África y China... Oportunidades y retos de un destino común
Este año, la cumbre de septiembre celebrada en Pekín se centró en el tema “Unidos para promover la modernización y construir una comunidad de alto nivel con un futuro compartido entre China y África”. Este ambicioso tema refleja la determinación de afrontar los retos, en particular los asociados a la modernización de las economías africanas para generar mejor valor añadido, alcanzar la paridad comercial y económica, pasar de la dependencia a la integración y crear un futuro compartido aprovechando el potencial de nuevas oportunidades de crecimiento mutuo.
Estas ambiciones señalan el reconocimiento de los obstáculos reales a la globalización compartida y expresan el compromiso de crear una nueva realidad que sirva a los intereses económicos, políticos y geoestratégicos de ambas partes.
El aspecto político y geoestratégico es especialmente crucial para China, deseosa de remodelar el orden mundial. Algunos países africanos tampoco se oponen a la formación de nuevos bloques bajo nuevas reglas que ya no sirvan únicamente a las agendas de los países occidentales.
Los países occidentales ven con recelo esta evolución, sobre todo porque su enfoque del “desarrollo” de África no ha tenido éxito, lo que se ha traducido en expectativas insatisfechas y ha provocado el descontento popular con todo el modelo occidental. Los países occidentales parecen carecer tanto de la voluntad política como de los medios financieros para seguir el ejemplo de China. Su presencia en África está incluso disminuyendo en favor de nuevos actores que, aunque menos preocupados por los derechos humanos y la democracia -como es el caso de algunas naciones occidentales-, son vistos por una parte significativa de las élites africanas como más respetuosos con las opciones, culturas y sociedades de la población africana.
La modernización promovida por la cumbre de Pekín queda patente en el apoyo que China presta actualmente a proyectos industriales, agrícolas y de infraestructuras en África, que constituyen una de las aplicaciones concretas de la iniciativa “Cinturón y Ruta”. El diálogo político se centra en mejorar el entendimiento mutuo para defender los intereses de los países en desarrollo en los foros internacionales.
En cuanto a la integración económica, China se ha comprometido a aumentar sus inversiones en programas económicos, impulsar las importaciones de los países africanos para reducir el importante desequilibrio comercial entre ambas partes, y aumentar el apoyo financiero al tiempo que se alivia la deuda de África con China. China también se ha comprometido a apoyar los esfuerzos de paz en el continente africano y a ayudar en la resolución de conflictos mediante apoyo militar y de seguridad.
Sin embargo, estas ambiciones se enfrentan a importantes desafíos. La propia China está lidiando con problemas económicos reales, como la ralentización crónica del mercado inmobiliario, la fluctuación del consumo interno y el deterioro de los recursos financieros de los gobiernos locales, que han provocado un fuerte descenso de las inversiones.
El sector privado también se ha visto debilitado por la represión de ciertas empresas privadas por parte de las autoridades chinas en los últimos años. Como resultado, China ya no tiene la misma fuerza económica y financiera que tenía hace una década para hacer realidad sus ambiciones en África y en todo el mundo. Aunque la situación puede cambiar en el futuro, la realidad actual presenta varios retos.
Por un lado, la balanza comercial favorece en gran medida a China, ya que los países africanos exportan sobre todo materias primas, que sólo representan una pequeña parte de las importaciones totales de China. China se ha comprometido a aumentar sus importaciones procedentes de África, pero para ello será necesario un mayor procesamiento y transformación de las materias primas dentro de África antes de su exportación, aumentando así el valor de las exportaciones africanas. Este camino exige tiempo, inversión, apoyo financiero y logístico, así como una transferencia de conocimientos especializados, un proceso que aún se encuentra en sus primeras fases.
La cuestión de la creciente deuda de África con China se está convirtiendo en estructural, lo que podría tener graves implicaciones para la estabilidad financiera y macroeconómica de África. La reestructuración de estas deudas y su conversión en inversiones -como se confirmó durante la cumbre- es la mejor manera de abordar este dilema. Es cierto que algunos proyectos se llevaron a cabo a pesar de su escasa eficiencia económica, una lección de la que África debe aprender para evitar enredarse en proyectos que pueden no ser económicamente viables en el futuro.
África representa una oportunidad para China, que busca socios en su afán por construir un nuevo orden mundial. A la inversa, China es una potencia económica, industrial y financiera en la que África puede confiar para apoyar su desarrollo, libre de lo que muchos africanos perciben como normas rígidas, cálculos estrictos y arrogancia política e intelectual de algunos países occidentales. La voluntad política de ambas partes -China y África- es establecer reglas nuevas y más justas para el Sur Global. Sin embargo, la consecución de estos objetivos requiere un enfoque eficaz y un estrecho seguimiento de la aplicación de la Declaración de Pekín, así como la auténtica consolidación del principio de “todos ganan” que suele caracterizar a las conferencias China-África.