La palabra del Rey o cuando decir es hacer

PHOTO/MAP - Mohamed VI

La política comienza con palabras, como cualquier acción humana y social; al mismo tiempo, no se contradice con el silencio, que a veces puede constituir una de sus muchas expresiones.  Esto incluye en sí mismo una paradoja, especialmente en la mente de las personas quiénes la práctica política está vinculada al ruido y al parloteo.

¿Pero qué significa silencio?  ¿Cómo se puede entender el silencio como posición política? Quizás, creo yo, el silencio, no solamente tiene significado político, sino que ha vuelto útil en un mundo político lleno de ruido. Hay evidencia en la herencia retórica árabe de que el silencio es un alto nivel de elocuencia, que a veces es más elocuente que el habla, en su capacidad para aclarar y transmitir el significado, así como para enriquecer el proceso de comprender y hacer comprender.

Sun Tzu, el célebre autor de “El arte de la guerra”, que vivió hace dos mil quinientos años (siglo V antes de Cristo) en una China devastada por disensiones internas, creía que las mayores victorias son las que se obtienen sin batalla. ¿Se puede aplicar esta creencia a la retórica?  ¿Cómo se puede convencer sin recurrir al arsenal de argumentos sofistas y otras estratagemas enumeradas por Schopenhauer en su “Arte de tener siempre la razón” [publicado en 1864]?  La respuesta tal vez deba buscarse en los teóricos lingüísticos que han sabido resaltar que, entre el silencio y el discurso explícito, la fuerza de un argumento se construye muy a menudo en una zona intermedia: la del no dicho. 

Desde este punto de vista, la retórica del discurso de Su Majestad el Rey Mohamed VI nos incita a veces a pensar en el silencio como lenguaje, tal vez como uno de los argumentos más persuasivos de este lenguaje, donde el no dicho, el silencio cargado de sentido y las verdades no expresadas constituyen otras formas de expresión del significado en el discurso real.

Cuando SM se dirigió a la nación con motivo del 48º aniversario de la Marcha Verde, se detuvo poco en el contexto de la evolución política y diplomática de la cuestión del Sahara marroquí, este contexto que fue marcado por dos acontecimientos que tuvieron lugar sucesivamente una semana antes del discurso, el ataque terrorista contra la población civil de Es-Smara la noche del 28 al 29 de octubre, y la adopción, el 30 de octubre de 2023, por el Consejo de Seguridad de la ONU de la resolución 2703, que renueva el mandato de la MINURSO por un año hasta finales de octubre de 2024.

Prestando poca atención a los logros diplomáticos de Marruecos y a las maniobras de los adversarios “declaradas y encubiertas”, el Soberano quiso focalizar su discurso en la perspectiva constructiva de la cuestión del Sáhara marroquí más bien que en su dimensión conflictiva, dando así en su discurso un lugar destacado a los proyectos de desarrollo que se están llevando a cabo actualmente a nivel de las provincias del sur y la visión estratégica que las sustenta, lo que da la impresión de que la estrategia de valoración de logros diplomáticos, de clarificación de posturas y de movilización de apoyos, como elementos claves en la construcción discursiva de la marroquinidad del Sáhara emprendida por el Rey, quizás vaya dejando lugar a lo que Su Majestad llamó en el mismo discurso “las marchas del desarrollo, la modernización y la construcción, para honrar al ciudadano marroquí, aprovechando de la mejor manera las potencialidades que tanto abundan en nuestro país, particularmente en el Sahara marroquí”, por lo tanto podemos decir que la poca atención que ofrece el discurso real a la evolución del conflicto artificial sobre el Sáhara marroquí, constituye un mensaje claro y elocuente a quien corresponda. 

Así pues, la pertinencia del discurso real reside en general, en lo que dice el Rey, pero también en lo que no dice, y reside en este discurso en particular, en la retórica discursiva que guarda silencio frente a las diferentes maniobras hostiles a la integridad territorial de Marruecos, de tal manera que podamos atribuir a este silencio sentido y significado, entendiendo fácilmente que se trata de hechos que ya no merecen atención, ni ser expresados en la palabra del Rey, lo que produce al mismo tiempo un especial significado, el del silencio del poder, así como del poder del silencio. 

Gracias a esta semántica del silencio podemos comprender pertinentemente la retórica de lo que hoy en día merece verdaderamente la atención, incluso podemos apreciar mejor todo lo que la Marcha Verde puede inspirarnos como metáfora de la marcha hacia adelante, del movimiento proactivo, del dinamismo innovador y de las barreras que hay que romper para el fortalecimiento de la integración regional y la consolidación de la dimensión atlántica del Reino.  

Al igual de lo que fue la Marcha de la Sal que lideró Mahatma Gandhi en 1930, así como la Marcha de Martin Luther King sobre Washington por el Empleo y la Libertad en 1963, la Marcha Verde de Hassan II hacia el territorio sahariano fue un giro decisivo en la historia moderna de Marruecos y un momento destacado de la consciencia nacional del pueblo marroquí. Ha sido y seguirá siendo el símbolo absoluto de la simbiosis que une indisolublemente al Trono y al Pueblo; pero también una fuente inagotable de inspiración para el desarrollo y el progreso tal como subrayó Su Majestad en el mismo discurso afirmando que “fieles a su inmortal juramento, continuamos las marchas del desarrollo, la modernización y la construcción”.

Cuando Su Majestad dice en su discurso con motivo del 48º aniversario de la Marcha Verde “continuamos las marchas del desarrollo”, no se limita a constatar una acción, sino que la realiza por el hecho mismo de pronunciar “esta frase, así como cuando dice “de aquí nuestro afán de acondicionar el espacio litoral nacional, donde se incluye la fachada atlántica del Sahara marroquí, junto con la estructuración de este espacio geopolítico, a nivel africano”, no solamente revela una nueva perspectiva geopolítica  de desarrollo, sino que anunciándola la realiza y la pone en marcha. 

También cuando dice que “estamos empeñados en acabar la realización de los megaproyectos que se están llevando a cabo” y cuando añade “sin olvidar de pensar en la formación de una flota marítima comercial nacional, fuerte y competitiva” y que “hay que seguir trabajando para establecer una economía marítima que contribuya al desarrollo de la región” o cuando llama a “adoptar una estrategia especial para el turismo atlántico”, o bien lanza “una iniciativa para la creación de un marco institucional que reúna a los veintitrés países africanos del litoral atlántico”  u ofrece “a los países del Sahel el acceso al océano Atlántico”  o expresa la disponibilidad de Marruecos de “poner sus infraestructuras viarias, portuarias y férreas a disposición de estos países hermanos” pues no está describiendo la realidad como lo hacen "las declaraciones constatativas" destinadas a transmitir información, sino que está realizando acciones de tal manera que, el hecho de prometer, de anunciar y de orientar, se realiza en el instante mismo en el que se emite el enunciado. 

Se trata aquí de “actos de habla” que por el mismo hecho de ser expresados realizan el hecho, y así los “enunciados performativos” en la Palabra del Rey, no describen hechos, sino que realizan acciones.