Operaciones de influencia vs. desinformación: diferencias y puntos de conexión
Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.
En los últimos años se ha producido una verdadera inflación de los términos que aluden a la vertiente cognitiva de los conflictos. Un error habitual es utilizar como conceptos sinónimos las expresiones «desinformación» y «operaciones de influencia». El problema radica en que mientras que las tácticas desinformativas resultan éticamente reprobables y son el terreno natural de acción de los poderes autocráticos, las operaciones de influencia son un espacio legítimo para que los actores democráticos promuevan sus intereses entre audiencias externas. En este trabajo se analiza cuál es el germen doctrinal de ambos conceptos y cuáles son los puntos de conexión entre ambas metodologías.
En los últimos años se ha producido una verdadera inflación de los términos que aluden a la vertiente cognitiva de los conflictos. El problema no es tanto el solapamiento de múltiples palabras para designar una misma realidad, sino el uso como sinónimos de conceptos que tienen un alcance y un contenido en ocasiones muy diferente.
En el germen de este problema se encuentra la enorme popularidad que ha adquirido en los últimos años el término «desinformación», el cual ha terminado ejerciendo un efecto arrastre sobre otras palabras. Como sucede con tantas otras expresiones que terminan formando parte del lenguaje coloquial (particularmente aquellas que tienen una connotación negativa), se ha hecho un uso abusivo, al resultar tremendamente atractiva como recurso para descalificar a adversarios o enemigos.
Una de las confusiones más preocupantes es aquella que equipara las campañas de desinformación a las operaciones de influencia. El problema radica en que mientras que las tácticas desinformativas resultan éticamente reprobables y son el terreno natural de acción de los poderes autocráticos, las operaciones de influencia son un espacio legítimo para que los actores democráticos promuevan sus intereses entre audiencias externas.
Es habitual contemplar la desinformación como la propagación de información falsa o manipulada. Sin embargo, no es la mentira su elemento definitorio. De hecho, también se puede desinformar a través de datos veraces como, por ejemplo, a través de la divulgación de una verdad parcial o la exfiltración de información obtenida de manera ilegítima. La verdadera característica definitoria de estas prácticas es la intencionalidad hostil del difusor de los contenidos. Sus impulsores no buscan necesariamente cambiar la opinión de la gente en un sentido favorable a sus intereses, sino ejercer un efecto corrosivo en la sociedad a la que va dirigida esta manipulación. La desinformación instrumentaliza las brechas existentes en un colectivo para alimentar su polarización. El objetivo no es alinear las opiniones de la gente con las propias del manipulador, sino minar la cohesión y la confianza interpersonal para situar en un estado de vulnerabilidad a una sociedad que tendrá serias dificultades para articular una respuesta unificada cuando sea objeto de una coacción futura1.
La desinformación no necesita transmitir certezas, sino que suele ser más eficaz cuando propaga dudas. La estrategia es rodear cada hecho inconveniente con una avalancha de interpretaciones alternativas para que la verdad quede relegada a ser una mera hipótesis más. La instrumentalización de la duda no tiene como propósito fomentar un escepticismo legítimo, sino relativizar la verdad y fomentar el cinismo.
Por el contrario, las operaciones de influencia no persiguen un objetivo incompatible con los intereses de la audiencia hacia la que van dirigidas. Su desarrollo podría ser una concreción de la idea de «poder blando» (soft power) tal y como fue definido por el académico norteamericano Joseph S. Nye, quien aludía a un polo de atracción inmaterial a través del cual «un país puede obtener los resultados que desea porque otros países quieran seguir su estela, admirando sus valores, emulando su ejemplo, aspirando a su nivel de prosperidad y apertura»2. El propósito legítimo de extender internacionalmente y de manera voluntaria los valores propios de una sociedad abierta y democrática es incompatible con el «poder afilado» (sharp power)3, en el cual se fundamenta las tácticas desinformativas. La influencia de los regímenes autoritarios no se basa en la atracción, sino que apunta hacia la distracción y el fomento de la polarización. Mientras uno pretende persuadir hacia un modelo de vida deseable, el otro intenta dividir para debilitar e imponer los intereses de las élites que controlan dichos regímenes políticos. Las autocracias que suprimen sistemáticamente el pluralismo político y la libertad de expresión en sus respectivos países intentan aplicar los mismos principios a la esfera internacional para proteger sus intereses y la supervivencia de sus regímenes.
