Hamás no es Palestina
Hamás no es Palestina, los terroristas de Hamás no son los palestinos. Son un grupo de radicales islamistas manejados y financiados por Irán, que se hicieron con el poder en Gaza en 2007 gracias a los buenos resultados regionales en las segundas elecciones de enero de 2006 y lograr a nivel general el puesto de primer ministro en el Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina de Mahmud Abbas. Los primeros comicios se celebraron en 1996.
Este dato es una referencia muy relevante de cómo se gestionan los palestinos y las graves dificultades internas que han mantenido, sobre todo desde la muerte del histórico líder Yasser Arafat, en 2004 cuando el dominio del grupo Al-Fatah de la histórica OLP (Organización para la Liberación de Palestina) se fue difuminando por la ineficacia, la corrupción, los malos servicios públicos y la débil gestión del sucesor, Mahmud Abaas, que todavía es presidente de la Autoridad Nacional Palestina con poder y mando sólo en Cisjordania.
Hay que conocer la historia para entender lo que está pasando hoy. Desde que Hamás se ganara el respaldo electoral gracias a lo que se llamaba acción social financiada por Irán de apoyo con dinero, educación, sanidad, a los más vulnerables a cambio de sus votos, la represión y el terror han dominado la vida de los palestinos en Gaza.
La toma del poder en la Franja registró un enfrentamiento violento a tiros durante varios días entre los palestinos que ganaron los de Hamás a los de Al-Fatah. El líder de Hamás, Ismael Haniya, había ejercido como primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina con Mahmud Abbas como presidente, durante un año. A partir de entonces la división entre los palestinos de Cisjordania y los de Gaza ha impedido cualquier intento de negociación con Israel, donde las posiciones también se han radicalizado por los ataques con cohetes de Hamás y de la Yihad Islámica, grupos terroristas que han necesitado siempre la violencia y el enfrentamiento con Israel para mantener el poder. Por supuesto, desde 2006 no se han celebrado elecciones en Gaza, tampoco en Cisjordania. La cuestión planteada desde entonces ha sido siempre, ¿quién es el interlocutor válido de los palestinos para negociar?
En los últimos dos años, los cambios políticos en la región estaban aislando cada día más a Hamás. Sobre todo, la recuperación de relaciones entre Irán, el régimen de los ayatolás que ha financiado, ha armado y ha apoyado a Hamás en Gaza, también a Hizbulá en Líbano y a los hutíes en Yemen, con Arabia Saudí marcaba una nueva situación, sobre todo cuando los Acuerdos de Abraham, el entendimiento entre árabes encabezados por los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos e israelíes se iba consolidando en todos los sectores sociales y económicos de estos países y se iba a culminar con el entendimiento entre Arabia Saudí e Israel.
Algunas de las consecuencias de esta situación política fue la retirada del apoyo iraní a los hutíes en Yemen, y en las negociaciones entre los actores de la región celebradas en Qatar se exigía cada vez más la celebración de elecciones en Palestina para clarificar y legitimar la representatividad de cada uno.
Los datos que se barajaban es que Hamás no ganaría las elecciones en Gaza donde la mayoría de la población está harta de las penurias y de la vida miserable que sufre bajo la dictadura de Hamás, por su continuo enfrentamiento con Israel cuyas respuestas son muy contundentes, y quien sufre es la población civil.
El pasado 30 de julio se registró una manifestación en las calles de Khan Younis, al sur de la Franja de Gaza contra Hamás. Organizada a través de internet por un grupo llamado Alvirus Alsakher, el virus burlón, varios centenares de palestinos expresaron su malestar y sus quejar por los cortes de energía habituales y las precarias condiciones de vida con la reducción de 100 a 15 dólares de la subvención mensual que reciben las familias más pobres. Dinero procedente de Qatar. El fenómeno de las milicias independientes sin filiación a los grupos clásicos como Hamás o la Yihad Islámica proliferan en la Franja y ganaban popularidad. La represión de las protestas fue dura y contundente con la destrucción por parte de la Policía de teléfonos móviles de los manifestantes, numerosas detenciones que se saldaron con golpes, amenazas y algunas torturas, según denunciaron después los propios protagonistas.
