El complejo del Majzen: una descodificación psicoanalítica de la obsesión de Argelia por Marruecos
- Por qué los propagandistas argelinos están obsesionados con el Majzen: un análisis psicoanalítico
- Conclusiones: el Majzen como espejo y amenaza
El Majzen es a menudo malinterpretado fuera de Marruecos, sobre todo por sus detractores. Para los marroquíes, el Majzen no es simplemente una máquina burocrática o una reliquia del feudalismo -como a menudo lo caricaturizan los forasteros-, sino un sistema de gobierno y cohesión social profundamente arraigado y evolucionado históricamente.
Se refiere a la red de autoridad tradicional en torno a la monarquía, que incluye líderes tribales, dignatarios, eruditos religiosos y notables locales que históricamente han desempeñado un papel vital en el mantenimiento de la unidad, la mediación y la legitimidad en un territorio diverso y vasto.
Más que un aparato rígido, el Majzen ha demostrado una gran capacidad de adaptación, absorbiendo las instituciones modernas y manteniendo al mismo tiempo la continuidad con la cultura política marroquí. Encarna la continuidad, la estabilidad y un sentimiento de identidad. Es precisamente esta institución -entendida no sólo como poder estatal sino como centro simbólico y cultural- la que ha garantizado la supervivencia de Marruecos a través del colonialismo, la independencia, la modernización y la actual agitación regional.
Por qué los propagandistas argelinos están obsesionados con el Majzen: un análisis psicoanalítico
Desde un punto de vista psicoanalítico, la obsesión patológica del régimen argelino con el Majzen puede verse como un caso de libro de texto de identificación proyectiva y lesión narcisista. Desglosémoslo:
1. El Majzen como “padre simbólico”
En el psicoanálisis lacaniano, el nombre del padre (Nom-du-Père) representa la ley simbólica que estructura el deseo, el orden y la identidad. El Majzen, en el imaginario marroquí, desempeña ese papel: estructura el orden simbólico de la nación. Argelia, nacida de la ruptura revolucionaria, carece de esta continuidad simbólica arraigada. Su orden político está atormentado por la ausencia de una figura paterna legitimada: no existe el equivalente de una monarquía unificadora. De ahí que el Majzen se convierta en un “Otro fantasmático”, una pantalla de proyección de todo lo que el régimen argelino siente inconscientemente que le falta: arraigo, continuidad, legitimidad.
2. Proyección y división
El régimen argelino divide el mundo en “nosotros” (revolucionarios, laicos, virtuosos) y “ellos” (reaccionarios, monárquicos, manipuladores). El Majzen se convierte en el hombre del saco, al que se culpa de todo malestar social, pérdida de influencia regional o fracaso diplomático. Esto es pura proyección, un mecanismo por el que los conflictos internos se externalizan y se atribuyen al Otro. En lugar de enfrentarse a sus propias crisis profundas -fracaso económico, descontento juvenil, dominación militar- el régimen externaliza la culpa hacia Marruecos y su modelo de gobierno.
3. Herida narcisista y envidia
La estabilidad, las alianzas mundiales, la diversificación económica y la exitosa diplomacia real de Marruecos dejan al descubierto los fracasos de la oligarquía militar argelina. Esto produce lo que Freud llamaría una lesión narcisista. En lugar de admitir la decadencia interna, el aparato estatal argelino crea una fantasía paranoica del Majzen como un monstruoso manipulador que controla África, Europa e incluso la disidencia argelina. Esta narrativa obsesiva enmascara la envidia: un deseo de poseer lo que tiene el Otro, acompañado de odio porque no se puede.
4. Fijación y compulsión a repetir
Los medios de comunicación estatales y los funcionarios argelinos mencionan a “le Makhzen” más de lo que mencionan a sus propias instituciones. Se trata de una fijación, un nudo psíquico que no se puede resolver. En términos psicoanalíticos, su discurso es una compulsión a la repetición: la repetición de los mismos tropos acusatorios contra el Majzen revela una incapacidad para resolver simbólicamente su propio trauma político, a saber, la traición del sueño revolucionario por los generales que secuestraron el poder.
5. Admiración e identificación inconscientes
Por último, está la identificación reprimida. El Estado argelino, por debajo de su retórica hostil, admira secretamente el poder simbólico y la legitimidad internacional de la monarquía marroquí y su aparato estatal. Pero como esta admiración no puede admitirse conscientemente -dada su oposición fundacional a la monarquía- regresa en forma distorsionada de obsesión, ataque y paranoia. Es el retorno de lo reprimido.
Conclusiones: el Majzen como espejo y amenaza
Para las élites argelinas, el Majzen es a la vez un espejo -refleja lo que les falta- y una amenaza -expone la fragilidad de su poder-. El psicoanálisis nos enseña que lo que más odiamos es a menudo aquello a lo que inconscientemente nos parecemos o deseamos. En este sentido, la histeria anti-Majzen no es sólo política: es un síntoma neurótico profundamente arraigado de una crisis poscolonial no resuelta en la estatalidad argelina.
Al invocar obsesivamente al Majzen, el régimen argelino confirma sin darse cuenta su propia crisis de identidad: sin raíces, frágil y atormentado por la autoridad que no puede emular y la legitimidad que nunca adquirió plenamente.