Esta diferencia fundamental hace necesaria una aclaración conceptual para delimitar cuáles son los campos de actuación de unas y otras tácticas. La confusión, en ocasiones interesada, entre desinformación y operaciones de influencia genera un perjuicio claro a los sistemas democráticos, al deslegitimar su margen de actuación sobre la opinión pública internacional. A continuación, se analiza cuál es el germen doctrinal de ambos conceptos y cuáles son los puntos de conexión entre ambas metodologías.
Desinformación: la influencia corrosiva del autoritarismo
El concepto de «desinformación» es una de las variantes de un conjunto de técnicas más amplio que fue teorizado por la Unión Soviética bajo el nombre de «medidas activas».
Aunque hablamos de técnicas concebidas durante el régimen zarista, estas fueron codificadas tras el triunfo de la Revolución comunista en Rusia. Su desarrollo doctrinal se produce en el seno de los servicios de inteligencia soviéticos4, y de manera más específica se concibió como una de las misiones asignadas a las secciones de contrainteligencia de los «aparatos de seguridad del Estado»5.
Para los dirigentes soviéticos las medidas activas constituían un pilar básico de su acción política internacional, la cual perseguía expandir la revolución socialista y confrontar a los países capitalistas. Las medidas activas eran contempladas como un conjunto dinámico e integrado de técnicas encubiertas (pero también explícitas) cuyo propósito era influenciar los eventos, la conducta y las acciones de un país extranjero. El carácter manifiestamente hostil de este propósito quedaba claro cuando las definiciones oficiales hablaban de «socavar la confianza en los líderes y las instituciones del Estado, quebrantar las relaciones entre varias naciones y desacreditar y debilitar a los principales oponentes»6. Los soviéticos no percibían ninguna distinción clara entre la propaganda y la acción, las operaciones políticas y las acciones militares o las acciones abiertas y las encubiertas7.
A pesar de la importancia de este tipo de tácticas en la acción exterior de la URSS y los miembros del Pacto de Varsovia, Occidente tardaría varias décadas en comprender que las medidas activas tenían una entidad propia, y que su contención requería unos instrumentos específicos distintos a los que se empleaban para desbaratar la acción ordinaria de los servicios de inteligencia comunistas en el exterior8. En este sentido, las medidas activas fueron ganando peso institucional a medida que el nivel de hostilidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética iba agravándose durante el periodo de la Guerra Fría. No obstante, los países occidentales mantuvieron la percepción9 de que las iniciativas desinformativas puestas en marcha por la URSS y sus satélites habían tenido un escaso éxito dentro de las democracias occidentales gracias a la solidez de su ecosistema de medios de comunicación. Salvo algunas excepciones, la desinformación aparecía en gran medida en revistas y periódicos sensacionalistas o procomunistas, con escaso eco en la opinión pública. Los periodistas actuaban eficazmente como gatekeepers, dejando fuera aquellas manipulaciones provenientes del otro lado del telón de acero. Algo muy distinto sucedía en los países del tercer mundo, donde la debilidad de los medios y la facilidad con la que podían ser sobornados sus miembros permitían insertar con facilidad los impactos manipulativos.
La actividad subversiva del bloque comunista se tradujo en un conjunto de acciones visibles y también encubiertas. En la acción más pública se hizo uso de canales propagandísticos que contaban con respaldo diplomático oficial, así como del patrocinio de actividades culturales y políticas y del fomento de movimientos asociativos afines en el extranjero. En la parte encubierta se empleaba propaganda que ocultaba su procedencia través de la inserción de artículos o la «inspiración» de estos en publicaciones extranjeras sin incluir la fuente o la atribución de la autoría. En este ámbito también se incluían el reclutamiento y la cooptación de individuos de interés (agentes de influencia) y grupos que operaban de manera discreta para que este tipo de mensajes tuviesen un mayor recorrido.
