El programa nuclear iraní, fuente de controversia

Irán busca reforzar su rol internacional frente a rivales como Arabia Saudí o Israel 
Cartel que muestra el lanzamiento de misiles desde una representación del mapa de Irán coloreado con la bandera iraní en el centro de Teherán - PHOTO/ ATTA KENARE
Cartel que muestra el lanzamiento de misiles desde una representación del mapa de Irán coloreado con la bandera iraní en el centro de Teherán - PHOTO/ ATTA KENARE 

El papel de la República Islámica de Irán en el concierto internacional es determinante. Su estratégica situación geográfica, los recursos naturales de los que dispone y su papel dentro del mundo musulmán la convierten en un actor clave cuyas acciones tienen influencia en todo el mundo. Y, a todo lo anterior, hemos de añadir su arrojo para erigirse en potencia regional dominante. 

En el marco de la situación descrita, considerando sus aspiraciones nacionales, y dado el contexto de rivalidad con Arabia Saudí y el enfrentamiento abierto con Israel, Irán ha tomado la decisión de reforzar su posición convirtiéndose en potencia nuclear a pesar de la oposición internacional. 

La revolución de 1979 supuso el inicio de las pretensiones nucleares militares de Irán. No obstante, fue el régimen anterior, con el apoyo de EE. UU., el que sentó las bases del acceso a la energía atómica con fines civiles, embrión necesario para la senda hacia las armas nucleares. 

En 1957, el sha y el presidente Dwight Eisenhower firmaron un acuerdo de cooperación nuclear civil en el marco del programa estadounidense “Átomos para la Paz” y, como consecuencia de éste, el Instituto de Ciencias Nucleares de la Organización del Tratado Central (Central Treaty Organization) trasladó su sede de Bagdad a Teherán. 

Dos años más tarde, la Universidad de Teherán estableció el Centro de Desarrollo Nuclear. Posteriormente, y en el marco de la llamada “Revolución Blanca”, un programa para el desarrollo económico, político y social de Irán, el reactor de investigación de Teherán (TRR) inició sus operaciones en el Centro de Desarrollo. 

Un clérigo iraní visita el Museo de la Fuerza Aeroespacial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) en Teherán - WANA MAJID ASGARIPOUR via  REUTERS
Un clérigo iraní visita el Museo de la Fuerza Aeroespacial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) en Teherán - WANA MAJID ASGARIPOUR via  REUTERS

Al año siguiente, Irán firmó el Tratado de No Proliferación, el cuál fue ratificado por el Parlamento en 1970. 

Ya en 1974, cinco años sólo antes de la revolución, se creó la Organización de Energía Atómica de Irán (AEOI) y el Centro de Tecnología Nuclear de Isfahán para el desarrollo de esta tecnología. Irán firmó un acuerdo de 1.200 millones de dólares con el consorcio Eurodif, con sede en Francia, para enriquecer uranio en suelo francés y suministrar combustible al TRR y a futuras instalaciones de energía nuclear. Se alcanzaron también acuerdos con empresas de Alemania Occidental y Francia para construir reactores en Bushehr y Bandar Abbas, e Irán se adhirió al Acuerdo de Verificación del TNP. De este modo permitía al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) verificar de forma independiente la exactitud de las declaraciones de Irán sobre su material y actividades nucleares. 

A pesar de las declaraciones del sha en las que afirmó: “Irán no tiene intención de adquirir armas nucleares, pero si pequeños Estados empezarán a construirlas, Irán podría tener que reconsiderar su política…” el país nunca dio ese paso antes de la revolución. 

Drones iraníes se exhiben en el Museo de la Fuerza Aeroespacial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) en Teherán - WANA MAJID ASGARIPOUR via  REUTERS
Drones iraníes se exhiben en el Museo de la Fuerza Aeroespacial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) en Teherán - WANA MAJID ASGARIPOUR via  REUTERS

Con la llegada al poder de Jomeini llegó el choque con EE. UU., que hasta el momento había esponsorizado en gran medida el programa nuclear iraní, llegando a firmar un memorándum de cooperación para financiar la construcción de entre 6 y 8 reactores nucleares. Pronto comenzaron las sanciones, y en un contexto de máxima tensión, en 1981, se anunció el descubrimiento de cuatro depósitos de uranio no declarados. Aun así, en 1983, la ya República Islámica de Irán solicitó ayuda y asistencia a la Agencia Internacional de la Energía Atómica para la producción de hexafluoruro de uranio, un gas necesario para el enriquecimiento del uranio. 

A partir de ese momento, Irán contó con el apoyo primero de China, y después de Rusia, para desarrollar su programa nuclear, hasta el momento con la finalidad de uso civil. Ambas potencias financiaron proyectos y transfirieron la tecnología necesaria. 

