Ucrania y el Ejército ruso: primeras impresiones (II)

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.
En general, las lecciones extraídas en Occidente sobre el conflicto de Ucrania parten de considerar que las Fuerzas Armadas rusas tienen una doctrina similar a la nuestra. Sin embargo, muchas de las dificultades encontradas por las Fuerzas Armadas rusas en su ofensiva sobre Ucrania son consecuencia de decisiones doctrinales y organizativas adoptadas en el pasado. Es el caso de la Fuerza Aérea rusa. Por otra parte, los recientes combates en la zona del Donbás están tomando un carácter significativamente similar al de las batallas de los años finales de la Gran Guerra, ejecutadas con medios modernos. No obstante, este tipo de combate implica unos elevados consumos de armamento y munición que requieren unas exigencias logísticas e industriales difícilmente alcanzables por nuestras sociedades actuales.
Como en el caso del texto precedente, y empleando solo fuentes abiertas, este artículo pretende analizar someramente algunas de las actuaciones del Ejército ruso en el presente conflicto de Ucrania. El poco tiempo transcurrido y la relativamente escasa fiabilidad de la información disponible hacen muy difícil alcanzar conclusiones categóricas. Sin embargo, muchos de los desarrollos observados son coherentes con la historia doctrinal y organizativa soviético-rusa, por lo que ofrecen suficientes visos de verosimilitud. En este artículo comentaremos algunos de ellos.
La discreta actuación de la Fuerza Aérea rusa
Cada Ejército es, en gran medida, producto de su experiencia en combate. Y, en mi opinión, sin tener en cuenta ese factor es difícil comprender el poco airoso papel de la Fuerza Aérea rusa en el presente conflicto de Ucrania. En efecto, en Occidente es casi un dogma que el éxito de los combates en superficie exige un cierto grado de superioridad aérea1. Y, como consecuencia, al inicio de un conflicto, la Fuerza Aérea debe dedicarse a alcanzar esa superioridad aérea (idealmente, la «supremacía aérea»2). Una vez obtenida esta, el apoyo aéreo se convierte en un elemento fundamental para garantizar el éxito de las fuerzas que combaten en superficie, al tiempo que la Fuerza Aérea puede dedicarse a ejecutar una «campaña aérea», en el sentido descrito por John
A. Warden3, destruyendo elementos críticos para la ejecución de las tareas de mando y control del enemigo o atacando elementos esenciales de su industria y su infraestructura.
Estas ideas doctrinales occidentales nacen fundamentalmente de la experiencia de los aliados y los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial (SGM). En los primeros años de este conflicto, la Luftwaffe fue el elemento clave que permitió las resonantes victorias alemanas en Polonia o Francia… Y, por el lado aliado, la abundancia de medios aéreos permitió compensar con ventaja la superioridad doctrinal y táctica que, en el campo de la guerra de maniobra caracterizaba a la Wehrmacht, lo que se convirtió en uno de los elementos fundamentales de la victoria aliada.
En contraste, la experiencia soviética de la SGM es notoriamente distinta en el campo de las operaciones aéreas. En realidad, pese a su abundancia de medios, la Fuerza Aérea Roja nunca fue capaz de alcanzar la «supremacía aérea» de la que disfrutaron los aliados occidentales en el conflicto4. Y, pese a ello, el Ejército Rojo fue capaz de alcanzar la victoria frente al grueso de la Wehrmacht… En realidad, la victoria soviética se debió fundamentalmente a la enorme superioridad de los medios terrestres (carros, artillería de campaña, infantería…) de la que disfrutó el Ejército Rojo a partir del otoño de 1941. La Fuerza Aérea Roja se concebía como un apoyo al Ejército Rojo con la finalidad de neutralizar la acción de la Luftwaffe en la zona del frente donde las tropas terrestres realizaban su esfuerzo principal y proporcionar apoyo de fuegos (en general, limitado a la interdicción aérea) en el marco de la batalla terrestre. Como era costumbre en la época, la Fuerza Aérea Roja se dividía en unidades aéreas subordinadas a cada uno de los «frentes» (grandes unidades ejércitos) del Ejército Rojo. Estas unidades aéreas estaban completamente subordinadas al «frente» al que estaban asignadas y combatían en su beneficio… En realidad, era la misma forma de combatir de la Luftwaffe, pero también de la Royal Air Force o de los U.S. Army Air Corps… Sin embargo, la enorme extensión del campo de batalla, la menor calidad de sus aviones y el limitado entrenamiento de sus pilotos hizo que la Fuerza Aérea Roja nunca fuese capaz de expulsar a la Luftwaffe del campo de batalla. A cambio, la potente artillería soviética hacía menos necesario el apoyo aéreo, al tiempo que la escasa densidad de ocupación del terreno de las Fuerzas Terrestres alemanas, su exigua artillería de campaña y su composición basada en unidades a pie o a caballo hacían que la interdicción aérea fuese también menos eficaz y necesaria… Esto no quiere decir que los soviéticos considerasen innecesaria la superioridad aérea, pero, dadas las capacidades de la Fuerza Aérea Roja, simplemente hicieron de la necesidad virtud y ajustaron su doctrina y sus medios a su realidad sobre el campo de batalla.
