Regreso al sur

Los jefes de estado de Mali Assimi Goita, el general nigeriano Abdourahamane Tiani y el capitán de Burkina Faso Ibrahim Traore posan para fotografías durante la primera cumbre ordinaria de jefes de estado y de gobierno de la Alianza de Estados del Sahel (AES) en Niamey , Níger, 6 de julio de 2024 - REUTERS/ MAHADOU HAMIDOU
Hay una frase muy popular, que no recuerdo a quién se atribuye, que dice: “Aprovecha para actuar cuando todo el mundo tenga su atención fijada en otra parte”.

 Y esa frase, llevada a nuestro ámbito que, aunque suene pretencioso, intenta divulgar y hacer pedagogía sobre asuntos que no suelen tratarse en otros medios, es la que suele ser la guía de mis publicaciones semanales, aunque por cuestiones obvias no siempre es posible. De ahí que fijemos nuestra mirada en asuntos, conflictos o situaciones algo alejados de la fulgurante actualidad.

Y una vez más, cuando todo el mundo tiene el foco puesto en Estados Unidos, en la elección de Donald Trump, en las declaraciones y gestos de Elon Musk, en menor medida en Gaza e Israel, por el delicado acuerdo alcanzado, y de una forma menos interesada en Ucrania, a la espera de los movimientos del nuevo inquilino de la Casa Blanca, nosotros viajamos a la frontera sur. A la olvidada frontera sur.

Una región tan olvidada que ni siquiera fue mencionada por Donald Trump en su discurso… bueno, no ha sido mencionada por el nuevo mandatario norteamericano al menos en los últimos dos meses, lo cual nos puede dar una medida de la importancia que le da.

Conocemos las líneas generales de política exterior y de seguridad del nuevo Gobierno de Estados Unidos. Sabemos que su interés principal está en el eje Asia-Pacífico, y no con intenciones belicistas como muchos pueden pensar, sino para salir airoso del verdadero pulso que no es otro (lo es siempre) que el económico, con esa potencia que busca su momento y que es China.

Aquí podemos hacer un inciso. Todos sabemos que las guerras se libran en el campo de batalla, pero se ganan o pierden en los despachos y, generalmente, en aquellos que llevan las riendas de la economía. Y en este aspecto sería muy interesante analizar las verdaderas razones por las que Donald Trump parece estar dando marcha atrás en todo lo que se refiere a la industria del automóvil eléctrico (a pesar de tener a Musk como pieza fundamental de su Administración) y volver a potenciar la industria automovilística tradicional nacional. Debemos prestar atención a la lucha que se va a desatar en el plano económico e industrial entre ambas naciones para tomar la delantera o recuperar posiciones en el campo industrial y particularmente en el tecnológico. Ahí tendremos la clave de este enfrentamiento.

Mientras tanto, en lo que se refiere a Europa, percibo la sensación de estar inmersos en una situación equivalente a la que acabó con la URSS. En su momento, en plena carrera armamentística, entre otras cosas, la incapacidad de la Unión Soviética de seguir la estela de Estados Unidos en la famosa “Guerra de las Galaxias” contribuyó de manera excepcional a la quiebra económica de todo el sistema y la caída del régimen comunista.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump - REUTERS/ ELIZABETH FRANTZ

Aplicado a Europa y a nuestros días, parece que el empecinamiento (convenientemente instigado por actores externos) en autoimponernos sin remedio una serie de normas y restricciones que golpean directamente la línea de flotación de gran parte de nuestra industria nos ha metido de lleno en una carrera en la que, en esas condiciones y con esas restricciones (que nuestros competidores directos no observan) es imposible no terminar en el abismo o, por decirlo de otra forma, en la irrelevancia económica.

No debería ser necesario decirlo, pero, para quien podemos considerar nuestro rival, e incluso para quien en otros órdenes es nuestro aliado, la idea de una Unión Europea fuerte, realmente unida, avanzada tecnológicamente y productiva, no es agradable en absoluto. Sería admitir en la ecuación a un formidable rival.

¿Y qué tiene esto que ver con esa mirada al sur de la que hablábamos al principio?

Una ceremonia conmemorativa celebrada para rendir homenaje a los combatientes de Wagner, que fueron asesinados en Mali por rebeldes tuareg del norte - REUTERS/ YULIA MOROZOVA

Pues probablemente todo. Porque deberíamos comenzar a asumir que en ese frente estamos solos. Y no solo eso, sino que esa losa mencionada anteriormente, que nos impide avanzar al mismo ritmo que otros, también nos impide tomar conciencia del problema que tenemos. De lo importante que es la seguridad y muy especialmente en nuestro flanco sur.

La Administración Trump hereda una política de influencia estadounidense menguante en África, exacerbada por la falta de personal y recursos durante la administración anterior, así como por la evolución política de algunos países de la región, y esa es la deriva que podemos esperar. Una de las consecuencias de lo anterior ha sido el protagonismo ganado por Rusia en las juntas militares que rigen la mayoría de los países de la zona a las cuales apoyan, arman y respaldan. Y ese respaldo ha venido acompañado del abandono o expulsión de los efectivos europeos que hasta hace poco contribuían en la lucha contra los grupos radicales. 

Una fotografía de Iyad Ag Ghali, líder de una filial de Al Qaeda en África Occidental conocida como JNIM, se muestra en un monitor de video durante una conferencia de prensa celebrada por Els Woodke en Washington, el miércoles 17 de noviembre de 2021 - PHOTO/ ELS WOODKE via AP

En ese estado de las cosas, con un panorama económico industrial en el que no podemos esperar más que palos en las ruedas de aquellos a quienes no les interesa un competidor fuerte, con un gobierno en los Estados Unidos cuyas principales prioridades están muy lejos de Europa, hoy en día, nuestra presencia y capacidad de influencia en la región más importante para nuestra seguridad, es prácticamente nula.

