Indonesia, el gigante tranquilo del Indopacífico reclama protagonismo
- Introducción
- ¿Quién es Prabowo Subianto?
- Giro político
- Continuidad económica y traslado de la capital a Borneo
- Política exterior
- Desafíos para Washington
- Controvertido acercamiento a China
- Conclusiones
Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.
Indonesia, principal economía del sureste asiático y la tercera democracia más grande del planeta, reclama mayor protagonismo en la región Indopacífico. Tras una década de modernización social y económica impulsada por su presidente, Joko Widodo, el país de más de 17.000 islas apuesta por proseguir su desarrollo con el fin de erigirse en una de las cuatro economías más grandes del mundo, junto a India, China y Estados Unidos, para el 2045, cuando se celebre el centenario de su independencia. Para alcanzar esta meta, los indonesios eligieron en febrero como presidente a Prabowo Subianto, un exgeneral del ejército indonesio y ministro de Defensa con Joko Widodo. Figura controvertida por su pasado militar, se espera que mantenga la política de neutralidad que ha caracterizado a Indonesia hasta ahora y que sea capaz de compaginar unas equilibradas relaciones con Estados Unidos y China, que luchan por el control del Indo- Pacífico, con el ascenso de Indonesia como potencia regional.
Introducción
Indonesia posiblemente sea el país más importante del planeta que la gente suele pasar por alto. Habría que trasladarse a la década de los años noventa del siglo pasado para encontrar noticias que situaban a la economía o la política de este país del sureste asiático en el centro de la atención mundial. Fue concretamente en 1997, cuando la crisis financiera asiática iniciada en Tailandia sacudió los cimientos de una economía indonesia poco preparada para enfrentar una situación de extrema volatilidad. Fueron unos meses en que la debilidad del sistema financiero del país, la caída de la rupia y la espiral de precios de los alimentos propiciaron un clima de protestas generalizado en todo el país, que culminó en mayo de 1998 con la caída de la dictadura de Suharto tras treinta y dos años en el poder.
Ahora, veinticinco años después, Indonesia se asoma de nuevo a la escena internacional, sin estridencias pero con paso firme. Rico en petróleo, gas y otros recursos naturales, así como una situación geoestratégica clave ante el pulso que mantienen China y Estados Unidos por el liderazgo mundial, sugieren que este país del sureste asiático lleva camino de erigirse en una nueva potencia regional. Un estatus avalado por el hecho de que este país, formado por más de 17.000 islas, tiene bajo control las aguas de los océanos Índico y Pacífico por donde transitan las principales rutas marítimas del comercio internacional. Una coyuntura a la que se suma el hecho de constituir la tercera mayor democracia del mundo, con una población de 277 millones de habitantes, y el mayor estado musulmán del planeta, ya que el 88 por ciento de dicha población profesa la fe musulmana.
Este ascenso silencioso de Indonesia durante la última década tiene su origen en la gestión desarrollada por su presidente Joko Widodo, conocido popularmente como Jokowi, quien ha impulsado la modernización social y económica del país y lo ha situado en la vía para que su influencia internacional aumente de forma significativa en los próximos veinte años. Actualmente, ya es la primera economía del sureste asiático, el sexto mercado emergente más grande por su producto interior bruto (PIB) y el país con una economía de más de mil millones de dólares que ha crecido más rápido en la última década, a excepción de India y China. Una situación impulsada por las exportaciones de petróleo y gas natural, así como por la explotación del aceite de palma y de las principales reservas mundiales de níquel, una materia prima que convierte a Indonesia en un eslabón clave en las cadenas de suministro de vehículos eléctricos.
Un panorama, en definitiva, que otorga un protagonismo superior al esperado al vencedor de las elecciones presidenciales que se celebraron el pasado 14 de febrero, Prabowo Subianto. A este exgeneral le corresponderá a partir de octubre, cuando tome posesión de su cargo, dirigir el destino de Indonesia en los próximos años. Una etapa en la que el mayor archipiélago del mundo podría convertirse en una de las diez mayores economías del planeta, aunque para ello, Prabowo deberá superar los enormes desafíos, internos y externos, que enfrenta el país.
¿Quién es Prabowo Subianto?
