Doblan las campanas por el Frente Polisario
- Lo falso está siempre destinado a disiparse
- Clasificado como terrorista
- Así doblan las campanas por el Polisario
- La caricatura del guerrillero saharaui
Los amigos españoles del Polisario están llamados a reflexionar sobre la complejidad del conflicto y los riesgos de apoyar a un actor cuya realidad actual va más allá del simple separatismo funcional.
El Polisario no solo traicionó su propio sueño, sino que también engaño a quienes creyeron en él sin mirar realmente detrás de la máscara.
Desde principios del año 2025, varias voces políticas y mediáticas en Estados Unidos, Europa y América Latina se han alzado para pedir la designación del Frente Polisario como organización terrorista. Estas demandas se basan en acusaciones de vínculos con grupos extremistas, actos de violencia contra civiles y actividades ilícitas en la región del Sahel y el Sáhara.
Después de Al-Qaeda, Al-Shabab, Daesh, Abu Sayyaf, los Guardianes de la Revolución Islámica, Hezbolá, Hamás, Boko Haram, AQMI y otros, parece que están doblando las campanas estos días por el POLISARIO, ese llamado Frente Popular para la Liberación de Seguía el-Hamra y Río de Oro, que toma su nombre de un acrónimo español mientras pretende gobernar una “república árabe”, mostrando así una de sus paradojas más impactantes e irónicas, que ilustra perfectamente la identidad fabricada y falsa de este supuesto “movimiento de liberación nacional”.
Lo falso está siempre destinado a disiparse
Durante su discurso con motivo de la apertura de la sesión legislativa en octubre pasado, el rey Mohamed VI proclamó, respecto a la cuestión del Sáhara marroquí, que “Hoy, gracias a Dios, la verdad ha aparecido; la verdad siempre prevalece: las causas justas siempre triunfan…” y añadió “Dijo Dios el Altísimo: Y di ha venido la Verdad y se ha disipado lo falso, lo falso esta siempre destinado a disiparse”.
Así pues, están doblando cada vez más fuerte las campanas de la verdad, anunciando el fin de una gran impostura, la revelación de un engaño deliberado, el colapso de una banda separatista que, presentada durante mucho tiempo como un actor imprescindible de la “causa saharaui”, hoy está viendo cómo su verdadera naturaleza se desenmascara, su mentira perecer y su imagen derrumbarse ante la opinión pública internacional, revelando una realidad tan oscura e inquietante como la ilusión separatista que alimentaba.
Varios informes y responsables políticos han mencionado conexiones entre el Polisario y redes yihadistas, en particular las de Irán, Hezbolá y grupos activos en el Sahel. Se han formulado acusaciones sobre la participación de miembros del Polisario en el tráfico de armas, drogas y seres humanos, así como en la radicalización en los campos de Tinduf. También se han mencionado ataques contra civiles, incluyendo ataques terroristas indiscriminados contra la ciudad de Smara en 2023. Las acciones contra civiles españoles en los años 1970-1980, son citadas como pruebas de una estrategia de terror llevada a cabo por las milicias del Polisario, contra la cual asociaciones de víctimas, se han movilizado reclamando justicia por los actos cometidos contra sus nacionales. Parlamentarios estadounidenses (como el diputado Joe Wilson), europeos (el diputado francés Pierre-Henri Dumont) y latinoamericanos (el diputado argentino Álvaro González) han apoyado públicamente la idea de designar al Polisario como organización terrorista, citando informes de ‘think tanks’ estadounidenses y europeos.
Clasificado como terrorista
Antes de examinar lo que representan para la cuestión del Sáhara marroquí los recientes llamados a inscribir al Frente Polisario en la lista de organizaciones terroristas, es esencial situar esta calificación en el contexto más amplio de las dinámicas de las relaciones internacionales. En efecto, la designación de un grupo como "terrorista" apareció en las relaciones internacionales principalmente en el contexto de la lucha contra actos violentos destinados a desestabilizar a los Estados y a la comunidad internacional. Esta práctica se fortaleció a partir de la década de 1990, especialmente con el reconocimiento por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 1992 de que el terrorismo internacional constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales.
El contexto principal se intensificó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, que condujeron a un aumento de los esfuerzos internacionales para definir, prevenir y combatir el terrorismo. El Consejo de Seguridad adoptó entonces varias resoluciones que califican el terrorismo como una grave amenaza para la seguridad mundial, justificando medidas coercitivas, incluyendo sanciones y el uso de la fuerza.
El principal objetivo de la clasificación de una organización como terrorista consiste precisamente en permitir a los Estados y organizaciones internacionales justificar medidas específicas, tales como sanciones, operaciones militares y cooperación en materia de inteligencia, al mismo tiempo que se aíslan políticamente estos grupos armados y se subraya su carácter infame.