En 2002, un año después de los atentados contra las torres gemelas, el presidente George Bush acusó a Irán, junto con otros países, de producir y/o poseer armas de destrucción masiva. Fue entonces cuando el grupo opositor Muyahidín Jalq reveló que Irán estaba construyendo en secreto dos centrales nucleares: una planta de enriquecimiento en Natanz y una central nuclear de agua pesada en Arak. Ante las evidencias, Irán reconoció la existencia de  Natanz y otras instalaciones, anunciando que había extraído uranio de una mina recién descubierta en Savand. Aceptó las modificaciones en los Acuerdos Subsidiarios del TNP que le exigían notificar a la OIEA sus intenciones de establecer instalaciones nucleares, pero dicha aprobación no fue ratificada por el Parlamento. 

El año siguiente, durante un discurso, el presidente Jatamí afirmó en una alocución pública: “Nosotros no necesitamos bombas atómicas y, basándonos en nuestras enseñanzas religiosas, no las perseguiremos. Pero al mismo tiempo, queremos ser fuertes, y ser fuerte significa tener conocimientos y tecnología.” Declaraciones ambiguas o contradictorias, pero que nos proporcionan una idea de las aspiraciones de Irán.  

El presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, se reúne con el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Mariano Grossi, en Teherán, Irán, el 14 de noviembre de 2024 - PHOTO/PRESIDENCIA DE IRAN via REUTERS
El presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, se reúne con el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Mariano Grossi, en Teherán, Irán, el 14 de noviembre de 2024 - PHOTO/PRESIDENCIA DE IRAN via REUTERS

Desde ese momento, la actitud de Irán puede parecer errática, pues da la impresión de haber estado intentando jugar con la comunidad internacional. Tan pronto se ha mostrado proclive a entablar negociaciones y se ha reafirmado en las palabras de Jatamí, como ha dado pruebas evidentes de estar dando todos los pasos necesarios para, al menos, tener la capacidad de fabricar por sí mismo armas nucleares. 

La principal motivación que esgrimen aquellos países que tratan de desarrollar armas nucleares o la capacidad de fabricarlas es responder a las preocupaciones de seguridad de un Estado.  

Si un Estado se siente inseguro en un entorno regional e internacional hostil, posiblemente intentará adquirir dispositivos nucleares. En un entorno de seguridad regional extremadamente amenazado, se puede considerar la capacidad nuclear como su única defensa o elemento de disuasión.  

Otro acicate importante puede ser la adquisición de prestigio a nivel interno y de estatus e influencia a nivel externo. Incluso si ese prestigio toma una deriva decreciente como consecuencia de la adquisición de armas nucleares, la influencia seguirá siendo importante. La percepción de amenaza por parte de los vecinos de un Estado en una matriz estratégica regional competitiva desempeña un papel crucial en la adquisición de armas nucleares, y esta fue la causa principal de la proliferación nuclear durante la Guerra Fría. 

Edificio de oficinas de la ONU, que alberga la sede del OIEA - REUTERS/ LISI NIESNER
Edificio de oficinas de la ONU, que alberga la sede del OIEA - REUTERS/ LISI NIESNER

El factor de la seguridad como razón para perseguir la capacidad nuclear es evidente en el pensamiento de los círculos de decisión iraníes. Perciben graves amenazas a su seguridad por parte de Israel y Estados Unidos, aunque los dirigentes de Teherán afirman que su programa no está destinado a la fabricación de armas nucleares, sino a fines civiles pacíficos. Sin embargo, en un entorno regional hostil ampliado, la opción de las armas nucleares para un Estado como Irán sería una elección racional, ya que no podría ganar una carrera armamentística estratégica en la región con una economía débil debido a las sanciones. 

Irán afirma que su aspiración a tener la capacidad de fabricar armas nucleares responde a una causa meramente disuasoria, y que sus intenciones son totalmente pacíficas, ya que pretende preservar el sistema político del país y no diseminar el poder nuclear entre las fuerzas aliadas de la región. Íntimamente unido a su programa nuclear está el desarrollo militar llevado a cabo por Irán, y ambos factores entroncan con el intento de convertirse en una potencia regional prominente y afianzar su posición en la región de Próximo Oriente. 

No se puede olvidar que Irán está geográficamente situado en una zona donde cuatro países disponen de programas, armas y/o conocimientos para convertirse en poseedores de armas nucleares de manera autónoma. Además, esta decisión estratégica se sitúa fuera de los parámetros occidentales, tan selectivos en materia de generación de energía nuclear. 

Entre otros motivos, Teherán busca también una justificación histórica. Irán atesora una rica historia marcada por las conquistas y la grandeza de los imperios de los que se considera heredero.  