La realidad es que la victoria electoral de Prabowo Subianto, con un 58 por ciento de los votos, aunque esperada ha despertado inquietud en buena parte de la sociedad indonesia, que teme que se tuerza la trayectoria democrática del país debido a un posible aumento de la influencia de las fuerzas armadas, tanto a nivel nacional como internacional. Una preocupación que se fundamenta en el hecho de que gran parte de sus consejeros y personal de confianza también pertenecen o proceden del estamento militar, así como que durante su gestión como ministro de Defensa, la estrategia militar del país ha estado marcada por una política de fortalecimiento y modernización de las fuerzas armadas. Desde que asumió la gestión de dicha cartera, Indonesia ha ascendido en el Índice Global de Potencia de Fuego, superando a potencias regionales y globales como Israel, Egipto o Australia. Ha defendido el desarrollo de la industria de defensa nacional y ha promovido inversiones sustanciales para la modernización de las fuerzas armadas indonesias, hasta situar el gasto militar en 10.200 millones de dólares en el 2022.
Y es que Prabowo, de 72 años, es una figura controvertida en la política local. Procedente de una familia de la élite indonesia y exyerno del difunto presidente Suharto, fue expulsado del ejército en medio de especulaciones de abusos contra los derechoshumanos en Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental durante la década de los años noventa, así como por su participación en el secuestro de activistas estudiantilesdurante las protestas de 1998. Unas acusaciones que él siempre ha relativizado y que le propiciaron la prohibición de viajar a Estados Unidos. Un veto que Washington levantó cuando el presidente Joko Widodo le nombró ministro de defensa en el año 2019.
Fue precisamente a partir de su cargo ministerial que Prabowo, dos veces derrotado en las urnas por Jokowi, ha experimentado una transformación notable, cultivando una personalidad más carismática que el personaje nacionalista ardiente que había encarnado años atrás, lo que finalmente le ha catapultado a la presidencia de Indonesia. Una imagen que se sustenta en que en este país, cuya media de edad es de 29 años, los menores de 40 años tienen unos conocimientos muy generales de la realidad política y social que atravesaba Indonesia en la última década del siglo pasado y del papel que desempeñaron las fuerzas armadas y, por tanto, del protagonismo de Prabowo en aquella época.
Giro político
El veredicto de las urnas, sin embargo, es claro y confirma el ascenso de Prabowo a la presidencia del mayor archipiélago del planeta, lo que supondrá seguramente cambios sustanciales en la política interna y externa del país. Y es que, a diferencia de Jokowi, conocido por sus modales modestos y su poco interés por las cuestiones geopolíticas, Prabowo Subianto tiene un estilo más informal y temperamental, que le lleva a interesarse por los asuntos internacionales y a no rehuir temas controvertidos. Prueba de ello fueron la presentación de una iniciativa de paz para guerra de Ucrania a principios de año o las duras críticas a Occidente por las restricciones a la exportación de aceite de palma, un producto que tiene en Indonesia a su principal productor y exportador mundial. Otra cosa es que pueda llevar a cabo sus promesas, debido a la complejidad que puedan entrañar.
Continuidad económica y traslado de la capital a Borneo
En la medida en que los años parecen haber atemperado el carácter de Prabowo, éste no dudó en poner de manifiesto durante la campaña electoral que continuaría con las principales políticas promovidas por Jokowi. Una estrategia que tiene como objetivo final convertir a Indonesia en una de las cuatro mayores economías del planeta, junto a India, China y Estados Unidos, para el 2045, cuando se celebre el centenario de su Independencia del país. Una promesa que incluye el traslado de la capital de Yakarta a Nusantara, una ciudad de nueva creación en la isla de Borneo que ya se ha empezado a construir y que se estima que tendrá un coste total del orden de 30.000 millones de dólares y que estará lista para el año 2045, coincidiendo con los fastos de la celebración del centenario de la independencia. Una obra que los detractores de Jokowi califican de faraónica y que sólo tendría por objetivo perpetuar su legado en las páginas de los libros de historia de Indonesia.
De la misma forma, nada hace suponer que Prabowo modificará el rumbo de la política de recursos naturales que ha puesto en marcha Jokowi y que consiste, básicamente, en prohibir la exportación de los recursos naturales considerados estratégicos y promover una industria procesadora nacional de esas materias primas, obligando así a las empresas globales a construir fábricas en Indonesia, generar empleo y elevar el poder adquisitivo de la población. Un plan de acción fundamental para la industrialización del país, que Indonesia ha empezado a aplicar a la bauxita y al níquel, material del cual este país es el principal productor y exportador del planeta. Un elemento clave para los vehículos eléctricos.
