Celebrando el orgullo de la herencia hispana
Esther Pedraza/Tribuna de Salamanca
Pie de foto:Desfile por las calles de Nueva York con motivo del Día de la Hispanidad
Treinta y tres países del nuevo continente conmemoraron el V Centenario del Descubrimiento de América en la Expo de Sevilla, entre ellos los llamados bolivarianos y Argentina. Han pasado 23 años y el día de la Hispanidad se ha convertido en el día de la resistencia indígena o el día de la raza. Los alcaldes de Barcelona y Cádiz se avergüenzan de esta celebración y a Willy Toledo le ha dado una diarrea interminable a cuenta de la fecha. No hay espectáculo más terrible que la ignorancia en acción, que diría Goethe.
Ya ha pasado el día 12, ya hemos asistido al desfile de las fuerzas armadas y al de la fuerza que se escapa por la boca de tontos con título, con película o con escaño, que de todo hay. Mis delíricas y yo no somos muy patriotas porque hemos viajado. Lo que conlleva viajar es comprobar que lo que en un lugar es pecado en otro es sacramento, y esto nos permite observar los comportamientos con mucha distancia y poca pasión. Pero, por eso mismo, hay cosas que nos hacen estallar. Lo del genocidio indígena es una de ellas.
Dicen Ada Colau y Kichi que no hay nada que celebrar en nombre del sometimiento de un continente. No se ellos, yo tengo apellido de judío converso, corre por mis venas sangre árabe y probablemente sueva, o alana, que no he indagado. Vivo en un país al que han conquistado y masacrado un sinfín de pueblos y no me enfrento ni a los romanos de Roma por lo que le hicieron a Viriato, ni a los árabes de Arabia por lo que le hicieron a los cristianos. Pienso, como Ramón y Cajal, que el patriotismo es sólo una palabra que si se orienta al pasado es infecundo y vano, y si se orienta hacia el porvenir es fuerte y activo. Y que los pueblos de America llevan muchos siglos gobernándose solos y son responsables de todas las barbaridades que llevan cometiendo sus gobernantes, como lo fueron los indígenas de las propias.
Recordaba yo con mis amigas una historia que me contó la gran Nati Mistral una noche de confidencias. Nati adoraba Méjico. Había pasado en ese país muchos años de su vida sin que nadie pusiera ni quitara valor al hecho de que fuera española. Pero a finales de los ochenta empezó a notar cierta agresividad hacia la madre patria. “Pase tres meses, contaba, escuchando sin parar lo malos que éramos los españoles, las atrocidades que habíamos cometido con el pueblo azteca, lo que les habíamos robado. Un día, cansada de tanta paparrucha, me encaré con un tipo de apellido castellano y le dije: serían tus abuelos, porque los míos no se movieron de España”. Grande la Mistral. Había dado en el clavo.
Que yo sepa, mis antepasados tampoco se fueron a América a matar indígenas. Los que arremeten contra aquellos deberían saber que lo hacen contra su ADN, que quinientos años dan mucho de sí. Si quieren empezar de cero que renieguen del idioma, la religión y de toda la cultura que llevan siglos compartiendo, pero que dejen de buscar culpables en los contemporáneos y miren la historia con los ojos de la historia.
.Lo malo de la ignorancia es que va cogiendo fuerza a medida que se propaga y lo malo de los españoles es que estamos abiertos a dar por ciertas todas las maldades que nos echen encima sin cuestionarlas. “Es curioso, apunta Yolanda, que nosotros nos traguemos todo y los americanos tengan que poner freno a las barbaridades que dicen de nosotros. ¿Sabíais que el American Council of education tuvo que salir al paso del numeroso material educativo con sesgo antiespañol que había en sus universidades y advertir de que era engañoso? “. Bueno, nosotros en cambio financiamos EL DORADO, la película de Saura que costó mil millones de pesetas y en la que nos poníamos de vuelta y media a nosotros mismos, que en eso no tenemos rival.
¿Por qué no enseñan en las escuelas de dónde viene esa leyenda negra sobre España? Convendría que todos supiéramos que fueron primero los italianos, hartos de que les ganaran en batallas los aragoneses, y luego los alemanes, enemistados con el emperador Carlos, los activadores de la mala prensa contra nuestro país. Durante siglos España ganaba todas las batallas excepto la de la propaganda. Los enemigos, ayudados por la recién inventada imprenta, lucharon con la palabra y nos siguen venciendo.
