Polonia, la pesadilla de la Unión Europea

Paco Soto
Pie de foto: Jaroslaw Kaczynski, líder del PiS
Polonia se ha convertido en la pesadilla de la Unión Europea (UE). Desde que el pasado 25 de octubre el partido ultranacionalista y eurófobo Ley y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kaczynski llegó al poder, el país centroeuropeo ha dado un giro hacia el extremismo. La Polonia del PiS es, en estos momentos, mucho más que el ‘enfant terrible’ de la UE, es la gran preocupación de la Europa comunitaria y democrática. Polonia no es Hungría, Chequia o Eslovaquia; política y económicamente, es uno de los grandes países de la UE, y la actividad de los actuales gobernantes puede frenar, o al menos entorpecer, la construcción europea en una etapa de serias turbulencias económicas e incógnitas políticas. Bruselas ha decidido poner bajo vigilancia a Polonia y ha advertido a sus dirigentes que no piensa tolerar la deriva autoritaria que han iniciado. De momento, los gobernantes polacos han dejado claro que no piensan hacer caso a la UE. Quieren el dinero comunitario, pero no están dispuestos a asumir plenamente los valores democráticos europeos; confunden el nacionalismo excluyente con el patriotismo cívico, consideran que las instituciones y los medios de comunicación públicos tienen que estar al servicio del Ejecutivo ultraconservador de Beata Szydlo y del PiS, sueñan con un país confesional, desean marginar de la sociedad a millones de polacos liberales y europeístas, tergiversan la historia en función de sus conveniencias políticas, quieren que la cultura sea un mero instrumento ideológico de adoctrinamiento, pretenden limitar los derechos de las mujeres y convertir en un infierno la vida de los homosexuales, sueñan con pelear contra Alemania y Rusia y se burlan de Europa sin la menor vergüenza.
Un poder legítimo pero indeseable
Los nuevos gobernantes polacos tienen, sin lugar a duda, el apoyo de una parte importante de la sociedad; su poder surge de las urnas y es legítimo, pero esto no significa que sea deseable para un país que necesita modernizarse económica y socialmente y consolidar la democracia. Polonia es un problema para el conjunto de la UE. Ya lo fue a mediados de la década pasada, cuando el PiS de Kaczynski gobernó el país aliándose con dos fuerzas reaccionarias y populistas: LPR, la extrema derecha católica, y Samoobrona, un movimiento con implantación en el mundo rural liderado por un antiguo apparatchik del régimen comunista, el difunto Andrzej Lepper. Polonia necesita gobernantes sensatos, preparados y democráticos y no populistas y demagogos integristas e indocumentados. La pésima gestión económica y social que llevaron a cabo los liberales de Plataforma Cívica (PO, centroderecha) y sus aliados del PSL (heredero del histórico Partido Campesino) durante los años de crecimiento en Polonia es la excusa que utiliza el PiS para justificar sus polémicas decisiones políticas. El húngaro Viktor Orban es un modelo para el PiS de Kaczynski. Es para ponerse a temblar. Los actuales dirigentes polacos se dejan guiar por el odio; no buscan justicia ni solucionar los problemas reales, sino la revancha pura y dura, y si la sociedad polaca y la UE no les paran los pies, en poco tiempo podrían llevar a Polonia a una situación insostenible.
Impulsos neofascistas y tics neocomunistas
Los medios españoles suelen calificar al PiS de partido “ultraconservador”. No es del todo cierto: el PiS es un partido de extrema derecha. En términos políticos y sociales, defiende tesis muy conservadoras, ve con recelo la modernidad democrática, apuesta por un catolicismo integrista y preconciliar que excluya a los numerosos católicos polacos que viven tranquilamente su fe y están anclados en el siglo XXI, se decanta por la xenofobia y la oposición frontal al mundo islámico. Los homosexuales son una de las obsesiones del PiS. En sus delirios, Kaczynski ha llegado a rechazar a los ecologistas que utilizan la bicicleta como medio de transporte y los vegetarianos, y está convencido de que hay polacos de primera y segunda clase. Los polacos de segunda clase son los que no piensan como él. En el ámbito económico, el PiS defiende ideas anticapitalistas que se parecen a las tesis de la extrema izquierda y de movimientos políticos como Podemos en España. Los impulsos neofascistas y los tics populistas y neocomunistas alientan al PiS y lo convierten en un partido peculiar. Forzando un poco las cosas, me atrevería a decir que el PiS de Kaczynski es una mezcla de ideología del Frente Nacional en Francia y de Podemos en España, una síntesis rojinegra de la derecha integrista y la izquierda demagógica y antidemocrática. Gracias a esa síntesis ideológica, el PiS ha conseguido el apoyo de gran parte de los obreros, los campesinos y comerciantes modestos, los jubilados y un segmento numeroso de la juventud. Sus opositores son en su inmensa mayoría sectores ilustrados de la clase media urbana. La Polonia popular está con el PiS o no se expresa públicamente, ni en las urnas ni en la calle. La Polonia moderna y europeísta, abierta, dialogante y liberal se opone al PiS; es una franja importante de la sociedad y muy activa en grandes ciudades como Varsovia, Wroclaw, Poznan y Gdansk, pero hoy por hoy no es mayoritaria.
