El sueño de Raúl Castro

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: el presidente de Cuba, Raúl Castro, con la imagen de fondo de su hermano, el expresidente Fidel Castro.

Raúl Castro tiene un sueño. Sueña con una Cuba libre. Libre de injerencias extranjeras. En donde haya un crecimiento económico próspero y sostenido en el tiempo, fomentado por el intercambio de bienes y servicios con el mundo, por las empresas privadas, y por el turismo. En donde el único partido legítimo, el Partido Comunista (PC), vele por el bienestar de la población, para que esta no se contamine por el capitalismo occidental. En definitiva, Raúl Castro sueña con un sistema a la china. Si bien Cuba está muy lejos de lo que, en la actualidad, es la segunda potencia del mundo, cree que abrirse al mundo con condiciones, pueda llegar en un futuro a ser alguien. Aunque sea Vietnam. Si de lo que se trata es que el PC asegure su permanencia en el poder, pero, ante todo, su supervivencia.

Cuba no puede vivir de espaldas a la realidad del siglo XXI. Más aún cuando los gobiernos de izquierda de América Latina se van desmoronando. Además, la Venezuela de Maduro está lejos de parecerse a la del camarada Chávez. La crisis total que está enfrentando el país bolivarino, ya no supone una garantía para el “socialismo” cubano. Sabe que el Comunismo hay que adaptarlo a los nuevos tiempos. Y si de algo puede presumir el régimen Castro es de su capacidad para prever y anticiparse a los acontecimientos. La gradual y tímida diversificación de sus socios y la orientación de su economía hacia el mercado, han sido dos aspectos más que necesarios, imprescindibles, para hacer frente al embargo versus bloqueo –dependiendo de la perspectiva desde la que se mire - impuesto por Estados Unidos desde 1959, año de la Revolución cubana. Las reformas introducidas por Raúl Castro desde 2010 han estado orientadas a conferir cada vez mayor protagonismo a las empresas privadas, aunque en este sentido China ha sido un modelo a seguir. Las empresas privadas, al estilo cubano, están sometidas a un estricto control por parte del Estado, que es el que domina el sistema económico, y las compañías o los inversores extranjeros únicamente pueden penetrar en el mercado para operar conjuntamente con empresas estatales.

El cauteloso proceso de apertura económica ha culminado en 2014 con en el acercamiento tímido hacía Estados Unido, un hecho considerado histórico, que insufló la esperanza en que a partir de ese momento Cuba tomara el irremediable camino hacia la democracia.

Apertura y continuidad

No obstante, eso no entra dentro de los planes del Gobierno cubano. El optimismo del acercamiento no concuerda con el discurso interno que aún promueve el régimen, año y medio después del deshielo bilateral. Y esto ha quedado reflejado en el Informe Central al séptimo Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado entre 16 y 19 de abril, en el 58 aniversario de la Revolución. Presentado por Raúl Castro, el informe ha sido como un género de advertencia a Occidente, pero sobre todo a Estados Unidos, de que su postura light en materia económica no cambiaría las reglas de juego internas del país que sigue abogando por el status quo heredado del “legado martiano, el marxismo-leninismo, el pensamiento del Líder Histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, y la propia obra de la Revolución”. Por tanto, el líder cubano ha tratado de calmar las inquietudes manifestadas entre sus filas asegurando que la permisividad para con la propiedad privada en Cuba no quiere decir que el pueblo cubano dejará de ser el propietario de los “medios fundamentales de producción”, que seguirá siendo la principal forma de organización socioeconómica. Para más inri, Castro ha confesado que la mayor parte de los que trabajan en las empresas privadas de cualquier especie, son los “revolucionarios y patriotas”, como si de una especie de infiltrados se tratara, que vigilan contra las aspiraciones de “poderosas fuerzas externas” de minar la Revolución y el socialismo. De acuerdo, con el líder cubano, el empleo estatal ha disminuido del 81,2% en el 2010 a 70,8% en 2015, propiciado por la cada vez mayor presencia de los cubanos en el sector  privado. En este sentido, más de medio millón de cubanos están ya registrados como trabajadores autónomos.

Mientras el mundo entero aplaude la apertura de Cuba, su presidente, también Primer Secretario del Comité Central del PC y General del Ejército, proclamó ante más de mil delegados que participaron en el Congreso, la necesidad de extremar la alerta “hoy más que nunca” ante Estados Unidos que tiende la mano a Cuba, pero con el mismo proceder, que a lo largo de los últimos años ha utilizado con otras naciones, en sus pretensiones de “amoldar el mundo a su manera”. Así, las manifestaciones cada vez más comunes, y admitidas por las altas esferas cubanas, de fomentar los valores de la sociedad de consumo, así como de sembrar la división, apatía, desarraigo y falta de confianza en el PC, se enmarcarían dentro de una conspiración extranjera cuyo objetivo no es otro que minar el sistema socialista cubano.

Desde el último Congreso del PC, hace cinco años, el número de militantes ha disminuido de 800.000 a 670.000 actuales, hecho que reconoce y preocupa al partido, que sabe que cada vez resulta más tortuoso mantener la motivación entre sus filas, especialmente de las capas que Castro llama vulnerables; estos son los intelectuales, los jóvenes, los trabajadores del sector privado, y los ciudadanos de recursos materiales y económicos limitados. Por tanto, estos son el nuevo target de la Revolución, una minoría entre la que habrá que afianzar la cultura anticapitalista y antiimperialista que caracteriza el régimen a base de mayor disciplina, a la par que con argumentos, convicción y firmeza ante los ideales deshumanizantes del capitalismo caracterizadas por el egoísmo, el afán de lucro y el consumismo.