No es hasta la década de los cincuenta cuando la Unión Soviética utiliza de manera explícita el término desinformación (dezinformatsiya) para aludir a un tipo específico de medida activa que orbita en torno del uso de información falsa para manipular a un grupo o país y que este actúe a favor de los objetivos de la Unión Soviética10. Citando un manual de entrenamiento de la KGB, un informe del Congreso de los Estados Unidos en 1980 consideraba que la «desinformación estratégica» «contribuía a la ejecución de las tareas encomendadas a los servicios de inteligencia y se dirigía a confundir al enemigo acerca de cuestiones básicas sobre la política estatal, el estatus económico y militar, los logros científico-técnicos de la Unión Soviética; la política de ciertos Estados imperialistas con respecto a uno y otros y su relación con otros países»11.
El origen popular del poder político convierte a las democracias en la víctima natural de estas campañas, mientras que los regímenes autocráticos se ven mucho menos amenazados por esos mismos instrumentos, ya que su ejercicio del poder político no se asienta en el respaldo de la población. Eso explica que la Unión Soviética (y posteriormente la Federación de Rusia) haya sido históricamente una de las principales impulsoras de este tipo de manipulaciones orientadas a erosionar la legitimidad de sus adversarios. Según un estudio de la Universidad de Princeton12, entre 2011 y 2020 se pudieron identificar al menos setenta y seis campañas de desinformación dirigidas contra uno o varios países extranjeros. El régimen de Vladímir Putin fue el impulsor del 64 % de estas operaciones.
La eficacia percibida de este tipo de intervenciones (sobre todo a partir de su injerencia en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016) ha espoleado a otras autocracias (como China, Irán y Venezuela) a profundizar en la senda de la manipulación política encubierta, la cual se contempla como un juego en el que hay mucho que ganar y poco que perder13.
Muchas de las campañas de desinformación que los regímenes autocráticos proyectan hacia el exterior tienen una clara intencionalidad doméstica. Situar en un actor externo el origen de todos los males que sufre la población no solo es una forma de eludir la responsabilidad propia, sino también de aliviar las tensiones internas y redirigir el malestar social hacia un objetivo que no ponga en riesgo el régimen gobernante. En este sentido, una crisis interna, el deterioro de la economía o el sentimiento de vulnerabilidad pueden ser el detonante de una campaña desinformativa orientada hacia el extranjero que actúe como válvula de escape de la presión interna.
Operaciones de influencia: persuasión en la zona gris
Las operaciones de influencia han adquirido una enorme visibilidad en los últimos años, lo que ha generado la falsa percepción de que hablamos de un fenómeno reciente, cuyo despliegue está vinculado a la aparición de las nuevas tecnologías de la información. Sin embargo, este tipo de acciones ha jugado un destacado papel en las confrontaciones armadas y en las rivalidades geoestratégicas del último siglo. Su naturaleza clandestina y la dificultad para acceder a las fuentes primarias las convierten en una especie de «dimensión perdida»14 a la que se solo se hace referencia de manera tangencial en los relatos historiográficos sobre eventos como la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría. No obstante, resulta obvio que en el contexto de un enfrentamiento híbrido los distintos Gobiernos conciben como un objetivo estratégico provocar en su adversario efectos tales como el debilitamiento de sus alianzas, el fomento de la contestación interna y cualquier otro resultado que dificulte que el margen de maniobra del Gobierno enemigo.
El concepto de «operaciones de influencia» ha sido teorizado principalmente en el ámbito militar estadounidense. Aunque no existe una definición oficial al respecto, puede detectarse su elaboración a través de otros desarrollos doctrinales que hacen referencia a este tipo de prácticas. Así, por ejemplo, la Fuerza Aérea estadounidense considera que las operaciones de influencia son un tipo de «operaciones de información», en las cuales es posible encontrar también las llamadas operaciones de guerra en red (network warfare) y las de guerra electrónica (electronic warfare). Sin embargo, es difícil encontrar una cierta concreción en esta formulación, que entiende que las operaciones de influencia incluyen «operaciones psicológicas, el engaño militar, operaciones de seguridad, contrainteligencia, operaciones de asuntos públicos, contrapropaganda y actividades de apoyo (incluyendo ataques físicos)». Según esta doctrina, «las operaciones de influencia se centran en afectar a las percepciones y comportamientos de líderes, grupos o poblaciones enteras. Los medios de influencia pueden ser físicos, informativos o ambos»15.
