Universalidad
Pero la violencia que percibía el filósofo en el ejercicio del poder romano se multiplicó cuando los godos bajo el mando de Alarico I entraron en Roma y la saquearon. La percepción de aquel orden imperial moribundo y de aquella alternativa incivilizada y brutal mueve a Agustín a concebir un nuevo orden transformador de la sociedad a partir de la construcción de esa esfera espiritual, que representaría la Iglesia, y de otra terrenal, que representará en la Edad Media el Sacro Imperio, en cuya coexistencia fuera desarrollándose el plan de Dios para la humanidad.
La idea política universal de la Cristiandad se abriría camino lentamente hasta que finalmente en el año 800 d.c. Carlomagno fuera coronado Emperador del Imperio Romano Germánico y Protector del Papa, entonces León III.
La separación entre el poder de la Iglesia y el del Estado tomó forma en la Europa medieval Occidental, pero no así en el Imperio Romano Oriental, donde tal división, propuesta desde el agustinismo político no se reproducirá. Y cuya indivisibilidad fue además estrictamente protegida a partir de la llamada “Donación de Constantino” (451 d.c.) que otorgaba al patriarca de Constantinopla, la superioridad sobre el Obispo de Roma.
Sin embargo, el pensamiento de Agustín mantuvo su influencia a medida que la auctoritas moral de la Iglesia y la potestas de los Estados equilibraban la disputa entre intereses, corregían los agravios y hacían frente a los retos de la progresiva expansión del conocimiento en la Edad Moderna.
Los fracasos históricos de proyectos políticos y líderes católicos y cristianos no han socavado la voluntad del cristianismo ni de la Iglesia Católica por armonizar un orden de coexistencia del poder político y el religioso con un objetivo humano y social común para ambos.
La esencia del planteamiento no ha estado necesariamente en encontrar un modelo político ideal como en su momento planteó el filósofo, sino en identificar, tal y como hizo San Agustín, las perversiones del orden existente y denunciarlas, en rechazar las alternativas deshumanizadoras y en buscar la fórmula para seguir avanzando en las reformas para lograr que el orden sea más acorde con la dignidad de la persona.
Católico significa universal. Y en estos días transcurridos entre el fallecimiento del Papa Francisco y la elección del Papa León XIV en Roma, la comprensión del concepto de universalidad se ha visto reforzado. Después de ser elegido por un Cónclave formado por electores venidos de Oriente y Occidente; del Sur y de los archipiélagos, un agustino seguidor de Cristo, inspirado por aquel Obispo del siglo V que estaba preocupado por ponerse en orden a sí mismo y que luego se ocupó por dar una respuesta al inhumano destino de su época, ha dado un primer mensaje que no impone ni pretende imponer nada a nadie: “Queridas hermanas y hermanos. Este es el primer saludo de Cristo resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también quisiera que este saludo de paz entrara en vuestros corazones y llegase a sus familias a todas las personas en todas partes a todos los pueblos a toda la tierra, La paz sea con ustedes”.
El Pontificado del primer Papa agustino de la historia ha arrancado. Filósofo y matemático, León XIV afronta un reto similar al que afrontara su maestro Agustín. Uno, romano y apóstol en la periferia de Roma, África. Otro, americano y apóstol en el Sur Global. Uno, consternado con los desmanes del poder romano y con la barbarie. Otro, con los desmanes de la guerra y el desamparo de los pobres. Uno pensando en cómo reconstruir un orden nuevo. Otro, en cómo universalizarlo.
La universalidad que ha puesto sobre la mesa León XIV y la Iglesia que lidera, no pasa hoy por extender el mensaje de Cristo a los cristianos para que construyan un muro frente a las agresiones del mundo pagano. Ni por cerrar las puertas de esa ciudad a los que quieren comprenderlo y proyectarlo. Ni por exigir a los poderes un sometimiento a su doctrina. Pasa por trasladarlo a todos los que puedan entenderlo como una fuente de inspiración para avanzar en la universalidad de su esencia: dignificar a la persona a través de la misericordia con todas y cada una de ellas.