El equilibrio regional de América Latina en standby durante su maratón electoral

Ana Ferrandis Soler

Pie de foto: Expresión del expresidente peruano PKK en febrero tras conocer los sondeos negativos sobre su legislatura, en el que el rechazo a su mandato alcanzó niveles del 82%.

Pedro Pablo Kuczynski, presidente constitucional de la República del Perú, renunció a su cargo tras un año y siete meses cuando se hicieron públicos unos videos en los que presuntamente se demostraba que su campaña había sido financiada ilegalmente. Tras Fujimori, ya es el segundo presidente que dimite ante el atisbo de crisis política en el país. Este no es un caso aislado, el destino de América Latina es impredecible y actualmente es susceptible de provocar recelo e incertidumbre. Entre octubre de 2017 y diciembre de 2019 los ciudadanos de 14 países latinoamericanos, (entre ellos 4 países de Mercosur, y 3 de los 4 países de la Alianza del Pacífico).

Ello supone que más del 90% de la población latinoamericana irá a las urnas. Entre los países con elecciones pendientes, se encuentran las mayores economías de la región: Brasil, México, Colombia y Argentina, pero también Costa Rica (todavía pendiente de la segunda vuelta), Paraguay, Colombia, Venezuela e incluso Cuba. El Real Instituto Elcano analizó las claves que incidirán en este ciclo en su debate “El intenso ciclo electoral latinoamericano (2017-2019)” que tuvo lugar pasado lunes 19 de marzo en Madrid.

“Es un año de gran importancia, el más importante desde que América Latina recuperó la democracia” añadió Daniel Zovatto, ponente durante la jornada y director del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional).

Dentro del proceso tendrán dos cuestiones tendrán especial incidencia a la hora de inclinar el balance electoral: en primer lugar, la referida cuestión de la inseguridad ciudadana y también, la preocupación por la corrupción política (siendo este asunto, además, el tema principal de la próxima Cumbre de las Américas con celebración prevista en Lima los próximos 13 y 14 de abril).

El escenario de los próximos años será cada vez más difuso debido a la multiplicidad de elementos locales y regionales a tener en cuenta, y a la existencia de un cambio de tendencia hacia el predominio de la ideología de centroderecha, ya que en algunos países “la ideología de derecha ya no es tan evidente, y tiene más que ver con el pragmatismo” como aseguró Cristina Manzano, directora del think tank español esglobal. También, debido a las dificultades en el logro de consensos políticos para una gobernabilidad cada vez más complicada debido al desgaste de las figuras e instituciones de gobierno anteriores o “tradicionales” y a la fragmentación parlamentaria venidera.

En este contexto, es importante resaltar la tendencia de la llegada de nuevos perfiles al poder, como Macri en Argentina o Piñera en Chile, impulsados en gran parte por una emergente clase media y un crecimiento de la región insuficiente en relación a la media global (América Latina crece la mitad que los países emergentes y la tercera parte de lo que crecen China e India).

Ahora, muchos votantes potenciales priorizan la gestión económica a la política, mientras se produce la desaparición de liderazgos fuertes generalmente asociados a las estructuras tradicionales de poder y hacia el propio sistema hacia los que existe una desafección. Según el último Latinobarómetro, “sólo 53% de los latinoamericanos cree que el mejor sistema es la democracia”. Este rechazo a las estructuras tradicionales también impulsó las últimas victorias del evangelista Fabricio Alvarado en Costa Rica o la victoria de un actor, Jimmy Morales, en Guatemala en 2015.

Todo apunta a que los parlamentos estarán cada vez más fragmentados y los partidos tradicionales no aglutinan la mayoría debido a la pérdida de confianza en las estructuras tradicionales, por lo que existirán equilibrios complicados que dificultarán la gobernabilidad y las reformas necesarias para la región y desembocarán en el aumento de la abstención y el desencanto ciudadano.

Sin embargo, se necesitará lograr un consenso político para lograr cambios acelerados y disruptivos sobre ciertos temas y medidas integrales (más allá de la ya mencionada inseguridad y corrupción) como es el caso de la desigualdad existente debido al empleo informal y en algunos casos, sistemas educativos ineficientes. De lo contrario, será imposible abarcar una nueva agenda hacia una reforma fiscal o hacia cualquier opción de mejora de las políticas públicas.