Los tráficos ilícitos en África oriental
Hay situaciones cuya persistencia en el tiempo ha hecho que lleguemos a normalizarlas e incluso a olvidarlas, y todo ello sin reparar en las posibles consecuencias de esas realidades y de nuestra actitud pasiva hacia ellas.
Un ejemplo clamoroso de lo que referimos es lo que sucede en el conocido como “Cuerno de África”, una región que tuvo su momento de atención hace unos años, pero que, en la actualidad, debido a conflictos más cercanos y al enquistamiento de la situación, ha perdido todo nuestro interés.
Los países de África oriental se encuentran entre los veinte más afectados por las amenazas terroristas como consecuencia de la fragilidad de sus Gobiernos y estructuras del Estado, la prevalencia de conflictos armados, el subdesarrollo y el crecimiento del extremismo, factores todos ellos entrelazados y que se retroalimentan en un círculo vicioso sin fin. Las redes terroristas han explotado ampliamente el dominio marítimo del océano Índico. Los delitos marítimos transnacionales, la piratería, la trata de seres humanos, el contrabando de mercancías ilícitas y la pesca ilegal no declarada y no reglamentada revelan las diferentes facetas de los flujos delictivos que afectan a la economía de la región y cuyo deterioro fomenta a su vez el incremento de esas actividades. Los grupos terroristas de la costa oriental africana, como Al-Shabaab en Puntlandia (Somalia), y el Estado Islámico en Mozambique son cada vez más visibles, sobre todo en el mar debido a la deficiente aplicación de la legislación marítima en África oriental.
La costa de África oriental se extiende 4.600 kilómetros desde el sur de Somalia hasta la costa sudafricana de Natal. El Cuerno de África y la costa oriental africana limitan con el mar Rojo, el golfo de Adén y el océano Índico. Más de 8.300 km del litoral continental del Cuerno y el este de África se extienden desde Sudán hasta Tanzania. Somalia posee el litoral nacional más largo de África, 3.025 km. Esta vasta extensión hace que la región sea diversa y esencial en el comercio y las comunicaciones marítimas mundiales. La enorme extensión de las costas las hace complicadas de gobernar por cada país en solitario, lo que hace necesarias intervenciones y compromisos regionales, algo que dada la situación económica y política de los países de la zona es poco más que una quimera.
Las vías de comunicación marítimas (SLC) que recorren el océano Índico son las terceras en importancia en el mundo, y por las SLC del océano Índico occidental pasa el treinta por ciento del crudo mundial.
La importancia del tráfico marítimo subsahariano es aprovechada por grupos criminales para realizar actividades ilícitas aprovechando las lagunas regionales de corrupción, y amenazando así con diferentes formas de delincuencia marítima, incluido el terrorismo, en las zonas costeras de esta región.
Tradicionalmente, las costas de la región de África oriental se han considerado lugares potencialmente vulnerables a todas las actividades ilegales relacionadas anteriormente, y esa vulnerabilidad se vio exacerbada durante lo que hasta hace poco se denominó como “la era de la guerra mundial contra el terrorismo”. Proteger las costas marítimas es fundamental para Gobiernos como los de Somalia, Kenia, Tanzania y Mozambique, ya que se consideran permeables, tanto para los grupos terroristas como para los traficantes y contrabandistas.
Las dificultades para establecer nexos entre delincuencia y terrorismo en la región, y más concretamente en sus costas, se han visto agravadas por dos hechos que estamos presenciando también en otras regiones como el Sahel, y que son la problemática de distinguir las actividades delictivas de las terroristas y su arraigo social en las comunidades locales.
En el golfo de Adén y el mar Rojo, las redes de piratería vinculadas a Somalia han amenazado a los buques y a los miembros de las tripulaciones, afectando al comercio mundial. Los incidentes relacionados con la piratería han disminuido considerablemente gracias a coaliciones multinacionales contra la piratería como la Fuerza Combinada 150.
Sin embargo, incidentes recientes como el intento fallido por parte de un grupo de piratas de apoderarse del petrolero Central Park, vinculado a Israel, el 26 de noviembre de 2023 frente a la costa de Adén, siguen poniendo de manifiesto la fragilidad de la zona. En la región del golfo de Adén se ha denunciado el tráfico ilegal de armas terroristas y la actividad de grupos delictivos organizados procedentes principalmente de Somalia, aunque los hay del resto del Cuerno de África y la región de África oriental, lo que aumenta la amenaza potencial para la población civil y fomenta las actividades ilícitas que afectan a los jóvenes vulnerables de la región, socavando al mismo tiempo la eficacia del embargo parcial de armas decretado por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Las dificultades inherentes a la región para obtener información precisa y útil hacen que dicha tarea descanse principalmente sobre medios técnicos (IMINT o SIGINT), pues las operaciones HUMINT, que en este caso y por la idiosincrasia de la zona y la amenaza serían las más productivas, tienen un nivel de complejidad muy alto por la dificultad de encontrar fuentes fiables y la imposibilidad casi total de trabajar con operadores directamente sobre el terreno.
