Amenaza vs disuasión
Se entiende por amenaza al resultado de un evento físico de origen natural, o causado, voluntariamente por la acción humana -e incluso que pueda aparecer de manera accidental- que por su idiosincrasia y puesta en efecto puede producir un peligro de diversas dimensiones en función de su grado de severidad y eficacia y que puede llegar a causar pérdida de vidas, lesiones u otros impactos en la salud, así como también daños o destrucción en los bienes, las infraestructuras y demás.
Por otra parte, el Diccionario panhispánico de dudas señala que disuadir significa ‘convencer [a alguien] para que desista de una idea o propósito’.
Así pues, la amenaza parece que resulta como algo negativo que queda sobre la mesa de negociación y puede llegar a ocurrir si uno o su parte opuesta o contrario insisten en mantener sus posturas y no llegar a un acuerdo previo o en mitad de un conflicto.
Durante siglos los Estados e Imperios se han enfrentado entre si mediante declaraciones de guerra, incluso sin mediar una amenaza por en medio y ha bastado cualquier chispa para que conflictos de altísima intensidad y graves consecuencias, como la I Guerra Mundial, estallaran y llegaran a cambiar la marcha y la huella de la Historia.
Ha sido principalmente durante la totalidad de la llamada Guerra Fría y sus coletazos posteriores tras la caída del muro de Berlín, cuando el concepto de disuasión se ha empleado preferentemente para mantener los equilibrios entre los dos bloques resultantes y para que ninguno de sus países satélites o proxis intentara salirse o moverse del puesto que ocupaba en la fotografía internacional fija que todo el mundo entendía.
Para que aquello produjera su efecto deseado, hay que agradecer la aparición del término conocido como la Destrucción Mutua Asegurada; concepto, tan denostado por muchos, pero de tan buenos resultados al fin de cuentas.
Es recientemente, con la aparición de auténticos sátrapas, lunáticos, falsos emperadores y visionarios cuando llegan o toman un mayor grado de eficacia las amenazas en sí mismas y la arena internacional se ha llenado de muchas de ellas; algunas, por cierto, muy conocidas, sangrantes y de resultados nefastos, que han obligado movilizarse y a intervenir a las principales herramientas de la Comunidad Internacional, algunas asociaciones político militares de diverso signo y capacidad y a poner sobre el tapete el papel restante que les quedaba a Rusia y EEUU.
Hoy en día son muchos los bocazas y en todos los continentes que emplean las amenazas claras y directas o bien para contener a sus pueblos, generalmente subyugados, o para acallar pretensiones externas. Pero, el principal y más grande paladín actual de las amenazas, es sin duda alguna, el presidente Donald Trump.
Un hombre que ya desde la mitad de su primer mandato y los tiempos finales de aquel periodo presidencial dejó bien claras sus muchas de ellas tanto a nivel interno como a nivel internacional, de entre las que destaca por su gran repercusión posterior, la exigencia del famoso porcentaje del gasto en defensa para todos los miembros de la OTAN (2%) adoptado en la Cumbre de Gales en 2014.
Acuerdo, que ha dado origen a la deriva del incremento con Trump en su segundo periodo, de dichos gastos hasta el 5% inicial y a fijarse en que el mundo ha venido viviendo de la magnanimidad de los norteamericanos y así nos encontramos enmarañados en un acuerdo sin un fin claro, limpio y equitativo de los famosos aranceles a pagar por las importaciones y exportaciones bilaterales de todos los países con EEUU.
De todas las amenazas que han salido de la mente y boca de Trump, muy pocas se han cumplido salvo la acción quirúrgica militar de corto alcance con la que se vendió al mundo que se había conseguido ‘parar durante años’ el programa nuclear iraní y que supuso un alivio de cierta importancia para Israel y, la verdad, es que dicho corto ataque se llevó a cabo una vez comprobada la poca eficacia y la limitada capacidad del armamento ofensivo y defensivo de Irán.
En estos precisos momentos nos encontramos inmersos en otra de las grandes amenazas de Trump y esta vez, de nuevo ha cambiado el teatro de operaciones y así, tras haber ninguneado, escupido y pisoteado al presidente Zelenski en la propia Casa Blanca, ahora Trump le ha dado un corto plazo a Putin para que cesen las hostilidades y se pongan manos a la obra a las negociaciones de paz con Ucrania.
Para forzar esta situación hace días que se anunció a bombo y platillo como amenaza que dos submarinos nucleares partían para posicionarse cerca de Rusia por si fuera precisa su participación militar. Noticia que alarmó al mundo y que yo no comparto en absoluto, dado que, si bien el grado de problemas mentales y físicos de Trump es grande, no llega para desencadenar una guerra nuclear total.
Por otro lado, el alcance de esta amenaza es tan vacía y mentirosa como casi todas las demás porque tal y como se ha sabido hoy mismo en la prensa nacional de manos del Almirante retirado Garat, en EEUU todos los submarinos son nucleares y que, si bien los tiene de diversos tipos en función del armamento con el que están dotados, los más mortíferos y eficaces no necesitan acercarse a Rusia por el gran alcance de sus misiles. Por lo que se estima que ese movimiento es un farol u obedece a otros intereses y situaciones.
Quedan algo más de cuarenta y ocho horas para que el representante de Trump, hoy en Moscú, convenza a Putin sobre desistir de sus intenciones y de que haga caso a su propuesta.
Me inclino a pensar que como ‘perro no come a perro’, esta situación quedará en una salida diplomática para ambos mandatarios y que seguirá siendo Ucrania la que ponga el terreno, la mayor de los muertos y Europa financie el material militar de fuentes propias o comprando dicho material a los norteamericanos.