El triunfo arrollador de Donald Trump puede romper el frágil equilibrio en el Magreb
El triunfo arrollador de Donald Trump y su vuelta a la Casa Blanca, con el consiguiente control del Senado, la Corte Suprema y posiblemente también del Congreso puede alterar sensiblemente el equilibrio geopolítico en el Magreb que tiene su epicentro en las relaciones entre Argelia y Marruecos.
El presidente estadounidense, que asumirá sus funciones en el mes de enero de 2025, va a cambiar con toda seguridad los principales mandos de la inteligencia y la seguridad en el país.
Se espera que nombre un nuevo director de la CIA en sustitución de Williams Burns; también un nuevo consejero de Seguridad Nacional para remplazar a Jake Sullivan; y quizás un nuevo director del FBI en lugar de Christopher Wray que él mismo nombró en 2017 y que Joe Biden no cambió. También nombrará a su nuevo secretario de Defensa para remplazar a Lloyd Austin, un general de cuatro estrellas jubilado que Joe Biden eligió para el puesto. Donald Trump querrá tener el suyo propio, ya que sus planes respecto a la OTAN, a Ucrania y a los conflictos mundiales son importantes.
Sin embargo, todos estos nombramientos en los puestos clave de la Defensa, la Inteligencia y la Seguridad posiblemente no afecten directamente a las relaciones de los Estados Unidos con el norte de África, Marruecos, Argelia y Egipto principalmente, pero también Mauritania, Túnez y Libia.
Porque las estrechas relaciones en cuestiones militares, de espionaje y de la lucha contra el terrorismo tejidas por Washington con las capitales norteafricanas se basan en un entramado de intereses comunes, de acuerdos bilaterales y de planes conjuntos elaborados por los organismos especializados estadounidenses y sus homólogos norteafricanos.
Ni las maniobras militares anuales entre Estados Unidos y Marruecos denominadas “African Lion”, ni los Acuerdos antiterroristas entre la CIA y el FBI con el Ejército y la seguridad argelinos, ni las maniobras militares conjuntas “Bright Star” entre Estados Unidos y Egipto en las que participan una veintena de países, por poner sólo estos ejemplos, se van a ver cuestionadas por los nuevos nombramientos que hará Donald Trump. En estas áreas habrá continuidad, o por lo menos intención de que la haya.
Otra cosa será en las relaciones políticas y estratégicas entre la Casa Blanca y los regímenes de Argelia y Marruecos concretamente. Ahí sí puede haber un cambio de rumbo importante.
El objetivo declarado de Donald Trump, que ya puso en marcha en su anterior mandato (2017-2021), es continuar y ampliar los Acuerdos de Abraham, firmados en un principio por Israel con los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, y ampliados más tarde a Marruecos y Sudán. Trump ve como única solución al conflicto en el Oriente Próximo, no la constitución de dos Estados uno palestino y el otro israelí, sino un solo Estado con capital en Jerusalén y en el que se incluya, si así lo quiere, la población palestina, y el resto de los Estados árabes que reconocerían recíprocamente al Estado de Israel.
La inclusión de Marruecos en los Acuerdos de Abraham en 2020 trajo como consecuencia el reconocimiento por parte de Estados Unidos de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Fue un principio de rotura del equilibrio geopolítico en el Magreb, pero que no fue a más por la llegada a la Presidencia de los Estados Unidos del demócrata Joe Biden, que no cuestionó dicho reconocimiento, pero tampoco le llevó a la práctica con la apertura de oficinas consulares en alguna de las ciudades emblemáticas del Sáhara: El Aaiún, Dajla, Bojador o Esmara. Con Joe Biden, el asunto quedó en suspenso. La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca reactivará estos planes, no sólo porque ya están aprobados y otros países como Francia, España o Alemania, los han emulado, sino porque Marruecos juega un papel importante en la extensión de los Acuerdos de Abraham, y en la solución – tal como se ve desde Washington – del conflicto árabe-israelí.
Si la Casa Blanca lleva adelante sus planes, el frágil equilibrio entre Argel y Rabat se romperá. En esta perspectiva más que preocupante, ambas capitales están dedicando un ingente esfuerzo presupuestario en el rearme. Según los últimos datos conocidos, Argelia invertirá en 2025 la suma de 23.050 millones de euros en rearmarse y Marruecos, por su parte, dedicará 12.383 millones de euros en el mismo sector. Con lo que la tensión regional llegará a límites nunca alcanzados, y el riesgo de conflicto bélico bilateral crecerá.