La demagogia como arma política

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Abdelilah Benkiran
En todo compromiso político, la capacidad de un líder para identificar y aferrarse a los verdaderos problemas del pueblo, constituye un desafío crucial para darle credibilidad a su acción y responder eficazmente a las expectativas sociales
  1. Cásense primero y todo lo demás vendrá después
  2. Demagogo no es necesariamente populista
  3. El partido de Satán
  4. Entre la demagogia y la realidad
  5. Simplificación abusiva y estereotipo reforzado 
  6. Estilo polémico y manipulador

El secretario general del partido Justicia y Desarrollo PJD, Abdelilah Benkirane, en su discurso durante un encuentro partidario realizado el 7 de julio en Agadir, trató de destacar esta exigencia cuando afirmó estar en condiciones de discernir con claridad los verdaderos problemas que enfrenta el pueblo marroquí, distinguiéndolos claramente de los falsos problemas, provocados e impuestos por otros. Escuchémoslo:

Cásense primero y todo lo demás vendrá después

 “En lugar de que se centren en nuestros verdaderos problemas, en nuestras hijas que permanecen solteras, en lugar de buscar cómo resolver el problema del prolongado estado de soltería, de animar a los jóvenes a casarse y facilitarles el acceso a la vivienda, se dirigen hacia las parejas casadas para sembrar la discordia "regata" entre ellas. Eso es lo que hacen en lugar de interesarse por nuestras hijas que no están casadas. No se preguntan: hasta cuándo nuestras hijas seguirán sin casarse? Cuando envejezcan, quién estará a su lado? Quién las acompañará al hospital, y quién las enterrará después de su muerte? Por Dios, hubo una mujer universitaria que murió sola en su casa, sin marido, ni hija, ni hijo, ni nadie. En lugar de ocuparse de nuestros verdaderos problemas, hablan de cómo reconocer y valorar las labores domésticas “al-kad wa-siay’a”. El esfuerzo y las tareas del hogar son una cosa, pero meterse en la relación entre marido y mujer para destruirla, eso es obra de Satanás. Esa gente es el partido de Satanás, ni más ni menos. Además, si escuchan mis consejos, ustedes, los padres, les diré: animen a sus hijas a casarse, cuando un pretendiente, aunque sea un poco aceptable, se presente, pongan su confianza en Dios y denle su consentimiento, no le dejen la posibilidad de escapar. Y ustedes, hijas, dejen de repetir “primero debo estudiar, luego trabajar”, todo eso puede hacerse después del matrimonio, pero si el matrimonio se les escapa, ni los estudios ni nada más les servirá, y quedarán solas como la cigüeña. Me han entendido o no?”

Así, y bajo fuertes aplausos, el orador establece una distinción clara entre lo que considera falsos problemas, como la remuneración del trabajo doméstico realizado por las amas de casa, y los verdaderos asuntos a sus ojos, en particular el problema de perder el tren del matrimonio para las jóvenes marroquíes. La forma de establecer esta distinción, de sacar las consecuencias, de formular las soluciones y de desarrollar los argumentos se inscribe perfectamente en una retórica de demagogia. El término "demagogia" se emplea aquí como un concepto analítico sin ningún juicio de valor, y nos servirá precisamente para describir un modo de manipulación de las masas mediante promesas exageradas o engañosas (cásense primero y todo lo demás vendrá después). Su etimología griega ("démos" para pueblo y "agogos" para conducir) significa literalmente "conducir al pueblo" o "educar al pueblo". En su sentido original, la demagogia podría incluso verse como una forma de liderazgo político que utiliza técnicas de persuasión basadas en la exageración, la simplificación excesiva, la manipulación emocional e incluso la desinformación, con el fin de obtener el apoyo popular sin necesariamente tener en cuenta la realidad o el bien común.