La acción terrorista brutal e indiscriminada de Hamás imitando el abominable modus operandi de los terroristas del Daesh y un execrable exhibicionismo para sembrar el terror, apoyada y entrenada por profesionales exteriores, según análisis de expertos internacionales, es una huida hacia delante de los líderes de Hamás. Causar el caos absoluto, asesinar brutalmente y exhibirlo, a civiles, a familias desarmadas, para provocar una respuesta más que contundente de Israel para volver a usar, a manipular, a chantajear a los propios palestinos de Gaza con su muerte y destrucción e intentar romper los acuerdos de Abraham, el entendimiento entre árabes e israelíes, y evitar que Arabia Saudí estableciera relaciones con Israel.
Hamás es responsable también de los muertos y la destrucción en Gaza porque su acción terrorista tenía como objetivo provocar una respuesta inmediata contundente de Israel, con bombardeos constantes inmediatos para neutralizar a los líderes y la infraestructura de Hamás, sus arsenales y los lanzadores de cohetes situados en la zona urbana más poblada para utilizar a los civiles palestinos como escudos humanos.
Es todo muy complicado, muchos intereses cruzados, pero, desde Irán, desde Rusia, el interés por desestabilizar, por incendiar Oriente Próximo es evidente. Hamás ha estudiado y preparado un gran golpe contra Israel que es puro terrorismo deleznable y repugnante. Es difícil que Israel responda con una estrategia contenida, por el enorme daño, dolor y la furia lógicas por los asesinatos cometidos por los terroristas, pero así se lo están pidiendo los líderes occidentales, entre ellos el rey de España que habló con el presidente de Israel: total condena, repulsa, y apoyo a Israel, pero petición de contención en la legítima defensa, en la respuesta, para no hacerle el juego a los que idearon y ejecutaron el ataque terrorista con el asesinato indiscriminado de jóvenes, mujeres, ancianos, policías y militares, la violación y el secuestro de adolescentes y de bebés entre los más de 125 rehenes capturados. Tampoco dar satisfacción a los que les apoyaron desde el exterior y que ahora mueven las protestas en numerosas capitales del mundo y utilizan las redes sociales para presentar a los israelíes como agresores.
Provoca cierta preocupación la pérdida de peso político de España que no está, ni se le invitó a estar entre los países occidentales: Italia, Reino Unido, EE. UU., Francia y Alemania que expresaron conjuntamente en un comunicado su repulsa por la acción terrorista de Hamás y su apoyo a Israel. Esa es otra historia para no dormir porque la política exterior del Gobierno progresista de España es cuestionada pública y constantemente por varios de sus miembros. Al día siguiente de la foto con Bildu, Pedro Sánchez rompía su silencio y condenaba el ataque terrorista de Hamás, reconocía el derecho de Israel a defenderse, pero pedía una respuesta contenida de acuerdo con el derecho internacional.
Al mismo tiempo, una de sus ministras, en funciones, Ione Belarra, acusaba al primer ministro de un país amigo como Israel, Benjamín Netanyahu, de perpetrar un genocidio en Gaza y de crímenes de guerra. Y no pasa nada. Como tampoco pasó cuando la vicepresidenta Yolanda Díaz se reunión en Bruselas con un prófugo de la justicia como Puigdemont, en un ambiente de colegueo estomagante o cuando durante la campaña electoral aseguró que Marruecos es una dictadura y, junto con Podemos, apoya a los enemigos de unos vecinos cuya relación es estratégica y abogan por la autodeterminación. Además, estos miembros del Gobierno Sánchez no han parado de manifestarse contra la OTAN y sugerir su respaldo a Putin con la invasión de Ucrania.
Una política exterior Frankenstein que daña gravemente el prestigio, la credibilidad, las inversiones y la imagen de España en muchos lugares del mundo, desde los estamentos de poder políticos y de decisión a los económicos, financieros y comerciales. Y no se solventa con eso de ser progresista.