“¡Cómo somos!, se carcajea Cristina. Mi hijo estudia en un colegio inglés y se asombra de que a los piratas como Drake los tengan por héroes mientras nosotros a los héroes les convertimos en villanos”.
¿Por qué no hay nada que celebrar el día 12 de octubre? ¿Por qué tenemos que seguir escuchando que nuestros conquistadores llevaron a cabo un genocidio indígena y esclavizaron a los indios, cuando no hay ni un solo documento que acredite estos hechos, más bien los contrarios?
El historiador norteamericano Philip Powell, que ha investigado sobre cientos de invenciones contra España, dice que el español es el único pueblo del mundo que ha asumido las mentiras, exageraciones e insultos de sus enemigos sin cuestionárselos. Nosotras nos los cuestionamos entre pincho de tortilla y jamón.
“En 2005 los argentinos se despertaron de su amor patrio acusando a los españoles de haber asesinado a 90 millones de indígenas –empieza Marta-. No creo que tan pocos pudieran con tantos, ni que tuvieran tantas flechas, arcabuces y armas para esa masacre. Pero hubo muchos que lo admitieron como exacto. De ahí al día de la raza ha pasado sólo una década, pero si seguimos admitiendo todas las barbaridades que nos echan encima, en un par de décadas mas Hitler será español”.
Ana, la historiadora del grupo, nos cuenta que Bartolomé de las Casas es el estandarte en el que todos los seguidores de esta teoría se apoyan, pero que tampoco es veraz lo que él contó: “La verdad es que murieron muchos, pero los culpables fueron los virus. La viruela diezmó a los indígenas del Perú, antes de que llegara Pizarro. La viruela la introdujo en América un esclavo negro en 1520, pero a España la trajeron los árabes en el 740, causando una gran mortandad en todo el Valle del Duero. Y ya más cerca de nuestros días, la gripe española se llevó por delante a treinta millones de europeos entre 1918 y 1919. Si nos ponemos a pedir cuentas, nos vamos a Atapuerca”.
No hay datos que corroboren la gran mentira del genocidio, máxime cuando tanto Isabel la Católica como el emperador Carlos V prohibieron que se esclavizara y se agraviara a los indígenas. “Imagina el mundo en el SVI, aquellos conquistadores pasando mil penurias en una nueva tierra donde tenían que labrar, construir edificios y someter a la naturaleza. Los holandeses, los ingleses o los portugueses tenían esclavos, pero a los españoles no se lo permitieron. Los indígenas trabajaban en penosas condiciones en las minas o en la construcción, pero como libres. Los reyes les otorgaron el mismo derecho que al resto de los cristianos. No creo que hubiera mucha diferencia entre un minero de León de la época y uno de Méjico. Ambos estarían explotados, mal pagados y maltratados, porque todos eran siervos en definitiva”.
No hay duda de que muchos de los conquistadores traspasaron la ley. A Algunos les deportaron y se les juzgó y condenó en la metrópoli por malas conductas. No tengo duda de que se cometieron tropelías, asesinatos y vejaciones. Tampoco tengo dudas de que igualmente se cometían aquí y de que se han cometido, siglos después, en buena parte del mundo, incluídos los países de América ya constituidos en estados libres. Pero me niego a seguir el camino que trazaron unos y que otros han ampliado para escarnio de nuestra historia.
Lo que está claro es que el 12 de octubre hay cosas que celebrar. Hay que celebrar el encuentro entre dos mundos, hay que celebrar que quinientos millones de personas, alejadas en tiempo y espacio, hablen la misma lengua y compartan la misma cultura. Hay que irse a Nueva York y bailar en la Quinta Avenida con colombianos, guatemaltecos y brasileños con orgullo de lo común y lo diverso. Los latinos de Estados Unidos no se contaminan de la propaganda bolivariana, miran al futuro con el lema de “celebrando con orgullo nuestra herencia hispana”, respetando, a fin de cuentas, su ADN.
“Patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero y nacionalismo cuando el odio por los demás es lo primero”, decía Charles de Gaulle. No hay duda de que hay muchos mas nacionalistas que patriotas y que yo desconozco el término para denominar a los que se odian a si mismos como pueblo. Tal vez Ada Colau, Willy Toledo o Kichi lo sepan. Que nos lo cuenten y, de paso, lean un poco.