Yemen: última oportunidad para salvar la mayor crisis humanitaria del planeta

En un momento en el que la pandemia del coronavirus está causando estragos en los países menos desarrollados del hemisferio sur, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se ha visto forzada a interrumpir sus programas de ayuda por falta de financiación en el país que actualmente sufre la mayor crisis humanitaria del mundo, Yemen. Con solo 323 casos confirmados de manera oficial y 80 muertes registradas por Worldometers, esta nación de la península arábiga se enfrenta a una tragedia sin precedentes. Las organizaciones humanitarias alertan de que, en la realidad, el impacto de la COVID-19 es mucho mayor, y aseguran que la enfermedad ya se ha propagado por todo el territorio, donde 24 millones de personas ya se encontraban en necesidad de ayuda humanitaria urgente previamente al estallido de la enfermedad.
A pesar de este escenario, la escasez de fondos ha obligado a cerrar el 75% de los programas de Naciones Unidas en suelo yemení. El Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés), dependiente de la ONU, también ha reducido las raciones de comida a la mitad y los servicios de salud financiados por la entidad global se han limitado a 189 en los hospitales yemeníes, en comparación con los 369 que estaban operativos con anterioridad. “Es casi imposible mirar a la familia a la cara, mirarlos a los ojos y decirles: ‘Lo siento, pero la comida que necesitas para sobrevivir, tenemos que reducirla a la mitad’”, lamenta la coordinadora de la ONU en Yemen, Lise Grande, en Associated Press.

Para paliar esta situación, la ONU, junto con Arabia Saudí, ha convocado este martes una conferencia internacional con el objetivo de recaudar 2.410 millones de dólares, un montante que serviría para cubrir las actividades esenciales desde junio a diciembre de este año. En lo que va de 2020, la organización con sede en Nueva York solo ha recaudado el 15% de lo que necesita -unos 3.500 millones de dólares-. En todo el 2019, tampoco se logró el objetivo: se consiguieron 3.600 millones, de un plan inicial estimado en 4.200 millones de dólares.
Riad, que se configura en la actualidad como uno de los mayores donantes de ayuda a Yemen -pues cabe recordar que participa en la guerra civil del lado del Gobierno de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi- se ha comprometido ya a desembolsar 500 millones de dólares, entre los que se incluyen los ya anunciados 25 millones para el plan de respuesta global frente a la COVID-19.

“La disminución de fondos es el resultado de varios factores, pero una de las principales razones es la obstrucción que llevan a cabo los rebeldes hutíes, que controlan la capital, Sanaa, y otros territorios. De hecho, Estados Unidos, uno de los mayores donantes, disminuyó su ayuda a Yemen a principios de este año, citando la interferencia de los hutíes”, explican desde Associated Press.
La milicia, que combate al Ejecutivo de Al-Hadi con el apoyo encubierto de Irán, aunque este lo niega públicamente, ha ido ganando territorio desde que estallara la guerra civil a finales del año 2014. Su feudo actual es la capital, Sanaa, forzando al Gobierno a moverse a Aden, en el sur del país, ciudad que también es un foco de conflictos por el secesionismo del Consejo Transicional Sureño (STC, por sus siglas en inglés), la tercera “administración gubernamental” del país. En estos casi seis años, los hutíes han lanzado semanalmente misiles contra las posiciones de la Coalición Internacional liderada por Arabia Saudí y de las tropas de Al-Hadi, ofensivas que han sido respondidas por estas con bombardeos y ataques aéreos. El resultado de los enfrentamientos directos es que la capacidad asistencial sanitaria se ha reducido a la mitad en todo el país, una situación que se ha visto agravada con el estallido de la crisis del coronavirus.

En esta línea, el ministro de Salud yemení, Nasser Ba’oom, responsabiliza directamente a la milicia de haber destruido el 60% de las instalaciones sanitarias, y le acusa de ocultar los datos reales de contagios y decesos en sus zonas bajo control -los 323 casos y las 80 muertes se han producido solo en las áreas dominadas por el Ejecutivo de Al-Hadi, a excepción de media decena de contagios y un único deceso reconocido en las zonas insurgentes-. El responsable de la cartera de Información, Muammar al-Iryani, ya denunció la semana pasada que la gestión de la pandemia por los hutíes, a imagen y semejanza de Irán -con negación y falta de transparencia- estaba poniendo en peligro las vidas de millones de personas en el país.
“Los hutíes están trabajando para ser más transparentes y esperamos que esto anime a los países donantes a brindar ayuda”, ha asegurado recientemente Lise Grande, en unas declaraciones recogidas en Al Jazeera, en un mensaje de optimismo. Sin embargo, habrá que esperar a lo que sucederá en las próximas horas. Esta podría ser la última oportunidad de salvar a Yemen del desastre total. Si no, “el mundo tendrá que presenciar lo que pasa en un país sin un sistema funcional ante la COVID-19, y no creo que nadie quiera ver eso”, advertía a finales de mayo el portavoz de la Oficina de la ONU, Jens Larke.