El modelo de soberanía estratégica de Marruecos

El rey de Marruecos, Mohamed VI, con el príncipe heredero, su hijo Moulay Hassan, con su hermano, Moulay Rachid, y con su hija la princesa Lalla Khadija
Cómo Mohamed VI ha reposicionado silenciosamente un reino y un continente
  1. La doctrina de la soberanía
  2. Un orden regional construido desde dentro
  3. Resiliencia económica con un motor social
  4. Jerusalén, Palestina y el equilibrio diplomático
  5. Un modelo para las potencias medias estratégicas
  6. Conclusión

Cuando el rey Mohamed VI cumple 26 años en el trono de Marruecos, una realidad es innegable: su reinado ha redefinido de forma silenciosa pero decisiva los contornos geopolíticos del norte de África y el Sahel. Mientras que gran parte de Oriente Medio y el norte de África se han visto marcados por la inestabilidad y la intervención externa, Marruecos ha trazado su propio camino, basado en la estabilidad, la reforma gradual y una diplomacia de profundidad estratégica.

Lo que hace especialmente notable la trayectoria de Marruecos bajo el reinado de Mohamed VI no es solo la rapidez de la transformación, sino también el método: la soberanía ante todo, las instituciones por encima de las personalidades y la influencia continental basada en la interdependencia, no en la hegemonía.

La doctrina de la soberanía

Desde el principio, el rey Mohamed VI ha gobernado con un profundo compromiso con la soberanía territorial, económica y estratégica. En ningún ámbito es esto más evidente que en su gestión del dossier del Sáhara Occidental.

Bajo su liderazgo, Marruecos ha logrado un avance diplomático de proporciones históricas: el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara por parte de una coalición cada vez más amplia de potencias mundiales. Hoy en día, tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas —Estados Unidos, Francia y Reino Unido— apoyan el plan de autonomía de Marruecos como la única solución realista y duradera.

Más de 22 países europeos, entre ellos España, Alemania, Países Bajos y Rumanía, han respaldado este enfoque, mientras que decenas de Estados árabes, africanos, asiáticos y latinoamericanos han declarado su apoyo oficial o han abierto consulados en El Aaiún y Dajla.

Esto no es el resultado del poderío militar ni de alianzas ideológicas. Es el producto de una diplomacia sostenida y estratégica, guiada desde las altas esferas y basada en hechos sobre el terreno. Marruecos ha replanteado la cuestión del Sáhara, pasando de un conflicto heredado a una solución basada en el desarrollo y arraigada en la autonomía y la integración.

Un orden regional construido desde dentro

Mientras el mundo observa cómo se desarrolla la competencia por el poder global en África, Marruecos ha elaborado discretamente un modelo alternativo de compromiso africano: uno que no depende de bases extranjeras, políticas de proxy o dependencia.

En 2023, el rey Mohamed VI lanzó la Iniciativa Atlántica, una propuesta transformadora para conectar los países sahelianos sin litoral con el Atlántico a través de puertos, corredores e infraestructuras marroquíes. Esta iniciativa es de naturaleza geopolítica y ofrece a estos Estados acceso a las rutas comerciales mundiales, los flujos energéticos y la logística, evitando las zonas propensas a la inestabilidad.

Se basa en iniciativas anteriores, como el gasoducto Nigeria-Marruecos, que atravesará más de una docena de países africanos y aportará seguridad energética, inversión industrial y prosperidad compartida. Esta visión panafricana de las infraestructuras desafía directamente los modelos de desarrollo extractivo y reafirma la agencia africana, liderada por los Estados africanos y en beneficio de África.

Resiliencia económica con un motor social

A nivel interno, Marruecos ha llevado a cabo uno de los programas de modernización más completos del mundo en desarrollo. El país cuenta ahora con el puerto más grande de África, una red de trenes de alta velocidad y un sector de energía verde en rápido crecimiento. No se trata de megaproyectos aislados, sino de nodos de una estrategia más amplia de soberanía económica y competitividad regional.

Pero lo que distingue la agenda interna de Mohamed VI es su lógica social. En los últimos cinco años, Marruecos ha puesto en marcha una reforma estructural de su estado del bienestar: cobertura sanitaria universal, pensiones para los trabajadores informales y prestaciones familiares para los más vulnerables. En una región en la que la austeridad suele preceder a la reforma, Marruecos está ampliando el estado social de forma disciplinada y selectiva.

Este equilibrio entre capital y compasión, entre crecimiento y cohesión, refleja la convicción del rey de que la estabilidad hay que ganársela, no imponerla.

Jerusalén, Palestina y el equilibrio diplomático

Como presidente del Comité de Al Quds, el rey Mohamed VI también ha mantenido una postura de principios sobre la causa palestina, basada en la legitimidad y el compromiso activo. Marruecos ha proporcionado ayuda humanitaria a Gaza, ha defendido la solución de dos Estados y ha apoyado la preservación cultural y religiosa en Jerusalén a través de la Agencia Bayt Mal Al Quds.

Al mismo tiempo, Marruecos ha buscado la normalización con Israel en el marco de los Acuerdos de Abraham, demostrando una capacidad de equilibrio diplomático que pocos actores regionales han logrado. Se trata de una política exterior de soberanía, no de alineamiento, que demuestra que los intereses nacionales basados en principios no tienen por qué sacrificarse en aras del compromiso regional.

Un modelo para las potencias medias estratégicas

En un momento en que las potencias medias buscan formas de navegar por la volatilidad multipolar, Marruecos, bajo el reinado de Mohamed VI, ofrece un modelo coherente y replicable:

  • Una diplomacia asertiva basada en la integridad territorial
  • Un liderazgo continental basado en el codesarrollo
  • Seguridad a través de la infraestructura y la interdependencia energética
  • Relaciones internacionales equilibradas que respetan las líneas rojas nacionales

No se trata de “poder blando”. Es el arte de gobernar como un Estado soberano en el sentido más puro y realista: construir poder a través de la autonomía, asociaciones basadas en valores y legitimidad a través de los resultados.

Conclusión

En 26 años, el rey Mohamed VI no solo ha transformado las instituciones y la economía de Marruecos, sino que ha redefinido su lugar en el mundo. Al hacerlo, ha desafiado silenciosamente las nociones obsoletas sobre la dependencia africana, la inestabilidad árabe y la irrelevancia de las potencias medias.

Marruecos es hoy un centro continental, un actor diplomático y un socio de confianza en África, Europa y Oriente Medio. Para quienes buscan en Washington y más allá socios fiables y con mentalidad soberana en el Sur Global, Marruecos merece más que reconocimiento. Merece atención y una alineación estratégica seria.