La práctica de clasificar a una organización como terrorista nació, por tanto, de la necesidad de la comunidad internacional de responder a una amenaza asimétrica que cuestiona la soberanía de los Estados y la seguridad global, con un desafío mayor de coordinación política, jurídica y de seguridad a escala mundial. Cabe recordar, sin embargo, que la calificación de una organización como terrorista difiere entre los gobiernos nacionales y las instancias regionales e internacionales debido a la ausencia de una definición universal del terrorismo en el derecho internacional, lo que permite a cada entidad desarrollar sus propios criterios y listas. El caso más emblemático es el de Hamás, clasificado como terrorista por la UE, Estados Unidos y Canadá, pero no incluido en la lista de la ONU debido a desacuerdos en el Consejo de Seguridad.
Esta diferencia de enfoque, cabe subrayarlo, genera divergencias en las listas de organizaciones designadas como terroristas, reflejando las prioridades geopolíticas y de seguridad, así como las soberanías jurídicas nacionales y regionales en la aplicación de esta calificación. También es importante precisar que la calificación de un grupo como terrorista no es solo un acto declarativo, va acompañada de procedimientos jurídicos y legislativos precisos que, según los niveles (internacional, nacional), implican una decisión formal (resolución internacional, decreto nacional), una inscripción en una lista oficial con criterios específicos, medidas jurídicas (congelación de activos, sanciones penales) y administrativas (controles, cierres) y un marco procesal que garantiza los derechos fundamentales en la persecución de las infracciones.
Así doblan las campanas por el Polisario
En abril pasado, el representante republicano Joe Wilson anunció su intención de presentar un proyecto de ley en el Congreso estadounidense para incluir al Frente Polisario en la lista negra de organizaciones terroristas extranjeras del Departamento de Estado. Esta iniciativa marca un giro estratégico en la política estadounidense, cuenta con el apoyo de varios legisladores influyentes de ambas cámaras, y se basa en análisis que vinculan al Polisario con actividades terroristas y desestabilizadoras en la región del Magreb y el Sahel, en particular vínculos con Irán y grupos yihadistas.
Este proyecto de ley tiene como objetivo criminalizar al Frente Polisario y designarlo oficialmente como organización terrorista, lo que iría más allá del procedimiento administrativo clásico de designación por parte del Departamento de Estado. Se trata, por tanto, de una iniciativa legislativa que, de ser aprobada, reforzaría jurídicamente esta calificación y las medidas asociadas (sanciones, congelación de activos, procesos penales) en el derecho estadounidense.
En América Latina, varias personalidades políticas y ‘think tanks’ apoyan la solicitud de designación del Frente Polisario como organización terrorista, basándose especialmente en un informe del Hudson Institute que establece vínculos entre el Polisario, Hezbolá, Irán y grupos yihadistas en el Sahel. En Argentina, el diputado Álvaro González ha apoyado públicamente esta clasificación, mientras que, en Perú, legisladores denuncian el apoyo iraní al Polisario y su implicación en ataques contra Marruecos. En Paraguay, senadores se suman a este llamado, destacando la amenaza que representa el Polisario para la seguridad regional. Estas voces latinoamericanas forman parte de un movimiento internacional que busca reconocer al Polisario no solo como un simple grupo separatista armado, sino como un actor involucrado en redes terroristas transregionales.
En Francia, varias voces políticas llaman a calificar al Frente Polisario como organización terrorista, basándose en análisis que denuncian sus vínculos con grupos extremistas como Hezbolá e Irán, así como en actos de violencia y actividades ilícitas en la región sahelo-sahariana. El diputado Pierre-Henri Dumont ha solicitado públicamente esta designación, subrayando que el Polisario actúa ahora como un vector de desestabilización geoestratégica, especialmente a través de conexiones con redes terroristas transregionales y tráfico ilícito en los campamentos de Tinduf.
En el Parlamento Europeo se han planteado varias preguntas al respecto. La más reciente data de 2023, cuando el eurodiputado Thierry Mariani dirigió una pregunta escrita a la Comisión Europea, preguntando si consideraba los ataques contra civiles en Smara como actos terroristas y si contemplaba suspender la financiación de los campamentos de refugiados de Tinduf, controlados exclusivamente por el Frente Polisario.
En sus respuestas a esta pregunta y a otras similares, la Comisión indicó que "no dispone de información sobre una posible colaboración entre el Polisario y grupos terroristas en la región", pero que «continuará siguiendo de cerca la evolución de la situación», y sin anunciar la suspensión de la financiación de los campamentos de retenidos de Tinduf, prometió mantener “un seguimiento atento de la situación y de las condiciones de uso de la ayuda” !
