
Son prácticamente invisibles para la inmensa mayoría de españoles. Incluso para quienes se empapan de todo lo que ocurre en la piel de toro y en el mundo a través de los periódicos en papel y electrónicos, las emisoras de radio, las cadenas de televisión y las redes sociales. Sólo les conocen en su entorno y en su esfera de poder, faltaría más, pero fuera de su ámbito de responsabilidad son prácticamente mudos y etéreos.
Si lo habitual en los Consejos de Administración de empresas, entidades e instituciones oficiales es que algunas de las personas que los integran ‒por ejemplo, el secretario‒ tengan voz, pero sin voto, en el caso que nos ocupa es exactamente lo contrario: pueden ejercer el voto ‒en las elecciones generales, autonómicas y locales…‒ pero tienen que recibir el plácet para poder comunicarse de manera personal con la sociedad a la que sirven.
Quienes disponen de derecho al voto, pero carecen de voz para transmitir, intervenir en foros abiertos al público o responder por si mismos a los medios de comunicación sobre el ejercicio de sus responsabilidades ‒salvo que sean expresamente autorizados para ello‒ son el jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME), general Amador Enseñat, el jefe de Estado Mayor del Aire (JEMA), general Javier Salto, y el jefe de Estado Mayor de la Armada (AJEMA), el almirante Antonio Martorell.

El perfil bajo al que los tres están sometidos ‒más que bajo, perfil submarino‒ es muy anterior y no tiene nada que ver con el bloqueo dictado por Moncloa hace un par de meses a la presencia de altos cargos de la Administración del Estado ‒principalmente diplomáticos y militares en ejercicio‒ en eventos y mass media para tratar sobre la guerra de Ucrania.
Como es sabido, la consecuencia de esto último ha sido que redactores de periódicos y revistas, al igual que productores de programas de radio y televisión han tenido que acudir a diplomáticos jubilados y generales y almirantes retirados, que durante semanas han respondido a entrevistas y han expuesto sus conocimientos y puntos de vista en informativos, tertulias y programas especiales dedicados al conflicto ruso-ucraniano.
Volviendo a los jefes de Estado Mayor. Hay que recordar que ostentan el rango de subsecretario y ocupan el más alto empleo que un militar profesional puede alcanzar en las Fuerzas Armadas españolas. El cargo de jefe de Estado Mayor de Tierra, Aire o la Armada significa que son los máximos responsables de administrar, gestionar y entrenar a los militares de tierra, mar y aire.

También les exige proporcionar las mejores condiciones de vida y conciliación a sus hombres y mujeres, así como sostener las infraestructuras, equipamientos logísticos y sistema de armas puestos a su disposición. Pues bien, a pesar de todo lo anterior, los tres son unos auténticos desconocidos para los españoles.
Ni siquiera los grandes medios de comunicación propiedad del Estado ‒como la agencia EFE, Radio Nacional de España o Televisión Española‒, recogen sus opiniones o les entrevistan desde ni se sabe cuándo. Están habitualmente ausentes de las páginas de los diarios de papel de tirada nacional ‒ABC, El Mundo, El País, La Razón, La Vanguardia, 20 Minutos‒ y de los electrónicos, como El Confidencial, El Español, Ok Diario, Huffington Post, El Diario.es, Público…
Más difícil es escucharles en los magazines radiofónicos de las mañanas o las tardes que emiten las cuatro principales cadenas privadas generalistas de ámbito nacional ‒Cadena SER, COPE, Es.Radio, Onda Cero‒ o verles en las grandes televisiones privadas, como Antena 3, La Sexta, Telecinco... Es una situación de estar relegados que no tiene parangón en el resto de países occidentales, ni mucho menos en Estados Unidos ni Canadá.

