividades de la República Islámica en Sudamérica son, por un lado, una necesidad y, por otro, una oportunidad. Es una necesidad porque Irán necesita aliados para alcanzar sus objetivos nucleares y políticos en Próximo Oriente. Irán requiere apoyo suficiente para contrarrestar el peso de sus enemigos.  

En este sentido, la posición no alineada de Irán en política exterior le ha obligado a buscar países con perspectivas ideológicas similares y los esfuerzos de Estados Unidos por mantener a Irán en el aislamiento diplomático y económico le han obligado a seguir una política exterior activa. 

La política de aislamiento de Irán, las sanciones internacionales, así como la presión de otros actores regionales, han llevado a los líderes iraníes a ver la expansión en Hispanoamérica como una necesidad, pero también como una oportunidad para equilibrar todas estas presiones con la ayuda de aliados estratégicos en la región.  

Estos aliados estratégicos son países con regímenes y gobiernos de izquierda que ven a Irán como un socio en la lucha contra el imperialismo y el poder de Estados Unidos. Así, el régimen de los ayatolás encontró en la Venezuela de Chávez un estupendo aliado en términos ideológicos y retóricos. Con Venezuela, Irán encontró otro importante aliado estratégico: el grupo conocido como ALBA, siglas de Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América. 

La Guardia Nacional Bolivariana detiene a manifestantes mientras la gente se reúne para protestar contra los resultados electorales que otorgaron al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, un tercer mandato, en Caracas, Venezuela, el 30 de julio de 2024 - REUTERS/LEONARDO FERNÁNDEZ VILLORIA

La formación del ALBA responde en gran medida a un proceso impulsado por el gobierno de Chávez para fortalecer una agenda política, económica y cultural opuesta a la de Estados Unidos y que busca alternativas al modelo neoliberal imperante en otros países latinoamericanos. En el contexto de esta oposición a Estados Unidos y de la diversificación de las relaciones latinoamericanas, los países del ALBA han buscado ampliar sus vínculos con potencias no regionales como Rusia y China, y particularmente con Irán. En 2007, durante la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, Irán solicitó formalmente convertirse en miembro observador del ALBA, por ejemplo. 

Desde entonces, las relaciones entre Irán y el ALBA se han mantenido, se han seguido cultivando y se han consolidado aún más. Así, en agosto de 2021, una delegación del ALBA mantuvo una reunión con el presidente de Irán, Seyed Ebrahim Raisi, en Teherán. Raisi y el secretario ejecutivo del ALBA, Sacha Llorenti, se reunieron para intercambiar ideas sobre mecanismos de colaboración entre la nación persa y América Latina. 

La alianza entre Irán y LATAM es estratégicamente importante para contrarrestar lo que ellos consideran un ataque de Estados Unidos a la soberanía de las naciones, por lo que constituye una prioridad en la política exterior de Teherán. 

El intercambio de prisioneros entre Irán y Estados Unidos, algo cada vez más posible para formalizar el acuerdo nuclear - REUTERS/DADO RUVIC

Sudamérica, como plataforma para la proyección internacional de Irán, pasó a un primer plano especialmente con Ahmadineyad, cuya intención era “devolver el golpe a Estados Unidos en su propio hemisferio y posiblemente desestabilizar a los gobiernos amigos de EE. UU. para negociar con Washington desde una mayor fortaleza” (Karmon, 2009, p. 3). Ahmadineyad estableció Sudamérica como una prioridad en su política exterior y en su agenda internacional. Buscó una “alianza de países revolucionarios”. 

La agenda de proyección internacional de fuerza y presencia debe entenderse en el contexto del déficit estructural que arrastra Irán en su proyección exterior desde 1979.  

Su aislamiento y falta de apoyo internacional es el telón de fondo en la mente de los responsables de la política exterior de Teherán. La penetración y presencia de Irán en LATAM no es sólo una forma de proyección internacional, sino también un medio para eludir las sanciones impuestas por los países occidentales a Irán en respuesta a las ambiciones nucleares del país. Desde Ahmadineyad, las relaciones políticas, diplomáticas, económicas y culturales se han ampliado y han crecido significativamente. Pero Teherán no se conforma con eso, ya que a toda esta actividad política, diplomática, económica y cultural le ha seguido la creación de redes encubiertas. Ilan Berman, en el libro Iran's Strategic Penetration of Latin America (2014), explica cómo a todos estos esfuerzos manifiestos les siguió el establecimiento de una red asimétrica: “La presencia formal de Irán en la región se ha visto reflejada en una expansión de las actividades encubiertas iraníes”. 

En los últimos tiempos la presencia iraní en la región se ha adaptado a un entorno globalizado en el que el dominio cognitivo ha tomado una vital importancia, y no se puede olvidar que esa región es una plataforma perfecta para, aprovechando los estrechos vínculos con España, usarla como trampolín hacia Europa.