Sahel, demasiado importante como para dejarlo a su suerte

“Resulta extraño escuchar en boca de diplomáticos y personalidades locales de alto nivel el durísimo lenguaje anticolonialista de los años sesenta del pasado siglo, prueba evidente de que el sentimiento antifrancés ha resurgido con toda su violencia en el África occidental”. Son palabras de David Soler Crespo, fundador de África Mundi, y Ricardo Gómez Laorga, codirector de Geopol21, autores ambos del “Informe Sahel”, documento base y marco teórico esencial para comprender las dinámicas de una región crucial para el continente africano y para el resto del mundo, especialmente para Europa.
Presentado en la Casa Árabe de Madrid, el informe fue elogiado por su rigor por parte de Antonio González-Zavala, embajador especial para el Sahel, que corroboró las conclusiones del documento respecto de la “perentoria necesidad de cubrir el vacío que ha dejado [a la fuerza] Francia en esta enorme y convulsa región de África, hasta el punto de haberse convertido en una prioridad para España”.
La dependencia de los países francófonos del Sahel de su antigua metrópolis se prolongó después de la independencia, especialmente a través del control financiero mediante la instauración del franco CFA. Los nuevos dirigentes africanos consideran que Francia ha practicado con ellos un neocolonialismo con el que ahora van rompiendo abruptamente, con sus correspondientes secuelas de afectos trocados en odio y veto a todo lo que pueda venir de París, sin pararse siquiera a analizar si puede ser bueno o malo.

La preeminencia de la presencia francesa en la zona, además de su liderazgo europeo, ha llevado a que los dirigentes de los países del Sahel hayan extendido ese sentimiento negativo a toda la UE, y se hayan hecho mucho más permeables a las potencias que ya pugnan por ocupar el vacío que dejan los galos.
Los más madrugadores son Rusia y China. La primera cobra por adelantado, no ofrece ningún tipo de ayuda al desarrollo de los países del Sahel, pero les prometen “velar indesmayablemente por su seguridad”. China, más paciente, va tejiendo su red de intereses, especialmente a través de la financiación de grandes proyectos de infraestructuras, con las correspondientes cláusulas de dependencia y exclusividad de suministros.
No son las únicas potencias en intentar acomodarse en el Sahel. También reclama su lugar Egipto, preocupado por la expansión del yihadismo a lo largo de la Franja, con las consiguientes repercusiones en su propio ámbito. Turquía contempla asimismo su oportunidad de aumentar su propia estatura internacional, acrecentada por cierto tras situarse como uno de los vencedores en la caída del régimen sirio de la dinastía Al-Assad. Y, por razones de influencia geopolítica, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos también ofrecen sus ventajas a los países del Sahel que ahora se sacuden la tutela francesa.
Como parece más que evidente, la UE necesita de manera perentoria estar presente en ese tablero, con un país que presente al menos una cara distinta a la de Francia. “El peor error de ustedes -le decía un ministro de Exteriores africano al embajador González-Zavala- es haber mirado siempre a la región a través de los ojos franceses y no de los nuestros”. Ha llegado, pues, el tiempo de obtener esa visión directa, desenganchada de los exclusivos intereses franceses, dejarles hablar, expresarse libremente y tratarles como a verdaderos socios.
Pero, como también apuntan los autores del informe, “es imperativo y urgente que en la propia Unión Europea nos pongamos de acuerdo en los objetivos que queremos, y no persista la dispersión de puntos de vista, donde los escandinavos consideran que esta explosión “anticolonialista saheliana” es transitoria; los situados más al este de Europa estiman que el Sahel queda muy lejos, y España, junto con Alemania, Italia, Portugal y el Benelux, creen que es la región que más amenaza nuestra seguridad”.

No caben muchas dudas de que las convulsiones van a ir en aumento en los próximos meses. Para empezar, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que hasta ahora forman quince países, va a sufrir la amputación de los tres -Mali, Burkina Faso y Níger- que el 27 de enero crearán a su vez la Alianza de Estados del Sahel (AES), con vocación de ir incorporando a los nuevos panafricanistas y antifranceses.
Además de esta segmentación de las alianzas, la región va a incrementar las tensiones derivadas de un cambio climático que ya está no sólo causando estragos, sino provocando intensos movimientos migratorios. Las sequías extremas están diezmando los pastos, acabando con la ganadería y la agricultura, impulsando a los damnificados a ocupar territorios ajenos, que obviamente defienden sus propietarios recurriendo a la guerra si es preciso.
Esa falta de respuestas y de perspectivas de futuro para una población mayoritariamente joven y con una demografía explosiva, ya está empujando hacia el Magreb y Europa -ya lo estamos viendo descarnadamente en Canarias- a los que no se resignan a languidecer en la miseria.
Reforzar, crecer, conectar, proteger y convivir. Son los cinco conceptos fundamentales de la nueva “Estrategia África” adoptada por España, según revelaba el embajador González-Zavala. Dentro de cada uno de ellos se encierran tareas ingentes para lograr cambiar la relación que España, y Europa, ha mantenido hasta ahora con un continente que vuelve a ser escenario de enfrentamiento entre no pocas potencias. La gran diferencia para nosotros es que, por nuestra mayor proximidad, el peligro sea más inminente.