Ello tiene como resultado que sólo se disponga de información vaga o escasa sobre la forma en que los terroristas utilizan su control relativo del dominio marítimo y la participación de la comunidad local en la ayuda a las redes terroristas mediante el apoyo logístico o la acogida de presuntos miembros terroristas. Estas regiones fronterizas marítimas inseguras tienen ramificaciones, ya que las actividades terroristas perturban el desarrollo sociopolítico y económico a lo largo de las costas. El efecto inmediato y directo de todas estas dinámicas es que los jóvenes, que debido a la práctica inexistencia de actividad económica más allá de las relacionadas con la pesca, al carecer de oportunidades, son un caladero inmejorable para el reclutamiento por parte de redes delictivas o terroristas.
Pero el problema va más allá, pues las propias actividades delictivas contribuyen a frenar las actividades económicas relacionadas con el mar o “economía azul” como se denomina en ocasiones. El ejemplo lo tenemos en Mozambique, donde ya hay indicios claros de que las amenazas a la seguridad marítima por parte de IS-Mozambique están teniendo un impacto negativo en esas actividades económicas. Del mismo modo, las amenazas a la seguridad naval a lo largo de las costas de Somalia y Kenia pueden afectar a las economías azules de los respectivos países.
Para colmo de males, es mucha la actividad ilegal que no goza o ha gozado de la misma atención internacional que la piratería, quizás porque no suponen como ésta una amenaza directa contra bienes (buques), actividades económicas (pesca), o ciudadanos occidentales (tripulaciones). Una de las más importantes y creciente son los flujos delictivos entre el continente africano y la península arábiga a través del golfo de Adén que, a pesar de lo que pueda parecer, no son nuevos, y donde encontramos las rutas de contrabando de personas, armas y drogas ilegales más transitadas del mundo que conectan Somalia septentrional, Yemen y otras regiones de África oriental.
La debilidad, cuando no inexistencia, de estructuras de gobernanza en los países que conforman la costa de África oriental, donde la geografía además no ayuda, los han vuelto muy vulnerables a la actividad de las redes de narcotráfico. El estudio de S. Haysom, P. Gastrow y M. Shaw "The Heroine Coast: A Political Economy along the Eastern African Seaboard” hace referencia al hecho de que pequeños puertos e islas se están utilizando como puntos de desembarco para los traficantes de heroína que utilizan los “dhow”, pequeñas embarcaciones tradicionales de la zona, para traficar con drogas desde la costa de Makran hasta la costa africana.
Estos movimientos están en gran medida condicionados por los monzones, y son enmascarados por las actividades habituales de los antiguos pueblos pesqueros y el comercio lícito que utiliza esas mismas embarcaciones tradicionales procedentes de Asia. Además, el hándicap que supone su pequeño tamaño y su modo de navegar es a su vez su mayor ventaja, pues los hace casi indetectables e imposibles de controlar.
El tráfico de drogas a lo largo de las costas de la región de África oriental, desde Kismayo hasta Ciudad del Cabo, especialmente de heroína, ha sufrido un notable incremento y se ha arraigado en las comunidades locales como único medio de subsistencia. Estas redes suelen estar vinculadas a ciertas élites políticas corruptas que se aprovechan de la debilidad de las instituciones estatales, algo que desgraciadamente ya hemos visto en otras zonas del continente africano. El estudio explicita el sistema empleado en las rutas de tráfico de heroína de África oriental. En primer lugar, dhows de madera, aunque de mayor tamaño y a motor, son enviados desde África para ser cargados con remesas de entre cien y mil kilogramos en la costa de Makran, al sur de Pakistán. Los dhows regresan y fondean frente a la costa africana, en aguas internacionales, donde flotillas de pequeñas embarcaciones recogen la heroína y la transportan a diversas playas, calas o islas, o la descargan en pequeños puertos comerciales. La investigación revela que se utilizan docenas de estos lugares para desembarcar los envíos a lo largo de toda la costa oriental, desde el norte de Kismayo (Somalia) hasta Angoche (Mozambique). Hay que añadir que no hace falta ser un experto para imaginar donde se produce esa heroína y quien se está beneficiando de su producción y venta. Repetimos escenarios pasados.
Evidentemente, los grupos terroristas de la región no son ajenos a esta actividad. Y del mismo modo que sucede en la costa de África occidental, los tráficos ilícitos, en este caso el de heroína, no sólo es parte del entramado internacional de crimen organizado, sino que es un elemento fundamental a la hora de financiar la actividad de grupos terroristas.
A la luz de los hechos, y con la certeza del que el mismo patrón se repite en diferentes escenarios, se hace cada vez más urgente buscar una visión holística que trate las amenazas del narcotráfico, del crimen organizado y del terrorismo como un todo, pues lo que antes eran entramados independientes han evolucionado y los vasos comunicantes ya no son la excepción, sino la norma; visión que además no puede olvidar las acciones sobre aquellas comunidades que acaban siendo parte de esas redes como víctimas de su falta de esperanza y desarrollo. Solo negando la tierra donde se plantan estas redes semilla se podrá empezar a vislumbrar un éxito.