Más allá de confirmar la continuidad de los planes económicos diseñados por Jokowi, Prabowo no se ha contenido a la hora de lanzar promesas populistas para alzarse con el triunfo en las elecciones del pasado 14 de febrero, como puede ser la creación de 19 millones de empleos durante sus cinco años de presidencia en un país donde cada año ingresan 3 millones de personas al mercado laboral. Pero de todas ellas, la que el futuro presidente considera prioritaria -pero no por ello de fácil aplicación- es la que se refiere a su plan de dar almuerzo y leche gratuitos a cerca de 80 millones de escolares y a 4,4 millones de mujeres embarazadas. Una propuesta que podría acarrear un coste del orden de 29.000 millones de dólares anuales y cuyo objetivo sería paliar el grave problema de desnutrición que afecta al país, que cuenta con una tasa global de desnutrición del 21 por ciento. Una cifra que sitúa a Indonesia, un país donde el 9,5 por ciento de la población vive con menos de 1 dólar al día, por encima de los niveles de emergencia establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Política exterior
Pero si bien Indonesia es un país al que generalmente se le presta poca atención en Occidente, ese no es el caso ni en Washington ni en Pekín. Dada la pugna que mantienen Estados Unidos y China por el liderazgo mundial y la situación estratégica de Indonesia, resulta evidente la competencia de las dos superpotencias para tener una mayor influencia sobre Yakarta. Una ambición lógica si se tiene en cuenta que el archipiélago indonesio tiene una longitud de más de 5.000 kilómetros (una distancia equivalente a la que separa Lisboa de Teherán) y controla tanto los accesos los pasos clave a las aguas de los océanos Índico y Pacífico como al mar Meridional de China, con la importancia geoestratégica que ello supone en caso de un conflicto bélico en Taiwan entre las dos superpotencias.
Dado el temperamento nacionalista de Prabowo, todo sugiere que si bien su ascenso a la presidencia de Indonesia debería estar marcado por la continuidad en las relaciones exteriores no se pueden descartar giros repentinos en relación con la década de Jokowi. Todo ello, sin que Yakarta abandone su tradicional política de neutralidad, una línea directriz que no ha abandonado desde que accedió a la independencia en 1945 y que se fundamenta en la llamada doctrina “independiente y activa”, como la definió en su día Muhammad Hatta, uno de los padres de la patria. Como tampoco hay que olvidar que el movimiento de los países no alineados nació en la conferencia celebrada en la ciudad indonesia de Bandung en 1955. Antecedentes todos ellos que invitan a pensar que Prabowo mantendrá un complejo equilibrio para sostener, a la vez, unas relaciones privilegiadas en materia de seguridad con Estados Unidos y otras económicas con China, además de promover un creciente protagoniso ante los países del Sur Global y del sureste asiático, a través de su liderazgo de facto en la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN).
Desafíos para Washington
La realidad es que para la Casa Blanca, Indonesia es un desafío creciente. Les crea desconfianza el hecho que Yakarta sea capaz de desarrolla una política exterior independiente y activa, al tiempo que cultiva unas relaciones más que amigables tanto con Estados Unidos como con China. Washington teme que este ejercicio de funambulismo político se acabe rompiendo e Indonesia caiga bajo la órbita china. Motivos de preocupación los hay: Desde el 2020, por cada dólar que ha invertido Estados Unidos en ese país, las empresas del coloso asiático han desembolsado cuatro y en caso de una guerra por Taiwan no existe un convencimiento pleno de que Yakarta mantendría su neutralidad, a pesar de las reiteradas declaraciones del gobierno indonesio de que en caso de conflicto el país se mantendría neutral.
Así, se puede afirmar que el acceso de Prabowo a la presidencia indonesia sugiere tanto oportunidades como desafíos para la diplomacia estadounidense. En el lado positivo se hallan las posibilidades de profundizar en la Asociación Estratégica Integral que ambos países firmaron en el 2023, que incluye la cooperación tecnológica en materia de semiconductores, un ámbito que interesa promover a las dos partes por igual. Seguridad y defensa es, asimismo, otro de los campos donde se da por sentada la cooperación entre los dos países, ya que cuando aún era ministro de Defensa, Prabowo firmó un acuerdo de cooperación con el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, para la compra de bombarderos B-52H, además de subrayar la profundización de la colaboración en materia de seguridad marítima. Una colaboración que se supone que se reforzará una vez haya asumido la presidencia del país.