Durante la Guerra Fría, las Fuerzas Aéreas occidentales fueron evolucionando, fundamentalmente impulsadas por los desarrollos de la USAF. Así, tras la experiencia de Vietnam, la USAF consiguió algo nuevo en ese momento: la unificación de todos los medios aéreos de un teatro de operaciones bajo un único mando, el «Mando Componente Aéreo», capaz de gestionar todas las operaciones aéreas mediante la confección diaria de dos potentes herramientas de C2: la Air Tasking Order (ATO)5 y la Airspace Coordination Order (ACO)6. Este sistema tuvo su «bautismo de fuego» en la guerra del Golfo de 1991 y es el elemento central del concepto de Combined Joint Task Forces7 de la OTAN. Así, en el ámbito occidental, todo el «poder aéreo» actúa como una sola unidad y, en general, su primera misión es la de alcanzar la superioridad aérea sobre el teatro de operaciones.
Por su parte, pese a sus esfuerzos, los soviéticos no pudieron crear una Fuerza Aérea capaz de rivalizar con las de la OTAN: su tecnología en determinados campos clave siempre estuvo por detrás de la occidental. El pobre desempeño de los MiG-15, MiG-17, MiG-19, MiG-21, etcétera, en la guerra de Corea, en las guerras árabe-israelíes8 o en Vietnam revelaba claramente esa inferioridad. Como consecuencia de ella, los soviéticos asumieron que, en caso de un conflicto con la OTAN, tendrían que combatir sin superioridad aérea. No era una situación nueva para ellos: lo habían hecho contra la Wehrmacht y habían vencido… En consecuencia, los soviéticos concentraron sus esfuerzos en dotarse de una potente artillería antiaérea, combinando múltiples sistemas con tecnologías y características distintas, que les permitiese neutralizar la prevista superioridad aérea de la OTAN. Por otra parte, la centralización de los medios aéreos llevada a cabo en el seno de la OTAN era, desde el punto de vista técnico, difícilmente replicable para los soviéticos: la confección de ATO y ACO para miles de plataformas aéreas solo era posible empleando masivamente ordenadores, precisamente uno de los campos en los que los soviéticos andaban más retrasados con respecto a la OTAN. La caída de la Unión Soviética terminó abruptamente con cualquier posible evolución hacia el modelo de la OTAN.
