La filosofía de las enseñanzas del Islam (28)
Siguiendo el índice que propusimos en la primera entrega [https://www.atalayar.com/opinion/qamar-fazal/la-filosofia-de-las-ensenanzas-del-islam/20230425163940184001.html], iniciamos con la quinta y última consideración de esta serie: “Las fuentes del conocimiento Divino.”
Las fuentes del conocimiento Divino
A estas alturas, la falta de tiempo nos impide exponer lo mucho que dice el Santo Corán acerca de este tema. Nos limitaremos, por lo tanto, a una breve declaración, con la esperanza de que sirva de ejemplo.
El Santo Corán llama nuestra atención sobre tres tipos de conocimiento: el conocimiento por la certeza de la deducción, el conocimiento por la certeza de la visión y el conocimiento por la certeza de la experiencia. Como ya hemos explicado, el conocimiento por la certeza de la deducción, implica que una cosa no se conoce directamente, sino por algo mediante lo cual se puede inferir. Al ver el humo, por ejemplo, podemos deducir la existencia de fuego. No vemos el fuego, sino que vemos el humo, y al verlo creemos en la existencia del fuego. Luego, al ver el fuego, adquirimos - según el Santo Corán - la certeza de la visión. Si tocáramos el fuego, nuestro conocimiento adquiriría la cualidad de la certeza de la experiencia. Ya hemos tratado este tema con anterioridad, y remitimos a nuestros lectores a dicha exposición.
Se ha de saber que la fuente del primer tipo de conocimiento, es decir, el conocimiento por la certeza de la deducción, la constituyen la razón y la información. Dios Exaltado establece en el Santo Corán que los moradores del Infierno afirmarán:
“Es decir que afirmarán que de haber utilizado su razón, de haber abordado de manera sensata la religión y la doctrina, y de haber escuchado y leído con detenimiento los discursos y las obras escritas de los sabios y los eruditos, no habrían sido condenados al Infierno” (67:11).
Esto coincide con otro versículo, donde se dice: Dios Exaltado no exige que los seres humanos acepten nada que esté más allá de su capacidad intelectual, y por lo tanto sólo establece doctrinas que los hombres puedan entender, para que Sus mandamientos no impongan sobre el hombre un peso que sea incapaz de llevar (2:287).
Estos versículos también indican que la certeza del conocimiento por deducción también se adquiere a través del oído. Por ejemplo, no hemos visitado Londres, y sólo hemos oído lo que dicen de Londres los que han estado allí, pero ¿cabe suponer que todos ellos nos podrían haber mentido? No hemos vivido en tiempos del Emperador Aurangazeb, y nunca lo vimos, pero ¿por eso debemos dudar que Aurangazeb fuera uno de los emperadores Mogoles? Y si estamos seguros de que existió, ¿cómo llegamos a tener esta seguridad? Sin duda, por haber oído hablar de él continuamente. No puede haber duda, por lo tanto, de que el oído contribuye a la adquisición del conocimiento por la certeza de la deducción.
Los libros de los Profetas también constituyen una fuente de conocimiento a través del oído, siempre que no exista ninguna contradicción en lo que se oye. Pero si un libro se tiene por revelado, y existen cincuenta o sesenta versiones de él, algunas de las cuales se contradicen entre sí, entonces incluso si se tuviera por exactas sólo dos o tres o cuatro versiones, y el resto fueran falsas, esto no constituiría prueba suficiente para ser la base de un conocimiento seguro; todos estos libros serían descartados por su dudosa veracidad debido a sus contradicciones y no podrían constituir fuentes de conocimiento pues el conocimiento ha de conducir a la comprensión perfecta y una serie de contradicciones no pueden conducir a la comprensión perfecta.
El Santo Corán no se limita al conocimiento que se adquiere a través del oído, sino que contiene argumentos bien razonados y convincentes. Ninguno de los principios, doctrinas o mandamientos busca imponerse a través de la autoridad; como ya ha explicado el Corán, todos están contenidos en la naturaleza humana. Se denomina al Santo Corán un Recordatorio,
es decir, el Bendito Corán no impone nada nuevo, sino que nos recuerda lo que ya existe en la naturaleza del hombre y en el libro de la naturaleza (21:51).
En otra parte se dice que el Islam no intenta inculcar nada mediante la fuerza, sino que expone razones que lo apoyan todo (2:257).
El Corán posee una cualidad espiritual que ilumina al corazón:
“Es un remedio para todas las dolencias espirituales” (10:58).
No es, pues, meramente un Libro que ha sido transmitido a través de las generaciones, sino que contiene argumentos razonados, y está lleno de una luz brillante.
Así podemos afirmar que los argumentos intelectuales que tienen una base firme llevan al hombre al conocimiento a través de la deducción. A esto aluden los siguientes versículos:
Cuando los hombres sabios e inteligentes reflexionan sobre la estructura de la tierra y los cuerpos celestes, y consideran a fondo los cambios del día y la noche, hallan en ellos argumentos a favor de la existencia de Dios. Después, buscan la ayuda Divina para adquirir mayor entendimiento, y recuerdan a Dios al levantarse, sentarse y acostarse. Así se agudiza su intelecto, y su consideración de la estructura de la tierra y de los cuerpos celestes les obliga a afirmar que este sistema tan perfectamente ordenado no podía haber sido creado en vano, sino que es una manifestación de los atributos Divinos. De ahí que reconozcan la Divinidad del Creador del Universo, y oren: “Señor, Tú eres Santo, estás más allá de toda negación de Tu existencia y de todo intento de atribuirte cualidades imperfectas. Sálvanos, pues, del fuego infernal”.
Esto significa que la negación de Dios es un Infierno, y que todo sosiego, y felicidad proceden de Él y de Su reconocimiento. El que se ve privado del reconocimiento de Dios sufre el Infierno en esta misma vida (3:191-192).
(lpbD) – la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
(Continuaremos en la entrega 29 donde trataremos el tema de “La naturaleza de la conciencia humana” a la luz del Sagrado Corán)