Demagogo no es necesariamente populista

Varios analistas y comentaristas tienden a calificar el discurso de Abdelilah Benkirane como populista, generando así una confusión importante entre dos nociones que a menudo se distinguen mal, la demagogia y el populismo. La demagogia se refiere ante todo a una estrategia discursiva, caracterizada por técnicas como el simplismo, la manipulación emocional y la adulación, que buscan seducir y movilizar a un público simplificando al extremo realidades complejas. En cambio, el populismo designa una postura política precisa basada en una oposición clara entre un pueblo» idealizado y una élite percibida como corrupta o desconectada. El populista es, por tanto, quien busca movilizar al pueblo contra la élite, e incluso contra el mismo Estado. Así, mientras que la demagogia actúa dentro del mismo sistema, buscando explotar sus mecanismos para consolidar su influencia, el populismo se posiciona a menudo como una fuerza antagónica, cuestionando y oponiéndose a dicho sistema establecido. Esta distinción es esencial para analizar los discursos políticos con rigor y evitar simplificaciones y confusiones.

Varios ejemplos extraídos del discurso político de Abdelilah Benkirane confirman que, lejos de ser un político populista en el sentido estricto, es ante todo un orador talentoso, capaz de seducir a una multitud con algunas frases demagógicas hábilmente elaboradas. Su estilo, marcado por una comunicación directa, un lenguaje simple y contundente, utiliza frecuentemente técnicas narrativas y retóricas que halagan el sentimiento popular y manipulan las emociones para captar la atención y ganar apoyos. Como indican varios análisis, sus múltiples intervenciones públicas revelan un uso hábil de artificios discursivos destinados a movilizar sin adoptar una postura política claramente opuesta a las instituciones. Este dominio del discurso demagógico en su dimensión comunicacional no lo convierte necesariamente en un populista comprometido, sino que testimonia sus habilidades como orador capaz de combinar un simplismo calculado con una expresión contestataria para consolidar su influencia sin cuestionar fundamentalmente el sistema político.

No es necesario volver a la multitud de ejemplos discursivos que jalonan su carrera política, basta con fijarse en su última aparición mediática para confirmar el tono demagógico que impregna su discurso. Más precisamente, sus declaraciones controvertidas sobre la metáfora de "la soledad de la cigüeña", donde comparó a las mujeres solteras con esta ave, las cuales fueron ampliamente difundidas y duramente criticadas en la opinión pública marroquí. Estas palabras provocaron indignación y rechazo, incluso dentro de los círculos políticos y asociaciones defensoras de los derechos de las mujeres, revelando un registro retórico que juega más con la provocación simplista y los estereotipos que con un análisis riguroso y responsable de las realidades sociales. Esta polémica reciente ilustra perfectamente el soplo demagógico en el discurso de Benkirane, hecho de frases impactantes y expresiones figuradas que buscan ante todo captar la atención sin necesariamente fomentar una reflexión profunda.

Las declaraciones de Benkirane sobre los problemas del matrimonio y el celibato en Marruecos se basan, por tanto, en una estrategia discursiva altamente demagógica, que moviliza tres técnicas retóricas clásicas que caracterizan este modo de comunicación política. Primero, la simplificación, que consiste en reducir fenómenos socio demográficos complejos como el celibato prolongado y la edad del matrimonio en Marruecos a causas y consecuencias muy unívocas, ocultando toda matiz y los múltiples factores económicos, culturales y sociales en juego. Segundo, la manipulación, que consiste en su discurso en explotar hábilmente las emociones y los temores de los oyentes, insistiendo en el miedo a una supuesta discordia causada por la remuneración del trabajo doméstico, el miedo al partido del diablo, el miedo de las jóvenes de perder la oportunidad de casarse y de terminar su vida aisladas y solas como la cigüeña. Tercero, el desprestigio del adversario, y aquí Benkirane no duda en demonizar a aquellos a quienes acusa de “provocar la discordia en el corazón de las parejas casadas”, calificándolos directamente como miembros del “partido de Satanás”, lo que busca no solo desacreditar y marginar a sus adversarios políticos, sino más bien juzgarlos por apostasía. Al combinar estos procedimientos, el discurso no busca tanto iluminar al público como suscitar reacciones emocionales fuertes, reforzar su control político y evadir cualquier forma de debate matizado, ilustrando así los mecanismos típicos de la retórica demagógica.

