El error de Bolton en el Sáhara Occidental: la estrategia debe prevalecer sobre la ideología

<p>Fotografía de archivo, el embajador de EE. UU. en Marruecos, David T. Fischer, habla con los medios a su llegada a Dajla, Sáhara Occidental administrado por Marruecos, el domingo 10 de enero de 2021 - AP/NOUDERLINE ABAKCHOU&nbsp;</p>
Fotografía de archivo, el embajador de EE. UU. en Marruecos, David T. Fischer, habla con los medios a su llegada a Dajla, Sáhara Occidental administrado por Marruecos, el domingo 10 de enero de 2021 - AP/NOUDERLINE ABAKCHOU 

El reciente artículo de opinión de John Bolton en The Washington Times es un ejemplo clásico de cómo la nostalgia de la Guerra Fría nubla el juicio estratégico

Al criticar el reconocimiento estadounidense de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, Bolton no solo distorsiona los hechos, sino que también socava los intereses estadounidenses en el norte de África, una región donde Marruecos se erige como un baluarte de estabilidad y colaboración. 

Contrariamente a la afirmación de Bolton de que Washington está “ignorando” el Sáhara Occidental, Estados Unidos ha tomado una decisión deliberada y estratégica de reconocer la soberanía marroquí desde 2020. Esta política se ha reafirmado bajo administraciones republicanas y demócratas y se alinea con el apoyo de larga data de Estados Unidos a la iniciativa de autonomía de Marruecos, descrita por sucesivos secretarios de Estado como el único camino “serio, creíble y realista" para resolver el conflicto. 

La afirmación de Bolton de que esta política cede terreno a China y Rusia es engañosa. En el Sáhara marroquí, Pekín carece de influencia diplomática, y el apoyo de Moscú a Argelia y al Polisario es, en el mejor de los casos, retórico. Mientras tanto, Marruecos sigue siendo un aliado clave de Estados Unidos: acoge los ejercicios militares African Lion, coopera en la lucha contra el terrorismo y colabora en materia de comercio, clima y desarrollo regional. 

Lo que Bolton no comprende es que el verdadero peligro para los intereses estadounidenses no es el reconocimiento de la soberanía de Marruecos, sino las políticas desestabilizadoras de Argelia y su aliado, el Frente Polisario. Este grupo separatista no representa a los saharauis. Los verdaderos representantes son los funcionarios electos de El Aaiún, Dajla, Esmara y Bojador: alcaldes, diputados y presidentes regionales elegidos mediante procesos democráticos con una alta participación electoral y observadores internacionales. 

La invocación de Bolton de la “descolonización” es obsoleta y no se ajusta al marco de la ONU. El referéndum concebido en la década de 1990 resultó inviable debido a la manipulación del Polisario y la obstrucción de Argelia. Desde 2007, la ONU ha virado hacia una “solución política mutuamente aceptable". El plan de autonomía de Marruecos, que otorga un amplio autogobierno bajo soberanía marroquí, sigue siendo la única propuesta viable sobre la mesa, con el apoyo de más de 85 países de África, Europa, América del Norte, el mundo árabe y América Latina. 

Si Estados Unidos revocara su reconocimiento —como sugiere Bolton— no solo distanciaría a un aliado crucial, sino que también señalaría falta de fiabilidad estratégica al resto del mundo. Debilitaría los lazos con socios del Golfo como Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, ambos firmes defensores de la integridad territorial de Marruecos. Perjudicaría los Acuerdos de Abraham, donde Marruecos desempeña un papel central. Y otorgaría una victoria simbólica a Argelia, aliada de Irán y principal cliente armamentístico de Rusia en África, que desde hace tiempo ha utilizado la cuestión del Sáhara como palanca para socavar el liderazgo de Marruecos en la región. 

Bolton también ignora una verdad fundamental: el Polisario no es un movimiento democrático, sino un grupo separatista militarizado, afincado en suelo argelino, que gobierna ilegalmente a un pueblo que no ha votado en más de 40 años. Los campamentos de Tinduf siguen siendo zonas opacas donde ACNUR no puede realizar un censo de población. Informes de Human Rights Watch y Amnistía Internacional han expuesto violaciones, como la represión de la disidencia y el reclutamiento forzoso. 

En definitiva, el conflicto del Sáhara no es una lucha por la libertad, sino una lucha de poder regional. Argelia busca bloquear el ascenso de Marruecos como puerta de entrada continental mediante iniciativas como el Corredor Atlántico, cuyo objetivo es conectar a los países del Sahel sin litoral con los mercados globales. Marruecos está construyendo carreteras, puertos y proyectos de energía limpia. Argelia y el Polisario no ofrecen nada de esto. 

Es hora de dejar atrás la retórica desgastada y apoyar lo que funciona. La política estadounidense no debe retroceder, sino redoblar sus esfuerzos. El plan de autonomía marroquí se ajusta al derecho internacional, contribuye a la estabilidad regional y promueve los intereses estadounidenses. El desvío ideológico de Bolton no.