La crisis energética de Irán: un catalizador para el cambio

Procesión fúnebre del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán, Irán, el 1 de agosto de 2024 - WANA/MAJID ASGARIPOUR via REUTERS

A pesar de sus vastas reservas de petróleo y gas natural, Irán se enfrenta a una crisis energética que pone de manifiesto la ineficacia de su teocracia gobernante

  1. La magnitud de la crisis energética
  2. Causas profundas: mala gestión y corrupción
  3. Repercusiones medioambientales y sanitarias
  4. Cólera pública y protestas
  5. Contexto histórico y potencial de revuelta
  6. Un llamamiento al cambio de régimen

Los cortes de electricidad a gran escala, la escasez de gas y el cierre de ciudades han perturbado la vida cotidiana, paralizado la industria y alimentado el descontento popular. Las oficinas gubernamentales funcionan con horario reducido, las escuelas y universidades han dejado de funcionar, las autopistas y centros comerciales se han sumido en la oscuridad y las plantas industriales están sin energía, lo que ha paralizado la producción y la actividad económica. 

Esta crisis no sólo pone de manifiesto los fallos sistémicos del régimen, sino que también tiene el potencial de desencadenar una nueva oleada de protestas, señal de una demanda más amplia de cambio político. 

La magnitud de la crisis energética

En las últimas semanas, Irán se ha visto afectado por cortes rotatorios de electricidad, agravados por las condiciones invernales. Escuelas, universidades y oficinas gubernamentales se han visto obligadas a cerrar o a funcionar con horario reducido, mientras que las plantas industriales han sufrido cortes de energía, deteniendo la producción y causando importantes pérdidas económicas. 

El impacto económico es grave: las industrias manufactureras están perdiendo miles de millones de tomanes (la moneda iraní) al día debido a la interrupción de los ciclos de producción. Mehdi Bostanchi, jefe del Consejo de Coordinación Industrial, calcula que la producción industrial ha caído entre un 30% y un 50%, lo que agrava las dificultades económicas de Irán. Esta presión económica, combinada con la escasez de energía, ha exacerbado la inflación y el desempleo, agravando el sufrimiento de los iraníes de a pie.  

Causas profundas: mala gestión y corrupción

Aunque el régimen iraní atribuye la crisis a factores externos, como las sanciones y los presuntos ataques clandestinos, las causas profundas residen en décadas de corrupción, mala gestión y abandono del bienestar público. La infraestructura energética iraní es obsoleta e ineficaz, con grandes pérdidas en la transmisión y una gran dependencia de las centrales eléctricas de gas, que no pueden satisfacer la creciente demanda. 

Las prioridades del régimen -la influencia regional y los esfuerzos militares en lugar de las necesidades internas- han agravado la situación. La minería no autorizada de criptomonedas, considerada una forma de eludir las sanciones, ha consumido enormes cantidades de electricidad, lo que ha aumentado la presión sobre la red. Por razones medioambientales, limitar el uso de fuelóleo en las centrales eléctricas también ha reducido la capacidad de generación de electricidad.  

Repercusiones medioambientales y sanitarias

La crisis tiene repercusiones medioambientales y sanitarias, ya que centros urbanos como Teherán sufren un aumento de la contaminación atmosférica debido al uso de combustibles de mala calidad. Esto satisface las necesidades energéticas y pone en peligro la salud pública al contribuir al aumento de las enfermedades respiratorias. La escasez de agua, la deforestación y la desertificación son también crudos recordatorios de la mala gestión medioambiental del régimen.  

Cólera pública y protestas

La incapacidad del régimen para resolver la crisis energética ha avivado la ira de la población. Los cortes diarios de electricidad y las interrupciones de los servicios esenciales han frustrado a los ciudadanos, muchos de los cuales se sienten perjudicados por los esfuerzos de conservación mientras los funcionarios del Gobierno permanecen impasibles. Han estallado manifestaciones en ciudades como Teherán e Ispahán, donde los comerciantes protestan por los cortes de electricidad que afectan a sus negocios, y los residentes corean consignas contra los dirigentes.  

Contexto histórico y potencial de revuelta

El historial iraní de protestas por agravios económicos -desde las manifestaciones contra la subida de los precios del combustible en 2019 hasta las más recientes- sugiere que la actual crisis energética podría reavivar movimientos más amplios. La oposición iraní, el Consejo Nacional de Resistencia de Irán (NCRI), ha criticado la gestión del régimen en el sector energético, destacando la ironía de exportar electricidad mientras la población sufre cortes de luz.  

Un llamamiento al cambio de régimen

La crisis energética simboliza un fallo sistémico más profundo dentro de un régimen autocrático que prioriza su propia supervivencia a expensas del bien público. Es poco probable que un cambio gradual del régimen actual resuelva estas crisis. Una transición hacia un Gobierno democrático y laico podría dar lugar a mejoras significativas en la modernización de las infraestructuras, políticas energéticas sostenibles y una distribución equitativa de los recursos. Un Gobierno así también permitiría a la sociedad civil abordar cuestiones cruciales como la degradación medioambiental, los derechos de los trabajadores y la igualdad de género.  

En resumen, la crisis energética de Irán no sólo refleja fallos infraestructurales y económicos inmediatos, sino que también sirve de metáfora de una degradación política y social más amplia. A medida que se intensifica la frustración pública, la posibilidad de que estos agravios relacionados con la energía catalicen un cambio político significativo sigue siendo una cuestión clave para el futuro de Irán.