Sin Rusia ni China no será posible la paz en Ucrania
Son aproximadamente un centenar de máximos dirigentes de todo el mundo, buena parte de ellos europeos, además de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, que sustituirá al presidente Joe Biden, ocupado a su vez en el sur de Italia en otra reunión decisiva, la del G-7. Tanto a Italia como a Suiza acudirá en cambio y sucesivamente Volodimir Zelenski, el presidente de Ucrania, que entiende que pueden sentarse las primeras bases para un programa de paz que acabe con la larga guerra desencadenada por la invasión rusa decretada por Vladimir Putin.
Pero, entre tantos nombres ilustres como van a reunirse en las verdes montañas suizas, no aparecen ni rusos ni chinos, es decir faltan dos actores tan principales como insoslayables si se quiere alcanzar una solución más o menos definitiva para el primer gran conflicto que sufre Europa desde la II Guerra Mundial, el segundo si se contabiliza la guerra que desintegró Yugoslavia y para cuya solución hubo de nuevo que pedir a Estados Unidos que actuara y lograra lo que Europa fue incapaz de alcanzar.
Sin rusos ni chinos sentados a la mesa en Suiza, Ucrania aspira a conseguir un plan común que suscriba ese centenar de jefes de Estado y de Gobierno de prácticamente todos los continentes, en la creencia de que tal respaldo sería difícil de rechazar por Moscú y Pekín. Tal es al menos la convicción de Andriy Yermak, el jefe de la Administración Presidencial de Kiev, elemento clave de esta Conferencia de Paz.
Si surge un documento aceptado más o menos unánimemente en Suiza, Ucrania aspira a que Rusia se incorpore a una segunda conferencia, en la que ya se discutirían supuestamente los aspectos prácticos de esa hoja de ruta para la paz.
Pero, por ahora, ese momento aún dista mucho de producirse. Para empezar, y casi simultáneamente, en el G-7 de Italia puede acordarse definitivamente la utilización de los activos rusos en el extranjero para financiar la reconstrucción de Ucrania, una operación cuya horquilla de costes oscila entre los 600.000 millones y el billón de euros, sin contar claro está los inmensos daños personales y morales infligidos al corajudo pueblo ucraniano. Tal disposición ya ha sido descalificada preventivamente por Moscú, que podría acrecentar su cólera si se le imponen, además, nuevas sanciones, atenuadas hasta ahora en gran parte gracias a la ayuda de China, cuyo favor le ha reportado a Pekín el enorme beneficio de colmar sus necesidades de petróleo a mitad del precio de mercado, habida cuenta de la imperiosa necesidad de Rusia de dar salida a su principal capítulo exportador.
Estima el citado Andriy Yermak que los anteriores intentos de mediación, a través de formatos bilaterales con los grandes líderes europeos y norteamericano intentando presionar a Putin, no han dado resultado, de manera que este nuevo intento multilateral y casi universal merezca al menos ensayarse.
Lo cierto es que, aunque Rusia pueda haber modificado sus objetivos en Ucrania, no parece que vaya a renunciar a lo más mollar, esto es a la consolidación de su dominio y permanencia en los territorios del este y sur de Ucrania conquistados, e incluso cabría añadir que no renuncia al objetivo de hacerse con la importante ciudad portuaria de Odessa, una vez que han constatado que los drones británicos lanzados desde allí pueden hacer estragos en la flota rusa del mar Negro.
A destacar también otros movimientos diplomáticos simultáneos no menos importantes. Por ejemplo, la visita del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, a Hungría, cuyo líder Víktor Orban se muestra cada vez más crítico con el progresivo aumento de la ayuda militar de la Alianza a Ucrania. Habida cuenta del empecinamiento de Orban, no se descarta ofrecerle una especie de “derecho de retirada” de la organización o al menos de sus grandes decisiones, en especial la que atañe a la ayuda a largo plazo para Ucrania.
Hungría, esa piedra en el zapato de la UE y de la OTAN, también se opone a que el próximo secretario general de esta sea el saliente primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, prácticamente ya consensuado por todos. En su lugar, Budapest propone al presidente rumano, Klaus Iohannis, al que Estados Unidos está sometiendo a la correspondiente presión para que se retire.
El programa de temas a discutir en Suiza es no obstante de suma importancia, no solo para Ucrania sino también para sus vecinos de la Unión Europea y más allá: la seguridad nuclear, la seguridad alimentaria, la liberación de los prisioneros de guerra y el regreso de los niños ucranianos secuestrados por Rusia.