Mauritania, la llave de la estabilidad

El presidente de Mauritania, Mohamed Ould Ghazouani, acompañado del ministro de Defensa, Hanena Ould Sidi, y el comandante de Estado Mayor, Mokhtar Bolle Chabaane, inspeccionan modelos de nuevo equipo militar - PHOTO/Ejército Nacional de Mauritania
La reciente cumbre de la OTAN en Washington ha tenido como resultado que uno de los compromisos adquiridos esté relacionado con lo que la Alianza denomina “el Flanco Sur”. 

Entre otras medidas, los aliados se han comprometido a nombrar a un enviado especial perteneciente al mando encargado de esa zona geográfica para que coordine las relaciones con el norte de África y con Oriente Medio y afrontar posibles amenazas como las redes de tráfico de migrantes o el terrorismo.

Esta medida tiene especial importancia para países como Italia y España, los dos más afectados por el imparable deterioro de la situación en el Sahel. A pesar de ello, no deja de ser sorprendente la falta de atención que se presta en nuestro país a lo que allí sucede y se está gestando, y la falta de conocimiento, cuando no de interés, por parte de la población en general. Parece que todo lo que allí acontece, al ser en otro continente (del que sólo nos separan 13 kilómetros), nos queda muy lejos y no nos afecta, y, probablemente, esa sea una de las razones por las que se piensa que la mera implementación de medidas reactivas es suficiente, olvidando que si no somos proactivos llegaremos a un punto de no retorno.

De entre los países de la región se tiene algún conocimiento sobre Mali, Burkina Faso o incluso Níger, principalmente por la participación de nuestras Fuerzas Armadas en la misión EUTM en el primero. Sin embargo, la imprecisión sobre Mauritania es casi absoluta, y podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la fuerza de los acontecimientos ha llevado a ese país a convertirse en la pieza clave que determine el futuro de la región y, por ende, las consecuencias que deberemos afrontar.

Mauritania, cuyo nombre oficial es República Islámica de Mauritania, se ubica en la zona noroeste del continente africano. Limita con el océano Atlántico al oeste, con Senegal al suroeste, con Mali al este y al sureste, con Argelia al noreste y con el territorio del Sáhara Occidental al norte. El Sáhara conforma el noventa por ciento de su territorio, y la mayor parte de sus aproximadamente 4,4 millones de habitantes habitan la zona sur del país, donde las temperaturas son más benévolas. Se calcula que al menos un tercio de su población se concentra en la capital, Nuakchot, situada en la costa del océano Atlántico.

Como pequeña reseña histórica mencionaremos que el país consiguió la independencia de Francia el 28 de noviembre de 1960. En 2008, un golpe de Estado encabezado por el general Mohamed Uld Abdelaziz derrocó al Gobierno. El 16 de abril de 2009, Abdelaziz renunció a su rango y condición de militar para poder presentarse a las elecciones presidenciales del 19 de julio, en las cuales obtuvo la victoria y por lo tanto la presidencia. En 2019 fue sucedido por Mohamed Ould Ghazouani en unas elecciones que se consideran la primera transición de poder pacífica desde la independencia.

A pesar de todo, y a la vista de lo sucedido en los países limítrofes, podemos considerar a Mauritania un país relativamente estable. Al menos por ahora. Un dato importante y terrible es que éste fue el último país del mundo en abolir la esclavitud, algo que hizo en 1981. Sin embargo, y a pesar de que se tiene constancia de los esfuerzos por implementar la ley contra esta práctica, en algunas zonas rurales se continúa con esta aberración, siendo víctimas los individuos de raza negra, frecuentemente inmigrantes, que tratan de cruzar el país.

La trata de seres humanos sigue siendo un reto importante en Mauritania, país que es a la vez punto de origen y de destino. Algunos grupos afro-saharianos han nacido en la servidumbre. Cuando se descubren casos de esclavitud uno de los mayores problemas es conseguir que se denuncien, incluso por parte de organizaciones de derechos humanos, pues la esclavitud ha derivado en el lucrativo negocio del comercio de personas y eso convierte cualquier denuncia en una acción muy peligrosa. Se ha detectado un aumento del número de mujeres y niñas de las castas tradicionales de esclavos y de las comunidades afro-mauritanas que son objeto de trata con destino a la región del Golfo.

Otro grave problema es la mendicidad infantil forzada en escuelas coránicas. Varios informes señalan que niños senegaleses han terminado siendo explotados en las industrias pesqueras de Mauritania, acabando víctimas del tráfico sexual o en las redes de producción de drogas.

