Bajo el mango: Urbanización y desarrollo
Chema Caballero/mundonegro.com
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El fuerte crecimiento que experimentan muchas de las ciudades africanas parece que da pie a los más optimistas para hacer una conexión entre la urbanización y el crecimiento económico que esta puede generar y a los más pesimistas para recordar las bolsas de pobreza y barrios marginales que suelen acompañar a las grandes metrópolis del sur, sobre todo en Asia y Latinoamérica, y que no son ajenas al continente africano. Entremedias de las dos posturas yace una evidencia: los gobiernos africanos no están planificando el crecimiento de sus ciudades ni asumiendo la importancia que estas están adquiriendo, como tampoco las problemáticas que sus habitantes afrontan cada día. Esta negligencia está multiplicando los problemas y provocando la perdida de muchas oportunidades de transformación en el continente.
Distintos estudios afirman que al menos una docena de las principales ciudades africanas doblarán el número de sus habitantes antes de 2025. Además, para 2050 se prevé que el 70 por ciento de la población del continente viva en ciudades y no en zonas rurales.
En la actualidad, el crecimiento de las ciudades ya está produciendo dificultades en la gestión de residuos, el surgimiento de barrios marginales (slums), empeoramiento de la calidad del aire y del agua, insuficiencia de saneamiento, inundaciones y grandes masas de parados debido a la migración desde zonas rurales a los centros urbanos que, además, están mal equipados para recibirlos, y por las mismas tasas de natalidad de la población urbana. Todo esto se traduce en fuertes problemas sociales como la adquisición ilegal de terrenos para la construcción, terribles embotellamientos de tráfico, expansión urbana, riesgos para la salud, y crimen y violencia.
Las ciudades africanas se están convirtiendo en víctimas destacadas del cambio climático. Hace no mucho decíamos que África es, posiblemente, la zona del planeta más vulnerable a los devastadores efectos de este fenómeno. Miles de vidas humanas están en peligro por la reducción de tierras de cultivo, lo que acelerará el éxodo hacia las ciudades, y los problemas de acceso al agua, que se acrecientan en las urbes. Además, cada año son más y mayores las inundaciones que sufren muchas de las metrópolis del continente.
Hasta el momento, son pocos los gobiernos africanos que se han parado a considerar estas realidades y han integrado las problemáticas propias de las ciudades en sus agendas de desarrollo. Prefieren relegarlas a un segundo plano dejándolas en manos de los alcaldes o funcionariado municipal lo que origina grandes desconexiones con otros organismos del estado, sobre todo con los ministerios de finanzas que son los que tienen que sufragar los planes de desarrollo.
Financiar la infraestructura urbana no es barato; además, la forma en que se produce la expansión urbana en muchas partes de África, sin planes urbanísticos, hace que los costes aumenten. En repetidas ocasiones hemos hablado en estas páginas de la necesidad de invertir en infraestructuras en el continente y estas, evidentemente, también tienen que realizarse en las grandes ciudades para facilitar la vida de sus habitantes. En la actualidad, el gasto destinado es notoriamente insuficiente, como se aprecia a simple vista visitando cualquiera de estas ciudades: deficiente energética con continuos cortes de luz, transporte público escaso, grandes atascos, falta de suministro de agua, de servicios de limpieza, de recogida de basuras y su eliminación…
Al mismo tiempo, estas grandes urbes concentran gran parte de la economía del continente por lo que una mejor planificación y mayores inversiones ayudaría a aumentar beneficios. Actualmente, por ejemplo, el transporte es lento y costoso tanto para productores, como para trabajadores y consumidores. Evidentemente, esto debe cambiar. Una mejora en las redes de transporte incidiría en una mayor facilidad para hacer negocios, acercar productos del campo a la ciudad, abaratar costes…
La mayoría de los expertos coinciden en decir que las ciudades africanas necesitan planes estratégicos de crecimiento y desarrollo, que una mayor proporción de gasto público se destine a ellas y una mejora en el tema de la gobernanza y de la participación ciudadana a través de instituciones más fuertes. En muchos países los alcaldes todavía son designados por autoridades superiores y no elegidos democráticamente, muchos todavía invierten menos del 3 por ciento de su PIB en infraestructuras y la mayoría ignora a las ciudades secundarias, centrándose en las capitales.
Es por eso que los distintos gobiernos de África deben plantearse, tanto a nivel nacional como continental, cómo identificar los problemas de las ciudades y cómo coordinar la búsqueda de soluciones y la atención dada a estos, cómo financiar las infraestructuras que necesitan, cómo transformarlas en ejes económicos que produzcan riqueza al mismo tiempo que satisfagan las necesidades de sus habitantes y cómo desarrollar políticas urbanas inclusivas y sostenibles.
De la respuesta que se dé a temas como estos dependerá el que las urbes africanas se conviertan en motores de cambio y desarrollo económico y social, o en un lastre para el crecimiento del país.
Para algunos autores, la urbanización puede ser fuente de una transformación económica mucho más potente que otras medidas, por eso el desafío que tienen ante sí los gobiernos africanos es todavía mucho mayor. Al tiempo que las ciudades crecen aumentan las necesidades de servicios básicos de la población, lo cual representa grandes posibilidades de empleo, por empleo.
Sin embargo, como hemos visto, no se está prestando atención a esas necesidades, por eso podemos afirmar que la urbanización en África más que una oportunidad se está convirtiendo en una bomba de relojería debido a que los políticos del continente la ignoran y no planifican a largo plazo, no se plantean la financiación de los servicios básicos ni de las infraestructuras, no coordinan los diferentes niveles de gobierno ni con del sector privado, ni hacen un esfuerzo por mejorar la gobernanza democrática y mayor participación de los ciudadanos.