Un país dividido
La división entre estos dos países en el seno de una misma nación es dramática y lastra el desarrollo económico, social y democrático del país. La entrada de Polonia en la UE, en 2004, ha atenuado las tensiones internas pero no las ha eliminado. En términos de ayudas comunitarias, Polonia es el país más beneficiado por Bruselas. En la última década, gracias a la ayuda de la UE, la riqueza global de Polonia ha aumentado espectacularmente, el nivel de vida ha crecido notablemente, ha disminuido la pobreza y la clase media se ha consolidado. Sin embargo, millones de polacos siguen pensando que su país es un infierno y lo es por culpa de Europa, el capitalismo liberal y las multinacionales. Alemania, además de Rusia, sigue siendo el gran enemigo de esos polacos acomplejados, rencorosos, desagradecidos e insolidarios con el resto de Europa y del mundo, sobre todo si este mundo es musulmán. En este contexto tan complejo, gran parte de la cúpula de la poderosa Iglesia católica apuesta por la Polonia de Kaczynski.
Situación delicada
La situación política y social de Polonia es muy delicada, y Bruselas mira con lupa la evolución de los acontecimientos. El Gobierno del PiS desafía a la UE y no tiene en cuenta sus advertencias, lo que no es ni prudente ni inteligente. El PiS tiene mayoría absoluta en el Parlamento, controla el Gobierno y la presidencia de la República. Jaroslaw Kaczynski mueve en la sombra los hilos del poder. El presidente del país, Andrzej Duda, y la primera ministra, Beata Szydlo, aunque hayan sido elegidos por los ciudadanos, son políticos sin la menor autoridad y al servicio de la estrategia enloquecida de Kaczynski, un hombre triste y antipático que vive solo con su gato. La muerte de su hermano gemelo, el presidente Lech Kaczynski, en accidente aéreo en 2010 y después de su madre ha hundido aún más al líder del PiS en la soledad y la amargura.
Adiós al Estado de derecho
En tres meses, el Ejecutivo de Beata Szydlo se ha cargado los equilibrios constitucionales, ha limitado la libertad de prensa y ha roto los controles institucionales, al hacerse con el dominio de los medios públicos y del Tribunal Constitucional. El PiS ha puesto en marcha un ambicioso proceso de depuración ideológica de la Administración, y se ha enfrentado varias veces a Bruselas. Polonia no quiere respetar las normas de funcionamiento de la UE y para lograrlo se ha aliado con Hungría, un país desprestigiado por culpa de Viktor Orban y con un poder político y económico insignificante en Europa. La sexta economía más grande de la UE y el país más potente de la antigua Europa del socialismo real integrada en la Europa comunitaria ha escogido el camino de la incertidumbre y del conflicto permanente con sus socios, sobre todo con Alemania. ¿Puede Polonia permitirse esta estrategia? Muchos analistas europeos piensan que no. Varsovia está jugando con fuego.
El PiS ganó las elecciones prometiendo cambios moderados, pero ha impulsado una estrategia que convulsiona Polonia, frenará seguramente el crecimiento económico, no resolverá los problemas sociales y alejará el país de la Europa más rica y democrática. La mayoría absoluta lograda por el PiS en las legislativas no es buena consejera ni para este partido ni para el Gobierno de Szydlo. Los actuales dirigentes no escuchan a los sectores sociales discrepantes, son arrogantes y prepotentes y gobiernan Polonia como si fuera su finca particular. Han conseguido asustar a muchos ciudadanos que votaron de buena fe al PiS en las elecciones generales y presidenciales de 2015. Kaczynski ha dicho que quiere curar a Polonia de “varias enfermedades” que ha acumulado el país desde 1989, cuando cayó el régimen comunista y la oposición democrática pactó con la corriente reformista del poder dictatorial una transición a la democracia.
Enfermedades polacas
¿Cuáles son esas enfermedades de las que habla Kaczynski? ¿El capitalismo liberal? ¿La modernidad democrática? ¿Europa? ¿Alemania? ¿Los homosexuales? ¿Los católicos moderados? ¿Los agnósticos y los ateos? No lo sé, aunque intuyo que por ahí van los tiros. En cualquier caso, si Polonia persiste en no respetar el Estado de derecho y el funcionamiento interno de la UE, Bruselas podría verse en la obligación de tomar medidas drásticas contra el país centroeuropeo. Lo han dicho los principales líderes europeos. Polonia es un socio de la UE y no puede hacer lo que le dé la gana y comportarse con deslealtad. La UE es un club de Estados que comparten valores comunes y soberanía. Si a un país no le gusta, pues que se vaya. En este sentido, Polonia sabe dónde está la puerta de salida de la Europa rica y democrática. Kaczynski no debe convertir a Polonia en una fortaleza sitiada. El gran ganador del aislamiento de Polonia sería Vladimir Putin. Las maniobras del Gobierno extremista polaco han hecho sonar las alarmas en Bruselas. Cabe esperar inteligencia política y sentido de Estado por parte de los dirigentes de Varsovia y que la Polonia heredera de personajes como Nicolás Copérnico, Ludwik Lejzer Zamenhof, Maria Salomea Sklodowska-Curie, el Papa Juan Pablo II y Lech Walesa no haya dicho su última palabra.