Nuevas estrategias de comunicación, necesarias para luchar contra la amenaza real de Daesh

Carmen Chato

En 2004 sale a la luz un documento en el que, bajo el título “Gestión del salvajismo”, su autor Abu Bakr Naji establece una estrategia bélica para la instalación definitiva de un Estado Islámico real. Una idea para consolidar el Califato en Siria y que parece seguir en su estrategia el Daesh en estos momentos, concepto debatido en la conferencia “Estrategias de comunicación frente al terrorismo yihadista” en organizada por Casa Árabe.

Daesh ha desarrollado una maquinaria de guerra bien engrasada, sustentada en  la propaganda y en el dominio de las comunicaciones. Con una de las mayores fuerzas de combate voluntarias desde la II Guerra Mundial, los viejos métodos de los servicios de inteligencia y fuerzas de combate se muestran obsoletos para adelantarse a los movimientos de Daesh. Una poderosa narrativa al servicio del yihadismo violento que radicaliza individuos y pone en jaque a sociedades que se debe atacar no sólo desde una perspectiva militar sino también con los mismos medios que utiliza el Daesh: las nuevas tecnologías de las información.

Alberto Fernández, excoordinador de Comunicaciones estratratégicas contra el terrorismo del Departamento de Estado de EE.UU., establece como un punto de inflexión en el desarrollo del Daesh el periodo comprendido entre 2011 y 2014. Una nueva etapa en la evolución del terrorismo yihadista que comienza con la muerte de Bin Laden, en mayo de 2011, y termina con la autoproclamación del Califato en junio de 2014. Tras desaparecer la cabeza visible de Al Qaeda, la respuesta ante los nuevos desafíos yihadistas fue lenta y confusa por parte de países como los Estados Unidos; suponiendo que la guerra contra el terrorismo que habían emprendido una década antes parecía llegar a su fin, consideraron como un problema ajeno el relevo que empezó a tomar Daesh.

Un cambio en el tablero de juego en el que entró una nueva variable que Fernández denomina como cibersalafismo. La peligrosa combinación de elementos tradicionales con el desarrollo de comunidades abiertas y accesibles, propiciada por la hiperconectividad de Internet, desemboca en una subcultura de la radicalización. Los mensajes lanzados por miembros del Daesh en este contexto a individuos que por diversos motivos se muestran abiertos a asimilar estas ideas se traducen en una lucha desigual para derrotarlo. El peligro de las ideas que disemina Daesh, fundamentalmente en la red, es un argumentario claro y fácil de asimilar y por este motivo la contranarrativa tradicional se muestra débil.

Daesh cuenta además con una red enorme de adeptos, de seguidores y de fanáticos que amplifican dicha propaganda con un volumen de mensajes propagandístico que se disemina de forma exponencial y a gran velocidad. Un veneno, tal y como calificó Alberto Fernández, cuyo único antídoto serían hechos concretos sobre terreno, tanto en la Red como en el teatro de operaciones clásico.

La llamada “propaganda del hashtag” que se establece en las redes sociales cambia la naturaleza propia de la guerra convencional, entrando de lleno en un enfrentamiento de nuevas dimensiones. Twitter, si bien se muestra como una herramienta para diseminar estos mensajes, también se perfila como una arma de contrapropaganda, que aunque no siempre es efectiva, puede cambiar la naturaleza del mensaje emitido tal y como hacen los métodos contra propagandísticos habituales.

La perspectiva europea y la lucha contra el Daesh

Tras los atentados de Paris perpetrados por Daesh, Francia ha activado por primera vez la cláusula de defensa mutua de la UE. Una declaración de solidaridad que los miembros del Club de los 28 aceptan con reticencias. De igual forma, no convence a todos por igual en la OTAN el activar el artículo 5 del Tratado de la Alianza. El problema radica en las distintas percepciones de los delitos de terrorismo o en la definición de grupo terrorista, además de las implicaciones geopolíticas diversas que cada uno de los países sustentan.

Barah Mikaïl, investigador senior de FRIDE, sostiene que un paso hacia respuestas más homogéneas y contundentes sería el acercar legislaciones en materia antiterrorista entre los Estados miembros de la Unión. El ejemplo de Francia, que añade disposiciones en el código penal para preservar la integridad del territorio nacional o de la República Francesa, se muestra como una forma de luchar contra la lacra del terrorismo a nivel doméstico pero, sostiene el investigador, el problema viene de nuevo cuando esto se intenta extrapolar a diversos contextos nacionales. Los derechos civiles y el respeto por los derechos humanos se consideran en ocasiones atacados cuando se trata de legislar en esta materia.