Cabría preguntarse ¿es qué los tres altos mandos de Tierra, Aire y la Armada acaban de ocupar sus respectivos cargos y no conocen en profundidad lo que tienen entre manos? Ni mucho menos. El general Salto, al frente de la Fuerza Aérea, está en el puesto desde abril de 2017, nada menos que hace 5 años. El almirante Martorell tomó posesión de su cargo en febrero de 2021 y el general Enseñat dirige el Ejército de Tierra desde octubre del pasado año.
Cada uno de ellos acumula en torno a 40 años en puestos de la máxima confianza y poseen una brillante hoja de servicios en puestos de mando de gran responsabilidad. A lo anterior añaden una amplia experiencia en operaciones internacionales y todos cuentan con titulaciones académicas de gran exigencia intelectual.
Entonces ¿es qué son tímidos, no tienen facilidad de palabra para expresarse en público o quizás tienen algo que ocultar? Al contrario. Ninguno es pusilánime y los tres están acostumbrados a efectuar presentaciones ante auditorios nacionales y extranjeros de todo tipo y nivel. Además, tienen muchos logros e interesantes responsabilidades de las que mostrarse satisfechos y dar a conocer para que los españoles se sientan orgullosos de sus Fuerzas Armadas.

En definitiva, a pesar de ser tres de los cuatro militares que más mandan en España, hace mucho tiempo que no se les lee en la prensa ni se les escucha en emisoras de radio. Tampoco se recoge su parecer profesional cuando es actualidad en temas ajenos a la política, por ejemplo, sobre la profesión castrense, las nuevas tecnologías, la innovación, la geoestrategia en intervenciones en programas de televisión, ya se trate de cadenas privadas, institucionales nacionales o autonómicas.
Pero aún hay más. También son invisibles y mudos incluso a efectos parlamentarios. Al menos desde que Pedro Sánchez ocupó la presidencia del Gobierno en junio de 2018 y durante la presente legislatura, ninguno de los tres jefes de Estado Mayor ha comparecido ante las Comisiones de Defensa de Congreso y Senado para informar, hacer balance de su gestión en el campo de sus responsabilidades y explicar sus proyectos de futuro. Parece ser que el departamento que dirige Margarita Robles no considera oportuno que expliquen su labor.
En Francia, por ejemplo, no solo sus homólogos comparecen ante la Asamblea Nacional y el Senado, sino que también lo hacen los altos mandos de la Fuerza Terrestre, Naval y Aérea y un largo etcétera de generales y almirantes para dar cuenta de su gestión y planes. ¿Por qué no en España?

Durante la III República, bajo la presidencia de Adolphe Thiers, en 1872 se aprobó una Ley que impedía que los militares galos pudieran ejercer el derecho de voto en las urnas, motivo por el que el Ejército francés fue conocido en aquel entonces como La Grande Muette, es decir, El Gran Mudo. Pero tal prohibición hace muchas décadas que fue abolida y las Fuerzas Armadas del país vecino cuentan hoy con una envidiable estructura de comunicación pública.
En España, el único alto mando militar que suele comparecer una o como mucho dos veces al año ante las Comisiones de Defensa, en especial para informar sobre implicación en los presupuestos de defensa, es el jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD). Desde enero de 2021 es el almirante general Teodoro Lopez Calderón, del que emanan las directrices que deben seguir los jefes de Estado Mayor de Tierra, Mar y Aire ya citados.
Segundo cargo en la estructura orgánica de Defensa tras la ministra Margarita Robles ‒que centra en torno a su persona toda la atención mediática‒, el JEMAD es el responsable de la conducción estratégica de las operaciones militares y de definir las prioridades en la obtención y sostenimiento de las capacidades. Significa que bajo su mando están todas las unidades de tierra, mar y aire y las estructuras conjuntas de mando y control, inteligencia, telecomunicaciones, guerra electrónica y ciberespacio.

Aunque también debe solicitar el plácet de la ministra de Defensa para conceder entrevistas a medios de comunicación de alcance nacional o para intervenir en foros públicos relevantes, hasta el momento ha recibido el visto bueno de Margarita Robles para atender peticiones de ABC y El Mundo. Y el 5 de abril participó en el Foro Nueva Economía, en donde expuso las incertidumbres del entorno estratégico que se ciernen sobre las zonas de interés de España, la Unión Europea y la OTAN.
¿Es necesario que la cúpula militar española sea objeto del interés del Parlamento y de los medios de comunicación? Pues no, pero es conveniente que así sea de cuando en cuando. Es lo que ocurre en el resto de países que comparten nuestro sistema de valores. El equilibrio entre los posibles actores de la comunicación del departamento es una virtud que beneficia al conjunto de las Fuerzas Armadas. Lo contrario, y más su ausencia, en pleno siglo XXI, queda fuera de lugar.