Empresas, Marruecos y la ley del aprendizaje

Marruecos enseña bien la lección
  1. Adaptación, equilibrio y la geometría variable: experiencias en Marruecos 

Acabo de colgar una larga llamada con un compañero de aventura profesional en Marruecos que me lleva 20 años de ventaja, de experiencia y me veo obligado a compartir esta reflexión.

Un proyecto empresarial no es una línea recta. No es un éxito fulgurante ni un fracaso estrepitoso. No es ganar ni perder. Es, como la vida, un ejercicio constante de adaptación, de entender, de equivocarse, de corregir.

Se aprende, se crece, se tropieza, se sigue. Se escribe un plan, se borra, se reescribe. Se hila una estrategia, se deshila por los golpes de la realidad, se vuelve a hilar con más oficio. Y así, hasta que el tiempo, la experiencia y los mercados deciden si aquel tejido aguanta o se deshace.

Marruecos enseña bien esta lección. No es país para quienes buscan certezas inamovibles, sino para quienes entienden que la empresa es navegación y que no hay carta náutica sin sus correcciones de rumbo.

La normativa cambia, los procedimientos administrativos se retuercen, las relaciones humanas se complican y se despliegan con una lógica que exige paciencia y cintura. Las oportunidades aparecen con la misma rapidez con la que se desvanecen si uno no sabe leer los tiempos y las formas. Aquí no se triunfa ni se fracasa: se aprende o se queda uno al margen.

Al principio, uno intenta aplicar fórmulas que funcionaron en otros puertos. Pero pronto descubre que la clave no es imponer, sino entender. Que el éxito no es replicar, sino adaptar. Que no basta con conocer la teoría empresarial, sino que hay que saber cuándo hablar y cuándo escuchar, cuándo insistir y cuándo esperar.

El día que entendí que lo único que me voy a llevar de esta experiencia es lo que aprenda, empecé a enfocarlo todo de otra manera. Dejé de medirlo en términos de ganar o perder y empecé a verlo como un proceso diario y continuo. Y Marruecos, con sus desafíos y su potencial, se convirtió en la mejor escuela de empresa que uno pueda imaginar.

Porque la empresa, los proyectos, las relaciones, como la vida, no se conquistan, se comprenden y en ese ejercicio está la clave… sigo en el camino.

Adaptación, equilibrio y la geometría variable: experiencias en Marruecos 

Dirigir una empresa en Marruecos no es nada fácil. No hay un manual que explique cómo encajar todas las piezas en un tablero perfecto. Aquí, el liderazgo se mide en la capacidad de adaptación, en la habilidad para encontrar el equilibrio justo entre la firmeza y la paciencia, y en la constancia para no desfallecer cuando la burocracia se convierte en un laberinto de espejos.

He tenido la fortuna –o la condena, según el día– de compartir experiencias con directivos y empresarios que han hecho de Marruecos su campo de batalla. Nos hemos encontrado, en cenas y reuniones, en colectivos profesionales y en organizaciones oficiales, y hemos intercambiado impresiones sobre la realidad industrial de este país. Y siempre llegamos al mismo punto: aquí no basta con saber producir, vender o gestionar. Es imprescindible saber moverse.

Porque Marruecos no es un escenario para quienes solo saben dar órdenes desde un despacho. Aquí hay que bajar al terreno, conocer los entresijos sociales y culturales, entender cómo funcionan las estructuras de poder, saber con quién hablar y, sobre todo, cuándo y cómo hacerlo. No se trata de sortear obstáculos, sino de comprenderlos, de integrarse en el ecosistema y jugar con sus dinámicas sin renunciar a la esencia de la empresa que uno representa.

El liderazgo, en este contexto, es una cuestión de geometría variable: saber cuándo avanzar con determinación y cuándo echarse a un lado sin que parezca una retirada; reconocer que, en ocasiones, la velocidad no es lo más importante, sino la dirección; entender que el éxito de un proyecto no se mide solamente en cifras, sino en la capacidad de construir relaciones de confianza con clientes, proveedores, trabajadores y, por supuesto, con la propia administración.

En Marruecos, quien no aprende a moverse con inteligencia acaba estancado, atrapado en un mar de trámites o, peor aún, en la indiferencia de un sistema que no se inmuta por la impaciencia ajena. Aquí no basta con ser buen gestor; hay que ser estratega, diplomático y, en ocasiones, incluso un poco equilibrista o “artista”.

Porque, al final del día, el éxito profesional y empresarial se resume en una simple ecuación: el que entiende las reglas no escritas del juego, avanza; el que las ignora, se convierte en espectador de su propio fracaso.

Juan Antonio Vidal. 

Plant Manager InCom Composites Morocco SARL