El partido de Satán

Está claro que nos enfrentamos a una estrategia discursiva que se basa en una fuerte dramatización, jugando con los miedos profundamente arraigados de las mujeres jóvenes a "perder la oportunidad de casarse", a vivir solas, e incluso a terminar la vida solas sin apoyo familiar. Además, Benkirane adopta una postura agresiva al recurrir al procedimiento de demonización de sus adversarios políticos, calificándolos literalmente como el "partido de Satán", subrayando así la naturaleza simplista y reduccionista de su estrategia discursiva, donde opone la defensa de los "verdaderos problemas" del pueblo marroquí a una supuesta voluntad de perjudicar mantenida por sus opositores.

Cuando Benkirane demoniza a sus adversarios políticos, a quienes acusa de descuidar "los verdaderos problemas" para "sembrar la discordia" entre las parejas casadas, insiste en construir una personificación del mal, tal como él mismo la percibe: el "partido del Satán", contribuyendo así a imponer una lectura maniquea del debate político donde sus oponentes son presentados no solo como ineficaces, sino como moralmente condenables e incluso malévolos. Esta estigmatización radical funciona en el discurso de Benkirane como una palanca fundamental para movilizar la emoción y reforzar su base, jugando con el miedo a una subversión del orden religioso, construido según su propia visión ideológica.

 La verdad en política constituye a la vez una exigencia ética fundamental y una herramienta esencial de legitimidad para el dirigente. Sin embargo, el exjefe de gobierno Abdelilah Benkirane parece no ver ninguna necesidad de respaldar sus palabras con cifras o datos estadísticos fiables, que sin embargo permitirían reflejar la realidad de los fenómenos socio familiares. No obstante, una simple consulta de esos datos bastaría para demostrar que su retórica, marcada por la exageración y la dramatización deliberadas, ha superado ampliamente los límites aceptables. Esta discrepancia entre la verdad factual y el discurso político compromete no solo la credibilidad del responsable político, sino que también evidencia una estrategia discursiva que busca más manipular las emociones que informar objetivamente y comunicar con honestidad.

Entre la demagogia y la realidad

Según las cifras del último censo del Alto Comisionado para el Plan (HCP) y las encuestas demográficas recientes, la edad media al primer matrimonio para las mujeres ha disminuido, pasando de 25,7 años en 2014 a alrededor de 24,6 años en 2024. Históricamente, de 1960 a 2010, la edad media al primer matrimonio aumentó, pasando de 17,5 años a 26,6 años para las mujeres, y de 24,4 a 31,4 años para los hombres, pero los datos más recientes indican una ligera disminución de la edad media femenina desde 2014.

En los países mediterráneos, la edad media al primer matrimonio varía generalmente, pero tiende a ser más alta que en Marruecos. Las mujeres se casan en promedio entre los 28 y 32 años, y los hombres suelen hacerlo un poco más tarde. En Argelia y Túnez, la edad media al primer matrimonio para las mujeres es de alrededor de 30 años. Francia está más avanzada en la tendencia a retrasar el matrimonio, con una edad media de aproximadamente 37-38 años para las mujeres y 39,8 años para los hombres, mientras que, en España, uno de los países europeos donde se casa más tarde, la edad media es de 34,7 años para las mujeres y 36,8 años para los hombres.

Así, la edad media al matrimonio de las mujeres marroquíes es más baja que en la mayoría de los países mediterráneos europeos, pero más alta que hace unas décadas, con una diferencia notable respecto a Francia y algunos países del sur de Europa. Los hombres marroquíes se casan en el mismo rango de edad que en la región (principios de los treinta).