Posteriormente, ya en tiempos de Putin, la Fuerza Aérea rusa intentó evolucionar hacia el modelo occidental: en efecto, la disponibilidad de ordenadores en el mercado civil hacía que fuese posible imitar el modelo de Fuerza Aérea occidental, que tan exitoso había resultado en el golfo Pérsico en 1991 y 2003, en Kosovo en 1999 o en Libia en 2011. Sin embargo, además de la constitución de elementos de mando y control capaces de imitar el sistema de ATO y ACO, esta transformación implicaba necesariamente retirar a las grandes unidades terrestres sus medios aéreos…, y los abundantes créditos ligados a ellos. En cualquier caso, los jefes de las grandes unidades terrestres del Ejército Rojo se opusieron enérgicamente a esa centralización y la consiguiente lucha interna se saldó en 2017 con el cese del general Bondarev como jefe de la Fuerza Aérea rusa y su sustitución por el general Surovkin, oficial procedente del Arma de Infantería y sin relación especial con la Fuerza Aérea9. El general Surovkin procedió a disolver los órganos de C2 creados por su predecesor y a anular la centralización prevista de las unidades aéreas: la Fuerza Aérea rusa permanecería, a efectos prácticos, en el modelo de la SGM. Como consecuencia de esta contrarreforma, la Fuerza Aérea rusa, a efectos prácticos, carece de la capacidad de ejecutar una campaña aérea integrada al estilo OTAN: ni dispone de las estructuras ni de los procedimientos necesarios, ni tiene experiencia en ello.
Tras esta breve introducción histórica, parece evidente que muchas de las carencias que la Fuerza Aérea rusa ha mostrado en Ucrania nacen precisamente de su modelo organizativo y de sus tendencias doctrinales. Así, una de las críticas más frecuentes se refiere a su incapacidad para destruir a la inferior Fuerza Aérea ucraniana. Sin embargo, la Fuerza Aérea rusa tiene una muy escasa tradición en el intento de alcanzar el dominio del aire en todo un teatro de operaciones, y cada unidad aérea se centra en el reducido sector de la gran unidad terrestre a la que apoya. En realidad, la división de la Fuerza Aérea rusa entre las grandes unidades terrestres de su Ejército hace que, en la práctica, no haya una sola Fuerza Aérea rusa, sino un conjunto de pequeñas fuerzas aéreas independientes que realizan operaciones sin coordinación entre ellas. De esta manera, es perfectamente posible que en el sector de una gran unidad terrestre haya necesidad de más aviones de caza o de más bombarderos, mientras que en el sector contiguo haya aviones sin misiones que ejecutar. Lógicamente, el resultado está muy lejos del potencial teórico del conjunto de la Fuerza Aérea rusa.
La descentralización de la Fuerza Aérea rusa buscaba una mejor coordinación con las fuerzas terrestres y un menor tiempo de reacción a las necesidades del combate en la superficie. Sin embargo, como comentábamos en el artículo anterior, la prácticamente nula activación —al menos, inicial— de los PC de las unidades de defensa antiaérea hace que la artillería antiaérea rusa no esté integrada en el sistema de defensa aérea, es decir, que los sistemas antiaéreos rusos disponen de una capacidad muy escasa para diferenciar entre aviones propios y aviones adversarios. Este problema es mayor por el gran alcance de muchos de los sistemas antiaéreos rusos, cuya acción repercute sobre el espacio aéreo de grandes unidades adyacentes. Como cada Fuerza Aérea es relativamente independiente, los procedimientos de coordinación son muy escasos, lo que aumenta el riesgo de fratricidio. A esto se añade la mala calidad de las transmisiones rusas, que hacen aún más difícil esta coordinación. La consecuencia de todo ello es que los aviones rusos corren un serio peligro cuando vuelan dentro de la zona de acción de su propia artillería antiaérea, por lo que, consecuentemente, no son muy propensos a hacerlo.
La escasez de municiones guiadas es otro factor que ha limitado la actuación de la Fuerza Aérea rusa y que, aparentemente, la limitará aún más en el futuro10. Esta escasez obliga a los aviones rusos a emplear municiones sin guiado, lo que implica volar muy bajo para tener un mínimo de precisión y, de esta forma, entrar dentro del alcance de los misiles de guía infrarroja, como los Strela o los Stinger. Estos misiles resultan prácticamente indetectables hasta que no son lanzados y su corto tiempo de vuelo los hace muy peligrosos para sus posibles objetivos.
Las operaciones terrestres rusas
Una de las críticas que hacíamos al Ejército ruso en nuestro anterior artículo se refería a la dispersión de sus escasas fuerzas. En este sentido, parece que los rusos han corregido ese defecto, reduciendo los objetivos para concentrar sus fuerzas en el Donbás. Este objetivo, mucho más modesto que el inicial, permite al Ejército ruso alcanzar la superioridad local de fuerzas frente a los defensores ucranianos.
