Rusia acelera el ritmo para continuar en el pelotón espacial de cabeza que lideran Estados Unidos y China

Con más de 40 despegues programados para 2024, cuando en 2023 fueron tan sólo 19, el director general de la Agencia Espacial de Rusia, el general en la reserva Yuri Borisov, ha expuesto en la Universidad Técnica Estatal de Moscú las prioridades que le ha dictado el presidente Vladimir Putin para mantenerse en el pelotón de cabeza de las potencias espaciales.
Con Nueva Delhi pedaleando con brío y pisando la rueda trasera de Moscú, Borisov ha trasladado a los centenares de altos directivos del mundo académico e industrial del ecosistema espacial ruso las prioridades que le ha marcado el presidente Vladimir Putin: potenciar los programas militares, continuar con los vuelos tripulados y reconvertir la industria de satélites.
En el cargo desde julio de 2022, Borisov conoce bien las dificultades del proceso de transición que le ha impuesto el Kremlin para dar forma a una arquitectura basada en nuevos cohetes y diferentes constelaciones de pequeños satélites polivalentes. Sobre sus hombros recae mantener a Rusia en la vanguardia espacial y proporcionar a las autoridades civiles y militares, a las instituciones oficiales y a la población rusa una amplia gama de servicios digitales de calidad.

En el plano de los satélites, los tres principales fabricantes de plataformas de comunicaciones, navegación y observación óptica y radar ‒Reshetnyov, NPO Lavochkin y VNIIEM‒, deben pasar de una producción que no alcanza los 40 ingenios anuales a fabricar 250 al año. “Lo que hay que conseguir es tener desplegada en 2035 una constelación de más de un millar de pequeñas plataformas de un peso inferior a los 500 kilos”, ha trasladado el general a su auditorio.
“Desafortunadamente, ni desde el punto de vista científico, tecnológico ni tampoco industrial, las empresas de Roscosmos proporcionan hoy ni el nivel de calidad ni el ritmo necesarios para crear avanzadas constelaciones de satélites”, les ha recordado. Por eso Putin quiere dar entrada a la iniciativa privada en el sector y en la Duma se debate un proyecto de Ley para incentivar la asociación público-privada a partir de enero de 2025.
Nuevos satélites y lanzadores
Uno de los grandes proyectos que Roscosmos tiene entre manos es “Sfera”, una constelación con satélites de observación y comunicaciones. Los primeros en ponerse en órbita son las plataformas experimentales de transmisión de datos “Marafon-IoT”, de 50 kilos, que sigue al “Skif-D” de 148 kilos, para Internet desde el espacio. Ambos son conejillos de indias para verificar las prestaciones del sistema, de cara a efectuar las modificaciones necesarias antes de iniciar la producción en serie.
Los planes espaciales conjuntos entre Estados Unidos y Rusia en materia de vuelos tripulados siguen en marcha. A pesar de la alta tensión que conlleva la ilegitima invasión de Ucrania, ambas naciones mantienen en servicio la Estación Espacial Internacional (ISS), en la que a 400 kilómetros de la Tierra sobrevive un pequeño grupo de astronautas de diferentes nacionalidades. Por el momento sigue siendo una cama de matrimonio entre la NASA y Roscosmos pero, a finales de la década, las relaciones conyugales terminarán en divorcio.
La NASA del administrador Bill Nelson ya ha encontrado pareja y prepara el despliegue de la estación espacial cislunar Getaway y abrir el camino a los complejos orbitales comerciales. Roscosmos de Yuri Borisov trabaja con vistas a concluir en 2023 la construcción de su estación espacial ROS. Requiere de nuevos vectores de lanzamiento, de avanzadas cápsulas tripuladas y de suministros, y necesita completar el gran cosmódromo de Vostochny, en Siberia, que se encuentra terminado “en un 99%”, afirma Borisov.

Roscosmos lleva décadas planeando el relevo de su fiable caballo de batalla, el cohete Soyuz, en servicio durante más de 65 años en diferentes versiones. Ya ha concluido el desarrollo de la familia de lanzadores militares Angara, cuyo máximo exponente es el súper pesado Angara A5, de 55 metros de altura. Si no surgen incidencias, su despegue inaugural desde Vostochny se llevará a cabo “en la primera quincena de abril”, confirma Borisov.
Pero en el escenario espacial no resulta acertado poner todos los huevos en la misma cesta. Roscosmos también trabaja en cohetes más ligeros. Uno de ellos es el llamado Amur-SPG, propulsado por motores de metano ‒gas natural licuado‒, que debe hacerse realidad en 2030 y cuya primera etapa es reutilizable. La intención del general es que “las tecnologías y conocimientos adquiridos con este cohete se trasladen sobre un lanzador de mayores prestaciones”.

Potenciar la diplomacia espacial en África y el sudeste asiático
La repercusión de las sanciones impuestas a Rusia por la Unión Europea, Estados Unidos y otros países han sido letales para el boyante negocio de servicios de lanzamiento, que Rusia comercializaba en el mercado mundial hasta que se produjo la invasión de Ucrania. “Desde entonces, las capacidades de contratación de Roscosmos ‒asegura Borisov‒ han quedado prácticamente anuladas”.
El jefe del sector espacial ruso no ha tenido reparos en contar que la razón es que “el 70% de todos nuestros contratos estaban vinculados con países que ahora nos son hostiles”. Borisov ha calificado las pérdidas económicas de “graves” y para el ejercicio económico de 2023 las ha cuantificado en “180.000 millones de rublos”, unos 1.820 millones de euros.

Para intentar paliar la situación, la agencia espacial rusa ha reorientado sus esfuerzos hacia nuevos clientes. El foco lo ha dirigido hacia instituciones oficiales y empresas de países aliados o amigos del Kremlin en África y el sudeste asiático, “donde creemos que existe una demanda y un deseo de trabajar con Rusia”. Moscú confía en que “en los próximos 3 a 5 años será posible recuperar el volumen de exportación perdido”.
En el marco de la investigación y la cooperación científica ultraterrestre, Roscosmos mantiene su interés hacia el satélite natural de la Tierra. Junto con la Academia de Ciencias de Rusia y nuestros colegas chinos, Borisov recalca que “hemos establecido un extenso, completo y ambicioso programa lunar y, posiblemente, lo hagamos extensivo a la exploración de Venus”.

Para reforzar la diplomacia espacial del Kremlin y la comercialización de servicios espaciales, el cosmonauta Sergei Krikalev es, desde el 19 de enero, el representante especial del presidente ruso para la cooperación espacial. De 65 años y de gran prestigio internacional, Krikalev es natural de Leningrado, como Putin.
Hasta su reciente nueva labor era el jefe de vuelos tripulados de Roscosmos. Entre 2009 y 2014 había ostentado el cargo de director del Centro de Entrenamiento de Cosmonautas Yuri Gagarin de Moscú (TsPK). En su haber tiene haber participado en seis vuelos espaciales, sumar 803 días en órbita y ser uno de los tres miembros de la primera tripulación permanente a la ISS. Todo un veterano, ahora reconvertido en embajador espacial itinerante de Rusia.