Resulta mucho más operativa la definición contenida en un estudio monográfico del think tank estadounidense Rand Corporation, según la cual:
«Las operaciones de influencia son la aplicación coordinada, integrada y sincronizada de las capacidades diplomáticas, informativas, militares, económicas y de otro tipo de un Estado en tiempos de paz, crisis, conflicto y postconflicto para fomentar actitudes, comportamientos o decisiones por parte de los destinatarios extranjeros que promuevan los intereses y objetivos del actor que las lleva a cabo»16.
Se trata de un «término sombrilla» que incluye actividades militares pero también civiles, y en ambos casos tanto públicas como encubiertas. Uno de los elementos más importantes de dicha definición es la idea de que las diversas comunicaciones y otras actividades que se encuentran en el círculo de las operaciones de influencia deben coordinarse y sincronizarse con las actividades «cinéticas» del mundo real, como las operaciones militares, las actividades de reconstrucción y otros asuntos civiles, el desarrollo económico y otras actividades que se desarrollan «sobre el terreno». Por lo tanto, se plantea la idea de que no solo se influye en el ámbito cognitivo a través de construcciones discursivas, sino incidiendo sobre la realidad para que la población extraiga un determinado significado.
En un contexto teórico más amplio, podemos considerar que las operaciones de influencia son una de las herramientas a las que recurren los contendientes que están inmersos en un conflicto en la zona gris17. Este enfoque pone en el epicentro del conflicto a la población civil, tanto a la propia como a la del enemigo y a la de aquellos actores que no son parte implicada en el enfrentamiento. La zona gris requiere una narrativa atractiva que la sostenga18, y que haga posible la movilización de la población a favor de una determinada causa. La ambigüedad con la que se desarrollan los conflictos en la zona gris convierte las operaciones de influencia en uno de los principales instrumentos con los que cuenta cualquier contendiente que desee modificar la realidad a su favor.
Qué tienen en común la desinformación y las operaciones de influencia
A pesar de tratarse de conceptos que tienen un alcance y una justificación teórica —incluso ética— distinta, ambos son procedimientos que apuntan hacia la vertiente cognitiva de la población y, por tanto, resulta posible encontrar múltiples similitudes en los métodos que una y otras emplean.
Estos serían algunos de los principales puntos de coincidencia entre ambos enfoques:
1) Orientados al largo plazo
Un error habitual a la hora de analizar este tipo de actividades es considerarlas como intervenciones puntuales sobre la realidad cuyo objetivo es alcanzar un efecto inmediato en los comportamientos u opiniones de la población. Sin embargo, tanto las operaciones de influencia como la desinformación tienen unos objetivos más ambiciosos que se concretan en provocar efectos duraderos sobre las sociedades donde se actúa, de aquí que muchas intervenciones tácticas sobre el presente solo puedan ser entendidas como una pequeña aportación a un proceso de cambio que se espera rinda sus frutos en un futuro no necesariamente cercano.
Esa es la forma, por ejemplo, de conceptualizar este tipo de acciones en la doctrina china sobre la «guerra de la opinión pública»19, la cual persigue la «orientación cognitiva de las masas» para «excitar sus emociones y constreñir su comportamiento», cuya ejecución proyecta en el largo plazo un esfuerzo de baja intensidad —pero continuo— para alcanzar subrepticiamente la psique de la población. El concepto de «control reflexivo» acuñado por los servicios de inteligencia soviéticos ahonda en esa misma idea: cómo se puede llevar al objetivo a actuar, sin que lo sepa, de una manera predefinida, a menudo en contra de sus propios intereses, lo cual solo es posible a través de una acción continuada sobre el espacio informativo donde el enemigo debe tomar sus decisiones20.
Ni siquiera la irrupción de internet —y el ritmo desenfrenado que ha imprimido a la sucesión de los acontecimientos— ha modificado sustancialmente este enfoque, que parte de la idea de que pueden transcurrir años hasta que los efectos sean visibles21.
