El conflicto del Sáhara y las secuelas, ¿puede Argel hacer presión sobre París para que se retracte?

<p>El presidente de Francia, Emmanuel Macron (Derecha), conversa con el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune (Izquierda), durante su asistencia a la cumbre del G7 organizada por Italia en el complejo turístico de Borgo Egnazia, en la región de Apulia, en Savelletri, el 13 de junio de 2024 – PHOTO/Ludovic MARIN/AFP&nbsp;</p>
El presidente de Francia, Emmanuel Macron (Derecha), conversa con el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune (Izquierda), durante su asistencia a la cumbre del G7 organizada por Italia en el complejo turístico de Borgo Egnazia, en la región de Apulia, en Savelletri, el 13 de junio de 2024 – PHOTO/Ludovic MARIN/AFP 

Tras la declaración por carta del presidente francés Enmanuel Macron, en la que reconocía “la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara” y apoyaba sin restricciones “la propuesta autonómica” como “único medio” para solucionar el conflicto que dura ya medio siglo por el cual el Frente Polisario disputa al Gobierno de Marruecos la soberanía sobre la excolonia española de la costa oeste africana, se ha abierto una nueva crisis entre Francia y Argelia. El país norteafricano ha retirado su embajador de París y promete “otras medidas” más contundentes.

Analistas, diplomáticos y expertos en las cuestiones euro-magrebíes se interrogan sobre qué puede hacer Argelia para “castigar” a Francia por esta medida, previamente anunciada y de la que el presidente argelino Abdelmadjid  Tebboune tuvo conocimiento en su reunión con el presidente francés al margen de la cumbre del G7 en Borgo Egnazia, en la región italiana de Apulia, hace mes y medio gracias a la mediación personal de la presidenta italiana Giorgia Meloni. Argelia sabía que Enmanuel Macron iba en serio, y no hizo ni dijo nada. 

Hagamos alguna consideración. En primer lugar, Argelia no debe, ni puede, ni lo va a hacer, cuestionar los contratos comerciales, económicos y financieros ya firmados y en vigor entre Argel y París. Argel se juega su prestigio y credibilidad en el mercado internacional sensible a estos vaivenes, y lo sabe.  

El único contrato que podría no renovarse (como ya ocurrió con el español a través de Marruecos por el gasoducto Magreb-Europa en octubre de 2021) es el firmado en julio de 2022 entre la francesa ENGIE y la argelina SONATRACH, por el que Argelia suministra a Francia cerca de diez mil millones de metros cúbicos de gas en dos formas, licuado (GNL) en su terminal de Fos sur Mer, y natural a través del gasoducto hispano-argelino MEDGAZ.  

Argelia podría decidir no renovar el contrato con Francia ciertamente, pero su impacto sobre la economía gala sería mínimo. El gas argelino supone un 8% del consumo francés (parte que corresponde a Argelia del total de un 16% de gas en el paquete energético primario, en el que la energía nuclear francesa posee un 40% y el petróleo un 28%), y es sustituible por gas procedente de otros proveedores, como Estados Unidos y Noruega, los principales proveedores para Europa, Gran Bretaña, Nigeria, Egipto, Qatar y otros. Argelia no utilizará “el arma del suministro de gas natural”, y si lo hiciese el más perjudicado sería el país norteafricano. 

En otras rúbricas comerciales, Argel podría pensar en suprimir las importaciones de cereales franceses, y sustituirlo por los cereales rusos, lo que afectaría muy poco a las exportaciones galas para las que no faltan clientes particularmente africanos.  

La balanza comercial franco-argelina en 2023 arrojó cerca de 12.000 millones de euros de intercambios (Italia alcanzó los 24.000 millones de intercambio con Argelia, y España los 9.000 millones de euros). En un hipotético pulso bilateral, Argelia correría el riesgo de perder o congelar los 2.560 millones de euros acumulados de las inversiones directas francesas en el país, localizadas principalmente en las actividades financieras y de seguros, en la industria manufacturera y en las industrias extractivas; inversiones cuyo principal beneficiario es Argelia.   

En cuanto a las posibles represalias políticas y diplomáticas, Argelia, al igual que cualquier otro país africano o del Magreb, no dispone de capacidad para hacer frente a una crisis prolongada con Francia. Las insinuaciones de utilizar el vector antiterrorista, militar o de seguridad, así como el componente migratorio, aparecen como meras gesticulaciones. La influencia argelina en el escenario internacional se limita a pocos países de Asia, África y Latinoamérica; su fracaso en la adhesión a los BRICS lo muestra. Sería en todo caso un problema menor para Francia.  

En cuanto a la más que probable suspensión del viaje oficial de Abdelmadjid Tebboune a París el próximo otoño, tras la prevista reelección a la presidencia en las elecciones previstas en septiembre, solo sería vista como un gesto simbólico con carácter interno y poca trascendencia internacional.  

De cualquier manera, se espera que la diplomacia francesa aumente sus gestiones para intentar convencer a los “amigos del Frente Polisario” de abrirse al diálogo y a la negociación con Marruecos para que el movimiento independentista en particular y la población saharaui en general dispongan de voz y voto en el futuro de la región. La crisis franco-argelina parece pues sólo una tormenta de verano.