Otra de las características más destacadas es el regreso a las tácticas de combate «ortodoxas»: en efecto, el Ejército ruso y el ucraniano combaten en el Donbás una guerra con muchos más puntos en común con el frente occidental de la Primera Guerra Mundial (PGM) de lo que parecía posible hace pocos meses. Las trincheras y los largos bombardeos de artillería de campaña que preceden a los asaltos nos devuelven en realidad a 1916. Sin embargo, este es un tipo de combate que favorece siempre al bando industrialmente más poderoso, lo que implica que, sin un apoyo occidental muy superior al actual, en el largo plazo la balanza podría inclinarse del lado ruso. Pese a esta similitud con 1916, hoy en el Donbás se emplean con profusión medios del siglo XXI: rusos y ucranianos emplean drones y radares para localizar blancos para su artillería, aprovechan las capacidades de OSINT disponibles (satélites de observación e información sobre la posición de terminales de telefonía móvil proporcionadas por la red GSM ucraniana) para determinar la posición de las fuerzas enemigas y batirlas con artillería o drones y, en el caso de los ucranianos, apoyan su sistema de mando y control sobre los satélites de la red Starlink11, mientras que los rusos, ante la baja calidad de sus transmisiones de radio, se ven forzados a recurrir al empleo de telefonía GSM, lo que los hace muy vulnerables (es una de las razones que explica el elevado número de bajas entre los generales rusos: los ucranianos son capaces de detectar los móviles que emplean, identificar al usuario y, si entran en el alcance de sus medios de fuego, batirlos).
Los rusos han comenzado a desplegar abundantes medios de guerra electrónica (EW). Hasta ahora, y como los demás apoyos de brigada, división o ejército, las unidades de EW se encontraban muy limitadas de personal, lo que las dejaba prácticamente inoperativas. Sin embargo, el amplio uso de los drones por parte de los ucranianos ha hecho que los rusos reconsideren su decisión y desplieguen sus eficaces medios de EW en los combates del Donbás. Esto disminuye en gran medida la eficacia de los drones ucranianos12.
Ucrania se enfrenta además a otros problemas: al inicio de la guerra, sus medios eran esencialmente exsoviéticos, más o menos modernizados. Sin embargo, su capacidad de producción de munición para este tipo de armas ya era reducida entonces, y lo es aún más tras el ataque ruso. La industria occidental —con escasísimas excepciones— no es capaz de fabricar ese tipo de munición. Como consecuencia, Ucrania se enfrenta a una verdadera «crisis de municiones», otro paralelismo con la PGM. Por ello, Ucrania se ve forzada a confiar crecientemente en el empleo de artillería de campaña de origen occidental y calibre 155 mm (como los obuses M-777 norteamericanos y canadienses o los CAESAR franceses), en lugar de en los calibres 152 mm, 122 mm o 130 mm de los sistemas heredados de la Unión Soviética. Sin embargo, tampoco tiene Occidente hoy la capacidad de producir munición de artillería en las cantidades que pide Kiev (se habla de consumos de 10.000 proyectiles de artillería por día). En el año 2001, Estados Unidos podía producir unos 283.000 proyectiles al año13, mientras que la capacidad remanente en Europa o en Corea del Sur es meramente testimonial. Es decir, las capacidades artilleras de Ucrania se verán inevitablemente reducidas.
Otro factor importante es la capacidad occidental de suministrar municiones avanzadas y costosas, como los misiles Javelin o NLAW, a un Ejército, el ucraniano, cuya disciplina de fuegos es reducida (cosa, por otra parte, lógica, dado su limitado adiestramiento). Hay informes de soldados ucranianos haciendo fuego con este tipo de armas a vehículos no blindados o incluso a fortificaciones de campaña, lo que constituye un desperdicio de municiones muy caras, complejas y escasas. En cualquier caso, el gasto de estas municiones por parte de los ucranianos también excede con mucho nuestra capacidad actual para producirlas.