No entender su orientación a futuro conlleva inevitablemente cometer errores a la hora de articular una respuesta. Buena parte de la reacción ante estas campañas se ha basado en la idea de que son impactos aislados de manipulación que deben ser desmontados y cuyas falsedades deben ser expuestas ante la opinión pública para neutralizar sus efectos. Sin embargo, estos no pueden medirse únicamente por su capacidad para provocar un cambio inmediato en las percepciones y comportamientos. Su verdadera eficacia se despliega de manera más sutil. El capital social, la confianza interpersonal, el valor objetivo de los hechos y otra serie de requisitos básicos para la vida en una sociedad abierta se ven profundamente dañados por la desinformación cuando un colectivo padece la exposición permanente a un entorno informativo contaminado. El fin último no es necesariamente la imposición de una narrativa concreta acorde a los intereses del manipulador, sino degradar a la opinión pública a un estado de vulnerabilidad, porque cree vivir en un lugar donde «nada es verdad, y todo es posible»22. El efecto acumulativo de la desinformación es el mismo que señaló Hannah Arendt en referencia a las sociedades sometidas a la propaganda totalitaria: «Si todo el mundo siempre te está mintiendo, el resultado no es que te crees las mentiras, si no que nadie vuelve a creer en nada»23.
2) Profesionalmente dirigidas
Este tipo de intervenciones ha sido, y en muchos casos sigue siendo, un dominio propio de las agencias de inteligencia y los aparatos de seguridad y defensa de un Estado. Estos organismos conciben como una de sus misiones erosionar la posición del adversario a través de intervenciones sobre el contexto informativo y el posicionamiento de las distintas opiniones públicas. Las operaciones de influencia gubernamentales trascienden el ámbito de las iniciativas puestas en marcha de manera espontánea por ciudadanos, partidos políticos, asociaciones, medios de comunicación, etcétera. Dichas intervenciones son obra de burocracias profesionalizadas24 que planifican en el largo plazo y conciben sus acciones como una contribución a una estrategia más amplia en la que intervienen todos los recursos del poder estatal.
Sin embargo, no todos los servicios de inteligencia otorgan a las operaciones de influencia la misma trascendencia. Mientras que los organismos de un país democrático están centrados de manera principal en la recopilación y el análisis de información para apoyar la toma de decisiones, en el caso de los servicios de inteligencia de un régimen autocrático, la desinformación forma parte del core de su actividad. La apertura de los archivos de la Guerra Fría permitió apreciar, por ejemplo, la desigual importancia que otorgaban ambos bloques a este tipo de intervenciones. Mientras que para Estados Unidos era solo una contribución residual a la que se recurría de manera episódica en el enfrentamiento contra el bloque comunista, la URSS dedicó una parte colosal de sus recursos de inteligencia a la desinformación, la cual estaba plenamente integrada en la política exterior del país. Según las palabras de Oleg Kalugin, un alto responsable de la contrainteligencia soviética: «En el corazón y el alma de la inteligencia soviética estaba la subversión. No la recopilación de información, sino la subversión: medidas activas para debilitar a Occidente, para abrir brechas en las alianzas comunitarias occidentales de todo tipo, especialmente en la OTAN, para sembrar la discordia entre los aliados»25.
Cada «residencia» del KGB en el extranjero tenía oficiales encargados de manera exclusiva de esas misiones. La propia promoción dentro del organigrama de esta agencia no solo estaba vinculada a la capacidad de esos oficiales de trabajar eficazmente en las operaciones de desinformación impulsadas por la agencia, sino que incluso dedicaban un 25 % de su jornada laboral a reflexionar y proponer a sus superiores jerárquicos nuevas campañas de desinformación que explotasen las brechas existentes en los países de destino26. El régimen de Putin ha mantenido esa tradición organizativa —en la cual se forjó el propio líder ruso—, que considera las «medidas activas» una parte nuclear de la acción exterior del Estado. Sin embargo, a diferencia del modelo fuertemente centralizado de la URSS, el impulso de la desinformación rusa se ha diversificado y ha creado un entorno de competición entre los distintos actores gubernamentales, de los que se espera que realicen sus propios planes de forma semiautónoma para trabajar en favor de los objetivos generales27.