No obstante, a la vez que el discurso de Castro trató de transmitir un mensaje de tranquilidad entre las filas comunistas - algunos  melancólicos aún con la antigua URSS - al mismo tiempo trató de sondear entre el núcleo duro las bondades que, para la economía y el consiguiente desarrollo cubano, tendrían las normas que tratan de incentivar la inversión extranjera, sin que con ello se merme la soberanía del Estado y la autonomía de las empresas estatales. El presidente aseguró que “la introducción de las reglas de la oferta y la demanda no está reñida con el principio de la planificación”, y que ambos pueden perfectamente “convivir y complementarse”, sin afectar el objetivo fundamental de la Revolución. Pero la revolución económica que pretende implementar paulatinamente el régimen es sin tocar en absoluto los demás aspectos de la realidad cubana.

¿Democracia? ¿Derechos civiles? Cuba no necesita que alguien le diga qué es lo que tiene que hacer en esas materias. En el país, según la visión de los líderes comunistas, sí hay democracia. “Como expresábamos, aquí había tres organizaciones: 26 de Julio, el Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo. Podíamos haber hecho tres partidos”, destacó el presidente Raúl Castro. Una democracia genuina, fruto de la voluntad del pueblo, en donde se ha sacrificado el multipartidismo en pos de un partido único fuerte, capaz de garantizar la unidad de Cuba frente a amenazas y agresiones externas. Y para que el mundo vea la buena voluntad de Cuba, Raúl Castro anticipó en el Congreso su decisión de resignar el cargo como presidente en 2018, una vez que termine su mandato, aunque si se mantendrá otros cinco años en el puesto de secretario general en el PC, tras ser elegido por los delegados presentes en la cita quinquenal. Cambiar algo para no cambiar nada. Pero la voluntad del partido es la voluntad del pueblo.

En materia de derechos humanos, Raúl Castro a modo burlón, y pavoneado por las palabras del Papa tras su última escala en Cuba -“Si sigue así Cuba va a ser la capital de la unidad”- aseguró que su país sabe y respeta más que nadie estos derechos, y que a diferencia de Estados Unidos, que únicamente está adscrito a 18 Tratados y Convenciones, Cuba es parte de 44.

Relaciones con Estados Unidos

A pesar del acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, que tuvo su máxima expresión en el encuentro que los líderes de ambos países mantuvieron en diciembre de 2014, sigue reinando la desconfianza, sobre todo por parte de Cuba. En este sentido, tal como asegura el mandatario cubano, los propósitos de la primera potencia mundial siguen los mismos, lo que cambiaron son las formas. Explícitamente, los programas de cambiar el sistema político y social cubano siguen siendo una realidad que marcan las acciones de Estados Unidos, aunque mediante medios más sutiles, como el empleo de “métodos y tecnologías propias de la nueva doctrina de la guerra no convencional, especialmente en el terreno de la comunicación y la cultura”. Y esta estrategia se engloba dentro de una contraofensiva imperialista y oligárquica, en la visión de Castro, que se expande a través de la región de América Latina, especialmente en Venezuela, pero también en Bolivia, Ecuador y Brasil, en donde la crisis mundial que ha golpeado también a sus países está siendo aprovechada para proclamar reveses disfrazados de los gobiernos “revolucionarios y progresistas”, para dar paso al apocalíptico neoliberalismo.

La desconfianza expresada por Castro en su informe dejo paso a la crítica, al reprochar el bloqueo que aún se mantiene sobre Cuba, al mismo tiempo que exigió la devolución de la Base Naval de Guantánamo, ambas encaminadas por el presidente Barack Obama, pero que necesitarían finalmente el visto bueno en el Congreso norteamericano.

Y como si Cuba no necesitara de Estados Unidos para su buen desempeño, Castro presumió de la próxima firma del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación entre Cuba y la Unión Europea, lo que permitiría abrir el camino hacia el establecimiento de lazos bilaterales con los Estados Miembros europeos, así como del reciente acuerdo alcanzado con el Club de París que, a su vez, impulsaría la normalización de las relaciones con la comunidad financiera internacional, tal como asegura  el líder cubano.

Retos para la supervivencia

Todas las sesiones del VII Congreso del PC se realizaron a puerta cerrada y poco trascendieron las conversaciones mantenidas durante las sesiones que se prolongaron durante los casi cuatro días del evento. La clausura contó con una presencia inesperada. La del expresidente Fidel Castro que, visiblemente desgastado, compareció para expresar un discurso a modo de despedida. Una despedida tácita, desprendida de unas palabras que no dejó con los ojos secos a muchos. “Pronto cumpliré 90 años y seré ya como todos los demás. A todos nos llegará nuestro turno”, sentenció el líder de la Revolución cubana. Un discurso que hizo juego con el anuncio de su hermano que afirmó que el Congreso de este año fue el último dirigido por la así llamada generación histórica a la que pertenecen ambos.

A partir de este momento el futuro está en manos de las próximas generaciones, más jóvenes, y por ellas apuesta Cuba y el PC. Aunque, es una generación exigente y despierta que demanda acceso a la información, mayor participación política y cultural, y derechos sociales. El PC no puede dirigir impermeable a las demandas liberalizadoras,  a no ser que se haga con el beneplácito de la Sociedad Internacional, al estilo de China y Vietnam. No obstante, de su desempeño económico dependerá en gran parte de que esto sea posible. Una mayor inclusión económica de la sociedad civil y mayor prosperidad económica podrían garantizar la supervivencia del régimen comunista en la isla, pero la voluntad de los propios ciudadanos será clave para que esto no ocurra.