El país se ha convertido en una importante zona de tránsito para el tráfico de seres humanos, con emigrantes procedentes de África occidental que intentan llegar a Europa, principalmente a través de las islas Canarias.

El tráfico de personas está dominado por redes mauritano-malienses que a veces incorporan a actores senegaleses. Las víctimas son introducidas clandestinamente desde las proximidades de las ciudades portuarias de Nuakchot, la capital, y Nuadibú. La actividad de las redes de inmigración ilegal a través de las fronteras terrestres del país también está aumentando debido a la combinación del creciente número de migrantes y el refuerzo de la seguridad fronteriza en el sur. Sin embargo, es limitado a través de las fronteras septentrionales del país debido a la política punitiva militarizada en vigor para impedir los movimientos no autorizados en las zonas desérticas del norte.

Se tiene conocimiento de la actividad de grupos armados no estatales, vinculados a organizaciones yihadistas, que se desplazan con frecuencia a través de la frontera entre Mali y Mauritania, financian sus operaciones proporcionando protección a las poblaciones nómadas. Sin embargo, debido a la baja densidad de población y a la falta de recursos, esto no constituye un flujo financiero significativo, y ello hace que busquen vías alternativas en el control del tráfico de personas.

Aunque el tráfico de armas no es por ahora un problema inquietante, no deja de ser un motivo de preocupación para las autoridades mauritanas. Las armas tienden a mantener su valor, y eso propicia que las familias las almacenen y comercien con ellas, principalmente a lo largo de las fronteras con Argelia y Marruecos (Sáhara Occidental). Del mismo modo, a medida que la situación en Mali se ha ido deteriorando, se ha observado un incremento de esta actividad a lo largo de la frontera entre Mauritania y Mali.

Un país con una economía tan débil como Mauritania, con graves problemas para controlar vastas extensiones de su territorio y remotas fronteras, y con poca capacidad para vigilar una extensa costa, constituye a todas luces un candidato perfecto para las operaciones de grupos de crimen organizado y terroristas, si es que es posible hacer una distinción.

Actores extranjeros, incluidos grupos de Marruecos, Argelia, Mali, Senegal, así como saharauis, están implicados en los mercados de armas, drogas y personas de Mauritania. Las redes criminales malienses se adentran en territorio mauritano colaborando con ciudadanos de este país y utilizando a senegaleses como facilitadores. Grupos yihadistas que operan principalmente en Mali y Burkina Faso, como Jama'at Nasr al-islam wal Muslimin (JNIM), se financian con operaciones de narcotráfico que discurren a través de la frontera mauritana con Mali. Del mismo modo, traficantes mauritanos también colaboran con Al Qaeda en el Magreb Islámico, y el contrabando transfronterizo en el norte de Mauritania está vinculado al Frente Polisario.

Como en tantas otras ocasiones se ha comentado, no hay mejor terreno para que los movimientos yihadistas se expandan y afiancen que la falta de esperanza, la escasez de control y las difíciles posibilidades de desarrollo. Mauritania, a pesar de los problemas ligeramente esbozados aquí, aun permanece lejos de caer en la situación de vecinos como Mali, Burkina Faso o Níger. Sin embargo, es la pieza clave de la región. Es el dique de contención frente a unos movimientos yihadistas que operan en estrecha colaboración con redes de tráficos ilícitos de todo tipo. 

Si Mauritania sigue la senda de su vecino del sur, el problema habrá llegado a las puertas de Marruecos, y eso es lo mismo que decir a las puertas de Europa. Es necesario diseñar un plan de acción global que cubra todo el espectro. Desde el militar al policial, pasando por el social y el económico que consiga negar ese espacio a Al Qaeda y al Daesh. Y no podemos dejar de lado un aspecto fundamental como el tráfico de personas, cuya tremenda realidad vivimos hoy en España, y más concretamente en Canarias.

Por el momento, su única función es financiar a esos grupos terroristas y criminales por ser probablemente una actividad más lucrativa que el tráfico de drogas. Pero tomando como referencia lo sucedido en 2015, en el Mediterráneo debemos tener presente el enorme valor que puede suponer en un momento dado como elemento desestabilizador, no sólo de España, sino de la UE. Y esa es probablemente la mayor amenaza, mucho más cuando comenzamos a ver que la guerra de Ucrania no se está luchando sólo en el este.