A pesar de la primacía que tiene en este terreno el ámbito institucional del propio Estado, la subcontratación en el creciente mercado de las «relaciones públicas negras» aporta una serie de ventajas adicionales28. La principal es que proporciona al Gobierno un elevado nivel de negación. Si se descubre una operación, los agentes gubernamentales pueden afirmar que se trata simplemente de una agencia de marketing en redes sociales sin escrúpulos y que ellos no tienen nada que ver con dichas prácticas. Del mismo modo, si una empresa es desenmascarada y expulsada de las plataformas sociales, los Gobiernos pueden volver a contratar dichos servicios con una nueva compañía. No resulta, por tanto, sorprendente que en un informe de la Universidad de Oxford29 se constatase que la mitad de los países que había llevado a cabo operaciones de influencia en 2020 lo hubiese hecho a través de la contratación de estos servicios en el sector privado.
3) También se influye de manera discreta
La acción persuasiva o desinformativa sobre la opinión pública no siempre tiene lugar de manera visible. Algunas medidas pueden alcanzar su objetivo sin la necesidad de trascender a la ciudadanía, y es aquí donde radica su éxito. Los rumores pueden ser insertados y propagados entre círculos reducidos de decisores políticos, los cuales pueden modificar su conducta y causar un efecto similar a la presión que podría ejercer una sociedad contaminada por contenidos desinformativos. El KGB llamaba a estas operaciones «medidas silenciosas»30. Las víctimas privadas encontrarán más difícil defenderse de un rumor o una falsificación que nunca se ha sometido al escrutinio y a la crítica pública.
En otras ocasiones, las operaciones de influencia despliegan de manera pública sus efectos, pero la ciudadanía es incapaz de delimitar qué parte del ruido ambiental es fruto de estas campañas y qué porción se ha originado de manera endógena. Los contenidos divisivos, la crispación sociopolítica y el tensionamiento del sistema institucional pueden formar parte de la «normalidad» de un sistema democrático. Los regímenes abiertos no tienen otra opción que asimilar las opiniones y actividades de sus ciudadanos, incluyendo las de aquellos cuyo objetivo es acabar con el propio sistema de libertades que les ampara. En un entorno así resulta relativamente fácil insertar acciones de influencia que son formalmente legales y que se solapan o potencian otras iniciativas corrosivas puestas en marcha por los ciudadanos del mismo país.
4) Primero los hechos, después las narrativas
Un error habitual a la hora de interpretar este tipo de operaciones es creer que se trata de un dominio limitado única y exclusivamente al ámbito discursivo y a las respectivas técnicas asociadas a la difusión de estos mensajes. Sin embargo, también se apoyan en acciones que modifican físicamente el entorno de manera previa, y hacen posible a posteriori la construcción de una narrativa eficaz.
La acción sobre el entorno que se pretende influenciar puede ser planificada a largo plazo, pero también contribuyen aquellas iniciativas capaces de reaccionar con agilidad ante determinadas oportunidades que se abren de manera imprevista31.
Un ejemplo paradigmático de esta sinergia entre acciones físicas y construcción de narrativas es la forma en la que China y Rusia capitalizaron la angustiosa situación por la que pasaba Italia durante los primeros compases de crisis provocados por la COVID-19. Ambos países encontraron en la inicial actitud dubitativa de la Unión Europea una oportunidad para reforzar una de sus narrativas habituales. El régimen chino envió a Italia un avión lleno de mascarillas y el ruso, (lo que inicialmente parecía) un avión cargado de personal médico. Ambas autocracias aprovecharon la incapacidad de los Estados miembros de la UE para ayudar a Italia con los suministros médicos que necesitaba urgentemente durante las dramáticas primeras semanas de la crisis del coronavirus. La aportación simbólica de ambos países tenía como objetivo no tanto salvar a la población italiana como socavar la cohesión de la alianza europea. Pero lo cierto es que la misión aparentemente tuvo éxito. A principios de abril de 2020, poco después de que la ayuda china llegara a Italia, una encuesta32 reveló, por ejemplo, que el número de encuestados que consideraba a China como un amigo se había disparado hasta el 52 %, frente al 10 % de solo dos meses antes. A mediados de año, el 63 % de los italianos dijo que la UE había fallado a su país durante la crisis del coronavirus; el 4 % dijo que la UE era el mejor aliado del país durante la crisis, mientras que el 25 % calificó a China como el mejor aliado de Italia.