Circuito secundario de los reactores de agua pesada de Arak - PHOTO/ Organización de Energía Atómica de Irán vía AP
Circuito secundario de los reactores de agua pesada de Arak - PHOTO/ Organización de Energía Atómica de Irán vía AP

Tanto en la época preislámica como en la islámica, Irán vivió el auge del imperialismo persa. El Imperio Aqueménida, Ciro el Grande en la era preislámica y varios reyes y sultanes de la era islámica dan un sentido único de dignidad a los iraníes. Curiosamente, los gobiernos posteriores a la revolución iraní permiten algunas celebraciones legendarias y tradicionales, pues los iraníes poseen un sentido del honor respecto a su pasado. Por ejemplo, los gobiernos teocráticos de Irán desalientan a los ciudadanos a dar publicidad a la celebración del Día de Ciro el Grande el 29 de octubre; sin embargo, los iraníes, junto con muchas figuras políticas, apoyan los días conmemorativos basándose en ese orgullo histórico. Irán sigue persiguiendo la gloria y el prestigio y se considera el custodio de tradiciones milenarias. Por ello, su programa nuclear no sólo puede conectar con ese percibido prestigio histórico, sino que también puede darles la oportunidad de recuperar su gloria perdida como orgullo persa de identidad islámica. El estatus de potencia nuclear de Irán puede darle un sentido de dignidad y, de alguna manera, un nivel de prestigio paralelo al de las potencias nucleares del mundo y sus contemporáneos. 

Del mismo modo, su decisión se basa en las prácticas de antiguos poderes dominantes en la región que durante su periodo de presencia en la zona han privado a la población del acceso a tecnologías básicas para su desarrollo y han explotado sus fuentes de riqueza. Según su visión, estas fuerzas desempeñaron un papel perjudicial en la zona y limitaron los márgenes de la economía iraní. Todos estos parámetros hacen necesario el desarrollo de su propio programa nuclear.  

Es interesante también, en el capítulo de las justificaciones, señalar la postura iraní en lo que se refiere al conflicto con Irak, que supuso una verdadera tragedia humana para el régimen de los ayatolás. Para Irán, de haber tenido capacidad nuclear, Sadam Hussein nunca habría iniciado una guerra contra ellos. 

Otro factor importante que explica las ambiciones nucleares iraníes es su ideología. Desde la revolución iraní todos los gobiernos sucesivos han seguido su estrategia revolucionaria que está relativamente fijada a la cultura y la historia iraní descritas anteriormente. Históricamente, las nociones revolucionarias exigen un cambio en el modelo global de relación entre los Estados y también la renovación de las tendencias y estructuras políticas, sociales y económicas. Según esta perspectiva, Irán mantiene una actitud escéptica hacia las potencias occidentales y considera que su enfoque hacia Irán es selectivo debido a su incumplimiento de las políticas estadounidenses. 

Sintetizando, podemos decir que, dentro de lo que podemos denominar justificaciones, tenemos la disuasión, el estatus de poder de cara a erigirse como potencia regional, las capacidades de países de su entorno y la posesión de este tipo de armas por parte de su autoimpuesto enemigo, Israel.  

Instalación de enriquecimiento de uranio de Natanz - REUTERS/ RAHEB HOMAVANDI
Instalación de enriquecimiento de uranio de Natanz - REUTERS/ RAHEB HOMAVANDI

Pero, aun así, no se deben olvidar otros dos factores: uno es el uso que hace Irán de su programa como moneda de cambio y herramienta de presión frente a la comunidad internacional a la hora de negociar el levantamiento de sanciones. El otro es el factor religioso. Irán, máximo exponente de la corriente chií, minoría en el mundo musulmán, se encuentra enfrentado a Arabia Saudí como máximo referente de la corriente suní. Los chiíes actualmente representan aproximadamente entre el quince y el veinte por ciento del mundo musulmán frente al ochenta por ciento se suníes. Adquirir la capacidad de desarrollar armas nucleares ayudaría a equilibrar la balanza dentro del complejo mundo religioso musulmán. 

Aun con todo lo señalado, las aspiraciones de Irán en el terreno nuclear no pueden centrarse únicamente en el plano militar. Decir lo contrario no sería justo. La ambición iraní es igualmente importante para satisfacer sus necesidades energéticas y diversificar sus recursos. La energía alternativa generada a través de plantas nucleares disminuiría de algún modo los problemas de obtención de energía a partir de combustibles fósiles, ya que la fluctuación de los precios de la energía producida a través de estos crea presión sobre la producción y el suministro. Por ello, y, en relación con la lógica económica del desarrollo nuclear iraní, la consideración de energía limpia y de bajo coste es otra de las motivaciones básicas de su estrategia nuclear.  

Al igual que sus vecinos árabes del Golfo, Irán planea depender cada vez más de la energía nuclear para obtener energía eléctrica, liberando los combustibles fósiles para una exportación rentable. Ante los intentos de Estados Unidos de cerrarle el acceso al combustible y los materiales nucleares, Irán insiste en controlar el ciclo del combustible nuclear. 

En la actualidad, la cuestión se ha vuelto más compleja debido a los intereses y preocupaciones de los actores regionales e internacionales. Las graves tensiones entre Irán y Estados Unidos y entre Irán y los Estados del Golfo, especialmente con Arabia Saudí en el ámbito regional, definen la política de Próximo Oriente, y los recientes acontecimientos durante los tres últimos años, con el conflicto de Ucrania como telón de fondo, la colaboración de Irán suministrando armas a Rusia y los primeros enfrentamientos directos entre Irán e Israel sólo han contribuido a aumentar esa complejidad.