Estados Unidos, Rusia y Europa inauguran el curso astronáutico mundial 2024-2025

Segundo vuelo al espacio del multimillonario norteamericano Jared Isaacman, de 41 años, que con la misión Polaris Dawn ha visto cumplido su sueño de asomar su cuerpo al espacio exterior - PHOTO/SpaceX
La nueva temporada espacial se abre con los éxitos de la misión Polaris Dawn, la cápsula rusa Soyuz MS-26 y del cohete europeo Vega 
  1. La mayor distancia de la Tierra alcanzada por los seres humanos
  2. Vega, el aniquilador del satélite español Ingenio

El curso astronáutico internacional 2024-25 ha dado comienzo en la primera quincena de septiembre con una terna de muy importantes hitos espaciales.

Uno de los tres ha tenido la máxima repercusión mediática mundial, mientras que los otros dos arrastran relevantes consecuencias para el sector industrial. En España, ha coincidido con el fin de las vacaciones de verano, el retorno generalizado a los puestos de trabajo y el inicio del calendario lectivo en los centros escolares, facultades y escuelas universitarias de las distintas Comunidades Autónomas. 

El que sin duda ha captado la mayor atención de los medios de comunicación y de las gentes de todos los confines del planeta es la misión privada Polaris Dawn que, en la vertiente del marketing, se ha publicitado como el “primer paseo espacial comercial a gran altura de la Tierra protagonizado por un hombre y una mujer que no son astronautas profesionales”. 

En realidad, la proeza que ha capitaneado y sufragado con bastantes cientos de millones de dólares el multimillonario norteamericano Jared Isaacman, de 41 años ‒un apasionado del mundo de la aviación deportiva y los vuelos espaciales‒ y su compañera de vuelo, la ingeniera Sarah Gillis, de 30 años, no ha sido en sentido estricto un paseo espacial, lo que en la jerga astronáutica se denomina una EVA, acrónimo en inglés de actividad extra vehicular. 

Lo que han hecho tanto Isaacman como Gillis, sin quitarle mérito alguno, ha sido sacar la cabeza y medio cuerpo al exterior de la astronave, la que les ha llevado mucho más allá de la Estación Espacial Internacional (ISS). Jared Isaacman ha salido parcialmente fuera de la cápsula durante “algo menos de 8 minutos, cuando la astronave Dragón se encontraba a una altitud de 732,2 kilómetros”. Sarah Gillis ocupó después el puesto de observación de su jefe durante “poco más de 7 minutos, con la capsula ya por debajo de los 600 kilómetros”, confirma SpaceX.

Aunque no se ha asomado al balcón de circunstancias de la cápsula Dragón, el teniente coronel de la Fuerza Aérea norteamericana, Kidd Poteet, se muestra feliz de la misión y de su regreso a tierra - PHOTO/SpaceX

La mayor distancia de la Tierra alcanzada por los seres humanos

Por supuesto, ambos estaban enfundados en escafandras a prueba de radiaciones cósmicas y micro meteoritos y respiraban el oxígeno que les suministraba una especie de cordón umbilical que les servía de línea de vida. Antes, la cápsula Dragón de SpaceX en la que habían despegado el 10 de septiembre desde Cabo Cañaveral había alcanzado “una altura de 1.408,1 kilómetros, la distancia más lejana hasta la que ha viajado cualquier ser humano”. 

Los otros dos que integraban la tripulación, el teniente coronel piloto de caza Kidd Poteet y la médico Anna Menon, de 50 y 38 años, respectivamente, se han tenido que conformar con observar la Tierra desde el interior de la cápsula. En total, hasta su amerizaje en las aguas del golfo de México el 14 de septiembre, “la misión se ha prolongado cuatro días y 22 horas”, detalla la compañía de Elon Musk. Uno de los logros de Polaris Dawn es haber batido el récord de 1.373 kilómetros de altitud logrado en septiembre de 1966, hace 58 años, por los dos astronautas de la misión Géminis 11. 

El segundo hito relevante ocurrió unas jornadas antes de la partida de Polaris Dawn, el 5 de septiembre, cuando desde el centro espacial de la Guayana francesa despegó el último lanzador Vega fabricado por la compañía italiana Avio. De 30 metros de altura y capaz de poner en órbita hasta 1,4 toneladas, Vega se despide del mercado espacial con la satisfacción final de haber puesto en órbita al satélite de observación medioambiental Sentinel-2C, de la constelación Copernicus de la Unión Europea.

Pero Vega dice adiós con la frustración de no haber conseguido captar ningún suculento trozo del gran pastel del mercado que representan los pequeños satélites. Lo acapara el Falcón 9 de Elon Musk, que ofrece mejor precio,  mucha mayor fiabilidad y menor tiempo de espera entre cada uno de sus vuelos. El lanzamiento inaugural de Vega ‒acrónimo de Vettore Europeo di Generazione Avanzata‒, se remonta a febrero de 2012 y en los 12 años en que ha permanecido en servicio ha viajado al espacio tan solo en 22 ocasiones, lo que ofrece un promedio inferior a dos vuelos anuales.

