Carta abierta a la ministra de Defensa, Margarita Robles, la callada que otorga
Excelentísima señora magistrada y ministra de Defensa, número uno de la Carrera Judicial en la 27ª promoción de Jueces y Fiscales y titular desde junio de 2018 de la cartera que engloba a las Fuerzas Armadas de España.
Le escribo la presente carta desde la inmensa pena que me produce constatar que usted asume y es solidaria con los términos de la pomposamente llamada Proposición de Ley Orgánica de Amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña, que el 14 de marzo fue aprobada por el pleno del Congreso.
Una alta norma del Estado que, en el punto 1 de su articulado, expone que “quedan amnistiados los actos de responsabilidad penal, administrativa o contable ejecutados en el marco de las consultas celebradas en Cataluña (…) y las acciones en el contexto del denominado proceso independentista catalán”.
Un texto que ampara como amnistiadas las acciones “aunque no se encuentren relacionadas con las referidas consultas o hayan sido realizadas con posterioridad a su respectiva celebración (…) con la intención de reivindicar, promover o procurar la secesión o independencia de Cataluña, así como los que hubieran contribuido a la consecución de tales propósitos”. Todo un ejemplo de igualdad de los españoles ante la Ley. Solo resta añadir… ¡¡¡y dos huevos duros!!!
La oportunidad perdida
Hace unos meses quise creer que usted no pasaría por las Horcas Caudinas de permanecer en un Gobierno que avala “finalizar la ejecución de las condenas y procesos judiciales que afectan a todas las personas, sin excepción, que participaron en el proceso independentista”.
Inocente de mí, llegué a pensar que aprovecharía la salida del Ejecutivo de la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, que a finales de diciembre abandonaba el Gobierno para ocupar el cargo de presidenta del Banco Europeo de Inversiones. Entonces tuvo una ocasión de oro para no tener que bajar la cabeza ante la tropelía que se estaba gestando y usted conocía de primera mano.
Por ser una alta funcionaria del Estado, estar versada en leyes, haber sido magistrada del Tribunal Supremo y vocal de Consejo General del Poder Judicial, supuse que prevalecería su honra personal y prestigio profesional de los que tanto presume. Acompañar a Nadia Calviño en su salida del Gabinete fue su gran oportunidad para abandonar el Ministerio de Defensa por la puerta grande y evitar ser cómplice de la degradación de la política española que impulsa el Gobierno al que pertenece.
Pero me equivoqué en mi apreciación. Me temo que haya podido más la recompensa que espera obtener del presidente Sánchez y en mantener su perfil público ya semi hundido. Y en esa línea lo ha dejado claro el 13 de marzo, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. A la pregunta de un diputado, que quería conocer su opinión sobre la Ley de Amnistía un día antes de ser aprobada, le replicó estar “orgullosa de formar parte del Gobierno”, con lo que, sin responder a la pregunta, resumió de qué lado está.
Evitar a la prensa para no dar su punto de vista
He podido comprobar cómo en los pasados cinco meses ha huido de los encuentros con los periodistas que siguen los asuntos de defensa. El motivo no ha podido ser otro que evitar preguntas y, sobre todo no dar respuestas. Ha preferido escaparse antes que dar su opinión respecto a la Ley de Amnistía, lo que ha sorteado por todos los medios a su alcance, arropándose en una tibia media sonrisa y su cohorte de allegados.
Usted, excelentísima señora, que cada cuatro palabras que pronuncia, tres son para decir “estoy orgullosa de las Fuerzas Armadas”. Es evidente que los militares que la escuchan se sentirán satisfechos. Pero lo mucho, harta. Es un soniquete ya amortizado, que repite cada vez que pronuncia unas palabras en un acto oficial, le acercan un micrófono de radio o televisión, o en las muy pocas ocasiones que comparece ante las Comisiones de Defensa del Congreso o Senado.
Ya puso de relieve sus prioridades cuando dejó tirada a los pies de los caballos de los separatistas catalanes a la secretaria de Estado directora del Centro Nacional de Inteligencia, Paz Esteban. Fue con ocasión de unas escuchas autorizadas a separatistas, que presuntamente querían degradar el orden constitucional. Unas horas antes había defendido a Paz Esteban, a la que no conozco. Luego la sacrificó dos veces, la segunda cuando ella se vio forzada a tener que dibujar una tenue sonrisa en su rostro el día de su relevo en mayo de 2022.
Le recuerdo excelentísima ministra que, como usted bien sabe, llegará un día en que Pedro Sánchez dejará de ser presidente del Gobierno y sus actuales ministros cesarán en sus respectivos cargos. Pero su deshonra política, la de todos, desde el primero hasta el último… permanecerá.