Estos datos contradicen las afirmaciones del secretario general del PJD, quien en su reciente discurso en Agadir, alertó sobre la tendencia de las jóvenes marroquíes a retrasar su matrimonio o a perderlo definitivamente, aconsejándoles en consecuencia que acepten al primero que les pida la mano y que prioricen el matrimonio sobre la continuación de sus estudios.

Un líder político debe, efectivamente, basar sus declaraciones en datos fiables y representativos de las realidades sociales, en lugar de en anécdotas o casos particulares. Sin embargo, la preocupación expresada por Abdelilah Benkirane acerca del "matrimonio retrasado o perdido" de las jóvenes que prefieren continuar sus estudios es ciertamente un fenómeno minoritario, a menudo en su entorno cercano, pero no refleja una tendencia general ni un fenómeno social dominante en Marruecos. Las cifras oficiales del HCP y otros estudios muestran que la situación no es tan alarmante como Benkirane quisiera hacer creer, y que, aunque la edad media al matrimonio tiende a variar, la mayoría de las jóvenes marroquíes se casan dentro de plazos conformes a las normas sociales actuales, con una influencia creciente de la escolarización.

Es esencial que los discursos políticos alimenten los debates públicos con análisis rigurosos, basados en datos cuantitativos y cualitativos sólidos, para iluminar las políticas públicas y evitar la difusión de ideas erróneas que puedan generar estereotipos o alimentar miedos infundados. Esto también permite comprender mejor los verdaderos desafíos que enfrenta la sociedad, como la igualdad de género, el acceso a la educación o la conciliación entre la vida laboral y familiar. Siempre es beneficioso entablar un debate público iluminado y respetuoso de la realidad social, basado en cifras y estudios reconocidos, porque es a través de una confrontación honesta y transparente de ideas que la sociedad puede avanzar y los responsables gubernamentales pueden orientar eficazmente las políticas públicas. Sin embargo, un discurso que no respete ni la realidad social ni la inteligencia de los ciudadanos no puede más que ser perjudicial para el buen funcionamiento de la democracia.

Simplificación abusiva y estereotipo reforzado 

Desde un punto de vista científico, interpretar el fenómeno del celibato definitivo de las mujeres únicamente como un fracaso matrimonial debido a la continuidad de los estudios, como sugiere Benkirane, no está fundamentado y sería una simplificación abusiva. Una tasa elevada de celibato definitivo no puede explicarse científicamente solo por la continuación de los estudios. Resulta de un conjunto complejo de mutaciones sociales y económicas que influyen en las decisiones matrimoniales. Un discurso político riguroso debe apoyarse en estos datos multidimensionales en lugar de en impresiones o casos particulares.

Cuando el discurso de Benkirane, sin preocuparse por datos fiables y matizados, simplifica fenómenos sociales complejos al reducir el celibato femenino a una consecuencia directa de la continuación de los estudios universitarios, ignora la multiplicidad de factores económicos, culturales y personales que influyen en las decisiones matrimoniales. Al aconsejar a las mujeres que se "entreguen al primer pretendiente," minimiza la importancia de la educación y las aspiraciones individuales, a la vez que acentúa una presión social hacia un matrimonio precipitado, sin considerar los beneficios que el acceso a la universidad y a la autonomía pueden aportar.

El simplismo, o tendencia a reducir fenómenos complejos a explicaciones fáciles y sin matices, es una característica clave del discurso demagógico que busca ser simple para ser entendido fácil y rápidamente por un público amplio. Al hacer el mensaje accesible sin esfuerzo intelectual, facilita la adhesión espontánea de los oyentes, sin que tengan que reflexionar en profundidad. Explota la pereza cognitiva proponiendo respuestas que parecen evidentes, evitando la complejidad, las contradicciones y la necesaria matización para un análisis riguroso. La complejidad de la realidad se elimina en favor de imágenes, eslóganes o chivos expiatorios fáciles de captar y movilizar. De este modo, el discurso demagógico tiende a omitir detalles, hechos contradictorios y fuentes confiables. Presenta una verdad parcial y distorsionada, a menudo marcada por clichés o ideas fijas, lo que alimenta estereotipos y refuerza el mensaje simplificador. Por tanto, el simplismo en el discurso de Benkirane es una herramienta estratégica para captar y mantener la atención, crear una identidad de grupo y, sobre todo, garantizar popularidad o influencia, a menudo en detrimento de una comprensión honesta y matizada de los desafíos sociales.