A la espera de que la Comisión Europea tomase plena conciencia del riesgo de seguridad que el Polisario representa en la región, fuentes de inteligencia españolas han revelado recientemente que una docena de saharauis, nacidos en los campamentos de Tinduf en Argelia y que participaron en el programa «Vacaciones en Paz» en España, han caído en la radicalización yihadista antes de acceder a puestos de liderazgo dentro del Estado Islámico (Daesh) en el Sahel. Las mismas fuentes advierten que estos individuos, que hablan perfectamente español y tienen experiencia con familias españolas, podrían ser capaces de cometer atentados en suelo europeo. Esta nueva revelación de los servicios de inteligencia confirma un riesgo real y creciente de radicalización yihadista entre los miembros del Frente Polisario en los campamentos de Tinduf, identificados como lugares de reclutamiento y radicalización para grupos yihadistas en el Sahel y el Magreb, debido a la inestabilidad, la pobreza y la influencia de ideologías extremistas. Los expertos y los servicios de inteligencia advierten que esta situación podría evolucionar rápidamente si los grupos yihadistas que operan en la región decidieran atacar intereses occidentales. La presencia de miembros del Polisario al frente de organizaciones como Daesh aumenta seriamente el riesgo de que individuos pro-Polisario en Europa sean movilizados para cometer atentados.
No olvidemos en este contexto que entre 1973 y 1986, el Frente Polisario llevó a cabo 289 ataques terroristas contra barcos pesqueros y ciudadanos españoles, que paradójicamente fueron reconocidos por el Estado español como "víctimas del terrorismo", sin que los autores hayan sido oficialmente y hasta hoy identificados como terroristas.
Las crecientes pruebas de radicalización yihadista en las filas del Polisario, así como los informes de inteligencia que indican vínculos con redes terroristas transnacionales, cuestionan directamente a quienes, en España, han mantenido tradicionalmente una visión favorable del Polisario como “movimiento de liberación nacional” sin percibir el riesgo que representa esta organización criminal para la paz y la seguridad en España.
La posición de los servicios de inteligencia y de los analistas internacionales es cada vez más crítica, advirtiendo que la radicalización de ciertos individuos vinculados al Polisario y los vínculos comprobados con actores transnacionales implicados en la violencia representan un riesgo real para la seguridad regional y, potencialmente, para la estabilidad europea. Esto obliga a los amigos españoles del Polisario a reflexionar sobre la complejidad del conflicto y los riesgos de apoyar a un actor cuya realidad actual va más allá del simple separatismo funcional.
Los recientes llamados a inscribir al Frente Polisario en la lista de organizaciones terroristas reflejan una evolución importante en la percepción internacional de este movimiento separatista, que durante mucho tiempo fue considerado un actor político y militar en un conflicto de descolonización. Ahora es percibido por varios actores internacionales como implicado en actividades desestabilizadoras transregionales, especialmente el contrabando de armas y el reclutamiento de combatientes. Estos llamados a clasificar al Frente Polisario como organización terrorista representan un giro decisivo en el conflicto, en la medida en que la voluntad de varios Estados de calificar este movimiento como una amenaza a la seguridad regional e internacional conduce sinceramente a desacreditarlo como parte del proceso político de la ONU.
La caricatura del guerrillero saharaui
Hizo falta esperar todo un medio siglo para que el mundo finalmente pudiera enfrentarse a la realidad y reconocer lo que los marroquíes sabían desde siempre: que esta supuesta lucha del Polisario por la “independencia” del Sáhara no era en realidad más que una grotesca impostura. Pero más vale tarde que nunca, para que la máscara caiga y la impostura de la cual se alegraban algunos dé paso a la triste verdad.
Las imágenes de la caída, ya sean físicas, morales o simbólicas, ilustran a menudo la fragilidad humana frente al poder de los dioses, como en la mitología grecorromana, o frente a las consecuencias de la desmesura o la transgresión. Cuando la caída implica una ruptura brusca con un orden establecido, generando consecuencias emocionales, simbólicas o narrativas, adquiere una dimensión trágica que revela fuertes tensiones entre las aspiraciones humanas y los límites impuestos por la realidad. La dimensión trágica también emerge de la violencia del contraste entre un antes y un después (la caída de Bagdad, la toma de Granada, la Nakba, el colapso de la URSS...), encarnando una fractura identitaria y traumas duraderos.
Por el contrario, la caída del Frente Polisario implicando el fin de una agenda política anacrónica, porque es lenta, progresiva, agonizante e inevitable, no parece provocar ninguna percepción trágica, aunque terminará teniendo consecuencias profundas a largo plazo. Pero lo que, en mi humilde opinión, es realmente trágico en el colapso del sueño separatista no es tanto que el Polisario sea desacreditado como grupo terrorista, sino que durante décadas algunos hayan reducido el internacionalismo de izquierda a la caricatura del guerrillero saharaui luchando por la libertad de un supuesto pueblo, y mereciendo todo el apoyo incondicional. Esa es la verdadera tragedia: un cínico y engañoso mito que ha cegado a generaciones de izquierda europea y latinoamericana, transformando un conflicto geopolítico en una pantomima ideológica, en detrimento de la verdad y la justicia. El Polisario no solo traicionó su propio sueño, sino que también engaño a quienes creyeron en él sin mirar realmente detrás de la máscara.