¿Y que tenemos frente a nosotros? Pues haremos un breve resumen que podrá ponernos en situación.

Por un lado, tenemos a los grupos “afiliados” o franquiciados por Al Qaeda. Entre estos el principal es Jama'at Nasr al-Islam wal Muslimin (JNIM), liderado por Iyad Ag Ghaly y cuyas acciones alcanzan Burkina Faso, Malí, Níger y ciertas áreas de Mauritania. Su modus operandi se basa en su división en varias facciones anteriormente independientes y que se han acogido bajo su liderazgo y la estrecha colaboración con grupos de crimen organizado. Entre esas facciones encontramos a Ansar Dine, formado principalmente por comunidades tuareg y que actúa en Mali.

El grupo del fallecido Mokhtar Belmokhtar, alias mister Marlboro, Al-Mourabitoun, grupo con gran historial a sus espaldas y responsable entre otros del asalto al hotel Radisson Blu en Bamako (2015), que también tiene como zona principal de operaciones Mali.

Encontramos a la Katiba Macina, en este caso liderado por Amadou Koufa, y que extiende sus operaciones también más allá de la frontera con Burkina Faso. Sus componentes son principalmente de la etnia fulani, tema que tratamos hace unas semanas, y sus acciones no siempre están relacionadas con la motivación religiosa, sino que tienen raíces en ancestrales conflictos étnicos y sociales (la antigua pugna entre pastores nómadas y granjeros sedentarios).

Malíes se manifiestan contra Francia y en apoyo a Rusia en el 60 aniversario de la independencia de la República de Malí en 1960, en Bamako, Malí, el 22 de septiembre de 2020 - PHOTO/ AP

Lo que conocemos como AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico) también se encuentra integrado en el JNIM, al menos su liderazgo. Este, por antigüedad e historia, es el grupo cuya zona de acción es más extensa, llegando a operar en Argelia, lugar donde se originó, aunque en la actualidad de manera muy esporádica y tangencial, Mali, Burkina Faso, Níger, y en ocasiones en Chad y Mauritania. 

Eso es en lo tocante a Al Qaeda. A ello hay que sumar los grupos fieles al Daesh y que compiten con los anteriores por el control de los recursos y el territorio.

Entre estos tenemos al Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS), fundado y liderado hasta 2021 por Seid al-Sahrawi. Los sucesivos lideres no siempre han podido ser identificados, pero su estructura operativa no sólo ha permanecido intacta, sino que ha ido creciendo. Opera principalmente en el este de Mali, norte de Burkina Faso y oeste de Níger. Es probablemente el grupo más prominente de la región afiliado al Estado Islámico en el Sahel.

También forma parte del entramado el conocido como Estado Islámico en África Occidental (ISWAP). En sus orígenes era parte de Boko Haram, pero se produjo una escisión en la que parte de sus integrantes se unieron oficialmente al Estado Islámico en 2016. La otra parte se conoce como la Jamā'at Ahl as-Sunnah lid-Da'wah wa'l-Jihād (JAS).

Una captura de pantalla de un video distribuido muestra a personas que los rebeldes tuareg dicen que son mercenarios rusos de Wagner con soldados de Mali en el noreste de Mali, cerca de Aguelhok, Mali, julio de 2024 - PHOTO/ Coordinación de Movimientos Azawad vía REUTERS 

Su principal área de actuación es el lago Chad, aunque pequeños grupos operan bajo sus siglas en todo el Sahel. Los países donde más actúan son el sureste de Níger, Chad (en regiones cercanas al Lago Chad) y ocasionalmente Malí y Burkina Faso. Siguiendo el conocido modo de actuación del Daesh, numerosas células locales actúan bajo sus siglas. Estas suelen estar formadas por combatientes locales en Malí, Níger y Burkina Faso. Su lealtad al Daesh tiene como base principal la propaganda y cierta coordinación táctica en sus acciones con la dirección, pero con menor organización jerárquica que EIGS.

Queda claro que enfrentamos a una pléyade de grupos cada vez más numerosos, mejor armados y preparados que operan en regiones cada vez más extensas y con una mayor capacidad de desestabilización. 

Si hay una región clave, además del mencionado lago Chad, es la de Tillabéri en Níger, conocida también como las "tres fronteras" (Malí, Níger, Burkina Faso). El control de esta se ve dificultado, además de por las características orográficas y la falta de efectivos y medios técnicos, por la escasa colaboración en ocasiones de los tres gobiernos que ponen por delante intereses particulares gubernamentales o incluso personales en ocasiones, pues la corrupción es moneda de cambio habitual.

Combatientes de la CMA (alianza rebelde tuareg) inspeccionan un vehículo blindado dañado, que se dice que fue utilizado por mercenarios de Wagner que participaron en enfrentamientos contra rebeldes tuareg en el noreste de Mali, cerca de Tinzaouaten, Mali, en julio de 2024 - PHOTO/ Coordinación de Movimientos Azawad vía REUTERS

Con este panorama hemos de afrontar además lo sucedido en Siria que, a pesar de las apariencias iniciales, no es para nada un escenario que invite a ser optimistas. Y los posibles escenarios van desde un gobierno y por consiguiente estado fallido que aumente el caos en la región e incremente el flujo de armas y combatientes hacia el Sahel, hasta el afianzamiento de un gobierno liderado por quienes hasta hace poco se confesaban cercanos a Al Qaeda y que tome la determinación de apoyar a los grupos afines a la organización en el Sahel.

Sea como sea, el gran perjudicado siempre es Europa, y hemos de ser conscientes de que, además de estar solos en esta situación, estamos ausentes de la región. Y ese puede ser nuestro mayor error.