China se destaca en aumentar su armamento nuclear

PHOTO/FILE - Armamento nuclear

China continúa desarrollando de manera milimétrica su plan de acción para convertirse en la gran superpotencia del siglo XXI. En el dominio militar, además de haber aumentado como ningún otro país el porcentaje de su PIB destinado a defensa, ha diversificado sus inversiones, de manera que tanto las fuerzas navales como las recién instauradas espaciales han experimentado un desarrollo considerable. 

Pekín tampoco descuida el armamento nuclear, ese que sigue provocando escalofríos apenas se le menciona, no utilizado en conflicto alguno desde que Japón mostrara al mundo los devastadores efectos de las primeras bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. En 2022 China ha pasado a disponer de 410 cabezas nucleares frente a las 350 que almacenaba un año antes, según la recopilación realizada por el Instituto Internacional para la Paz (SIPRI), con sede en Estocolmo. 

Es el aumento más espectacular de los registrados entre las nueve potencias nucleares reconocidas: además de la propia China, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, India, Corea del Norte, Pakistán e Israel, aunque esta última nunca ha reconocido oficialmente disponer del arma nuclear en su arsenal. 

Detrás del país que lidera Xi Jinping, los que también han aumentado su producción, si bien en mucha menor medida, han sido por este orden: India, Pakistán y Corea del Norte, seguidas a distancia por Rusia, que no obstante va a expandir el almacenaje de cabezas nucleares tácticas en Bielorrusia a partir del próximo mes de julio. 

La amenaza nuclear, pues, que planea sobre el mundo se eleva a 9.576 cabezas, listas para su potencial utilización, según el SIPRI, es decir 86 más que las que reposaban en sus silos de almacenaje y lanzamiento en 2021. El director general del citado Instituto, Dan Smith, en declaraciones a la agencia France Presse, señalaba que “prácticamente hemos llegado al final del largo periodo de disminución progresiva de las armas nucleares en el mundo”. A este respecto, el SIPRI contabiliza otras 2.936 cabezas nucleares a nivel global, pero que ya no serían operativas, aunque aún no se habría consumado, al menos a principios de este 2023, su definitivo desguace. 

Dan Smith no cree que la guerra de Ucrania haya influido directamente en el incremento de bombas atómicas operativas por parte de China, habida cuenta del tiempo que se requiere para desarrollarlas. Obvio es decir entonces que este rearme obedece a una estrategia pensada, definida y ejecutada al menos desde hace una década. En el caso de China es tanto más evidente cuanto que la acelerada modernización de sus Fuerzas Armadas se acompasó con el fuerte crecimiento económico experimentado por la gran potencia asiática desde el comienzo mismo del siglo XXI, proceso que ha sido más impulsado aún por el presidente Xi Jinping, que ha tornado la tradicional política exterior china de mansedumbre y apaciguamiento en un comportamiento mucho más agresivo, revestido, eso sí, de grandes proyectos de cooperación internacional que terminan generando una enorme y decisiva dependencia de los beneficiarios de la “generosidad” de Pekín. 

El ostensible rearme de China provoca obviamente la correspondiente reacción de India, su principal rival en el continente, y con el que mantiene diferencias fronterizas no resueltas, que amenazan con un estallido más amplio cada cierto tiempo. También de Pakistán, que intuye que sus contenciosos con India pueden extenderse más allá de la disputada región de Cachemira. Y, por supuesto, de Corea del Norte, cuyo líder Kim Jong-un parece querer jugar su propia partida contra Estados Unidos, si bien no deja de estar bajo la atenta mirada y tutela de China. En Asia va dejando así oírse el creciente ruido que produce el subsuelo volcánico de las tensiones que de una u otra forma tenderán a liberarse en un futuro próximo. El armamento nuclear contribuye mucho a alimentar esa sensación. En los años ochenta llegaron a contabilizarse 70.000 cabezas nucleares en todo el mundo. Podían potencialmente destruir la Tierra nueve veces. Es un magro consuelo saber que las 9.576 de ahora la reducirían a polvo cósmico sólo dos.