Testimonio de una cristiana en Siria

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: La hermana María Guadalupe estuvo cuatro años de misionera en Siria

La hermana María Guadalupe*, de origen argentino, tiene tan sólo 41 años, de los cuales 18 los ha pasado como misionera en Oriente Medio. Sus rasgos cansados tornan su rostro en uno de apariencia enfermiza como el de aquellas personas que se desenvuelven por la vida entre sufrimiento y dificultades diarias. Y no es para menos. Los últimos cuatro años como misionera los ha pasado en la ciudad siria de Alepo que desde 2012 es parte del dramático escenario conflictivo que acecha el país desde hace casi cinco años. De paso por Argentina por razones personales, la hermana trata de difundir durante su estancia la verdad acerca de la situación en Siria y denunciar la persecución de los cristianos. Su testimonio acerca de sus vivencias escandalizan, indignan y conmueven a partes iguales; aunque también llaman a reflexionar. Su relato es radicalmente contrario a todo aquello que hasta ahora se haya contado.

“Tras 12 años en Egipto se me dio la oportunidad de elegir un lugar tranquilo para pasar un par de años, y elegí Siria”, comienza su relato esta monja que llegó al país el 4 de enero de 2011, pocos meses antes de que estallara el conflicto. Para ella, Siria antes de la guerra era un oasis, un paraíso debido a la buena y pacífica convivencia que se daba entre las minorías religiosas y los musulmanes, algo que, según ella, era rarísimo para Oriente Medio dado que, en general, en los países en los que había residido previamente -Irak, Túnez, Jordania y Egipto, entre otros- “la hostilidad se respiraba en el ambiente”. La discriminación, tensión y persecución permanentes que se daban en el seno de otros Estados no existían en Siria en donde la sharia -la ley islámica- y el Corán no conformaban el marco legislativo del país. Bajo el presidente Hafez al-Asad, primero, y Bashar al-Asad, hijo y actual dirigente, después, ambos pertenecientes a la minoría chií alauita -una rama del Islam más moderada- toleraron y protegieron a las minorías religiosas que habitaban en Siria, entre ellos a los cristianos. Estos gozaban de ciertas ventajas y derechos que les confería un estatus privilegiado dentro de la región. Además, tal como asegura la religiosa, el país, y con él su población, gozaba de un periodo de bonanza y prosperidad económica en el periodo anterior a 2011. “El régimen de Bashar al-Asad es una dictadura, sí. Pero la gente vivía mejor que todos nosotros juntos”, manifiesta con una sonrisa melancólica que se le asoma como diciendo “si vosotros supierais”.

Hasta aquí puede que el relato no sea muy revelador, no obstante el problema surge a la hora de hablar de la situación actual de Siria dado que su versión acerca del conflicto dista mucho de parecerse siquiera a la versión a la que los oídos de un occidental está acostumbrado. “No hay nada de guerra civil en Siria, o muy poco”, así de contundente se muestra la hermana Guadalupe antes de comenzar a exponer minuciosamente su visión como testigo presencial durante cuatro años. De acuerdo con su narración, desde el comienzo del conflicto los grupos fundamentalistas aprovecharon los disturbios que la así llamada primavera árabe había causado en algunos países del Magreb, para desestabilizar el gobierno y conformar, una vez derrocado el régimen, una nación islámica basada en los preceptos más duros del Islam, sin cristianos u otras minorías religiosas pero tampoco musulmanes tolerantes; objetivo de naturaleza religioso-político dado que algunos de estos grupos, como el Daesh, uno de los más radicales, pretenden también fundar un califato, para recuperar con ello la gloria perdida de la comunidad musulmana.