5) Basta con influenciar a unos pocos
Es habitual también identificar el éxito de un impacto persuasivo con la viralización de un contenido o con el alcance masivo de un sector de la población. Sin embargo, en este ámbito la calidad puede ser un objetivo mucho más deseable que la cantidad. La capacidad de modificar el contexto en una dirección favorable para el manipulador puede radicar en un pequeño grupo de personas, y no tanto en la modificación de las percepciones del grueso de la población.
El asalto al Capitolio de EE. UU. en enero de 2021 es un claro ejemplo de cómo basta que la desinformación permee entre una minoría de personas suficientemente motivadas. Un pequeño grupo de individuos puede causar un daño devastador en la imagen que un país tiene de sí mismo y de su posición en el mundo.
La amplificación de las narrativas originadas por estos sectores marginales de la sociedad puede resultar una apuesta extremadamente beneficiosa, teniendo en cuenta el bajo coste que supone alimentar estos grupúsculos y amplificar sus narrativas. Con la pretensión de que algunos de los átomos de esta constelación radical pudiesen desencadenar una reacción en cadena que agravase las fracturas de las sociedades afectadas, tanto Rusia como China han promovido la acción de actores que se sitúan en ambos extremos del espectro ideológico. Así, hay numerosos ejemplos de cómo las delegaciones chinas han establecido conexiones con organizaciones y personalidades de la extrema derecha en países como Suecia, Francia o Italia33. En el ámbito digital, un informe34 señalaba, por ejemplo, cómo China había sido el actor estatal más activo en la amplificación del mensaje del movimiento conspirativo QAnon en Estados Unidos durante los primeros compases de la pandemia del coronavirus.
Manuel R. Torres Soriano, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla
@mrtorsor
Bibliografía:
1 TORRES, Manuel R. «Democracia vs. desinformación. Propuestas para la protección de las sociedades abiertas», Actualidad, n.º 87. Centro de Estudios Andaluces, 2020. Disponible en: https://www.centrodeestudiosandaluces.es/publicaciones/n-87-democracia-vs-desinformacion-propuestas-para-la- proteccion-de-las-sociedades-abiertas [consulta: 25/4/2022].
2 NYE, Joseph S. La paradoja del poder norteamericano. Taurus, Madrid, 2003.
3 WALKER, Christopher. «What Is “Sharp Power”?», Journal of Democracy, vol. 29, n.o 3. 2018. Disponible en: https://www.journalofdemocracy.org/articles/what-is-sharp-power/ [consulta: 25/4/2022].
4 COLOM-PIELLA, Guillen. «Anatomía de la desinformación rusa», Historia y Comunicación Social, vol. 25, n.º 2. 2020. Disponible en: https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/63373 [consulta: 25/4/2022].
5 SCHULTZ, Richard H. y GODSON, Roy. Dezinformatsia: Active Measures in Soviet Strategy. Pergamon Press, Nueva York, 1984.
6 Idem.
7 BITTMAN, Ladislav. The KGB and Soviet Disinformation. An lnsider’s View. Pergamon-Brassey’s, Washington D. C., 1985.
8 UNITED STATES DEPARTMENT OF STATE. «Soviet “Active Measures”. Forgery, Disinformation, Political Operations», Special Report, n.o 88. Octubre de 1981. Disponible en: https://www.hsdl.org/?view&did=807615 [consulta: 25/4/2022].
9 KUX, Dennis. «Soviet Active Measures and Disinformation: Overview and Assessment», Parameters, vol. XV, n.º 4. 1985. Disponible en: https://www.iwp.edu/wp- content/uploads/2019/05/20131120_KuxSovietActiveMeasuresandDisinformation.pdf [consulta: 25/4/2022].
10 Idem.
11 SCHULTZ, Richard H. y GODSON, Roy. Op. cit., p. 37.
12 MARTIN, Diego A., SHAPIRO, Jacob N. e ILHARDT, Julia. «Tracking Online Influence Efforts», Empirical Studies of Conflict Project. 2020. Disponible en: https://esoc.princeton.edu/publications/trends-online-influence-efforts [consulta: 25/4/2022].
13 TORRES, Manuel R. (coord.). #Desinformación. Poder y manipulación en la era digital. Comares, Granada, 2019.
14 WALTON, Carder. «Spies, Election Meddling, and Disinformation: Past and Present», The Brown Journal of World Affairs, vol. XXVI, n.o 1, Otoño/invierno de 2019, pp. 107-124. Disponible en: https://bjwa.brown.edu/26-1/spies- election-meddling-and-disinformation-past-and-present/ [consulta: 25/4/2022].
