La filosofía de las enseñanzas del Islam (23)

Segunda Percepción 

La segunda percepción respecto a la vida después de la muerte, contenida en el Santo Corán, es que en la otra vida, tanto en el estado intermedio como en el de la resurrección, se manifestarán físicamente todas las condiciones espirituales de este mundo. En este contexto, un versículo dice:

“Pero el que es ciego en este mundo, será ciego en el Más Allá, e incluso más extraviado del camino”. (17:73) 

Esto significa que la ceguera espiritual de esta vida se manifestará y se sentirá físicamente en la otra vida.  

En otro versículo se dice:

“¡Sujetadle y atadle!. Luego, arrojadle al Infierno. Ponedle, a continuación, una cadena con una longitud de setenta codos”. (69:31-33) 

Estos versículos demuestran que los tormentos espirituales de esta vida se manifestarán físicamente en la otra vida. Por ejemplo, la argolla de la ambición mundanal, que había inclinado la cabeza del hombre hacia la tierra en esta vida, se volverá claramente visible en la vida después de la muerte. Del mismo modo, la cadena de las preocupaciones de este mundo se hará visible en sus pies, y el fuego de los deseos terrenales aparecerá ardiente. 

Un hombre vicioso oculta dentro de sí todo un infierno de codicia y de deseos mundanales, y percibe en el momento de sus fracasos y frustraciones la sensación ardiente de este infierno. Por lo tanto, al ser arrojado lejos de sus deseos mortales será sometido a la desesperación eterna, y Dios Exaltado hará que su tristeza se manifieste físicamente, en forma de fuego, como se dice:

“Y se colocará una barrera entre ellos y lo que anhelan”. (34:55). Ésta será la raíz de sus tormentos. 

La cadena de setenta codos indica que un malvado llega a menudo a la edad de setenta años, y a veces - aparte de sus años de niñez y de decrepitud - llega a gozar de un período de setenta años en los que puede trabajar con sabiduría y buen sentido. Pero un desgraciado vive estos setenta años atado por una cadena de deseos mundanales, sin querer librarse de ella. Dios Exaltado afirma pues, en este versículo, que los setenta años que dedica tal hombre a las pasiones del mundo, se manifestarán en la otra vida en forma de una cadena de setenta codos, un codo para cada año. Se ha de tener en cuenta, a este respecto, que Dios Exaltado nunca impone a ningún hombre desgracia alguna ideada por Él. Simplemente confronta al hombre con sus propios actos malos. 

En otra parte del Corán, Él dice: 

“¡Ay! Dirigíos hacia la sombra que tiene tres partes. Que ni da sombra ni protege de la llama”. (77:31-32) 

Las tres ramas aquí descritas representan la bestialidad, la barbarie y la imaginación salvaje. Aquellos que no controlan estas facultades, y por lo tanto no las convierten en cualidades morales, verán que dichas facultades se manifiestan en la otra vida como tres ramas sin hojas de un árbol, que no brindan sombra ni protección contra el fuego, dejando así que el fuego devore a tales personas. Por contraste, Dios Exaltado dice a los moradores del cielo:

“Piensa en el día en que verás a los hombres y mujeres creyentes con su luz corriendo delante de ellos y sobre sus manos derechas”. (57:13) 

Y en otro versículo dice: 

“El día en que unos rostros serán blancos y otros negros” (3:107). 

Un tercer versículo establece:

“He aquí una descripción del Jardín prometido a los justos: en él hay ríos de agua que no se corrompe; ríos de leche cuyo sabor no cambia; ríos de vino que son una delicia para quienes lo beben, y ríos de miel pura”. (47:16) 

Aquí se declara claramente que debemos considerar que el Cielo está compuesto, metafóricamente, de arroyos inagotables de mercedes. Esto significa que el agua de la vida, que bebe el que demuestra una comprensión espiritual, se manifestará visiblemente. La leche espiritual que sustenta al hombre, como a un recién nacido, durante esta vida, se volverá claramente visible en el cielo. El vino del amor a Dios, que le embriagaba espiritualmente durante toda la vida en este mundo, en el cielo se manifestará en forma de un arroyo. La miel de la dulzura de la fe, comida espiritualmente en este mundo por el que posee la comprensión espiritual, se manifestará y se sentirá físicamente en la otra vida. Todo morador del Cielo proclamará su condición espiritual abiertamente en sus jardines y ríos. En ese día, Dios se revelará ante los moradores del Cielo. En resumen, en la otra vida las condiciones espirituales no permanecerán ocultas, sino que serán perceptibles y físicamente visibles. 

Tercera Percepción 

La tercera percepción con respecto a la otra vida es que habrá un progreso ilimitado. Como dice Dios Exaltado:

“A quienes creyeron con él (el Profeta), su luz correrá por delante de ellos y en sus diestras. Dirán: “Señor Nuestro, perfecciónanos nuestra luz y perdónanos, pues realmente Tú tienes poder sobre todas las cosas””. (66:9) 

Esta súplica para que se perfeccione su luz es una indicación de un progreso infinito. Significa que al llegar a un estado de iluminación, percibirán a lo lejos otro estado superior - y al verlo considerarán inferior el estado en el que se hallan -, pidiendo alcanzar el estado superior. Al llegar a este estado superior, verán otro estado más elevado, y anhelarán llegar allí. Así, su anhelo por el progreso constante se señala en la expresión “Perfecciónanos nuestra luz”. La cadena de progreso continuará indefinidamente. No se alejarán ni serán arrojados del Cielo, sino que seguirán progresando a diario. 

Se podría preguntar ¿qué necesidad habría de suplicar el perdón, una vez que los virtuosos ya hubieran entrado en el Cielo y sus pecados se hubieran perdonado? La respuesta es que el verdadero significado de maghfirat (la búsqueda del perdón) es la supresión de una condición imperfecta o defectuosa. De este modo, los moradores del Cielo buscarán el logro de la perfección, y su inmersión total en la luz. Al percibir una condición superior, considerarán defectuosa su propia condición, y desearán suprimirla, y después, al observar una condición aún más elevada, desearán suprimir su condición inferior, y de este modo buscarán constantemente un maghfirat ilimitado. Esta búsqueda del maghfirat o del istighfar a veces se convierte en la base de una crítica adversa hacia el Santo Profeta (lpbD). Espero haber expuesto con claridad que el deseo de maghfirat es una cuestión de orgullo para el hombre. Todo hombre nacido de mujer que no tenga el istighfar por costumbre, es un gusano y no un hombre, es un ciego y no un vidente, está manchado y no puro. 

En resumen, según el Santo Corán, tanto el Infierno como el Cielo son reflejos de la vida humana, y no algo nuevo que viene de fuera. Es verdad que en la otra vida se manifestará físicamente, pero serán reflejos de las condiciones espirituales del hombre en esta vida. No concebimos el Cielo como un lugar que posee árboles materiales, ni el Infierno como un lugar repleto de azufre y sulfuro. Según las enseñanzas islámicas, el Cielo y el Infierno son reflejos de las acciones realizadas por una persona en este mundo. 

(lpbD) – la paz y las bendiciones de Dios sean con él. 

(Con esta entrega - la número 23 - damos por finalizadas las respuestas del Sagrado Corán a la segunda pregunta, y trataremos la tercera pregunta que, como indicamos en el índice [https://www.atalayar.com/opinion/qamar-fazal/la-filosofia-de-las-ensenanzas-del-islam/20230425163940184001.html], era “El objetivo de la vida humana, y los medios para su consecución.”)