Esta situación afecta también a Rusia: se desconocen sus capacidades de producción de proyectiles de artillería, pero, previsiblemente, serán insuficientes para cubrir sus consumos a largo plazo (el Ejército ruso consume incluso más proyectiles que el ucraniano). Rusia dispone de los stocks de la antigua Unión Soviética, bastante nutridos, aunque se trata de munición con casi cuarenta años, y almacenada, en general, en condiciones poco adecuadas. Es previsible, por tanto, que el fuego artillero ruso sea poco preciso y que no pocos de los disparos se queden cortos de alcance, lo que reduciría la eficacia de su artillería. En cualquier caso, la crisis de munición acabará alcanzando a las fuerzas rusas.
Así, en gran medida, vemos hoy un retorno a la PGM, en la que, a partir de 1916, el municionamiento de artillería condicionaba completamente la capacidad combativa de los Ejércitos.
La logística rusa sigue siendo deficiente: cada gran unidad ejército sigue abasteciéndose desde su base en tiempo de paz, no hay un sistema logístico centralizado. Estas limitaciones se reflejan en el lento avance en el Donbás, donde además el tipo de combate —basado en el fuego de artillería— es logísticamente muy exigente. Las fuerzas rusas se ven obligadas a realizar frecuentes pausas operacionales de hasta 48 horas para reunir recursos para continuar sus avances. En ocasiones, estas pausas forzadas han sido aprovechadas por los ucranianos para realizar contraataques. Por otra parte, en esta situación, las deficiencias logísticas del Ejército ruso y la dependencia en el diseño de sus maniobras de los trazados del ferrocarril se agudizarán.
La organización de tiempo de paz del Ejército ruso también ha tenido algunas consecuencias tácticas de relevancia: si se decía de Afganistán que era «la guerra de los capitanes y los tenientes», aludiendo a que la mayoría de los combates se producía a escala de compañías o secciones, la de Ucrania está siendo la «guerra de los tenientes coroneles». En efecto, aunque el Ejército ruso tenía nominalmente brigadas y divisiones, en la práctica cada brigada disponía de uno o dos BTG, mientras que las divisiones eran poco más que un conjunto de brigadas, con su núcleo de tropas divisionario prácticamente desmantelado por falta de personal14. Lógicamente, esto ha tenido efectos perversos: cada nivel de mando en combate asume una serie de cometidos específicos, que podemos resumir muy brevemente como que la brigada ejecuta el combate próximo, la división crea las circunstancias para que el combate de las brigadas se realice en condiciones de superioridad sobre el enemigo (por ejemplo, la contrabatería es responsabilidad del nivel división) y el cuerpo de ejército conforma el campo de batalla y lo aísla de posibles refuerzos enemigos15. Sin embargo, al desaparecer en la práctica estos escalones de mando, los BTG han asumido el papel de pequeñas brigadas — demasiado pequeñas, en realidad—, la división está generalmente ausente y el nivel cuerpo de ejército —«Ejército» en la denominación rusa— carece de medios para realizar sus misiones, pues las unidades de los apoyos de división y ejército estaban en una prioridad muy baja de cobertura de personal profesional, y además la necesidad de planear para los muchos BTG subordinados directamente a las grandes unidades ejércitos satura su capacidad de planeamiento. Así, la artillería rusa se centra en apoyar los avances de su infantería, mientras que los tímidos intentos de aislamiento del campo de batalla se han ejecutado principalmente con misiles guiados. La consecuencia de todo ello es que la responsabilidad de los combates ha recaído casi exclusivamente en el nivel BTG, lo que explica también la frecuente presencia de generales rusos en la vanguardia: es difícil pensar que un general jefe de una brigada reducida a un solo BTG (el caso más habitual en el Ejército ruso), viendo que una operación no sale como estaba planeada, se resista a intentar retomar el mando de su brigada (de su BTG, en realidad) para dar a la operación el impulso correspondiente. Y algo similar puede decirse de los niveles de mando superiores a la brigada.