15 LARSON, Eric V. et al. Foundations of Effective Influence Operations: A Framework for Enhancing Army Capabilities. Rand Corporation, Santa Monica, 2009. Disponible en: https://www.rand.org/content/dam/rand/pubs/monographs/2009/RAND_MG654.pdf [consulta: 25/4/2022].
16 Idem.
17 BAQUES, Josep. De las guerras híbridas a la zona gris. La metamorfosis de los conflictos en el siglo XXI. UNED, Madrid, 2021.
18 BAQUES, Josep et al. Las pretensiones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla desde la perspectiva de la zona gris. Observatorio de Ceuta y Melilla - Instituto de Seguridad y Cultura, noviembre de 2021. Disponible en: https://www.observatorioceutaymelilla.org/wp-content/uploads/2021/11/2-OCM-Pretensiones-Marruecos.pdf [consulta: 25/4/2022].
19 CHARON, Paul y JEANGÈNE VILMER, Jean-Baptiste. Chinese Influence Operations. A Machiavellian Moment. Institut de Recherche Stratégique de l’École Militaire, octubre de 2021). Disponible en: https://drive.google.com/file/d/1J_6CANw8xxn9pUWezHgwL83hH0jwlvs_/view [consulta: 25/4/2022].
20 HAKALA, Janne y MELNYCHUK, Jazlyn. Russia’s strategy in cyberspace. NATO Strategic Communications Centre of Excellence, 2021. Disponible en: https://stratcomcoe.org/publications/russias-strategy-in-cyberspace/210 [consulta: 25/4/2022].
21 NYT OPINION. «The Seven Commandments of Fake News». Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=S- 4iwYkAivA [consulta: 25/4/2022].
22 POMERANTSEV, Peter. Nothing Is True and Everything Is Possible. The Surreal Heart of the New Russia.
PublicAffairs, Nueva York, 2014.
23 ARENDT, Hannah. «Hannah Arendt: From an Interview», The New York Review. 26 de octubre de 1978. Disponible en: https://www.nybooks.com/articles/1978/10/26/hannah-arendt-from-an- interview/#:~:text=If%20everybody%20always%20lies%20to,to%20rewrite%20its%20own%20history [consulta: 25/4/2022].
24 RID, Thomas. Desinformación y guerra política. Historia de un siglo de falsificaciones y engaños. Crítica, Madrid, 2021.
25 Citado en: MARÍN GUTIÉRREZ, Francisco. «¿Comprendemos la desinformación?: Rusia y la evolución de las medidas activas» (Documento de Opinión, 26). IEEE, 2022. Disponible en: https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2022/DIEEEO26_2022_FRANMAR_Rusia.pdf [consulta: 25/4/2022].
26 NYT OPINION. «Meet the KGB Spies Who Invented Fake News». Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=h5WjRjz5mTU [consulta: 25/4/2022].
27 ARENDT, Hannah. Op. cit.
28 GROSSMAN, Shelby y RAMALI, Khadeja. «Outsourcing Disinformation», Lawfare. 13 de diciembre de 2020. Disponible en: https://www.lawfareblog.com/outsourcing-disinformation [consulta: 25/4/2022].
29 BRADSHAW, Samantha et al. «Industrialized Disinformation: 2020 Global Inventory of Organized Social Media
Manipulation», Oxford Internet Institute. 13 de enero de 2021. Disponible en: https://demtech.oii.ox.ac.uk/research/posts/industrialized-disinformation/#continue [consulta: 25/4/2022].
30 RID, Thomas. Op. cit.
31 BRAW, Elisabeth. Defender’s Dilemma. Identifying and Deterring Gray-Zone Aggression. AEI Press, Washington D. C., 2022.
32 DE PALO, Francesco. «W la Cina! Il sondaggio Swg che non ti aspetti. Parla Pier Ferdinando Casini» [Long Live China! The SWG Poll You Didn’t Expect. Pier Ferdinando Casini Speaks], Formiche. 7 de abril de 2020. Disponible en: https://formiche.net/2020/04/cina-usa-sondaggio-swg-casini-ventura/ [consulta: 25/4/2022].