Cuando comenzó el desarrollo de Vega a finales del siglo XX, la Agencia Espacial Europea (ESA), la italiana (ASI), la empresa responsable de su comercialización ‒la francesa Arianespace‒ y su contratista principal, la compañía aeroespacial italiana Avio, confiaban en que Vega sería capaz de atraer a agencias espaciales y centros de investigación de todo el mundo deseosas de lanzar al mismo tiempo uno o varios de sus pequeños ingenios. Nada más lejos de la realidad.

Imagen virtual en la que se aprecia el balcón y la barandilla habilitada para facilitar la sujeción de Jared Isaacman y de Sarah Gillis, que no han paseado por el exterior de la cápsula Dragón - PHOTO/SpaceX

Vega, el aniquilador del satélite español Ingenio

Los principales clientes de Vega han sido la ESA y la Unión Europea, comprometidos en lanzar sus ingenios en cohetes europeos, siempre que les ha sido posible. No obstante, el cohete italiano también ha servido a gobiernos de países no europeos, pero cuando los fabricantes eran Airbus, Thales Alenia Space o Telespazio y existían acuerdos gobierno a gobierno. Así ha sido, por ejemplo, con Kazajistán (KazeoSat-1), Perú (PeruSat-1), Turquía (Göktürk-1A), Marruecos (Mohammed VI-A y B) y de la Unión de Emiratos Árabes (Falcón Eye-1).

Un grave fallo de Vega es el responsable de la destrucción del satélite de observación español Ingenio y de su acompañante francés, la plataforma científica Taranis. Ocurrió el 17 de noviembre de 2020, durante el vuelo de ascenso del cohete. La causa del desastre fue un error humano en el montaje del cableado eléctrico de la etapa superior de propulsión. Cinco meses antes había tenido lugar la explosión de la segunda etapa propulsiva de otro Vega, que hizo añicos al satélite espía Falcón Eye 1 de Emiratos.

Los cuatro integrantes de la misión Polaris Dawn en su vuelo de retorno a la Tierra tras haber logrado la proeza de alcanzar una altura de 1.408,1 kilómetros y batir el record de 1.373 kilómetros que ostentaba la misión Géminis 11 - PHOTO/SpaceX

Por fortuna, la postrera misión de Vega ha sido exitosa y ha posicionado a 775 kilómetros sobre la Tierra al satélite de observación medioambiental Sentinel-2C, construido por Airbus Defence and Space, de 1.143 kilos de peso al despegue y perteneciente a la constelación Copernicus de la Unión Europea. Con unas dimensiones de 3,4 x 1,8 x 2,35 metros, Sentinel-2C debe sustituir al Sentinel-2A, que está en el espacio desde junio de 2015, gracias también a los buenos oficios de un Vega. 

Pero Vega no dice adiós, sino que evoluciona. La experiencia italiana se ha volcado en el Vega-C de mayores prestaciones, que ya es una realidad. Entre el desarrollo de uno y otro, “la ESA ha invertido más de 2.000 millones de euros, la mayor parte a cargo de los presupuestos del gobierno de Roma”, recalca la Agencia. El Vega-C ha volado hasta la fecha dos veces, pero la segunda explotó durante su ascenso y perdió los dos satélites Pleiades Neo 5 y 6 que portaba. Se encuentra en revisión desde diciembre de 2022 y programado para su retorno al vuelo a finales de noviembre con el satélite radar Sentinel-1C de la Unión Europea.

Los tres astronautas de la astronave Soyuz MS-26 que ya se encuentran a bordo de la ISS. De izquierda a derecha Iván Vagner, el comandante de la misión, Aleksey Ovchinin, y Donald Pettit - PHOTO/TspK-Roscosmos-NASA-JSC

El tercer episodio de éxito de principios de septiembre es la misión de la capsula tripulada rusa Soyuz MS-26 con destino a la ISS. Fue lanzada al espacio el 11 de septiembre desde el cosmódromo de Baikonur por un cohete Soyuz-2 1a, versión mejorada que acumula 168 disparos desde su despegue inaugural en noviembre de 2004 y cuyo índice de éxitos es del 96,4%.

A bordo ha viajado la expedición de larga duración 72 formada por el piloto militar y cosmonauta Aleksey Ovchinin, de 52 años, al que acompaña el astronauta norteamericano Donald Pettit, de 69. Para ambos es su cuarta estancia en órbita, no así para el tercer ocupante, el también ruso Iván Vagner, de 39 años. Regresaran a tierra la próxima primavera.