Pero no hay que olvidar, por otra parte, que subsisten frustraciones por ambos bandos en ese diálogo bilateral. Desilusiones que pueden erigirse en un obstáculo para que ese diálogo avance con Prabowo de presidente. Recelos que en el caso indonesio serían de cariz económico, como son la imposibilidad indonesia de acceder al mercado estadounidense a través del nuevo Marco Económico de Cooperación del Indopacífico (IPEF), lanzado por el presidente Joe Biden en 2022 para contrarrestar la influencia de China, o la imposibilidad de cerrar un acuerdo bilateral para el libre comercio de minerales claves por el hecho de ser productos manufacturados por empresas chinas en territorio indonesio. Son situaciones que molestan a las autoridades de Yakarta, que critican la tendencia de la diplomacia estadunidenses a prometer demasiado y a imponer condiciones para luego incumplir lo prometido, especialmente en materia económica. Una actitud inversa a la china, que acostumbra a cumplir con sus promesas inversoras, aunque sea con retraso.
En Washington, en cambio, la desconfianza es en materia de seguridad y defensa. Para la Casa Blanca fue un jarro de agua fría la oposición indonesia al AUKUS, el pacto de seguridad trilateral establecido por Estados Unidos, Australia y Reino Unido, en el 2021, aludiendo Yakarta su política de no proliferación. Y tampoco sentaron bien las críticas al QUAD, el diálogo cuadrilateral de seguridad que integran, Estados Unidos, India, Japón y Australia, que las autoridades indonesias consideran una amenaza al papel central de la ASEAN en la arquitectura institucional de Asia. Una arquitectura que Yakarta considera clave para impedir la hegemonía de cualquier país en la región del Indopacífico.
Controvertido acercamiento a China
Desde Pekín, las autoridades chinas, al igual que las estadounidenses, también consideran a Indonesia como un socio estratégico clave en la región Indopacífico, Y es que para China es fundamental tener a Indonesia como amigo en las disputas regionales, así como disponer de un aliado estratégico en la zona y que además les garantice el acceso a sus recursos naturales.
Yakarta, sin embargo, al igual que la mayoría de los países del sureste asiático, ha seguido tradicionalmente una política equidistante, de no alineación, ante las dos superpotencias. Una estrategia destinada a evitar enfrentamientos tanto con China como con Estados Unidos, al tiempo que intenta obtener beneficios de ambas partes. En este sentido, el ascenso de Prabowo a la presidencia indonesia no debería suponer grandes cambios, ya que se espera que sea pragmático en su política exterior, lo que puede representar nuevas oportunidades para Pekín, pero también riesgos, inducidos por el temperamento nacionalista del exgeneral indonesio.
A su favor, China juega con la ventaja de haberse convertido en el principal socio comercial de Indonesia y su segundo inversor extranjero -por detrás de Singapur- durante la última década. Un acercamiento que se supone que consolidará con Prabowo, en la medida en que Indonesia precisa la inyección de capital extranjero para continuar su desarrollo. Y China se ha convertido, en sentido, en el socio imprescindible para impulsar las transformaciones industriales que promueve el gobierno indonesio como trampolín para generar empleo, modernizar el país y convertirse en la cuarta economía más grande del planeta en el 2045. Metas que solo logrará si fluye el capital extranjero y la economía indonesia crece a un ritmo anual del 7 por ciento de su PIB en los próximos años. Una dinámica que ha llevado a las empresas chinas a controlar la explotación de la industria del níquel, un metal fundamental para las baterías de los vehículos eléctricos y del cual Indonesia posee los principales yacimientos del mundo, así como de otras materias primas como la bauxita, mineral utilizado para producir aluminio.
Una confluencia de intereses para ambos países que arrancó con la llegada al poder de Xi Jinping en China y de Jokowi en Indonesia, en la medida en que éste último hizo de la construcción de infraestructuras una de las políticas emblemáticas de su mandato y Xi apostó por las inversiones en infraestructuras como la columna vertebral de su estrategia diplomática. Una convergencia de intereses que ha convertido a Yakarta en un socio clave de las nuevas Rutas de la Seda que impulsa Pekín, que a su vez está construyendo e invirtiendo en varios proyectos de infraestructura en toda Indonesia. Una suma de iniciativas entre las que destaca el tren de alta velocidad que une la capital, Yakarta, con la ciudad de Bandung, un proyecto iniciado en el 2015 y que ha culminado en el 2023 con cuatro años de retraso y un coste total de 7.300 millones de dólares, frente a los 5.500 millones presupuestados inicialmente.