Otra novedad con respecto a los primeros compases del conflicto es el cambio de actitud de las tropas rusas con respecto a la población civil ucraniana. La matanza de Bucha es el episodio más conocido, pero ciertamente no el único. Sin embargo, es difícil pensar que la aplicación sistemática del terror en violación del derecho de los conflictos armados sea una política planeada y dirigida desde Moscú. Es cierto que, históricamente, los Ejércitos demasiado pequeños para sus misiones han empleado deliberadamente el terror como forma de evitar dedicar tropas al control de la población civil (el caso de los alemanes en Bélgica en 1914, por ejemplo)16. Sin embargo, el caso de Bucha y muchos otros de los que han aparecido en los medios de comunicación no responden a este patrón, sino que parecen represalias que se han producido cuando las tropas rusas se han visto forzadas a retirarse. En mi opinión, este tipo de episodios tiene como origen una de las debilidades citadas del Ejército ruso: la falta de mandos subalternos. En efecto, de la misma manera que han ido apareciendo vídeos que muestran graves errores tácticos en las pequeñas unidades rusas (vehículos demasiado juntos, mala reacción ante las emboscadas, movimientos sin asegurar flancos…), claramente consecuencia de un liderazgo deficiente de los jefes de escuadra, pelotón, sección o compañía, la falta de competencia de estos escalones fundamentales se traduce, en general, en la incapacidad de controlar a las tropas, especialmente en situaciones complejas, con bajas abundantes y en el seno de una población civil percibida como hostil.
Un caso interesante es el de la isla de las Serpientes, tomada al inicio del conflicto por las fuerzas rusas. Sin embargo, su proximidad a la costa ucraniana y el fracaso ruso en la toma de Odesa y de la costa próxima, junto con la creciente disponibilidad ucraniana de determinados sistemas de armas (fundamentalmente, de misiles antibuques, pero también de sistemas antiaéreos de largo alcance S-300 y drones armados), hacen que la permanencia o el reabastecimiento de las tropas rusas en la isla sea muy complejo y costoso. En realidad, los ucranianos han establecido un dispositivo A2/AD dentro de cuyo alcance se encuentra la isla y, como prueban las pérdidas rusas, la permanencia en esta isla es cada vez más costosa. Es el efecto area denial. La falta de medios aeronavales rusos dificultará el desmantelamiento del A2/AD ucraniano en la zona, lo que hará cada vez más complicada la ocupación rusa de la isla.
Conclusiones
Pese a todo lo explicado, el Ejército ruso avanza lentamente en la zona del Donbás y ha corregido muchos de sus errores iniciales. No obstante, otros errores se derivan de causas profundas (los mencionados problemas de la Fuerza Aérea, la rigidez «cultural» de su mando y control, la carencia práctica de otros niveles de mando fuera de los BTG, la falta de mandos subalternos…) y tienen una solución mucho más compleja. Sin embargo, es lógico pensar que la capacidad militar rusa, en ausencia de una derrota contundente —que no parece probable—, irá mejorando poco a poco.
Históricamente, el tipo de combate que se ejecuta ahora en el Donbás asegura la victoria al bando capaz de desplegar sobre el campo de batalla una mayor potencia de fuego (artillería y sus municiones) y, salvo que Occidente realice un mayor esfuerzo, el escenario actual favorece a Rusia.
No obstante, las pérdidas rusas son numerosas y difíciles de reponer (ya se ha ordenado poner en situación de combate a los terceros batallones de las brigadas, batallones destinados en tiempo de paz a encuadrar reclutas, y vemos vídeos de vetustos carros T- 62 entrando en combate), lo que indica que la situación de personal y de material del Ejército ruso es muy apurada. No obstante, sin una movilización es poco probable que esos terceros batallones puedan desplegarse nunca: la mayoría de su personal ya se integró en los otros batallones de su brigada al inicio de la campaña o posteriormente para cubrir bajas. De la misma forma, el recurso a la activación de T-62 indica que las existencias rusas de material también están llegando a su fin. En consecuencia, incluso si la operación sobre el Donbás tiene éxito, la capacidad rusa para ejecutar nuevas operaciones ofensivas parece muy cuestionable.
