Killing me softly

El presidente Pedro Sánchez con el primer ministro, Aziz Akhannouch - PHOTO/Pool Moncloa-Borja Puig de la Bellecasa

El único lugar donde el éxito viene antes que el trabajo es en el diccionario

V. Sasoon

En un artículo anterior publicado en este mismo periódico el día 9 de diciembre de 2002, había señalado que en la arena internacional los Estados tienen dos vías posibles para velar por sus intereses:

  1. Recurrir al “hard power” es decir a su potencia disuasiva, sea militar o económica para influir en el escenario regional y/o internacional.
  2. Mediante el “soft power”, un concepto de los años setenta que se convirtió en referencia esencial en el estudio de la fuerza de naciones. Este poder suave es la suma de un capital inmaterial compuesto por las acciones de la sociedad civil, de los medios de comunicación, de personalidades de gran renombre en el ámbito del deporte y de la cultura, etc..., que consiguen propulsan a un país en el escenario internacional.

Si aplicamos esta perspectiva a Marruecos, es indubitable que su fuerza relacional, su sagaz e histórica diplomacia, la proyección internacional a nivel científico, artístico y deportivo de un buen número de sus ciudadanos, musulmanes y judíos, así como su cultura milenaria, son elementos muy interesantes que configuran su soft power y explican su eficiencia. 

Las hazañas de su equipo nacional de fútbol en el último Mundial son otro eslabón de este “poder suave” llegando a alcances mediáticos y geopolíticos de insospechable beneficio para su imagen en el escenario internacional. 

De hecho, el premio no tardó nada en llegar: la organización del Mundial de 2030 junto con España y Portugal es la prueba fehaciente de la valía de este “poder suave”. No cabe ninguna duda de que la organización de este evento internacional se traducirá en nuevas inversiones “estructurantes” para el país y repercutirá muy positivamente sobre su macroeconomía a lo largo de esta década. 

Siempre desde una perspectiva geopolítica, si la crisis de la COVID, la guerra entre Rusia y Ucrania, y el conflicto israelo-palestino con sus implicaciones azarosas sobre el tránsito marítimo en el golfo de Adén y el mar Rojo han dejado claro la vulnerabilidad de las vías clásicas de abastecimiento, todo presagia que la geopolítica primará sobre la economía y que el mundo se organizará en varias zonas de influencia, más reducidas, donde habrá localizaciones y deslocalizaciones con el objetivo de asegurar los suministros. 

Ante semejante escenario geopolítico, ante la galopante inflación, la recesión económica, la agitación social consecuente y la vuelta del discurso mesiánico y soberanista, España y Marruecos, a pesar de las sandeces que se dicen acerca de las razones del entendimiento entre los dirigentes de ambos países, están anticipando a lo que se avecina inspirándose de la sapiencia china que dice que no hay oportunidad que por crisis no venga.

Hoy en día, estas excelentes y pragmáticas relaciones han permitido avanzar con mucha confianza en la puesta en marcha del proyecto del siglo, él de unir el continente europeo y africano. 

Este proyecto es de una importancia capital por las razones que citamos antes ya que permitirá:

  • Primero: asentar las bases de una nueva zona de interdependencia económica en el Mediterráneo occidental susceptible de acercar las zonas de producción sin perder en competitividad es decir en costes de producción.
  • Segundo: evitar las incertidumbres a nivel de abastecimiento proveniente de los países asiáticos debido a los conflictos perennes en el golfo de Adén y el mar Rojo.
  • Tercero: unir físicamente el continente europeo y africano lo cual, además de impulsar considerablemente los intercambios comerciales y económicos entre Europa y África, ayudaría la economía española a aprovechar las oportunidades que ofrece Marruecos en su relación históricamente privilegiada con un número considerable de países africanos.
  • Y cuarto: enlazar este eje económico con él que supone la “Iniciativa Atlántica” lanzada por Marruecos este año y que goza del apoyo de los países del Sahel, de España, del conjunto de los países del Consejo del Golfo, de Francia, de Estados Unidos y de Alemania. El mega-puerto de Dajla está llamado a ser una plataforma clave en la consecución de tal objetivo.

El interés de este megaproyecto es tal que no pasa un día sin que la prensa internacional relate el avance serio de los estudios y la disposición de grandes empresas (entre ellas varias españolas) de invertir en esta joya de ingeniería civil. 

El célebre poeta estadounidense John Berryman decía que “Siempre hay que viajar en la dirección de nuestro miedo”, y no encuentro mejor frase para resumir la historia de las relaciones entre España y Marruecos antaño como hogaño. 

Lo más importante es el viaje y en éste ambos estamos mejorando y mucho. Un refrán árabe dice que un amigo se conoce en tres situaciones: cuando lo cabreas y ves cómo reacciona, ante el dinero y en el viaje.

¡Yallah, vamos!