Pero la buena sintonía entre Indonesia y China no está exenta de desafíos. Existe un larvado sentimiento anti chino que podría estallar en cualquier momento y echar al traste las buenas relaciones entre Yakarta y Pekín. Hay una creciente desconfianza en Indonesia hacia China provocada por su creciente asertividad en el sureste asiático, así como por el supuesto maltrato de Pekín a los uigures, la minoría musulmana que habita en la región de Xinjiang. Si bien sobre este último tema, Yakarta ha intentado mantener un prudente silencio para no enturbiar el diálogo con Pekín, ni provocar represalias por parte del gigante asiático que ponga en peligro sus inversiones en el archipiélago indonesio.
A ello se suma, por otra parte, la desconfianza que subsiste en ambas capitales tras la disputa que mantuvieron la guardia costera indonesia y la milicia pesquera china en la zona económica exclusiva indonesia del mar de Natuna a finales del 2019. Una región del océano Pacífico situada entre las islas de Borneo y Sumatra, considerada una región pesquera tradicional china por Pekín, que a punto estuvo de convertirse en escenario de un conflicto bélico entre los dos países si el gobierno chino no hubiera ordenado retirar a su milicia. Tras aquel enfrentamiento, las relaciones chino-indonesias han mejorado ostensiblemente, hasta el punto de realizar maniobras navales conjuntas. No obstante, las autoridades indonesias siguen mirando de reojo a las chinas y vigilando sus aguas.
Y es que este clima de buen entendimiento entre los dos países podría enturbiarse en cualquier momento en caso de un hipotético choque en el mar Meridional de China, dado el ardiente talante nacionalista de Prabowo Subianto. Una situación que pondría a prueba al nuevo presidente indonesio, ya que enfrentaría su pragmatismo a la hora de valorar la importancia de las inversiones chinas para propulsar la economía del país con su inclinación soberanista y sus buenas relaciones con Estados Unidos en materia de seguridad y defensa.
Conclusiones
Todo conduce a pensar que Indonesia se halla a las puertas de una nueva era bajo la presidencia de Prabowo Subianto que arrancará a partir del próximo mes de octubre. Una etapa en la que se vislumbra que este país no sólo se consolidará como la primera economía del sureste asiático, sino que proseguirá su desarrollo con el fin de convertirse en la cuarta economía más poderosa del planeta, por detrás de India, China y Estados Unidos en el 2045, año del centenario de su independencia. Un logro al que Prabowo confía contribuir aplicando una estrategia económica continuista impulsada por el actual presidente, Joko Widodo, basada en la atracción de inversión extranjera para el desarrollo de la industria de procesamiento de minerales, el impulso a las infraestructuras y la promoción de una economía digital.
Más difíciles de lograr parecen las promesas populistas del futuro presidente, consistentes en dar desayunos gratuitos a 80 millones de escolares, con el fin de combatir la desnutrición de los más jóvenes o crear 19 millones de empleos en un lustro, cuando el mercado laboral local sólo genera una media de 3 millones anuales.
Más incertidumbre despierta la futura política exterior que pueda llevar a cabo Yakarta. Todo lleva a pensar que se mantendrá la denominada “doctrina independiente y activa”, lanzada por Muhammad Hatta, uno de los padres de la patria en 1948, quien subrayó que Indonesia debía velar primero por sus intereses y ser un participante activo en la política mundial para defender los intereses del país antes que nada. Una línea de actuación que se espera que aplique Prabowo, así como que mantenga un equilibrio en sus relaciones con Estados Unidos y China al tiempo que intentará obtener beneficios para su país.
Con Estados Unidos, el nuevo presidente indonesio intentará seguramente apostar por profundizar las relaciones en materia de seguridad y defensa, con el fin de protegerse de la asertividad de China en el sureste asiático y más especialmente en la zona del mar Meridional de China.
Con China, en cambio, se prevén unas relaciones más complejas. Todo apunta a un diálogo marcado por una estrecha cooperación económica beneficiosa para ambas partes, en la medida en que Indonesia necesita inversión extranjera y Pekín precisa las materias primas de ese país. Pero por otro lado, Prabowo deberá manejar con habilidad el recelo que genera la voracidad china por extender su control sobre la región y por su obstinación de adueñarse de buena parte las aguas del mar de Natuna, que forman parte de la zona económica exclusiva de Indonesia.
No obstante, no es exagerado afirmar que este enorme país del Indopacífico, con sus 277 millones de habitantes, proseguirá su singladura para erigirse en una potencia regional y convertirse en el 2045 en una de las grandes economías del planeta y protagonizar junto a India y China el llamado “siglo asiático”.
Isidre Ambrós* Periodista, analista especializado en Asia-Pacífico y autor del libro “La cara oculta de China”
@iambros