Así, lo que en la pequeña ciudad de Daraa los medios de comunicación de todo el mundo presentaban como nido de las primeras manifestaciones en contra de la dictadura de Bashar al-Asad, la hermana Guadalupe las califica de farsa. “La primavera árabe presentada por los medios como la liberación de los árabes que están cansados de la opresión y la dictadura, y buscan democracia en la calles es una gran mentira que Occidente se ha tragado fácilmente”, asegura la monja que considera que el relato del dictador opresor se vendió para atraer a la opinión pública en orden a recibir el beneplácito o tolerancia de ésta para con la guerra que, además, es utilizada por los grandes vendedores de armamento como excusa para la venta ilegal de armas. Así, la religiosa considera que la guerra fue planeada antes y fuera de Siria. Su teoría está fundamentada por los testimonios de algunas chicas alojadas en Alepo con familiares en Daraa, que aseguraron que desde el pueblo les llegaba la información de que había árabes extranjeros que estaban provocando los disturbios, y que ya habían empezado ahí la persecución de los cristianos. Además, su hipótesis se basa en que lo que la prensa internacional llama rebeldes, disidentes del régimen de Asad, no son más que islamistas radicales, aunque no tan excéntricos como el Daesh, dado que, a su parecer, la oposición moderada en Siria es inexistente.

Una vez que las protestas se generalizaron a otras ciudades sirias, como Alepo o Damasco, en donde las gente salió masivamente a la calle, la hermana Guadalupe no titubea en asegurar que esas mismas, a la que los medios de comunicación elogiaban por su valor por rebelarse en contra de su gobierno, eran en realidad una reacción en cadena para mostrar el apoyo al presidente como la mejor opción para el país, dado que la alternativa sería un gobierno fundamentalista. “Desde nuestra ventana veíamos a la gente cantando con banderas, mostrando su apoyo a su presidente…la prensa internacional dijo que el pueblo sirio seguí saliendo a la calle pacíficamente para pedir a su presidente que se valla; al revés de lo que estaban intentando mostrar”, cuenta.

En 2012 la ciudad de Alepo, la segunda ciudad más importante de Siria, después de Damasco, y corazón financiero del país, se agregó al escenario conflictivo. La religiosa afirma que desde el principio uno de los objetivos de los fundamentalistas ha sido tomar la ciudad de Alepo a la que sitiaron durante más de un año, periodo en el que “los rebeldes tomaron las rutas de acceso”, hecho que se mantuvo secreto y que “nunca se contó en los telediarios”, lo que fue posible gracias a una “prensa cómplice”. Preguntada por este medio acerca de tal afirmación y de por qué consideraba que la prensa haya silenciado tal suceso culpó a la censura de los gobiernos occidentales, y aseguró que “nosotros, yo, como cristianos, tenemos, estamos obligados a decir la verdad de los que pasa”. En los enfrentamientos que se daban entre el Gobierno y los rebeldes, el blanco permanente de éstos últimos eran los civiles, pero especialmente los barrios cristianos hacia donde, desde afuera, recibían incesantes disparos de balas y artefactos explosivos. “A las casas de los cristianos en Siria se les marca con la letra nun (ﻥ) que hace referencia a los nazarenos” -apodo que los radicales han dado a los cristianos-, asevera la hermana Guadalupe. “Cada 5 minutos se asesina a un cristiano”, lamenta.

Los excesos del Daesh con respecto a los cristianos se han hecho eco a través de los medios de comunicación en donde persecuciones, crucifixiones o decapitaciones, entre otras atrocidades, han sido habituales desde que este grupo terrorista se apoderó de partes de Irak y Siria. Algunos de los casos más resonados, y que han sido grabados y difundidos por el aparato propagandístico de la agrupación terrorista, han sido la ejecución de 30 cristianos etíopes en una playa de Libia en abril, la decapitación de 21 cristianos coptos egipcios en febrero también en las costas de Libia, o la reciente crucifixión de un niño sirio de 12 años junto a su padre en un pueblo cerca de Alepo.

*Nota: las ideas contenidas en el artículo no reflejan necesariamente el pensamiento del medio