Se trata de un discurso que ilustra claramente una postura demagógica por varios aspectos característicos. Primero, simplifica al extremo problemas sociales complejos, especialmente el celibato prolongado de las jóvenes, reduciéndolo esencialmente a un problema de índole moral y familiar que se debe resolver mediante el matrimonio oportunista y la conformidad social. La diversidad de causas del celibato —ya sean económicas, culturales, personales o relacionadas con la evolución de las mentalidades— queda aquí ocultada en favor de una visión unidimensional, que presenta el matrimonio precipitado como la única y exclusiva solución.

Además, el llamado a las emociones es evidente a lo largo de todo el discurso. El miedo a la discordia conyugal, el temor de las jóvenes solteras a ser abandonadas a la soledad y al aislamiento social, e incluso a morir sin apoyo, son resortes utilizados para suscitar la inquietud y orientar la opinión hacia una respuesta única: el matrimonio. Su recurso a la imagen impactante de una mujer universitaria que murió sola, intensifica el efecto emocional, al tiempo que refuerza la idea de una urgencia moral para actuar.

Por último, la recomendación dirigida a los padres y a las jóvenes implica una fuerte presión social, basada en el control de los comportamientos individuales en nombre de una norma colectiva rígida. La reducción de las prioridades personales y sociales al único matrimonio —en detrimento de los estudios o el trabajo— ilustra una voluntad política de imponer un modelo conservador totalitario con poco espacio para la autonomía o la diversidad de proyectos de vida. A través de sus habilidades en demagogia, el orador construye un discurso a la vez polémico y reduccionista, que busca más provocar y simplificar que fomentar una reflexión matizada.

Estilo polémico y manipulador

La simplificación excesiva de fenómenos complejos — ya sea la causa palestina, la identidad nacional, las libertades individuales o la emancipación de la mujer — constituye una técnica fundamental constante a la que Benkirane recurre sistemáticamente en su discurso demagógico. Él cree que esta técnica le permite hablar al pueblo marroquí en términos comprensibles sin esfuerzo, manipular las emociones más que la razón, favorecer la adhesión rápida en lugar de la reflexión crítica, y fortalecer su influencia simplemente agitando hábilmente los miedos y halagando las expectativas de su audiencia. Así, como cualquier otro líder islamista, él piensa que un público hechizado por la demagogia ya no es capaz de escuchar otro mensaje que no sea el de su guía.

Estos recursos retóricos que atraviesan el discurso de Benkirane revelan claramente su visión ideológica y sus prioridades políticas, pero también su estilo polémico y manipulador, que demuestra perfectamente que la demagogia, por esencia, se sitúa en oposición directa con la verdad, el rigor intelectual y el bien común. Ciertamente permite alcanzar algunos objetivos políticos, pero siempre a expensas de la calidad del debate público y de la estabilidad política.

Como han sugerido varias voces críticas, el lenguaje de Benkirane debería respetar al pueblo marroquí en toda su pluralidad y evitar ataques gratuitos, para no debilitar la cohesión social ni alimentar la confusión entre la crítica política legítima y la invectiva demagógica. Se le aconsejaría reconocer en su discurso la diversidad y complejidad de las realidades sociales en lugar de recurrir a fórmulas simplistas, incluso hirientes, que tienden a dividir en lugar de unir. Priorizando un tono menos polémico y expresiones no insultantes, podría recuperar credibilidad política y contribuir a un debate público más constructivo, acorde con el estatus de un exjefe de gobierno