En cuanto a Ucrania, es dudoso que un Ejército sin experiencia sea capaz de emprender operaciones ofensivas con éxito a gran escala, incluso si Occidente fuese capaz de proporcionarle suficientes armas y municiones (lo que no parece probable). Las operaciones ofensivas requieren un nivel de coordinación y de integración de los apoyos muy, muy elevado, que en principio parece fuera del alcance del Ejército ucraniano. No obstante, sería posible alguna ofensiva limitada en sectores secundarios, debilitados por la concentración de medios rusos en el frente del Donbás. Esta sería una buena forma de comprobar las capacidades ofensivas reales de los ucranianos.
En conjunto, parece que nos dirigimos hacia una situación de estabilización de los frentes, aunque sin excluir ganancias de terreno puntuales en el caso de realizarse con éxito alguna operación de carácter local.
Carlos Javier Frías Sánchez*
General de Brigada del Ejército de Tierra (Artillería)
Bibliografía
1 «Ese grado de dominio en la batalla aérea de una fuerza sobre otra que permite la conducción de operaciones por parte de la primera y de sus fuerzas terrestres, marítimas y aéreas en un momento y lugar determinados, sin interferencias prohibitivas de la fuerza contraria» (OTAN. AAP-06: NATO glossary of terms and definitions [English and French]. 2013, p. 2-A-11).
2 «Ese grado de superioridad aérea en el que la fuerza aérea contraria es incapaz de una interferencia efectiva»
(Idem).
3 WARDEN, John A. The Air Campaign: Planning for Combat. National Defense University Press, Washington, 1988.
4 GLANTZ, David M. y HOUSE, Jonathan M. When Titans Clashed: How the Red Army Stopped Hitler (Modern War Studies). University Press of Kansas, Kansas City, 2015.
5 «Método utilizado para asignar y difundir a los componentes, unidades subordinadas y organismos de mando y control las salidas, capacidades y/o fuerzas proyectadas a objetivos y misiones específicas» (U.S. JOINT CHIEFS OF STAFF. Joint Publication 1-02: Department of Defense Dictionary of Military and Associated Terms. 2010, p. 11).
6 «Una orden de aplicación del plan de control del espacio aéreo que proporciona los detalles de las solicitudes aprobadas de medidas de coordinación del espacio aéreo» (Ibid, p. 9).
7 Aprobado en la Cumbre de Bruselas de 1994 (OTAN. «The Combined Joint Task Forces Concept». 1994. Disponible en: 16cjtf.pdf (nato.int)).
8 BAR-ON, Mordechai. A Never-ending Conflict: A Guide to Israeli Military History. Stackpole Books, Mechanicsburg, 2006.
9 NOËL, Jean-Christophe. «Quelle campaigne aérienne au-dessus de l’Ukraine?». IFRI, París, 31 de marzo de 2022, p. 9. Disponible en: Quelle campagne aérienne au-dessus de l'Ukraine ? Premiers éléments de réflexion (ifri.org)
10 LUZIN, Pavel. «Russian Challenges in Missile Resupply», Eurasia Daily Monitor, vol. 19, n.o 90. 16 de junio de 2022. Disponible en: Russian Challenges in Missile Resupply - Jamestown
11 CARVAJAL, Chema. «El efecto en la guerra de Starlink de Elon Musk ha sido devastador, según el Ejército americano», Computer Hoy. 10 de junio de 2022. Disponible en: El efecto en la guerra de Starlink de Elon Musk ha sido devastador, según el ejército americano | Tecnología - ComputerHoy.com
12 STASHEVSKYI, Oleksandr y BAJAK, Frank. «Deadly secret: Electronic warfare shapes Russia-Ukraine war», AP News. 4 de junio de 2022. Disponible en: Deadly secret: Electronic warfare shapes Russia-Ukraine war | AP News
13 HIX, Michael W. et al. Rethinking Governance of the Army’s Arsenals and Ammunition Plants. RAND Corp., Santa Monica, 2003, p. 225.
14 KOFMAN, Michael y LEE, Rob. «Not Built For Purpose: The Russian Military’s Ill-Fated Force Design», War on the Rocks. 2 de junio de 2022. Disponible en: Not Built for Purpose: The Russian Military’s Ill-Fated Force Design - War on the Rocks
15 FRÍAS SÁNCHEZ, Carlos Javier. «Las grandes unidades y el combate interarmas», Revista Ejército, n.º 962. Junio de 2021, pp. 28-35.